La educación de la espiritualidad para la consolidación de una escuela inteligente
The education of spirituality for the consolidation of an intelligent school
Educação espiritual para a consolidação de uma escola inteligente
Gilberto Aranguren Peraza
Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL)
Caracas, Venezuela
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1480-9401
Recibido – Received – Recebido: 16/01/23 - Corregido – Revised – Revisado: 06/04/23 - Aceptado – Accepted – Aprovado: 21/04/23
DOI: https://doi.org/10.22458/ie.v25i39.4571
URL: https://revistas.uned.ac.cr/index.php/innovaciones/article/view/4571
Resumen: Se concibe la educación de la espiritualidad como eje transversal del currículo escolar, vinculándose cualquier conocimiento con la dimensión espiritual de la persona. En tal sentido, el ensayo tiene como objetivo el analizar el alcance de la educación de la espiritualidad en la consolidación de una escuela inteligente; para ello, se someten a discusión los siguientes ejes temáticos: (a) la escuela inteligente y la necesidad de la educación de la espiritualidad o educación del espíritu; (b) claves para la activación y comprensión de la espiritualidad en las escuelas inteligentes; y (c) la educación de la espiritualidad (la educación del espíritu) como eje transversal del currículo escolar. Discusión dada en el marco de una reflexión sostenida en el análisis, integración y relación de los conceptos de espiritualidad, espíritu, educación, emoción, habilidades y escuela inteligente. Para ello, se hizo uso de la Investigación Documental como sistema de recolección, análisis y sistematización de la información. Una de las conclusiones de interés es que la educación del espíritu, mediante la aplicación de cualquier clave de activación, incide significativamente en la intimidad de la persona, es decir en su interioridad y por supuesto en su vida espiritual. Todo crecimiento de la vida espiritual deberá reflejarse en cambios significativos, tanto en la percepción del mundo como en las relaciones humanas dadas en la cotidianidad.
Palabras claves: habilidad, escuela, inteligencia, espíritu, espiritualidad, educación
Abstract: Spiritual education is conceived as a transversal axis of the school curriculum, linking any knowledge with the spiritual dimension of the person. In this sense, the purpose of this essay is to analyze the scope of spirituality education in the consolidation of an intelligent school; to this end, the following thematic axes are discussed: (a) the intelligent school and the need for spirituality education or education of the spirit; (b) keys for the activation and understanding of spirituality in intelligent schools; and (c) spirituality education (education of the spirit) as a transversal axis of the school curriculum. Discussion took place in the framework of a sustained reflection on the analysis, integration, and relationship of the concepts of spirituality, spirit, education, emotion, skills, and intelligent school. For this purpose, Documentary Research was used as a system for collecting, analyzing, and systematizing information. One of the conclusions of interest is that the education of the spirit, through the application of any activation key, has a significant impact on the intimacy of the person, that is, on his/her interiority and, of course, on his/her spiritual life. Any growth in spiritual life should be reflected in significant changes, both in the perception of the world and in human relationships in everyday life.
Keywords: Skill, school, intelligence, spirit, spiritually, education
Resumo: A educação da espiritualidade é concebida como um eixo transversal do currículo escolar, vinculando qualquer conhecimento à dimensão espiritual da pessoa. Nesse sentido, o objetivo do ensaio é analisar o alcance da educação da espiritualidade na consolidação de uma escola inteligente; para isso, são discutidos os seguintes eixos temáticos: (a) a escola inteligente e a necessidade da educação da espiritualidade ou educação do espírito; (b) chaves para a ativação e compreensão da espiritualidade nas escolas inteligentes; e (c) a educação da espiritualidade (educação do espírito) como eixo transversal do currículo escolar. A discussão foi feita no âmbito de uma reflexão sustentada sobre a análise, a integração e a relação dos conceitos de espiritualidade, espírito, educação, emoção, habilidades e escola inteligente. A pesquisa documental foi utilizada como um sistema de coleta, análise e sistematização de informações. Uma das conclusões de interesse é que a educação do espírito, por meio da aplicação de qualquer chave de ativação, tem um impacto significativo na intimidade da pessoa, ou seja, em sua interioridade e, é claro, em sua vida espiritual. Qualquer crescimento da vida espiritual deve se refletir em mudanças significativas, tanto na percepção do mundo quanto nas relações humanas na vida cotidiana.
Palavras-chave: habilidade, escola, inteligência, inteligência, espírito, espiritualidade, educação
INTRODUCCIÓN
La educación ha orientado el cultivo exclusivo de áreas específicas del conocimiento, en menoscabo de las emociones, los sentimientos y los valores. Goleman (2004) ha insistido en la necesidad de mirar la educación desde la perspectiva de la Inteligencia Emocional, destacando que permite el reconocimiento de los sentimientos y el manejo inteligente de las emociones. De igual modo, Gardner (2011) propone un modelo diverso de inteligencias que incluye la inteligencia espiritual.
La espiritualidad, antropológicamente, es inherente a la vida humana. El ser humano ha vivido social y culturalmente apegado a estructuras religiosas; aun en aquellos casos donde existen rupturas con lo trascendental, se evidencian formas y manifestaciones ateas con huellas de experiencias religiosas y espirituales de mucha profundidad (Lucas, 2008). La espiritualidad, dependiendo ya sea de las doctrinas, posturas de fe o visiones del mundo y cualquiera que sea el modo y el lugar donde se experimente, representa lo trascendental de la persona (Prado, 2019). Con ella, se conduce a la búsqueda del sentido de la vida, la esperanza y la felicidad, bajo una noción antropocentrista de unidad planetaria y universal (Piedra, 2018). Su activación en las escuelas permite comprender, de forma interiorizada, el “sí mismo”, el mundo, la naturaleza y el cosmos, representando la “fuente para un nuevo modo de pensar, de sentir y de actuar” (Díaz, 2022, p. 42). A diferencia de la inmanencia con la que se presenta la realidad material, lo espiritual trasciende el espacio y el tiempo, superando los límites de las visiones e ideas del mundo.
La vida del espíritu se expresa mediante una apariencia externa (Arendt, 2002). El espíritu no posee ni espacio ni materia y la persona dotada de razón aparece con su naturaleza espiritual en el mundo vivo de las apariencias. Por ello, la razón y el espíritu se manifiestan de modo inseparable. El espíritu es “abierto” porque “toda actividad pensante solo sirve para (abrirles) los ojos” (Arendt, 2002, p. 127); su activación contribuye a que la persona indague el “sí mismo”, generándole satisfacción en la adquisición y en el aprendizaje de destrezas y habilidades orientadas al cambio.
