Año 23, N.º 48: julio -
diciembre 2024
Delirio,
desechos y vidas superfluas en «Oscuro pozo» y «Viejita en flor» de Franz
Galich
Nicole
Masís-Chacón *
https://orcid.org/0000-0002-6989-7878
* Maestría
en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Costa Rica (UCR), de Costa
Rica. Docente de Comunicación y Lenguaje en la Escuela de Estudios Generales y
editora de la Revista Estudios de la UCR. Líneas de investigación: literatura
centroamericana contemporánea, narrativa breve, relaciones entre literatura y
biopolítica, corporalidades, estudios de género, memoria y la edición académica. Correo: nmasischacon.ucr@ucr.ac.cr
Resumen
En
este artículo[1]
se realiza una interpretación de los cuentos «Oscuro Pozo» y «Viejita en flor»
del cuentario Perrozompopo y otros cuentos latinoamericanos del escritor
Franz Galich. El objetivo es analizar en los textos la representación de las
vidas superfluas y mixofobia desde la perspectiva de Zygmunt Bauman, mediante
la estrategia de la escisión esquizofrénica detallada por Frederic Jamenson.
Ambos textos construyen voces narrativas que se alternan de forma que dan
cuenta de un delirio a causa de las circunstancias de la segregación y
deshumanización. Así, los textos evidencian la construcción de subjetividades
fragmentadas propias del capitalismo avanzado y las sociedades modernas.
Palabras
clave: literatura centroamericana, literatura contemporánea, cuentos, condición
social, desecho.
Recibido: 29 de diciembre
de 2023
Aceptado: 10 de abril
de 2024
Delirium, waste, and wuperfluous lives in 'Dark Well' and 'Old Woman in Bloom'
by Franz Galich
Abstract
In this article, an interpretation
of the stories «Dark Well» and «Old Woman in Bloom» from the collection Perrozompopo and other Latin-American short stories by
writer Franz Galich is presented. The objective is to analyze the
representation of superfluous lives and mixophobia in
the texts from the perspective of Zygmunt Bauman, using the strategy of
schizophrenic splitting detailed by Frederic Jamenson.
Both texts construct alternating narrative voices that reflect delirium caused
by circumstances of segregation and dehumanization. Thus, the texts demonstrate
the construction of fragmented subjectivities typical of advanced capitalism
and modern societies.
Keywords: Central American
literature, contemporary literature, short stories, social condition, waste.
Délire, déchets et vies superflues dans «Puits obscur» et
«Petite vieille en fleur» de Franz Galich
Résumé
Cet article interprète les contes «Puits obscur» et
«Petite vieille en fleur» du recueil de contes «Perrozompopo
et d’autres contes latinoaméricains» de l’écrivain Franz Galich.
Cette interprétation vise à analyser la représentation des vies superflues et
de la mixophobie dans les textes, selon la
perspective de Zygmunt Bauman, à travers la stratégie
de la scission schizophrénique approfondie par Frederic Jameson. Les deux
textes construisent des voix narratives qui se succèdent de telle manière
qu’elles rendent compte d’un délire causé par les circonstances de la
ségrégation et de la déshumanisation. Les contes mettent en évidence la
construction des subjectivités fragmentées propres au capitalisme et aux
sociétés modernes.
Mots-clés: littérature centroaméricaine, littérature
contemporaine, contes, déchets.
Introducción
El
cuentario Perrozompopo y otros cuentos (2017) es un texto del escritor
Franz Galich (1951-2007), publicado póstumamente, que recoge los textos
escritos, según la contraportada del libro, durante 14 años. Los cuentos
expresan desde la oralidad diversas perspectivas y experiencias de sujetos que
se desarrollan en espacios caóticos, marginalizados y excluidos, que pueden ser
ubicados en el contexto de Nicaragua a finales del siglo XX e inicios del siglo
XXI. Sobre esta ambientación, Werner Mackenbach menciona que Galich logra en este libro reelaborar de
forma artística la cotidianidad: «el sufrimiento y la alegría de los outcasts
de los barrios, las calles y los mercados de Managua, especialmente del
Mercado Oriental y el gran basurero La Chureca, esos microcosmos: e inframundos
sociales en medio de la capital nicaragüense»[2].
