Puntos de encuentro entre
el enfoque pedagógico de Paulo Freire y la Educación en Derechos Humanos
Meeting points between Paulo Freire pedagogical focus
and Human Rights Education
Resumen.
El objetivo principal de la investigación fue comprender la forma en la que son
afectad Resumen. La propuesta pedagógica de Paulo Freire genera los elementos
tanto para una educación dirigida al cambio social como hacia el enfoque de la
Educación en Derechos Humanos. Este
ensayo se propone como objetivos, primero, profundizar
en los elementos que incluye el enfoque de Educación en Derechos Humanos;
segundo, exponer los principales conceptos de la pedagogía de Paulo Freire y,
tercero, demostrar que el enfoque de la Educación en Derechos Humanos es una de
las formas más concretas de vinculación entre las tendencias en educación y la
pedagogía de Paulo Freire. La Educación en Derechos Humanos se dirige a
hacer de la persona un sujeto de derecho, con una gran capacidad de
cuestionamiento crítico de la sociedad, que logra convertirse en un agente de
cambio social, comprometido en el cumplimiento de los derechos humanos. Para
lograr este camino, es necesario un docente que eduque para la crítica y para
el cambio, por medio del diálogo. La
metodología empleada para la elaboración de este documento consistió en una
revisión y un análisis profundo de los textos sobre el tema. Se concluyó que
ambos enfoques educativos tienen coincidencias fundamentales sobre la esencia
de la educación y el hecho educativo.
Palabras claves: Paulo Freire, Pedagogía de
la esperanza, Educación en Derechos Humanos, sujeto de derecho, diálogo
educativo.
Abstract:
Paulo Freire's
pedagogical approach generates the elements both for an education for the
social change and towards the approach of Human Rights Education. This essay
proposes as objectives, first, to delve into the elements included in the Human
Rights Education approach; second, to expose the main concepts of Paulo
Freire's pedagogy and, third, to demonstrate that the approach to Human Rights
Education is one of the most concrete ways of linking between trends in
education and Paulo Freire's pedagogy. Human Rights Education is aimed at
making the person a subject of law, with a great capacity for critical
questioning society, which manages to become an agent of social change,
committed to the fulfillment of human rights. To achieve this path, you need a
teacher who educates for criticism and for change, through dialogue. The
methodology used for the preparation of this document consisted of a review and
in-depth analysis of the texts on the subject. It was concluded that both
educational approaches have fundamental coincidences on the essence of
education and the educational fact.
Keywords: Paulo
Freire, pedagogy of hope, Education in Human Rights, subject of law, educational
dialogue.
Educar con
perspectiva de derechos humanos implica una necesidad en la sociedad actual.
Requiere una posición pedagógica que acerque la normativa jurídica y
política a la práctica docente favorecedora del aprendizaje y la formación de
las personas para ser sujetos de derechos. Este enfoque ayuda a ver el mundo
desde la dignidad de la persona humana y como guía para crear una nueva cultura
donde los derechos humanos se consideren como ejes reguladores de las
relaciones entre los individuos.
Existen muchas formas de acercarse a esta práctica
educativa, entre ellas se destaca el pensamiento de Paulo Freire, expuesto en
La pedagogía de la esperanza. Según esta investigadora, ofrece una manera
acertada para entender y aproximarse a la praxis educativa en derechos humanos,
su defensa y promoción, en correspondencia con su concepción de la educación
como una práctica liberadora, y eje para la transformación de la sociedad
(Freire, 2015).
La
Educación en Derechos Humanos debe ser vista como un verdadero aprendizaje de
la realidad social; en razón de ello, debe referir a todo aquel aspecto que
influye en la visión de mundo, así como en el modo de vida de los seres
humanos, junto con las costumbres y los valores del sujeto: todos los
anteriores, aspectos acordes con el pensamiento de Freire, quien toma en cuenta
la realidad de las personas como un factor determinante para realizar la
práctica educativa, porque “no hay ni ha habido jamás una práctica educativa,
en ningún espacio-tiempo, comprometida únicamente con ideas preponderantemente
abstractas e intocables” (Freire, 2005, p. 101).
El presente trabajo se propone, primero, profundizar en los
elementos que incluye el enfoque de Educación en Derechos Humanos; segundo,
exponer los principales conceptos de la pedagogía de Paulo Freire y, tercero,
demostrar que el enfoque de la Educación en Derechos Humanos es una de las
formas más concretas de vinculación entre las tendencias en educación y la
pedagogía de Paulo Freire.
Para la elaboración de este ensayo de tipo argumentativo, se
consideró pertinente el uso de la investigación documental, la cual, por sus
características, además de ser la búsqueda, recolección y procesamiento de
información, se asume que también es “la presentación sistemática, coherente y
suficientemente argumentativa de nueva información en un documento científico”
(Tancara, 1993, p. 94), lo que posibilitó el
reconocimiento de elementos que explican la pertinencia de los postulados de la
pedagogía de la esperanza, propuesta por Paulo Freire, en la praxis de la
Educación en Derechos Humanos.