La activación de la espiritualidad en educación o la educación del espíritu, como también puede ser formulado estos procesos de formación, da respuestas a situaciones que afectan las dinámicas en las aulas, como la falta de hábitos (García, 2019); la violencia y el acoso reiterado entre pares escolares (Carretero y Hernández, 2021); la pérdida de una noción de destino (Parra, 2002; Aranguren, 2020); el analfabetismo espiritual, manifestado por la carencia de capacidad interpretativa de símbolos debido a la sobresaturación de la información (Torralba, 2022); la pérdida paulatina del uso de ritos y de símbolos en la vida cotidiana profundizando la atomización y el narcisismo social (Han, ٢٠٢١); y la idea de que la educación está basada exclusivamente en la enseñanza de contenidos (Lopera, 2013). Se ha hecho un esfuerzo por entender y controlar el mundo externo de la persona, descuidándose su interioridad, su pensamiento y capacidad de percibir y ser percibido por el mundo (Arendt, 2002; Suárez y Garcés, 2017).
Pensar y diseñar propuestas educativas con base en la interioridad es responder a la educación del espíritu (Fischman, 2017) y actuar en consonancia con el proyecto de la UNESCO referido al “aprender a ser” (Delors, 2001). La educación de la espiritualidad transforma las experiencias pedagógicas, mediante la cotidianidad y la convivencia como medios, para el análisis, el crecimiento y el desarrollo personal conducente a la felicidad:
La espiritualidad afecta a todo el ser humano y genera la capacidad para apreciar la realidad trascendente, para preguntarse por la globalidad de la existencia, por la finalidad, por el sentido. La necesidad espiritual tiene manifestaciones culturales diversas y este aspecto es especialmente significativo en una sociedad multicultural y secularizada. Más allá de la diversidad, sin embargo, es posible observar muchos elementos en común con respecto a la vivencia de las necesidades espirituales, tanto desde cosmovisiones religiosas como laicas. (Benavent, 2013, p. 42)
Con base en lo anterior, surge la pregunta: ¿Por qué es necesario una educación de la espiritualidad en las escuelas? Más allá de responder a los problemas que anteriormente fueron formulados, es imprescindible comprender que la persona posee una dimensión espiritual y que las circunstancias sociales y humanas en donde vive hoy día hacen necesario el desarrollo del espíritu como fuente del “sí mismo”, lo cual le permita hacer frente a una serie de acontecimientos que sobrepasan su capacidad de responder. Por otra parte, es fundamental aclarar que todo proceso orientado hacia la formación del espíritu no representa, necesariamente, una clase de religión ni una catequesis, pero sí la oportunidad para la construcción de ambientes sociales creativos favorables para el desarrollo del aprendizaje.
Los análisis desarrollados en este trabajo fueron conducidos mediante la comprensión, la interpretación y la reflexión de los temas en el marco de una Investigación Documental. Esta metodología hace uso de métodos, técnicas de búsqueda y procesamiento de información teórica o contenida en documentos; búsqueda orientada bajo la noción de una unidad de análisis definida previamente. En este estudio, se presenta como unidad de análisis el vínculo o relación entre la educación de la espiritualidad y la escuela inteligente. La formulación de la unidad de análisis favorece el estudio del fenómeno mediante la representación teórica del mismo, la cual se hace mediante el análisis y la evaluación, de forma crítica y reflexiva, del objeto o tema de estudio, estableciéndose relaciones, diferencias y posturas de la situación actual del conocimiento acerca del área. Las informaciones recogidas, así como su análisis, evaluación, clasificación y ordenamiento, requieren para darle forma al texto o informe final de la sistematización, interpretación y reconstrucción del conocimiento; todo ello sostenido en principios epistemológicos, ontológicos y axiológicos consistentes. Es importante destacar que el proceso de sistematización y generalización llevado a cabo bajo esta perspectiva investigativa puede hacer uso de la experiencia de quien lo conduce, como un medio facilitador de la contextualización de los asuntos estudiados.
Considerando estas premisas, se plantea como objetivo el analizar el alcance de la educación de la espiritualidad en la consolidación de una escuela inteligente, sometiendo a discusión los siguientes ejes temáticos: (a) la escuela inteligente y la necesidad de la activación de la espiritualidad; (b) dimensiones estratégicas para el desarrollo de la educación espiritual en las escuelas inteligentes; y (c) la educación de la espiritualidad como eje transversal del currículo escolar.
DESARROLLO DEL TEMA
La escuela inteligente y la necesidad de la activación de la espiritualidad
Existe la necesidad por enfrentar al estudiantado a interrogantes que le permitan valorar una noción ontológica de sí mismo: ¿quién soy yo?, ¿qué hago en esta vida?, ¿para qué existo?, ¿cómo me imagino realizado y feliz? (Lucas, 1999). Estas preguntas surgen desde la curiosidad y responden a la dimensión espiritual de la trascendencia, es “el sentido del porqué y para qué estoy aquí, cuál es mi misión de vida” (Peri y Pérez, 2019, p. 80); también corresponde al aporte que la persona brinda a su autodesarrollo y crecimiento en medio de una crisis global del sentido de la vida (Zohar y Marshall, 2001), así como la falta de estructura nocional de destino y del equilibrio entre la interioridad y lo externo (Han, 2021).
Activar la interpelación subjetiva, señalada anteriormente, en las aulas de clases se hace imprescindible en el marco de la ayuda que debe brindársele al estudiantado, en todos los niveles, a fin de orientar la búsqueda de su centro y el descubrimiento de sus potencialidades y herramientas que le permitan vivir en un mundo atomizado, no solo de informaciones, sino de situaciones que le impiden crecer y madurar.
De manera que el hacer un acercamiento a la identidad ontológica de la persona, supone al ser humano como la clave y meta del progreso (Lucas, 2008); donde su existencia está marcada por una inquietud sostenida en la idea de la posesión (dinero, seguridad, poder, amistades, relaciones, etc.) como fundamento esencial en la búsqueda del sentido de la vida y, con ello, la felicidad. Esto supone un ejercicio de la voluntad y conciencia que facilite la transformación de esta inquietud en una inquietud creativa que conduzca a la construcción del Bien en sí mismo y en los demás; de manera, que toda activación ontológica, en las aulas de clases, supone el desarrollo de la creatividad.
Por ello, se requiere generar y definir en la persona la “inquietud de sí”. Para Foucault (2002), esto está dado por la razón que Sócrates le da a la condición humana de Alcibíades, al exigirle la necesidad del “conócete a ti mismo”, idea grabada en el Oráculo de Delfos como “la cuestión del sujeto (cuestión del conocimiento del sujeto, cuestión del conocimiento del sujeto por sí mismo) que se planteó originariamente en una fórmula y un precepto muy distintos: la famosa prescripción délfica del gnothi seauton (conócete a ti mismo)” (p. 17). Esto tiene como característica la revelación de la persona en sí misma, es decir, es el conocimiento inicial de todo conocimiento o de conocimiento alguno, es la razón fundamental de una educación basada en la espiritualidad, pues el conocimiento del sí mismo representa la apertura hacia la trascendencia.