Esto, además de contextualizar la lectura de la antología, permite establecer vínculos
sobre la representación literaria de las realidades particulares de la región
centroamericana.
En
este artículo se propone el análisis de las vidas superfluas y la mixofobia
desde la perspectiva de Zygmunt Bauman en los cuentos «Oscuro pozo» y «Viejita
en flor» a partir del uso de la estrategia de la escisión esquizofrénica
detallada por Frederic Jamenson[3].
Esto debido a que ambos cuentos utilizan una estrategia en la que la
focalización, entendida desde la perspectiva de Luz Aurora Pimentel, se
entremezcla con otros personajes, lo que ofrece tintes de una colectividad
desde lo individual. Resulta importante subrayar que parte de la tesis de este
artículo propone analizar los intercambios entre diferentes personajes que
mantienen la misma estructura temporal, pero difieren en términos espaciales y
cognitivos, según las categorías de Pimentel. Sin embargo, no se puede obviar
que los relatos y sus personajes están construidos con una complejidad
magistral, la cual resulta en una ambigüedad propia de las circunstancias narradas.
De esta manera, se propone este acercamiento, pues las diferencias espaciales y
cognitivas pueden comprenderse por medio de la fragmentación propia de la
modernidad, en la que se disocia la línea espaciotemporal, pues según Jameson:
«Cuando somos incapaces de unificar el pasado, el presente y el futuro de la
frase, también somos igualmente incapaces de unificar el pasado, el presente y
el futuro de nuestra propia experiencia biográfica de la vida psíquica»[4].
Así, este análisis propone que tanto la construcción espacial de la ciudad
–ficcional– que responde a las necesidades de la modernidad, así como las
experiencias narradas escinden la capacidad de la propia historicidad y esto se
evidencia en la forma de narrar.
Para
realizar el análisis, se plantea una estrategia metodológica interpretativa, en
la que se triangulan los elementos contextuales, las propuestas teóricas sobre
las vidas superfluas, la segregación y la escisión esquizofrénica, y los textos
literarios, en particular el uso de la focalización, la construcción de los
personajes y los elementos intertextuales que remiten a los sitios de Managua
mencionados por Mackenbach. Para poder entablar este diálogo, a continuación,
se presentan las premisas teóricas sobre la segregación, las vidas superfluas y
la escisión esquizofrénica. Posteriormente, en un apartado dedicado a cada
cuento, se profundizará en los elementos contextuales, así como las
construcciones narrativas para cada caso. En un cuarto apartado, se
establecerán relaciones entre los dos textos literarios, para proponer una
serie de conclusiones a modo de cierre.
Los
cuentos a estudiar presentan dos personajes femeninos que resultan separados de
los espacios sociales. Para realizar el análisis, se partirá de la literatura
como un saber que proporciona conocimiento, desde la perspectiva de la
discursividad de Michel Foucault[5].
Además, se comprenderá que estos textos literarios y su utilización particular
del lenguaje configuran una representación, la cual, en términos de Stuart Hall
«conecta el sentido al lenguaje y a la cultura»[6],
en tanto las prácticas significantes son comprendidas bajo determinados
paradigmas culturales que interrelacionan elementos entre el mundo de las
cosas, el mundo material y los signos[7]. Además
de esta perspectiva construccionista del sentido de Hall, el autor se apoya en
las ideas de Foucault para proponer la representación discursiva en la cual
las formaciones discursivas, el
poder/conocimiento, la idea de un “régimen de verdad”, el modo como el discurso
produce también el sujeto y define la posición-sujeto desde la cual se deriva
el conocimiento y, también, el retorno “del sujeto” al campo de la
representación.[8]
Es
decir que, si se desea explorar el discurso de un tema en particular, sea la
locura en el caso de Foucault, o la exclusión social y la marginalización en el
caso de este trabajo, según Hall, deberán tenerse presentes los «“sujetos” que
de alguna manera personifican [ese] discurso»[9].