La ruta que se siguió para esta investigación constó de tres
momentos diferentes. En primer lugar, se buscó y recopiló textos relacionados
con la línea de investigación en Educación en Derechos Humanos. En segundo
lugar, se escogió la bibliografía necesaria para la definición de los conceptos
básicos para este estudio: pedagogía de la esperanza, diálogo educativo, y
sujeto de derecho. Esto permitió seleccionar con precisión las fuentes para
explicar la función de la educación como una práctica transformadora de la
sociedad.
Para cerrar en un tercer momento, se analizaron los
documentos de Paulo Freire y se escogieron principalmente cuatro libros: La
pedagogía del oprimido (1970), La pedagogía de la autonomía (1996), La
pedagogía de la esperanza (2005) y La educación como práctica de la
libertad (2015).
A partir de estos fundamentos teóricos, se dilucidaron,
relacionaron y sintetizaron las ideas que cimentaron las conclusiones expuestas
en el ensayo.
En este estudio, partimos de que la educación
debe estar centrada en el estudiante para lograr el desarrollo de
habilidades, conocimientos y hábitos para el ejercicio del pensamiento crítico,
de manera que sea capaz de cuestionar la sociedad en la que vive, el poder, las
desigualdades y el cambio social (Magendzo, 2007).
De esta manera, el
desafío durante el proceso educativo consiste en desarrollar un pensamiento de
complejidad,
que, por una parte, incluya saberes que estaban dispersos; por otra parte, que
promueva un cambio de actitud para organizar estos con el propósito de
favorecer patrones individuales de empleo del intelecto, de pensamiento propio
ante circunstancias específicas, con cabida para la curiosidad y la
creatividad; a la vez, también para estimular la autonomía cognitiva, la
capacidad de dudar, la actitud para
problematizar y cuestionarse sobre sí mismo (a).
Igualmente, se requiere que la persona estudiante logre
fortalecer habilidades y actitudes comunicativas que posibiliten el desarrollo
de un pensamiento autónomo “estructurado reflexivamente y con disposición a la
crítica y al diálogo; la disposición a aceptar y a respetar los puntos de vista
divergentes apreciando el aporte de estas actitudes para la formación personal
y la convivencia democrática” (Magendzo, 2007, p.11) con miras a que los seres
humanos tomemos una conciencia crítica que nos lleve a obtener un mayor control
sobre nuestras vidas y a la creación de una sociedad más justa.
Lo que además ayudará a preparar para la vida, a aprender a
conocer el mundo, a “ver la totalidad, la multiplicidad de acciones posibles,
desarrollar visiones de largo plazo, y favorecer el disfrute pleno de la vida
en todas sus manifestaciones” (Morin, 2008, p. 4).
Este tipo de persona inspira la necesidad de que la
educación se convierte en un instrumento para que las personas estudiantes como
colectivo se capaciten para participar en la discusión valiente de su
problemática, que los advierta de los peligros de su tiempo para que,
consciente de ellos, ganen la fuerza y el valor para luchar, en lugar de ser
arrastrados a la perdición de su propio “yo”, sometido a las prescripciones
ajenas (Freire, 2015, p. 84).
Todo lo anterior surge a partir de un proceso constructivo
de diálogo entre los distintos protagonistas activos del desarrollo educativo,
que contemple la formación integral de la persona, que involucra valores como
el respeto y la tolerancia, así como también la búsqueda de la paz, la igualdad
y la no violencia. Este diálogo predispondrá a las personas “a constantes
revisiones, a análisis críticos de sus ҅descubrimientos̓, a una cierta rebeldía, en el
sentido más humano de la expresión, que lo identifique, en fin, con métodos y
procesos científicos” (Freire, 2015, p. 84).
Se precisa de individuos
que sean capaces de utilizar el conocimiento adquirido y potenciarlo
permanentemente
para poder adaptarlo a las nuevas situaciones que se presentan al seleccionar
lo que aprenden. Sería de esperarse que este aprendizaje se produzca a lo largo
de toda la vida, lo cual se manifestará en la autonomía de la persona, su
juicio crítico y el desarrollo de todos sus talentos y aquellas capacidades que
fortalezcan su responsabilidad personal para lograr el destino colectivo.
Precisamente, la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) indica
que la educación debe estar “orientada a explotar los talentos y capacidades de
cada persona y a desarrollar la personalidad del educando, con el objeto de que
mejore su vida y transforme la sociedad” (Unesco, 2000, p. 3). Esta visión de la educación como transformadora de vida,
exige el desarrollo de condiciones necesarias para que funcionen las
instituciones y los programas de aprendizaje en cantidad suficiente para el
acceso a ella de manera sencilla y factible, que se tomen en cuenta puntos
de vista como la no discriminación, la accesibilidad física y la accesibilidad
económica.
También, se requiere que los programas de estudio y los
métodos pedagógicos sean aceptables, pertinentes, culturalmente adecuados y de
buena calidad para todas las personas y que el sistema educativo tenga la
suficiente flexibilidad para adaptarse a las necesidades de la sociedad y de
las comunidades, de manera tal que las partes respondan a los requerimientos de
las personas en contextos culturales y sociales variados.