Las interrogantes ontológicas con base en el conocimiento del sí mismo de la persona, solo puede darse en una Escuela Inteligente, entendida como el espacio para el desarrollo de la inteligencia mediante las interacciones entre sus actores y la comprensión de los fenómenos que les afectan (Aranguren, 2020). La noción de “escuela inteligente” representa la misión que cada una de las instituciones educativas debe desempeñar en sus funciones. Más allá de ser un concepto, es la idea hacia donde deben dirigirse todos los esfuerzos de las escuelas, en atención a acciones cónsonas con el desarrollo del aprendizaje y la cognición, del bienestar de la relación dual dada entre el docente y el alumnado, del mejoramiento de la práctica y de la consolidación de espacios sociales creativos que favorezcan la sana convivencia y el desarrollo de la espiritualidad. La propuesta la hace Perkins (1999) y la define como aquellas que se arriesgan a introducir toda posibilidad de progreso en el ámbito de la enseñanza y del aprendizaje, para que el alumnado no solo conozca, sino piense y reflexione a partir de lo que sabe.
La escuela inteligente se sostiene en una noción diferente de prácticas pedagógicas donde predomina el desarrollo del pensamiento y no de la memorización. Está basada en la cognición repartida, ya que no se puede entender al alumnado como el ser que mantiene la función intelectual en su cabeza, sino más bien mediante elementos que actúan de forma articulada y en conjunto, integrando la cognición físicamente repartida en los medios, recursos y productos a nivel social, mediante prácticas como el aprendizaje cooperativo (Slavin, 1999; Aranguren y Zurita, 2021).
La escuela inteligente es flexible en el uso de metodologías y formas de enseñanza (Bazarra y Casanova, 2014). Promueve: el pensamiento mediante el cultivo del espíritu y las emociones, experimentando procesos como la interacción cognitiva y espiritual con el ambiente; el desarrollo, tanto de estados mentales orientados a la felicidad como de competencias cognitivas, sociales y emocionales; actividades de formación, investigación, reflexión y sistematización de la acción educativa; la distanciación a hábitos inadecuados y la reconstrucción de las relaciones entre el que enseña y el que aprende; sin olvidar la necesidad de la recuperación y formación del sentido común (Aranguren, 2020). En ella surgen aulas o comunidades de aprendizajes (García et al., 2013) que estiman la inteligencia, los valores y la sabiduría (Segovia et al., 1998).
En la escuela inteligente, se promueven las competencias emocionales que redundan en el bienestar personal del estudiantado y del profesorado, potencializando las emociones y la cognición (Bisquerra, 2005). Esto supone considerar cinco aspectos: (a) la intervención de todos los actores de la escuela; (b) las estrategias y métodos utilizados; (c) la relación con el entorno y con todo aquello que afecte directamente a la persona; (d) el trabajo en equipo y la valoración de los logros en las habilidades, destrezas, aprendizajes, conocimientos y experiencias previas alcanzadas por el estudiantado (Lizitza y Sheepshanks, 2020); y (e) el manejo de habilidades que permitan el éxito en las metas y fortalezcan las condiciones para el logro de la felicidad.
El desarrollo de la educación espiritual es una tarea de la escuela inteligente, porque el aprendizaje posee una naturaleza espiritual y puede valerse de actividades: como el trabajo de campo para facilitar el encuentro de la persona con el entorno (Aranguren et al., 2016), ya que con ello el estudiantado disfruta, aprende y se asombra de la naturaleza en compañía de sus pares; del desarrollo del liderazgo como un medio para despertar el sentido del servicio (Zohar y Marshall, 2001), fundamental para ayudar a la persona a conmoverse y a sentir compasión por aquellas cosas o acontecimientos que le sorprenden o impactan; del aprendizaje cooperativo para facilitar el encuentro fraterno entre los miembros del estudiantado (Zurita, 2020); y del spiritu artisticus para fortalecer las ideas artísticas y creativas (Parra, 2002), como parte del proceso de perfeccionamiento de los talentos.
Bajo estas premisas, la educación de la espiritualidad se presenta como aquel proceso o espacio que le permite a la persona desarrollar y encontrar un sentido profundo a su existencia, reconociéndose como parte del universo y de la naturaleza y permitiéndole la comprensión y el sentido a conceptos como la vida, la muerte y la trascendencia (Rodríguez, 2013). La educación basada en la espiritualidad considera los aspectos ontológicos y axiológicos que afectan la existencia, y considera en su práctica cotidiana actividades como la reflexión, la contemplación, la meditación, la imaginación, así como la captación sensible de la vida externa mediante el uso de los sentidos. Muchas de estas prácticas han sido aportes históricos de los diferentes sistemas religiosos que han sostenido, culturalmente, a las sociedades. Siendo un ejemplo de ello, el uso de la oración como una forma de relación y comunicación entre la persona y lo divino, donde muy bien se hace uso tanto de la reflexión como de la contemplación y la meditación. En tal sentido, la oración puede entenderse como un sistema comunicativo dado entre la persona y su yo, o entre la persona y lo divino, según sea la convicción filosófica o religiosa que la misma persona posee y cree.
La educación de la espiritualidad mueve a la persona en la búsqueda del sí mismo, de su plenitud, de la profundidad del pensamiento, de la creatividad y del disfrute, por lo que la escuela inteligente la considera no solo en el marco de su currículo, sino también en toda aquella acción dada dentro de ella. Su aplicación, fundamentalmente, cambia la visión y nociones del mundo y ayuda hacer distancia con aspectos que no favorecen el crecimiento personal e institucional.
Claves para la activación y comprensión de la espiritualidad en las escuelas inteligentes
La educación espiritual dentro del contexto del proyecto educativo debe orientar al currículo: “la educación espiritual no puede identificarse con una asignatura, sino que inspira el currículum de ciertas disposiciones espirituales que expresarían en el mero hecho de maravillarse ante la vida que se abre en los procesos biológicos” (Luque, 2020, p. 46). Por lo tanto, la pedagogía debe contribuir con el cultivo de cualidades de la mente y con la vivencia de experiencias sensitivas, sensoriales, emocionales y reflexivas del estudiantado:
Para la práctica educativa, el cultivo de la mente, explicaría el desarrollar acciones directas (perceptiva, sensorial y emocional) con la vida y los vínculos entre los seres vivos, por lo que se privilegiaría la estrategia de aprendizaje de proyectos. También procuraría desarrollar experiencias de autoconocimiento, de reflexión introspectiva, de meditación, como vehículo para lograr “la visión desde dentro” y propiciar el “conocerse a sí mismo”, así como para apoyar la proyección del individuo hacia la vida espiritual y social. (Hernández, 2015, p. 86)
La activación de la educación espiritual en las escuelas inteligentes requiere de una serie de lineamientos en el marco de las siguientes dimensiones estratégicas: (a) desde la comprensión del sí mismo; (b) desde las relaciones con los otros; (c) desde los talentos y las potencialidades; y (d) desde el conocimiento y relación con la naturaleza.