De esta manera, este trabajo parte se propone analizar la construcción de estas
subjetividades ficcionales como una práctica significante que representa, y con
ello, reflexiona, cuestiona y analiza el discurso, en términos de
Foucault, de la exclusión social en el marco del contexto de producción de los
cuentos.
Para
acercarse a las formas en las que la vulnerabilidad, la marginalización y la
segregación es representada, se parte de la idea de que tanto la construcción
narrativa del espacio, como de los personajes y sus voces responden a la (pos) modernidad,
enmarcadas en su propio contexto: el centroamericano en general y el
nicaragüense en particular. Por esta razón, para acercarse a estas
construcciones se toma la perspectiva de Zygmunt Bauman y Frederic Jameson. El
primero, concentra su reflexión en el despojo condición humana, así argumenta
que una lección horrorosa de los ejercicios de poder deshumanizantes es que la
vida es un ejercicio de supervivencia, y que en esta lógica quienes viven son
los más fuertes[10].
Bauman problematiza la noción de competencia que implica esta premisa y propone
que las relaciones sociales se tratan de una suerte de carrera por ganarse el
valor humano y la dignidad.
Sumado
a esto, expone que parte del desarrollo de la modernidad es un estado perpetuo
de emergencia y con ello se establece una condición de diseño que resulta
compulsivo y adictivo. Así, al organizar las formas de convivencia humana, los
residuos son seres humanos que desencajan en el diseño establecido[11]. Entonces,
en consonancia con Bauman, tanto las ciudades como las relaciones humanas están
planificadas bajo la lógica del consumo y lo utilitario; de esta manera,
indudablemente se produce desechos, los cuales son separados y aislados para
que no irrumpan con el orden establecido de seguridad y armonía. Así, para el
autor «cuando se trata de diseñar las formas de convivencia humana, los
residuos son humanos»[12].
De esta manera, Bauman denomina vidas superfluas a todas estas vidas que son
aisladas del orden establecido por la modernidad, en el cual se reconoce como
sujeto a quien es productivo dentro de la lógica del capitalismo.
En
estrecha relación con la propuesta de Bauman, se encuentran los postulados de
Jameson sobre el capitalismo avanzado. De forma particular, el hecho de que
este tiene una injerencia directa en la producción cultural y de subjetividades
modernas, pues prima la individualidad, la ahistoricidad, así como la dinámica
del mercado y con ella, la lógica del utilitarismo y desecho[13],
propia de la urgencia de la modernidad. Sumado a esto, y tal como lo plantea Bauman
en relación con la arquitectura y el espacio, los procesos de segregación se
sostienen en premisas como la seguridad y la limpieza (visual, arquitectónica y
humana). Estos procesos se sustentan en la dicotomía de los sitios para las
élites y otro para quienes se consideran un peligro, o bien, un desecho.