… temas, contenidos,
objetivos y situaciones, problemáticas [problemáticos] y controversiales
referidos, tanto a los problemas que la sociedad enfrenta en el presente en el
plano político, económico, social y cultural en que los derechos humanos están
involucrados, como [a] las controversias de derechos [sic] que se presentan en
la vida cotidiana de los estudiantes, de sus familias y comunidades. (Magendzo,
2015, p.51).
Vista así, la educación promoverá el respeto y la dignidad
de la persona. Asimismo, colaborará con la formación de un ser humano que se
empodere al reconocer su capacidad para realizar una transformación de la
sociedad.
Según afirma Magendzo (2004), la Educación en Derechos
Humanos “en su concepción de modernidad nació para formar ciudadanos” (p.7) y
“adquiere sentido en la medida que entrega al educando un modo de ubicarse en
la sociedad” (p.25). Este tipo de
educación se orienta a que la persona tenga conocimiento de su situación dentro
del cuerpo social, lo cual significa que pueda referirse al concepto de los
derechos humanos, como sujeto de ellos y a las instituciones que los protegen y
a las cuales puede recurrir cuando necesite su defensa.
También, se destina a que sea conocedora de la importancia
de la promoción y defensa de las igualdades en lo que a sí mismo y a los demás
afecta. Está familiarizada “con la Declaración Universal de Derechos Humanos y
con algunas resoluciones, pactos, convenciones y declaraciones nacionales e
internacionales, relacionadas [-os] con los derechos humanos” (Magendzo, 2003,
p. 23). La formación en el tema de los derechos humanos es la base para el
empoderamiento de la persona como sujeto de derechos.
El enfoque de Educación en Derechos Humanos parte de la
misma Declaración Universal de Derechos Humanos, que, en su artículo 26.2,
establece el hecho de que, las personas tengan un determinado nivel de
instrucción, es necesario que reciban una educación específica para lograr
alcanzar el pleno desarrollo de la personalidad y asegurarles el respeto por
sus derechos y libertades fundamentales. Igualmente, hay un nutrido cuerpo
normativo que le da solidez teórica a la Educación en Derechos Humanos.
De forma general, se le considera un derecho vinculado con
los ámbitos económico, social y cultural. Específicamente, el artículo N.° 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (ONU, 1966) establece que los Estados partes deben
garantizar el derecho de toda persona a la educación. Asimismo, es necesario
para garantizar y consagrar otros derechos.
Así lo establece en “Observación general N.°
13”, del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones
Unidas (1999), en la oración inicial del párrafo 1 donde específica que “la
educación es un derecho humano intrínseco y un medio indispensable de realizar
otros derechos humanos”. De igual forma, este mismo Comité explica en el
párrafo 5 que el artículo 13 del Pacto debe ser interpretado en conjunto con
otros diversos instrumentos que contribuyen a enriquecer los atributos que
integran el derecho a la educación y que los Estados partes se han comprometido
a respetar y concretar.
En el párrafo 43 de la “Observación general N.° 13”, el Comité ha precisado que los Estados tiene la
obligación de garantizar el derecho para poder ejercer los demás derechos sin
discriminación alguna y así lograr la plena aplicación del artículo N.° 13 del Pacto. A su vez, en el párrafo 44, se indica que
el ejercicio del derecho a la educación se debe dar gradualmente a lo largo del
tiempo, y las obligaciones que los Estados partes tienen son permanentes y
concretas, es decir, la obligación por parte del Estado de aplicar el artículo
N.°13 no se pierde en ningún momento a pesar del paso del tiempo.
En la Convención de Derechos del Niño de 1989,
específicamente el artículo 28, contiene un corolario que menciona que los
Estados reconocen el derecho del niño a la educación y que esta debe fomentar
su desarrollo en sus distintas formas. En el artículo 29 se establece que los
Estados acuerdan que la educación debe velar por el desarrollo de la personalidad,
las aptitudes y la capacidad mental y física del niño. En el inciso b del mismo artículo se
establece que la educación debe infundir en el niño el respeto por los derechos
humanos, las libertades fundamentales y los principios consagrados en la Carta
de las Naciones Unidas.
En estos artículos se define y enmarca la educación como
aquella que provee el desarrollo integral en los aspectos biológico, cognitivo,
socioafectivo, por medio de experiencias de socialización pedagógica y
recreativa.
Haciendo referencia a la educación con un propósito más
amplio y abierto, dirigida a personas de cualquier edad y condición, en la
“Conferencia Mundial sobre Educación para Todos” celebrada en Jomtien (Tailandia), en 1990, se estableció que existen
necesidades básicas de aprendizaje que se deben definir y que cada persona debe
estar en condiciones de aprovechar las oportunidades educativas ofrecidas para
satisfacer sus necesidades de aprendizaje.