Dimensiones estratégicas para el desarrollo de la educación espiritual en las escuelas inteligentes
Desde la comprensión del sí mismo
La educación espiritual desde la comprensión del sí mismo puede llevarse a cabo mediante la planificación y realización de actividades que fortalezcan la vida sensible, emocional y trascendental del estudiantado y del profesorado. En tal sentido, una línea de acciones que involucren el conocimiento de sí mismo, la contemplación y la meditación son viables y útiles para el logro de este propósito.
1. El Conocimiento de Sí mismo. Este responde a la idea de generar en el estudiantado la inquietud de sí, como un estado que deberá permanecer a lo largo de toda su vida. En las escuelas el alumnado deberá acercarse al conocimiento de sí mismo, favoreciendo el autoconocimiento, la autoestima, el aprendizaje y el mejoramiento de sus relaciones:
El conocimiento de sí mismo se forma desde los primeros momentos de la vida del niño, en el que juega un papel esencial la familia. Al iniciar la educación institucionalizada, desde el círculo infantil, se puntualiza su desarrollo mediante diferentes formas como: el estímulo ante los éxitos, la evaluación de sus logros y dificultades, la concientización de los errores y las vías para solucionarlos, la autoevaluación, la coevaluación y la heteroevaluación que son tan utilizadas en nuestras instituciones educativas. Así la escuela va cumpliendo con este encargo social de formar personalidades integralmente desarrolladas. (Torres et al., 2017, 130-131)
La evaluación, más allá de sus nociones cuantitativas, deberá ser utilizada para orientar el conocimiento y la comprensión de la personalidad, abordándose desde la integración de aspectos biológicos, cognitivos, afectivos, emocionales y socioculturales, considerando el autoconocimiento como la raíz de todo conocimiento. Ya que la condición racional del ser humano se orienta hacia el cultivo de su pensamiento, así que “una didáctica que adopte el autoconocimiento como referente formativo siempre puede ser más útil para conocer y ser mejor” (De la Herrán, 2003, p. 14). Por ello, una escuela inteligente hace esfuerzos mediante la aplicación de programas, ejercicios, proyectos y dinámicas que permitan en el estudiantado el conocerse a sí mismo y valorar el alcance de sus potencialidades. En tal sentido, el cultivo en las aulas de actividades de reflexión y conversación acerca de los acontecimientos cotidianos, el uso de la expresión artística, los momentos de silencio, los ejercicios de relajación y la práctica del mindfulness, son ideales para ayudar al alumnado a descubrirse a sí mismo y a valorar sus fortalezas y virtudes.
2. La contemplación. La escuela inteligente enfrenta una presión social por la producción, dada la pérdida paulatina de la vivencia de los rituales (Han, 2021) y de la necesidad de una vida más simbólica (Melich, 1996), hecho que hoy día conduce: a la sociedad a la pérdida de la privacidad (Blancofombona, 2021), de la conformación de comunidades, de la celebración, el reposo y el equilibrio interno. Los seres contemplativos pueden ver más allá de su entorno, haciendo uso tanto del sentido de la vista como de la mente, siendo capaces de suponer que mediante este acto “se revela el ‘algo más’, es decir, el significado del todo” (Arendt, 2002, p. 118).
En la Antigüedad, los pitagóricos experimentaban la enseñanza sostenida en ejercicios corporales, sana alimentación y reflexiones colectivas, lejos del bullicio y en tranquilidad, o sea, en contemplación (Pardo, 1990). Por lo que Aristóteles llegó a pensar y a creer que esta actividad intelectual conducía a la felicidad (Ética Nicomáquea), porque implica un movimiento en la quietud y da sentido a la felicidad como actividad o energía (enérgeia); bajo esta perspectiva, el contemplar se fundamenta en el pensar y en el reflexionar.
Si se aspira fortalecer el ámbito espiritual del estudiantado, se debe ejercitar el intelecto “que al ser definido como ‘lo divino habitado en nosotros’, es exactamente lo que más nos asemeja a Dios” (Cantú, 2004, p. 163). Esta actividad hace uso de los sentidos y del acto de pensar, para perfeccionar hábitos mentales y comprender los asuntos de la vida. Es una habilidad para mirar hacia adentro, capacitando otras habilidades como la paciencia, el silencio y la imaginación. Por tanto, las aulas de clases deberán convertirse en un espacio para que el estudiantado desarrolle la contemplación de los fenómenos, de los acontecimientos que ocurren a su alrededor mediante el uso de los sentidos. Por ejemplo, la observación paulatina de los cambios en la naturaleza, los cuales ayudan a definir épocas o estaciones específicas; la degustación de comidas, postres o bebidas que le permitan precisar los sabores y aromas; el sentir la presencia de los otros compañeros mediante al abrazo; el escuchar melodías y sonidos que facilite la concentración. Todo lo anterior son actividades o estrategias que permiten a la persona admirar con respeto lo que viven y observan en la cotidianidad.
3. La Meditación. La meditación ayuda a disminuir la violencia en las escuelas y facilita la resiliencia ante experiencias difíciles en la vida (Randazzo, 2021). Favorece el clima escolar, revitaliza las actividades prosociales, consolida ambientes para la ayuda mutua, mejora la autoestima de la persona y facilita una cultura de paz. A diferencia de la contemplación, la meditación representa la visualización voluntaria en la mente de situaciones positivas, percibiendo de manera consciente los pensamientos y las emociones que se generan producto de la visualización. Para Cortina (2017), su aplicación en las aulas ayuda al alumnado a no juzgar, a tener paciencia, a cultivar la humildad, a desarrollar la confianza y el respeto hacia los demás, a aceptar situaciones complejas y de difícil vivencia, pudiendo responder a sus emociones, reacciones del cuerpo y cambios paulatinos de la conducta.
La meditación también ayuda al profesorado en cuanto al manejo del estrés y del mejoramiento del ambiente de trabajo. Su aplicación en una institución escolar la hace inteligente, productiva y menos violenta; su práctica reiterada “proporciona beneficios fisiológicos, cognitivos, emocionales, sociales y académicos en el campo educativo de los adolescentes, especialmente en el alumnado con bajo desempeño” (Amutio et al., 2019, p. 19).
Con la meditación se práctica el silencio, entendiendo que hoy día se vive una vida llena de ruidos que afectan todo aquello que representa la interioridad de la persona. Los sistemas comunicacionales, conducidos mediante los dispositivos móviles, muestran una serie de situaciones y condiciones que hacen ruido en la interioridad de la persona, por lo que “hoy el ruido de la comunicación desbanca el silencio” (Han, 2021, p. 46). El trabajo en silencio y tranquilo redunda en la calidad de la escucha y comunicación. El silencio ayuda a la concentración, atención, memorización, intuición y motivación; por lo que la meditación, es este sentido, se convierte en una herramienta pedagógica que amplía las posibilidades para aprender y mejorar la calidad de las clases y del estudio.