Así,
según Bauman, se construyen espacios disociados donde la violencia y el peligro
son comunes y otros donde la seguridad y la tranquilidad son la tónica[14]. Esta
separación espacial está relacionada con el concepto de mixofobia, la cual es
definida por el autor como: «una reacción a la escalofriante, inconcebible y
perturbadora variedad de tipos y estilos de vida humanos que coexisten en las
calles de las ciudades contemporáneas y en los más “comunes”… de sus barrios»[15],
es decir, una suerte de animadversión a las formas de vida que se desarrollan particularmente
en las barriadas. A partir de esto, Bauman explica que la paranoia mixofóbica es
funcional y se propone como una premisa que se cumple en tanto se alimenta,
pues en caso de que se separen los espacios en función del supuesto peligro que
implican los otros, la convivencia con estos otros resulta cada vez más
improbable y así se intensifica el impulso de segregación. Incluso, asegura que
las ideas mixofóbicas se sustentan en la inseguridad, así, el cebo de la
mixofobia «consiste en desviar la angustia de sus verdaderas raíces y
canalizarla y descargarla sobre blancos que nada tienen que ver con sus causas»[16]. Estas
premisas servirán de aproximación para establecer un diálogo entre la
construcción narrativa, la construcción de personajes y las realidades sociales
representadas. Sin embargo, no se puede obviar que los planteamientos teóricos
de estos dos autores, sobre todo las de Bauman, responden a circunstancias
asociadas a grandes metrópolis de los países considerados modelos de
modernización para las latitudes latinoamericanas, en general, y
centroamericanas, en particular. Resulta importante establecer las distancias
pertinentes en tanto las conceptualizaciones teóricas presentadas responden a
esos modelos. Incluso, se propone problematizar cómo estas ideas de
modernización, que han permeado las ciudades latinoamericanas, son precisamente
las que tanto en latitudes europeas y estadounidenses como en las periferias de
nuestro continente han generado dichas formas de vida superfluas. Es decir,
cabría mantener la pregunta ante el análisis de cómo la constitución de estas
grandes ciudades sigue siendo un modelo de aspiración cuando la evidencia del
fallo de dicho sistema es la exclusión y deshumanización de ciertas vidas.
El
pozo oscuro del desecho
El
primer cuento por analizar es «Oscuro pozo», en el que se relata la experiencia
de una mujer que vive en lo que se supone un botadero y se considera muerta en
vida, pues en sus intervenciones fantasea con la muerte. Además, conforme
avanza la narración, el personaje hace un recuento por diversas situaciones trágicas
que ha sobrevivido, como la guerra. El cuento establece un juego de alternancia
entre la voz narrativa o perspectiva y la muerte, y hacia el final del texto,
ambas voces se alternan para dar la idea del fallecimiento del personaje. En
medio de este argumento, la construcción de la voz narrativa es un elemento
fundamental para comprender la situación crítica de marginalización que quiere
contar el personaje, pues si bien
el registro remite a la oralidad, nunca espera un
interlocutor; es decir, se trata de una intervención sin intención de diálogo: es
una voz que necesita expresarse y se dirige hacia alguien, pero parece estar
habituada a ser ignorada; da cuenta de su realidad como una forma de catarsis
personal.
Así,
la perspectiva de la mujer expresa una distorsión del tiempo y el espacio
propia de la modernidad tal como lo plantea Fredric Jameson, pues el orden
lógico de las ideas se altera y da como resultado una concatenación de
presentes sin aparente sentido temporal y espacial. Esto permite que la voz
narrativa femenina se confunda con la voz de la muerte como parte del juego que
ofrece una fragmentación que remite al delirio. Este ejercicio ofrece pocos
detalles del personaje de quien solo se sabe que es una mujer, quien vive
rodeada por la muerte:
¡Qué terrible es vivir en un pozo al
revés como la vida que comenzó con la muerte y desde entonces camino hacia la
vida, pero la vida ya la conozco, la conocí antes de empezar a caminar junto a
la muerte, sin estar muerta, como muerta en vida y como no tuve adónde ir, me
quedé aquí por fin, sola, con la muerte que acepta que ande junto a Ella, pero
dice que todavía no es mi tiempo![17]
La
perspectiva de la mujer se refiere a la muerte como «Ella». En primera
instancia, la nombra para luego realizar una alternancia con este otro
personaje. Incluso, podría pensarse que es con «Ella» con quien habla y le
narra lo que se está leyendo. Así, la voz narrativa luego se fusiona con la perspectiva
de «Ella», la muerte: se plantea como un juego narrativo en el que la muerte
llega, se mantiene presente y se concreta como una alucinación. Esto se
comprende cerca del final del cuento, cuando ambas voces se mezclan y se
comprende que quién termina el relato es «Ella»:
lleva años pidiendo que me la lleve
cuando todavía le falta, aunque parece que ya se ha resignado y ahora
simplemente espera, tranquila mi llamado, desde el horizonte azul del lago,
espejo pulido por las estrellas donde Ella se ve y entiende y hace lo que lo
que yo le digo, llamándola: ven, que ahora sí, sí, ya escucho… Por fin te
aburriste. Vencí. Te jodí. Pero no te me escondás que
te veo clarita, allá sobre el lago, a donde voy, volando, veloz.[18]
Así,
el juego de las voces evidencia que la muerte inicia describiendo a la mujer, luego
la mujer se siente victoriosa por haber vencido la muerte. El cambio resulta
imperceptible hasta que se explicita que se habla de la mujer que desea morir.