Para ello, se utilizan herramientas esenciales tales como la
escritura, la lectura y los contenidos básicos de aprendizaje, los cuales son
indispensables “para que los seres humanos puedan sobrevivir, desarrollar
plenamente sus capacidades, vivir y trabajar con dignidad, participar
plenamente en el desarrollo, mejorar la calidad de su vida, tomar decisiones
fundamentadas y continuar aprendiendo” (Unesco, 1990, p. 1).
No es cualquier educación la que contribuye a que las
personas vivan plenamente su dignidad de ser humano, en libertad y en paz. Debe
ser una que busque preservar estos valores fundamentales, así como la
comprensión, la tolerancia y amistad entre las naciones y los grupos. Entonces,
de esta manera, promoverá el mantenimiento de la armonía entre las sociedades.
La Asamblea General de las Naciones Unidas (2006) define la
Educación en Derechos Humanos como
un conjunto de
actividades de capacitación y difusión de información orientadas a crear una
cultura universal en la esfera de los derechos humanos mediante la transmisión
de conocimientos, la enseñanza de técnicas y la formación de actitudes, con la
finalidad de:
a) Fortalecer el respeto
de los derechos humanos y las libertades fundamentales;
b) Desarrollar
plenamente la personalidad humana y el sentido de la dignidad del ser humano;
c) Promover la
comprensión, la tolerancia, la igualdad entre los sexos y la amistad entre
todas las naciones, los pueblos indígenas y los grupos raciales, nacionales,
étnicos, religiosos y lingüísticos;
d) Facilitar la
participación efectiva de todas las personas en una sociedad libre y
democrática en la que impere el Estado de derecho;
e) Fomentar y mantener
la paz;
f) Promover un
desarrollo sostenible centrado en las personas y la justicia social. (pp. 4-5).
El
Instituto Interamericano de Derechos Humanos (2002) explica este tipo de
educación como un proceso mediante el cual las personas van conociendo y
comprendiendo los propios derechos y los de los demás para reivindicarlos, de conformidad con la
normativa establecida en los diferentes instrumentos internacionales, así como
en la jurisprudencia interna. Esto quiere decir lo siguiente:
que todas las personas
–independientemente de su sexo, origen nacional o étnico y sus condiciones
económicas, sociales o culturales– tienen la posibilidad real de recibir
educación sistemática, amplia y de buena calidad que les permita: comprender
sus derechos humanos y sus respectivas responsabilidades; respetar y proteger
los derechos humanos de otras personas; entender la interrelación entre
derechos humanos, estado de derecho y gobierno democrático; y ejercitar en su
interacción diaria valores, actitudes y conductas consecuentes con los derechos
humanos y los principios democráticos. (IIDH, 2002, p.15).
Este
concepto de educación es reiterado en los documentos que emanan del Foro Mundial sobre la Educación, realizado en
Incheon, República de Corea, en el 2015, porque amplía su ámbito al incluir
elementos para una educación inclusiva y equitativa de calidad, que promueva
oportunidades de aprendizaje permanentes para todas las personas. De igual
forma, presenta una visión de la educación como transformadora de vidas y
reconoce el importante rol que tiene como un factor principal para el
desarrollo.
Dicho Foro (2015) rescata el carácter humanístico de la
educación y su relación con el desarrollo, enlazándola con los derechos
humanos, la dignidad, la justicia social, la inclusión, la protección, la
diversidad cultural lingüística y la responsabilidad, además de la rendición de
cuentas compartidas, sin dejar de lado la igualdad de género.
Esta visión de educación, emanada de Incheon, también se
fortalece cuando se indica la necesidad de desechar todas las formas de
exclusión y marginación al robustecer la promoción de la inclusión y la
equidad por medio de la educación como la base de una agenda pedagógica
transformadora. Todo ello da lugar a la promoción de oportunidades
de aprendizaje de calidad para todos a lo largo de la vida, en todos los
lugares y a todo nivel educativo.
De
esta manera, de acuerdo con los aportes anteriormente indicados, queda
establecido que la Educación en Derechos Humanos es una necesidad de las
sociedades para enfrentar los cambios y buscar alternativas de solución a los
problemas mundiales; pues lo que se busca es transformar la sociedad
positivamente al interiorizar el respeto por la dignidad humana y valorar las costumbres, normas y estilo de
vida de cada sujeto, para poder integrar proporcionalmente un conjunto social
en el que se preserven los derechos humanos.
Igualmente,
es una finalidad esencial de la educación, de manera que debe ser vista como un
verdadero aprendizaje de la realidad social, que otorga herramientas sobre la
mejor forma de participar en la sociedad y permite la adquisición de conocimientos
básicos para la vida.
Rodino (2015) afirma que la Educación en Derechos Humanos
“aspira a prevenir violaciones de derechos humanos, vista sustantivamente,
busca producir las transformaciones individuales y sociales necesarias para
crear comunidades sustentadas en una cultura de derechos humanos –incluyentes, justas, equitativas y solidarias–” (p.
89).
En resumen, y siguiendo a Magendzo (2006), es posible
definir la Educación en Derechos Humanos como la praxis educativa que se basa
en el respeto, el reconocimiento, la defensa y la promoción de los derechos
humanos, que busca el desarrollo de las personas como sujetos de derecho y que
además tiene por objeto la aplicación de herramientas para que estos se hagan
efectivos. Por lo tanto, sus fines deben encaminarse a la promoción de valores
como el respeto a la dignidad de los individuos para la transformación de la
sociedad.