Con la meditación se favorece la imaginación y la construcción de imágenes mentales. La imaginación es central en los procesos de aprendizaje, con ella el estudiantado crea imágenes mentales, activando la cognición y creatividad, así como el entusiasmo y el compromiso, pudiéndose materializar mediante proyectos de vida a largo plazo. Las imágenes mentales son útiles para abordar informaciones espaciales, visuales y de contenido abstracto. Pueden activarse mediante la asociación y la conexión de la información con relatos, cuentos, videos, fotografías, poemas, música y anécdotas. Estas actividades favorecen la imaginación y la espiritualidad, porque las imágenes mentales “son críticas en la formación de la autoconciencia y la adquisición de información acerca de uno mismo. Son en definitiva, la ‘materia prima’ que permite el razonamiento y una ayuda para el crecimiento espiritual” (Alonso, 2017, p. 84).
Con el uso de la meditación también se desarrolla la percepción, la cual es considerada una actividad de la mente que permite la relación con el exterior. Siendo una forma de adquisición del conocimiento mediante la activación de los sentidos, y una característica fundamental de la sensibilidad, junto a la sensación y la intuición. Con el desarrollo de los sentidos, la persona puede captar todo lo que el ambiente ofrece, profundizando el aprendizaje y la capacidad del sentir. Para Alonso (2017), la intensificación de la percepción, mediante la práctica de la meditación, conduce a un estado de receptividad interior de mayor conciencia de lo que la persona es.
Es importante destacar que el trabajar los sentidos mediante la meditación, tiene como finalidad la exploración de lo que las percepciones pueden brindar en cuanto a lo que se siente de las cosas cercanas. En tal sentido, mediante estas prácticas se desarrolla la capacidad de atención y la sensibilidad, pudiéndose hacer uso de esta información para el disfrute de la vida, por lo que fortalece la noción del “estar aquí y ahora”, influyendo significativamente en la apertura hacia el misterio, el asombro y el gozo (Alonso, 2017).
Desde las relaciones con los otros
Desde las relaciones con los otros, la espiritualidad en las escuelas puede ser orientada mediante procesos que faciliten: la distanciación, la creación de climas agradables en la escuela, el manejo de la inteligencia emocional, la vivencia de la compasión y la ternura, la celebración, la profundización y vivencia de rituales.
1. La distanciación. Los jóvenes hoy día nacen y crecen en sociedades con hábitos y costumbres ya sistematizados, en este sentido, la escuela debe procurar que el estudiantado haga distancia de aspectos y hábitos que puedan deformar su proyecto de vida, mediante la reflexión y el análisis acerca del alcance de las herencias dejadas por las generaciones pasadas, y cómo las mismas afectan su progreso personal. Hacer distanciación es desarrollar la capacidad de juicio, entendiéndose este como la facultad para distinguir y evaluar situaciones. Es un hábito filosófico que no tiene que ver con la filosofía en sentido académico (Torralba, 2013), pero sí con una operación lógica que facilita a la persona hacer relaciones, distinciones, síntesis, afirmaciones, disentimientos (Gromi, 2018), relacionados y acordes con los contextos, tanto sociales como culturales, que afectan la toma de decisiones.
De manera que la valoración que la persona pueda hacer de su entorno y de todo aquello a lo que requiere hacer distancia, pueda convertirse en un asunto formativo, siendo necesario abordar los hábitos generacionales descubiertos en la cotidianidad de los jóvenes, para ayudarlos a reconocer el efecto en su vida futura y buscar mecanismos para hacer distancia mediante el hábito del entendimiento, como ejercicio comprensivo de la realidad, basado en la valoración de los fenómenos vividos y el grado de afectación al sistema de vida de la persona.
Una forma práctica para ayudar al estudiantado hacer distanciación es revisar la realidad actual que vive y ver cuáles son los obstáculos que limitan su participación social y humana en dicha realidad, de manera que desde ahí pueda visualizar alternativas estratégicas que le faciliten tomar distancia de esas situaciones.
2. La creación de climas agradables en la escuela. Para muchos jóvenes, las escuelas representan un centro de atracción que ofrece “actividades de tipo social, como el jugar, compartir, pasear, conversar y hacer amistades” (Aranguren, 2020, p. 7). Asistir a la escuela no es solo para responder a lo académico, sino también para fortalecer situaciones propias de la convivencia, como la resolución de conflictos y la toma de decisiones, y experimentar valores como la solidaridad, respeto, ayuda, democracia, justicia, compasión, entre otros, los cuales permiten la mediación en las interacciones entre el mismo estudiantado (Trianes et al., 2013).
Por ello, el trabajo en equipo, la capacidad de escucha, la apertura hacia los demás, la empatía, la habilidad para acompañar y hacer amistad, la comunicación, entre otras habilidades, facilitan las relaciones entre los pares y la posibilidad de aprender y crecer a nivel espiritual; siendo importante la transmisión, de forma consciente, de las emociones, sentimientos, dudas e intereses por largos períodos de tiempo y en diferentes espacios y formas (Toledo y Sánchez, 2006). De manera que una escuela inteligente aporta herramientas a su profesorado para hacer de la comunicación un medio eficaz para crear climas agradables de trabajo y aprendizaje.
3. Activación de la Inteligencia Emocional. La inteligencia emocional es un favorecedor de experiencias que fortalecen el crecimiento espiritual. Para Parent (2007), por ejemplo, las emociones y los sentimientos residen en el alma, entendiendo que el alma es parte de la vida espiritual de una persona (Arendt, 2002). De igual modo, Peri y Pérez (2019) consideran que la formación desde la espiritualidad fortalece en el interior todas aquellas herramientas “intelectuales y emocionales que permitan conocer, integrar y transformar el Ser para que pueda expresarse de manera creativa y en toda su plenitud” (p. 77). De manera que la escuela inteligente procura, en ánimo de fortalecer la inteligencia emocional, contribuir en la superación de experiencias frustrantes e infelices.
Activar la educación emocional, en el marco de la educación para la espiritualidad, supone la yuxtaposición de la inteligencia emocional en todas las áreas de conocimiento (Goleman, 2004). Esta acción requiere la preparación del personal docente en lo emocional y motivacional, y la orientación de procesos hacia la experimentación de nuevas maneras de corrección de hábitos y conductas, profundizando la reflexión como mecanismo transformador de las acciones y de la intervención en el aula. La aplicación de la inteligencia emocional permite que el alumnado exprese con libertad sus emociones, dotándolo de herramientas que lo conducen al autoconocimiento, autoestima, autocontrol, empatía, escucha, resolución de conflictos y cooperatividad (Bisquerra y Hernández, 2017).