Ese deseo de morir de la mujer es lo que permite entender la alternancia y la personificación
de la muerte sobrevolando la ciudad muestra el intercambio de las voces
narrativas. En estos cambios, la focalización interna se mantiene en todo el
cuento, pues modula entre las dos consciencias[19],
pero se trata de una focalización interna variable con un discurso directo[20],
es decir, que cambia de forma imprevista el personaje narrador, de la mujer a
la muerte, por medio de una sucesión entre ambas. Así, se puede interpretar una
ruptura con la idea cronológica de la conformación del relato. Siempre se
plantea la narración en primera persona, pero con una distorsión de la
autopercepción, del espacio y del tiempo.
Esta
descripción de su realidad, sumada a la forma escritural en la que se nos
presentan los personajes, implica una noción fragmentada y aleatoria de la
historicidad en términos de Jameson, la cual el autor asocia a la ruptura de la
cadena significante, en el marco de la posmodernidad. Jameson aborda el
problema de la forma del tiempo y del ordenamiento de las ideas en una cultura
dominada por una lógica espacial y asegura que el sujeto ha perdido la
capacidad de organizar de forma cronológica una experiencia coherente, como es
el caso de la voz narrativa. Para Jameson, esta incapacidad se entiende desde
la escritura esquizofrénica, según la cual la esquizofrenia se describe como «una
ruptura de la cadena significante, es decir, en la trabazón sintagmática de la
serie de significantes que constituyen una aserción o significado»[21]. Entonces,
en relación con la temporalidad, la ruptura de la cadena significante que
vincula la historicidad de los hechos significa una dislocación de las ideas y,
en las palabras del autor, «la experiencia queda reducida a… una serie de meros
presentes carentes de toda relación en el tiempo»[22].
Justamente, los desastres a los que ha sobrevivido el personaje femenino se
convierten en un pasado que es traído con frecuencia al presente y se mezclan
en la historicidad donde se configura un presente continúo cargado de tragedia,
exclusión, dolor y muerte.
En
medio de este desplazamiento entre el presente y el pasado se hace referencia a
un hecho histórico, justo cuando la voz narrativa reclama que «Ella» no ha
querido llevársela, pues no era el tiempo: «que no fue ni la noche del 23 de
diciembre a las 12:30 de la noche, ni durante la guerra, cuando los tiroteos en
las calles y yo solita con Ella, a la par, recogiendo y recogiendo muchachos,
muchachas, guardas»[23]. Esta
fecha y mención se relaciona con el terremoto sucedido el 23 de diciembre en la
ciudad de Managua en el año 1972; desde entonces todo es caos para la mujer de
la narración. Esta mención, además de hacer referencia a un hecho que marcó de
forma profunda a la sociedad nicaragüense, permite asociar el sitio ficcional con
un contexto específico relacionado con el basurero La Chureca, y que, de la
mano con lo mencionado por Mackenbach referido al
inicio de este artículo, permite tejer relaciones entre cuento y la ciudad de
Managua.
La
Chureca se ubicó frente al lago de Xolotlán, Managua. En este sitio se
acumularon los escombros del terremoto del 23 de diciembre de 1972, según el
informe realizado por Espinosa y Parra. Desde este momento, algunas personas
comenzaron a recolectar desechos sólidos para su venta, después, más personas
no solo se acercaron para este fin, sino que se convirtieron en habitantes del
sitio; por esta razón, se les comenzó a denominar churequeros[24]. A
partir de esta situación, el botadero se convirtió en el hogar y sustento de
cientos de familias, pues allí podían encontrar desde comida hasta una
posibilidad de techo, así como desechos para vender y poder obtener dinero[25].