La Educación en Derechos Humanos procura establecer una
perspectiva de mundo basada en la cultura de los derechos de los individuos y
de sus comunidades, de manera que estos se constituyan en ejes reguladores de
las conexiones que se forman entre los pueblos. Debe ser vista como un
verdadero aprendizaje de la realidad social, a tal grado de que influya esta
visión en el modo de vida, las costumbres y los valores de un grupo.
Los docentes no solo deben enseñar contenidos, sino también
actitudes, hábitos, costumbres y estrategias para el ejercicio y la defensa de
las leyes, así como de la aceptación hacia los demás. Deben favorecer procesos
de aprendizaje que permitan apropiarse de los conceptos sobre derechos humanos.
Además, deben valorar todos los derechos humanos por igual (sociales,
económicos, civiles, políticos). Todos poseen carácter enfático.
Lo anterior implica guiar al estudiantado en el manejo de
situaciones difíciles para que se vaya dando un proceso en el que aprendan a
ser responsables y autónomos, de manera que mejoren su compromiso cívico al
sumarse a los demás en comunidad para resolver problemas y trabajar por un Estado
justo, pacífico y democrático.
En correspondencia con esta tarea, el docente debe situarse
en un nuevo paradigma, en que deje de ser mediador y se reconozca a sí mismo
como un agente de cambio dentro de la sociedad y de la institución educativa.
Además, debe incorporar el fomento del libre ejercicio de la curiosidad por
medio de la organización del conocimiento. Así, evitará la acumulación estéril
y garantizará el desarrollo de la capacidad de contextualizar los saberes en
general y particularmente los que proporciona la Educación en Derechos Humanos,
que están fundamentados en el ejercicio de la libertad y que. por tanto. anima
a superar la discriminación y el respeto por la libertad de los demás.
La propuesta político-pedagógica
de Paulo Freire
La pedagogía freireana está
fundamentada en la idea de que la educación lleva a superar
las prácticas discriminatorias e invisibilizadoras.
De esta manera, conduce a la liberación del ser humano. Toda esta propuesta
educativa se centra en la esperanza movilizadora y en el sueño de la utopía para
un mundo mejor. “Un mundo donde mujeres y hombres se hallen en proceso de
liberación permanente” (Freire, 2005, p. 62).
Sin embargo, la esperanza carece
del poder de transformar la realidad por sí sola; es necesaria, pero no
suficiente. Por esta razón, para lograr esa transformación, se debe unir la
esperanza a la acción que cambiará la historia por venir. Se considera la
vivencia sociocultural de todos los sujetos
en cuanto necesidad
ontológica la esperanza necesita de la práctica para volverse historia
concreta. Por eso no hay esperanza en la pura espera, ni tampoco se alcanza lo
que se espera en la espera pura, que así se vuelve espera vana (Freire, 2005,
p.25).
Así, la esperanza se convertirá en un
proyecto pedagógico que junto con el compromiso social serán recursos para
transformar aquellas situaciones que se consideran injustas en la realidad.
Afirma Freire: “… la esperanza y su pedagogía siempre parten
de una situación límite, y es donde surge la pedagogía de la esperanza y su
materialización: lo inédito viable” (Freire, 2005, p.125). Esta categoría
implica que el sueño por un mundo mejor es posible y vendrá si las personas,
que somos sujetos históricos, luchamos por conseguirlo. Es, entonces, en lo inédito viable donde se
unen la acción y el pensamiento, haciendo posible la esperanza.
Para Freire (2005), en la
esperanza se fundamentan la verdad y la calidad ética de la lucha. Ello
permitió prescindir de la necesidad por el pasado. Así, resulta pertinente, en
general, educar para superar la nostalgia y la visión de una realidad que no es
tal y aceptarla como se presenta.
Ligada a la esperanza, aparece
una pedagogía liberadora, que busca un diálogo permanente y una relación
diferente con el conocimiento y con la sociedad. Además, transformará la
política y la cultura. Aquí, la persona educadora debe promover una conciencia
diferente sobre su labor y lucha por ayudar a develar la verdad al colaborar
para que se descubran nuevas posibilidades y se superen los obstáculos que
impiden encontrar la esperanza.
De acuerdo con esta nueva
conciencia, las personas educadoras entienden que deben enseñar no solo
contenidos, sino también la forma de abordarlos mediante una cultura del
diálogo y una educación que suscite la reflexión.
El docente debe siempre
considerar la realidad de los estudiantes y el hecho de que cada uno tiene tras
de sí una experiencia personal, la cual le sirve para guiar sus actos y su
comportamiento social y debe partir de esta lectura para enseñar contenidos
(Freire, 2005). Además, debe contemplar que cada individuo concibe a la
educación de forma distinta devenida de su entorno y experiencia de vida. Al
comprender su realidad, se puede empezar a cambiar lo concreto y es posible porque se respeta la libertad y
las características individuales de quienes aprenden.