Por otra parte, es imprescindible hacer referencia a la incidencia de la neurobiología en las emociones y la importancia del sistema límbico en los sistemas emocionales de la persona, brindándonos un modo diferente para abordar la emocionalidad en el ámbito educativo:
Se encuentra involucrado en el control de la emoción, las motivaciones y la iniciativa. Más aún, participa de procesos cognitivos esenciales como la conducta, el mantenimiento y la supervivencia, el aprendizaje, la cognición y la memoria. Esto evidencia su importancia para la especie humana (Arce y Galantini, 2017, p. 44).
Hay que precisar que la neurociencia estudia la función del sistema nervioso, centrándose en las modificaciones estructurales que ocurren en las células y en las moléculas involucradas en estos procesos, facilitando las interconexiones producto del complejo de redes que inciden en los procesos cognitivos y afectivos. A todo este sistema de modificabilidad se le conoce como neuroplasticidad: “en ello, la espiritualidad, más que la religión, puede alcanzar un desarrollo inconmensurable, como un viaje al interior o al cosmos, donde el cerebro estalla en conexiones y cambios que permiten el desarrollo cognitivo” (Burgos, 2020, p. 107).
4. La vivencia de la compasión y la ternura. El dolor en las escuelas se manifiesta en situaciones relacionadas con el fracaso, la reprobación, las dificultades cognitivas, los problemas entre el alumnado y el profesorado y, con mayor significación, en la manifestación de la crueldad en los tratos y relaciones dadas entre el mismo estudiantado, dificultándose la manifestación de actitudes compasivas y empáticas, a sabiendas de los esfuerzos institucionales por disminuir la violencia y evitar el acoso escolar. La compasión es un sentimiento altamente afectivo que permite sentir lo que otros pueden estar sufriendo. Tiene que ver con la capacidad de ponerse en el lugar del otro, o sea ser empático o sentir juntos:
Se trata del reto de hacerse uno con el otro, de traspasar el estrecho horizonte del individualismo y reconocer que todo otro es otro-como-yo, no una abstracción. Este sentimiento originario expresa una capacidad humana de comprender el estado emocional de otras personas a la que se denomina empatía, o simpatía. (Buxarrais, 2006, p. 205)
Tanto el maestro debe aprender a manejar el dolor de sus alumnos y sus pares, como estos deben aprender a acompañar a los suyos en estos momentos. Tanto el dolor como la angustia pueden ser manejados desde la ternura, otro modo profundizaría el sufrimiento y el desencanto. La ternura representa un afecto valorativo de la persona que revela, de forma sincera, amabilidad y cariño. Aunque, por lo general, es un acto que se dirige al que sufre o al que vive una pena, puede revelarse como parte de la manifestación del amor.
Para una escuela inteligente, el activar la ternura en las aulas requiere de la profundización de la sensibilidad. El mostrar compasión y ternura a alguien que vive una experiencia de dolor ayuda a fortalecer la vida espiritual de todos los involucrados; de este modo, los que conviven en la escuela se arriesgan a mostrar sus diferencias y sus capacidades para construir y reconstruir relaciones que muy bien pueden nutrirse de la alegría, la creatividad, el diálogo, el disenso, los logros, el fracaso y los aciertos. En tal sentido, el cuerpo docente deberá estar atento a los procesos y problemáticas que vive a diario el estudiantado, para así ayudarlo a vivir experiencias donde pueda manifestar su ternura y compasión ante situaciones difíciles de la vida, como por ejemplo el fracaso, el dolor por una pérdida o el acompañamiento ante la enfermedad, son situaciones que deben ser aprovechadas para la sensibilización y comprensión; además representa la oportunidad para que el docente y el alumnado establezcan vínculos donde se manifiesten emociones y sentimientos positivos.
5. La profundización y vivencias de rituales y de celebraciones en la escuela. Todos los ritos poseen un alto contenido de celebración, facilitando la experiencia de un paso fronterizo entre la culminación y el inicio de un proceso, conmoviendo significativamente a la persona. Constituyen un sistema comunicativo complejo, el cual hace uso de la dramatización, del lugar, del tiempo, de las circunstancias y condiciones del mundo simbólico de la persona, para satisfacer experiencias que supongan disfrute, placer, dolor, temor y hasta felicidad (Aranguren, 2011). Para Melich (1996), “el rito es una necesidad vital. No hay sociedad sin ritos, porque el rito organiza la vida en común, domina la vida cotidiana y marca el tiempo y delimita el espacio de la existencia personal y colectiva” (p. 87).
Hoy día se ha profundizado la pérdida de la vivencia de rituales y con ello se pierden reglas y normas, pues las sociedades las construyen a partir de los rituales fundamentados en vida en comunidad. Las escuelas han dejado de experimentar una vida ritualista, dejando a un lado escenarios de encuentros donde el estudiantado y el profesorado comparten y celebran, ya que “los rituales generan una comunidad de resonancia que es capaz de una armonía, de un ritmo común” (Han, 2020, p. 22). Ritos para iniciar el día, como la entonación de los himnos, sea este nacional o de la escuela, las palabras de bienvenida del personal a cargo de la institución, oraciones de gracia o de alabanza en el caso de las escuelas de índole religioso, son fundamentales para constituir una noción de comunidad y de encuentro.
Cuando en las escuelas sus actores viven y celebran las fiestas patrias y de identidad nacional, semanas institucionales, tradicionales, celebraciones de efemérides o de concienciación colectiva como las referidas al cuidado medioambiental, celebraciones de inicios y finales de procesos, entre otros, se va construyendo una espiritualidad colectiva que les facilita valorar los signos y símbolos que los identifican e integran como comunidad.
El manejo de símbolos es fundamental porque permite la cohesión de quienes la integran, de ahí se comprende cómo los rituales ligan el sentimiento de sus miembros hacia una comunidad de valores compartidos donde se reafirma la cohesión con algo universal o abstracto. (Valencia, 2015, p. 166)
Por otra parte, los actores de la escuela conviven con base en un pensamiento que expresa tradiciones, formas de ser y determinadas maneras de vivir los ritos cotidianos, pero siempre apuntando a distintas formas de manifestaciones y lenguajes. La socialización reiterada de ritos escolares permite que los mismos sean sostenidos por la comunidad de manera precisa y determinada, pudiendo incluso orientar las crisis internas:
De ahí la necesidad de experimentar la cotidianidad mediante ritos, de modo que no existan sorpresas y las tensiones puedan ser controladas con los símbolos y signos correspondientes. Es por eso que los ritos son representaciones de los conocimientos, ellos permiten diluir las tensiones, pero también reconocer que en esas tensiones existe un saber. (Aranguren, 2011, p. 63)
Por ello, las celebraciones y la vivencia de ritos en las escuelas hacen de ellas instituciones más inteligentes porque permiten a todos sus actores experimentar vivencias fraternas, incidiendo, entre otras cosas, en la disminución de los niveles de violencia, en la consolidación de relaciones de amistad y de una mejor convivencia, así como en la manifestación de elementos comunes que hacen que las personas se identifiquen unas con otras.