Aunado a lo anterior, el reto del
docente será pasar del discurso sobre su propia lectura del mundo a desafiar al
alumnado para que hable sobre la suya.
De esta forma, “para el educador o la educadora progresistas no hay otro
camino que el de asumir el ҅momento̓ del educando, partir de su ҅aquí̓ y de su ҅ahora̓, para superar en términos
críticos, con él, su ҅ingenuidad̓” (Freire, 2005, p. 65) y esto será educar en, para y desde la libertad.
Al comprender así la acción
educadora, el docente debe preguntarse acerca del potencial de cada uno de los
educandos para actuar, reflexionar y disentir. Él o ella debe situarse “como
sujeto que es capaz de conocer y que quiere conocer en relación con otro sujeto
igualmente capaz de conocer, el educador, y entre los dos, posibilitando la
tarea de ambos, el objeto del conocimiento” (Freire, 2005, p. 66).
De esta forma, el estudiante se
relaciona con contenidos y descrubre qué puede
conocer y así se inicia un proceso de aceptación de sí mismo como sujeto
cognoscente con su propio sentido crítico. En congruencia, la práctica docente toma un nuevo sentido y
surgen las posibilidades para que el conocimiento lo produzca el mismo
educando.
Aprender, con base en esta línea,
significa para el estudiante la apropiación del contenido en estudio y el
aprender a aprender, una manera progresista de ver su proceso de aprendizaje.
En otras palabras, el estudiante será capaz de realizar un aprendizaje
significativo de manera individual y en múltiples circunstancias, mientras
desarrolla estrategias cognitivas que le permitan regular su propia actividad educativa
y formarse para el ejercicio de la libertad.
Nos encontramos ante un enorme
desafío que se le presenta al sistema educativo y es el de promover en los
estudiantes, su actuación como individuos que experimenten el debate y que
ejercitan el discernimiento para el análisis de los problemas que se le
presentan a él y a la sociedad. (Freire, 2015, p. 87).
Lo anterior no significa que el respeto por el otro limite
las posibilidades de aprender; todo lo contrario, se trata de visibilizar lo
vivido y de tomarlo en cuenta, para que a partir de ahí construir el
aprendizaje y darle un nuevo sentido, siempre al relacionarlo con la realidad
de cada sujeto y su sapiencia. Esto garantizará una cultura de diálogo.
Esta disponibilidad
para el diálogo es una postura que se debe asumir en el proceso de aprendizaje,
donde “unos enseñan, y al hacerlo aprenden y otros aprenden, y al hacerlo
enseñan” (Freire, 2005, p. 138). De igual forma, este “diálogo pedagógico
implica el contenido u objeto cognoscible alrededor del cual gira [así] como la
exposición hecha por el educador o la educadora para los educandos sobre ese
contenido” (Freire, 2005, p.146).
Los docentes deben promover el diálogo constantemente para
así lograr un aprendizaje crítico y creativo. Es mediante el diálogo que, según
Freire, se produce la creación y la transformación del conocimiento y la
construcción de la realidad social de cada uno de los participantes, lo que, a
su vez, permite la transformación social. En otras palabras, mediante la
interlocución, las personas aprenden y toman conciencia de que son sujetos de
derecho y pueden reconstruir su realidad o mejorarla, de acuerdo con sus
vivencias.
Así, existe interdependencia entre el acto de educar y el
educador. El educador es educado también por el educando; es decir, mediante
esta pedagogía dialógica, “el educador ya no es sólo el que educa sino aquel
que, en tanto educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al
ser educado, también educa” (Freire, 1970, p. 61). Por esta razón, se habla de
un proceso de enseñanza-aprendizaje, debido a que ambas partes enseñan y
aprenden como conjunto, así que esta nueva forma de educación supera la
oposición que se da entre educador y educandos, propia de la educación
bancaria, que sirve a la dominación.
Lo anterior no significa el desdeño por la clase expositiva
impartida por el o la docente. La pedagogía freiriana
pretende erradicar la clase donde la persona educadora deposita o transfiere el
conocimiento acumulado a sus
estudiantes, donde no se les desafíe a pensar críticamente, a participar en el
desarrollo de la clase y a profundizar en el tema que se está discutiendo.
Estas proposiciones politicopedagógicas de Paulo Freire reconocen que la educación no es neutra.
Por un lado, en el proceso de enseñanza, se transmiten los propios pensamientos
ideológicos; porel otro, siempre se deben respetar
las ideas antagónicas de los alumnos. La educación, vista así, plantea
el hecho de que educar no es solamente enseñar teoría, sino también llevarla a
la reflexión. Ello permite tomar conciencia de quiénes somos y realizar
acciones que nos permitan liberarnos de las situaciones de opresión para
transformar el mundo que nos rodea y procurar una sociedad más justa y
respetuosa de la dignidad de cada ser.