Desde el desarrollo de los talentos y potencialidades
A partir de los talentos y las potencialidades de una persona, se puede activar la espiritualidad mediante la expresión artística y el desarrollo del spiritu artisticus.
1. Activación de talentos y de la expresión artística. Las escuelas que desarrollan y potencializan talentos son más inteligentes, para ello es necesario la construcción de espacios sociales creativos y la activación de estados mentales armónicos y flexibles (Aranguren, 2020). Los talentos permiten la proyección de la persona tanto en lo social como en lo cultural, redundando en su bienestar.
La escuela inteligente acompaña al estudiantado en la adquisición y en el descubrimiento de sus capacidades, convirtiéndose en una escuela para el “saber hacer’”. Unido a esto, los elementos académicos como el aprendizaje de las herramientas que ofrecen las matemáticas, el conocimiento de la lengua nativa y extranjera, el conocimiento y aplicación de fenómenos físicos, químicos y biológicos, entre otros, contribuyen al cultivo del “hacer” y a la aprehensión del talento. En este sentido, la formación del talento posee un espacio histórico privado, generando una propiedad potencial de desarrollo del trabajo, haciendo a la persona dueña de sus talentos, pudiéndolos multiplicar según sus capacidades espirituales, siendo responsable y propietario de sus competencias.
La escuela inteligente busca que la persona experimente con intensidad sus procesos de vida, redescubriéndose y develándose en sí misma, reconociendo el dolor y el placer como formas genuinas de sentir la vida, por lo que desarrollar talentos en ella la hacen constructiva, y el alumnado se convierte en un agente activo que construye significados. Esta escuela coloca su acento en los esfuerzos para desarrollar potencialidades, asumiendo que el alumnado aborda la información de manera que comprende fórmulas, concepciones y ejemplos, crea hipótesis, trabaja “el sí mismo” al objeto de conocerse y descubrirse. Es la escuela del autoconocimiento. Por ello, hace énfasis en la autonomía y en la creación como actos humanos que se realizan en concordancia con los demás. Para la activación de los espacios sociales creativos, la escuela puede abrir talleres de creatividad, pintura, poesía, danza, cuento, teatro, apreciación artística y musical, cine, dibujo, orfebrería, artesanía, entre otras actividades que permitan la concentración y atención sostenida, a su vez fortalece en la persona la apropiación de sus talentos.
2. Desarrollo del Spiritu artisticus. Hablar del spiritu artisticus es abordar el sentido poético y con ello la capacidad metafórica y creadora de ver el mundo. Es la manifestación del homo artisticus o el Ser creativo induplicable e enigmático que rompe con la lógica racional a la cual se está acostumbrado. Es importante señalar que de la integración del homo faber (el constructor) con el homo artisticus (la potencia) surge la creación como fenómeno humano. El spiritu artisticus no es más que la revelación de la potencia que cumple con las leyes naturales de la conservación, es el espíritu mismo que se manifiesta en la persona mediante la creación. Una escuela inteligente acompaña al alumnado en la adquisición y el descubrimiento de sus capacidades, y se compromete en despertar su spiritu artisticus. El hecho de experimentar un sistema de desarrollo de capacidades supone el sometimiento de una disciplina basada en el cultivo de hábitos que ayuden a descifrar los lenguajes y contenidos implícitos en los talentos y en la creación.
Desde el conocimiento y relación con la naturaleza
La relación con la naturaleza, mediante la realización de trabajos de campo y de actividades de servicios son estrategias vitales para profundizar la espiritualidad.
1. El trabajo de campo como ejercicio para la enseñanza de la recreación y la espiritualidad. Para consolidar el aprendizaje y hacer factible la enseñanza bajo una perspectiva práctica, las escuelas inteligentes hacen uso de los espacios naturales, para ello, utilizan los Parques Nacionales y recreativos, así como espacios urbanos como escenarios para actividades académicas. La idea es que el estudiantado valore y reconozca las potencialidades de estos espacios, así como los factores, condiciones y elementos que ayuden a la comprensión de las nociones en las ciencias naturales y sociales y, a su vez, potencialice aspectos como la recreación, el encuentro fraterno entre grupos, el fortalecimiento de la autoestima y el desarrollo mental y espiritual que pueden darse producto del encuentro de la persona con la naturaleza. En tal sentido, el profesorado puede hacer uso de la meditación dirigida, de la contemplación de los espacios naturales, de la admiración de la belleza de la naturaleza, del silencio y de la escucha atenta de los sonidos que ofrecen los espacios naturales, entre otras actividades que pueden ayudar a sensibilizar al estudiantado en cuanto al cuido, mantenimiento y disfrute de los ecosistemas.
2. El servicio. La escuela inteligente tiene en el servicio una oportunidad para promover el aprendizaje social y humanitario, y experimentar la formación ciudadana a partir de la solidaridad. El visitar centros de atención de personas en situación de vulnerabilidad, donde convivan niños en estado de abandono, personas con diferentes tipos de discapacidad o personas adultas mayores, por ejemplo, contribuyen a la sensibilización, cooperación y al planteamiento de proyectos para la resolución de problemas de tipo comunitario. Para ello, la escuela puede utilizar diferentes tipos de estrategias de aprendizaje, como por ejemplo: la enseñanza situada en proyectos, aprendizaje cooperativo, estudios de casos, aprendizaje basado en problemas (Díaz Barriga, 2006), el trabajo de campo (Aranguren et al., 2016), entre otros, donde se vincule el desarrollo del aprendizaje con la sensibilización, favoreciendo la espiritualidad tanto individual como colectiva.
Es necesario comprender que la vida espiritual supone atender y servir a los asuntos humanos, permitiendo la revelación de una espiritualidad orientada por el sentido de la vida y el servicio. La prestación de servicios enfrenta a la persona a una realidad que incide en su vida íntima, permitiéndole abrir sus ojos ante el mundo a fin de dar lo mejor de sí misma para responder, responsablemente, a situaciones de necesidad social y humana.
La educación de la espiritualidad (la educación del espíritu) como eje transversal del currículo escolar
La aplicación de cualquier modelo educativo con base en el desarrollo cognitivo en las aulas de clases tiene como objetivo el generar aprendizaje significativo en el estudiantado. Esto supone la interacción de un conocimiento existente con uno nuevo, de manera que la persona pueda experimentar la modificación de ambos. En esta modificación, los conocimientos nuevos van adquiriendo nuevos significados, facilitando a su vez la modificación de la estructura cognitiva de la persona que aprende hasta lograr que los significados sean, para ella, más diferenciados y estables. En tal sentido, un modelo educativo basado en la formación del espíritu en las aulas de clases contribuye en el logro de aprendizajes significativos en el marco de una noción de la transversalidad curricular.