La
educación tiene sentido porque las mujeres y los hombres aprendieron que se
hacen y se rehacen aprendiendo, porque las mujeres y los hombres pudieron
asumirse como seres capaces de saber, de saber que saben, de saber que no
saben. De saber mejor lo que ya saben, de saber lo que todavía no saben. La
educación tiene sentido porque, para ser, las mujeres y los hombres necesitan
estar siendo. Si las mujeres y los hombres simplemente fueran, no habría por
qué hablar de educación. (Freire, 2005, p. 50).
Siguiendo
con la conciencia de mundo, Freire se expresa de esta forma:
La
conciencia del mundo, que hace posible la conciencia de mí, hace imposible la
inmutabilidad del mundo. La conciencia del mundo y la conciencia de mí me hacen
un ser no sólo en el mundo sino con el mundo y con los otros. Un ser capaz de
intervenir en el mundo y no sólo de adaptarse a él. En este sentido, las
mujeres y los hombres interfieren en el mundo mientras que los otros animales
sólo se mueven en él. Por eso, no sólo tenemos historia, sino que hacemos la
historia que a su vez nos hace y que, en consecuencia, nos hace históricos.
(Freire, 2005, p. 50).
Esta doble concepción pedagógica es fundamental para tomar
conciencia de que en el proceso educativo la persona está llamada a convertirse
en sujeto histórico y en creador de su propia realidad.
La
pedagogía freireana está íntimamente relacionada con
la Educación en Derechos Humanos; de hecho, de acuerdo con datos históricos,
esta se inicia en Latinoamérica a partir de las luchas llevadas a cabo por los
movimientos políticos en favor de las mujeres, los trabajadores, el ambiente,
las minorías étnicas y sociales y la paz. Estas acciones incorporan el enfoque
de Freire para lograr un cambio social y superar las estructuras sociales
opresivas.
La
Educación en Derechos Humanos busca que las personas sean capaces de distinguir
la situación en que viven y participar así en la lucha por lograr nuevas
posiciones históricas, políticas, sociales y culturales, por lo que es una
educación política. A la vez, se alude a que “intenta formar personas
comprometidas con la transformación de la sociedad en una más justa e
igualitaria y en la cual los derechos humanos sean parte integral de la cultura
ciudadana” (Magendzo, 2016, p.68).
Abogar
por una educación con una función política es el primer aspecto básico de
encuentro entre la Educación en Derechos Humanos y la pedagogía de Paulo
Freire. Este pensador defiende que educar no es solo proporcionar
conocimientos, sino también implica un uso real a la educación, de manera que
esta se convierta en una herramienta para superar las injusticias sociales.
Según
el autor, la educación deber ser vista como develadora de lo real y como la vía
para reconocer el funcionamiento de la sociedad, su historia, el papel de los
movimientos populares y otros hechos importantes para la construcción de una sociedad
diferente e igualitaria. Además, proporciona elementos para encontrar la razón
de ser de esos hechos sin ocultar o disfrazar la realidad.
Así
que ambos enfoques colocan a las personas como sujetos en posición de
transformar o crear -con ayuda de la
educación- una sociedad diferente,
donde se superen las estructuras sociales que subyugan e invisibilizan. Además, conciben la necesidad de analizar y
visibilizar los comportamientos individuales y sociales que no están de acuerdo
con la dignidad humana; igualmente, el darle el valor que requiere el hecho de
investigar, difundir, planear y realizar acciones que generen cambios en las
actitudes con el objeto de favorecer relaciones respetuosas de la igualdad
entre todos los seres humanos.
Esta amalgama entre Freire y la Educación en Derechos
Humanos crea, igualmente, una persona que se ve a sí misma como sujeto
histórico, que puede elegir e intervenir en la realidad al transformarla, pero que es consciente
de su inacabamiento (Freire, 2005), lo cual a su vez permite reconocerse como
“seres inconclusos y siempre en desarrollo” (Rodino, 2015, p. 157).
De igual forma y conforme a lo anterior, un análisis permite
reconocer como ambos enfoques pedagógicos se interesan en estudiar las
estructuras de poder que se erigen en el sistema educativo. El enfoque freireano examina la forma en que “la estructura educativa
y el currículo interactúan y dan forma al conocimiento. Mientras que, la
Educación en Derechos Humanos se preocupa especialmente por cómo la estructura
educativa y el currículo tienen efecto en moldear al ҅sujeto de derechos”
(Magendzo, 2003, p. 22).
Esta
forma de educar exige un cambio en el sistema educativo tradicional, que sitúa
al docente como el transmisor del conocimiento y que desconoce al estudiante
como sujeto de derecho. En palabras de Freire, los docentes deben superar la
educación bancaria como “una educación que, respetando la comprensión del mundo
de los educandos, los desafíe a pensar críticamente, en primer lugar, y que no
separe la enseñanza del contenido del enseñar a pensar correctamente” (Freire,
2005, p.202).
Para ello, deben utilizar métodos que
encaminen a los estudiantes a obtener control sobre sus aprendizajes y se
convierten en personas que aprendan de forma independiente y con mayor
disposición para desarrollar posiciones críticas. En otras palabras, los
enfoques pedagógicos mencionados deben tomar una posición de cuestionamiento
contra la estructura tradicional del sistema educativo y contra las formas en
que se realiza el aprendizaje. Así, se contribuye a un cambio.
La Educación en Derechos Humanos
debe desarrollarse en un ambiente educativo libre de restricciones o de
imposiciones rígidas con promoción del diálogo y la comunicación. Esta atmósfera debe
basarse en la libre expresión y en un plano de igualdad y respeto entre
educandos y el educador, en el que unos y otros se expresen y se escuchen. El
acto educativo nunca puede ser
jerarquizado, donde el instructor está por encima del estudiante, porque
en relación con los derechos humanos “nadie lo sabe todo, ni nadie lo ignora
todo. Todas las personas de cualquier edad o condición poseemos conocimiento o
experiencias vitales que al compartirse enseñan algo a los demás y los
enriquece” (Rodino, 2015, p. 197).
En
la Educación en Derechos Humanos, el diálogo se entiende
“como proceso epistemológico, es decir, como vía para aprender sobre cierto
objeto de conocimiento en cuya búsqueda educadores y educandos se comprometen
juntos” (Rodino, 2015, p. 208). Esta visión dialógica de la educación es la
misma de la que habla Freire, la opuesta a la educación bancaria, y que
considera al diálogo como aquella “posibilidad de que dispongo para, abrirme al
pensar de los otros y no perecer en el aislamiento” (Freire, 2005, p. 148).
Todo lo expuesto anteriormente trae
implicaciones para el quehacer del docente, porque ahora debe utilizar
estrategias que promuevan un clima en el aula de igualdad y reconocimiento por
los demás y donde también la persona
docente implemente la práctica de la coherencia que implica reducir la
distancia entre lo que decimos y lo que hacemos de manera que se logre
“disminuir la distancia entre el discurso y la práctica.” (Fallas, 2012, p.
192).
De
la misma forma, sobre el hecho educativo, Freire indica que ahora se dará una
interdependencia diferente entre el acto de enseñar y el acto de aprender-
Ahora, el educador también será instruido por el educando, de manera que esta
nueva forma de educación supera la tradicional contradicción entre educador y
educandos, propia de la formación bancaria, que sirve a la dominación, “… ahora, ya nadie educa a nadie, así como
tampoco nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión, y el
mundo es el mediador” (Freire, 1970, p. 61).
Igualmente,
se debe conocer la realidad sin ocultar el conflicto y
la polémica y ayudar a los estudiantes “a la indagación crítica y a la búsqueda
creadora” (Rodino, 2015, p. 212). Para educar, los docentes deben
desarrollar la capacidad de practicar una pedagogía de la pregunta como la que
propone Freire, la cual estimula a los niños y les desarrolla “el gusto por la
pregunta, la pasión del saber y de la curiosidad, la alegría de crear y el
placer del riesgo, sin el cual no hay creación” (Freire, 2005, p. 171).
Por
medio de la pregunta, el estudiante ejercita la reflexión y construye su propio
conocimiento. El preguntar le abre la posibilidad de conocer los problemas de
la sociedad, lo cual crea la oportunidad para desarrollar competencias
afectivas, sociales y cognitivas para ser un ciudadano crítico, defensor de los
derechos humanos y capaz de realizar un cambio social.
La
Educación en Derechos Humanos se centra en la construcción de un sujeto de
derecho, consciente de los condicionamientos en su vida, en la sociedad y
comprometido con la promoción, así como en la realización de cambios sociales
que incidan en el modo de vida, las costumbres y los valores para instituir una
cultura de respeto y valoración de la dignidad de la persona, donde se practiquen la justicia social, la inclusión, la equidad
y la solidaridad.
La propuesta pedagógica de Paulo Freire parte del reconocimiento
del educando como sujeto cognoscente y como creador de su propia historia, a la
vez, es reflexivo y cuestionador de su realidad, interlocutor en la
construcción de un cambio social que incida en las condiciones materiales de la
sociedad. Esta educación de la mano con una cultura de diálogo debe servir a tomar conciencia y
ser liberadora.
La Educación en Derechos Humanos
y la pedagogía freireana concuerdan en que la
educación tiene una función política ineludible de transformación de la
sociedad. De igual forma, ambos enfoques defienden la necesidad de tomar
distancia de la educación tradicional y las estructuras de poder dentro del sistema educativo y dentro del aula. De esta manera, el
hecho educativo se basará en diálogo,
acortará las distancias creadas por las jerarquías, modificará la realidad
educativa y preparará el compromiso social.
Queda demostrado por lo que se
ha argumentado que la Educación en Derechos Humanos y la pedagogía propuesta
por Paulo Freire coinciden en su esencia y en sus propósitos de lograr un
cambio educativo que promueva una cultura de paz, justicia social y democracia
al visibilizar las situaciones que arriesgan la dignidad de los seres humanos.
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Recibido: 05 de noviembre de 2019
Aceptado: 20 de mayo de 2020
[1] Máster en Derechos Humanos, candidata a doctorado en Educación, Universidad
Estatal a Distancia, Costa Rica.
Dirección electrónica: anunez@uned.ac.cr