Mediante el ejercicio de la transversalidad, el trabajo del aula puede integrarse a otras nociones y propuestas, pudiendo ser estas de índole social, cultural o estrictamente humano como lo es lo espiritual, por lo que el currículo no puede ser ajeno al entorno, ni menos aún a las ideas que lo sostienen. De manera que la transversalidad es un medio para captar todo aquello que la realidad social ofrece a la escuela (Arteaga, 2004) y, en este caso, una escuela inteligente asume la educación del espíritu como parte integral de su currículo, dado el aporte que puede ofrecer, no solo a la enseñanza, sino a la adquisición de habilidades útiles para la vida. En tal sentido, la activación de espacios para el desarrollo de la espiritualidad como eje transversal, en cualquier ámbito de la educación, enriquece la formación humana, pues las articulaciones que pueden darse desde los saberes propios de las asignaturas integradas al sentido mismo de la persona, contribuyen a la consolidación del aprendizaje.
La materialización de una educación del espíritu en las escuelas es una decisión de los equipos profesorales. Para ello, es necesario orientar las planificaciones y sistemas de evaluación, en consonancia y coherencia con la potencialización en la persona de herramientas que le ayuden a ser feliz. Considerando que la orientación de la espiritualidad en las aulas de clases siempre deberá estar dirigida hacia la posibilidad de desarrollo de habilidades que permitan a la persona vivir y facilitar una vida con dignidad. Habilidades y capacidades como por ejemplo: autoconocimiento e indagación interior; abnegación y entrega mediante el servicio; conocimiento de sí mismo y de los demás; conciencia de lo comunitario, reconociendo que no se vive solo en el mundo; conciencia de la necesidad de dejar huellas significativas en los demás; autodeterminación; capacidad crítica y autocrítica; capacidad de reconocimiento de la finitud; capacidad para admirar y contemplar la naturaleza; y el desarrollo de estados mentales en equilibrio (Cerda y Zúñiga, 2019; Aranguren, 2020).
SÍNTESIS Y REFLEXIONES FINALES
La activación de la educación de la espiritualidad en las escuelas puede hacerse mediante el uso de una diversidad de modelos (Díaz, 2020; Bonilla y Moreno, 2021). En este caso, el modelo presentado consta de cuatro (4) dimensiones que pueden desarrollarse en las escuelas de forma independiente: desde la comprensión del sí mismo, desde las relaciones con los otros, desde el desarrollo de los talentos y potencialidades y desde el conocimiento y relación con la naturaleza. Cada una de estas dimensiones de trabajo no son espacios rígidos, más bien tienen la cualidad que dentro de ellas pueden incluírseles una gama de actividades y estrategias, ampliando de esta forma las propuestas aquí presentadas.
La educación de la espiritualidad en las escuelas orienta el proyecto educativo hacia la consolidación de escenarios más humanos y de mayor provecho en lo cognitivo y en lo afectivo. Con la educación del espíritu no se pretende conducir al estudiantado hacia la preferencia de una noción religiosa, sabiendo que la espiritualidad ha sido motivo de preocupación de las religiones. Se busca comprender el alcance de las cualidades humanas, las cuales deben ser desarrolladas por todas las personas, sean estas religiosas o no, pero que son necesarias para convivir en comunidad y sentir satisfacción consigo mismo. Una educación que valora la espiritualidad orienta a la persona hacia actitudes que permitan: (a) la construcción de una percepción del sentido de su existencia; (b) la toma de conciencia acerca de la integración de la persona con otras formas de vida en el planeta; (c) la experimentación del asombro ante la belleza; (d) la valoración de su relación con los demás seres humanos; (e) la toma de conciencia del valor que tiene como persona, entre otras actitudes. La educación del espíritu, mediante la aplicación de cualquier clave de activación, incide significativamente en la intimidad de la persona, o sea, en su interioridad y por supuesto en su vida espiritual. Todo crecimiento de la vida espiritual se refleja en cambios, ya sea en la percepción del mundo como en las relaciones humanas dadas en la vida cotidiana.
Para llevar a cabo una educación del espíritu, no es necesario hacer uso de todas las propuestas aquí planteadas. Es importante considerar la necesidad de fortalecer la dimensión íntima de la persona, sobre todo a sabiendas del surgimiento de las nuevas condiciones de la persona contemporánea, caracterizadas por la desfragmentación de antiguos paradigmas, tanto de conductas como de pensamientos, que colocan a objetos como los Smartphone como centros de vida, más que a la persona misma (Sadin, 2022).
La concepción de la espiritualidad como eje transversal en el currículo pretende vincular e integrar cualquier conocimiento con la dimensión espiritual de la persona, sensibilizándola y aportándole herramientas para abordar nociones bajo perspectivas más creativas que le permitan satisfacer niveles óptimos de la comprensión. A su vez, busca estimular al estudiantado hacia el logro de metas y objetivos que le permitan sentirse satisfecho, independiente, responsable y con criterios claros y precisos, no solo para la toma de decisiones, sino también para hacer distancia de aquello que física, ética y moralmente le afecte.
La educación de la espiritualidad brinda un aporte significativo a todas las áreas de desarrollo cognitivo porque facilita no solo la orientación personal del estudiantado hacia metas plausibles, las cuales no necesariamente puedan ser religiosas, sino que pueden estar encaminadas a facilitar al estudiantado y al profesorado el descubrimiento de sus potenciales, al desarrollo de la voluntad, al afianzamiento de las relaciones y al conocimiento de sí, como respuesta a una inquietud.
Entre las dificultades que pueden surgir en el desarrollo de proyectos educativos basados en la espiritualidad, está la necesidad de comprender que la persona posee espíritu y tiene necesidad de expresarlo en todos los ámbitos y contextos de su existencia. La atomización informativa y de narrativas que vive hoy día la juventud y que redunda en la deshumanización de su persona, favoreciendo los estados de tristeza, estrés, pánico, desesperación, depresión, entre otros, no favorece la construcción de espacios sociales creativos que permitan el desarrollo de la espiritualidad. En las escuelas puede dificultarse estas experiencias, no tanto por la falta de convicciones, sino por los estados de estrés que viven el estudiantado y el profesorado; de manera que hacer consciente esta práctica representa un reto importante a fin de mejorar la calidad, no solo de la enseñanza, sino de los espacios utilizados para ella.
Por último, la escuela se hace más inteligente en la medida que desarrolla en su estudiantado y profesorado una educación del espíritu que facilite la valoración de las capacidades y la diversidad de formas creativas de manifestación de cada uno de los actores de la institución. De igual modo, una escuela inteligente abre un espacio que permite institucionalmente enfrentar las limitaciones que impiden, no solo el logro de los aprendizajes, sino también el encuentro fraterno entre sus miembros.
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