De esta forma, con la mención al terremoto y la noción de un pozo marginalizado
y aislado de la sociedad es posible establecer un vínculo con el botadero.
Esta
asociación se construye no solo por medio de la referencia al sitio, sino
también por la forma en la que el personaje describe el lugar, como unas
cavernas: se trata de un sitio donde la vida no existe. Es un lugar oscuro
donde da lo mismo que viva alguien y que más bien se encuentra rodeado por la
muerte después de todos los eventos que le han azotado. Incluso, el cambio de
la voz narrativa inicial a la voz de la muerte nos revela que la mujer habita
en unas ruinas producto del terremoto: «nada, nada puede con este remedo de
ciudad. Ni yo que me la he caminado y volado toda vida junto con esa vieja loca
que ocupa la parte más alta y oscura de un edificio terremoteado»[26].
Tal como plantean Espinosa y Parra al describir cómo el botadero y sus
habitantes se instalaron en escombros de edificios sin restaurar[27].
Así, por medio de la perspectiva de la muerte se comprende que el sitio
descrito al inicio del cuento son las ruinas de un edificio, es por esto que
puede verse desde lo alto y el personaje de la mujer lo entiende como un pozo
al revés. Esta estrategia de focalización interna variable también permite
ahondar en la situación posterior al terremoto y una sociedad que no ha logrado
reconstruirse, pues más bien mantiene personajes en las ruinas y cuya
cotidianidad está rodeada de oscuridad, marginalización y muerte.
Además,
la idea del pozo al revés, entendida como este edificio en escombros, replantea
la dicotomía jerarquizada de arriba / abajo, pues se trata de un sitio en lo
alto que no implica una superioridad, al contrario, reúne todo lo que debe ser
separado de la vida y solo se encuentra la muerte, la destrucción, la falta de
reconstrucción tanto material como emocional luego de un terremoto. La
variación en la focalización es fundamental para incorporar al lector en la
perturbación que genera sentirse parte de los desechos de la ciudad en ruinas.
Esto lo ha explicado Bauman al ahondar en la condición de la modernidad como un
diseño compulsivo en el que, cuando se diseñan las formas de convivencia humana,
son los seres humanos los que son desechados, como se ha mencionado antes. Estos
residuos son parte de una forma de ordenamiento, en el cual el caos debe ser
escondido, a pesar de que es complementario a ese estado de orden y armonía
deseado en las sociedades.
La
experiencia de desecho argumentada por la voz narrativa también implica una
representatividad: en el íncipit del
texto la perspectiva de la mujer se refiere a su situación como una vivencia
colectiva: «Si estaremos hechos mierda. Aquí no viene nadie, ni vive nadie.
Bueno, vivimos un montón, pero es lo mismo, como que no viviéramos porque todos
los que aquí vivimos somos poco menos que un tuco de mierda…»[28]. La
voz amplía sobre la existencia de un grupo de personas que ha sido aislado y
marginalizado del orden de la ciudad y de cualquier dinámica social, lo que al
mismo tiempo remite a la realidad del botadero de La Chureca. Así, es posible
plantear que quienes habitan este sitio van perdiendo, de forma paulatina, la
competencia por la supervivencia que alude Bauman. Incluso, cada vez más, se
comprenden a sí mismos como los desechos de la ciudad, el caos necesario para
que el orden y la convivencia imperen en otro sitio. Además, este personaje
femenino no enfatiza en cómo era su cotidianidad antes de que comenzara la
convivencia con la muerte. Solo se enfatiza en que se ha mantenido muerta en
vida, sin una noción real de qué sucede: «Ni cuando los descargaban su canto
final de ave carroñera y yo, solita, como loca, muerta en vida o viva en la
muerte porque no me pasaba nada entre tanta destrucción y mortandad»[29].
Este estado que remite a una constante tragedia y una alteración de la
comprensión de lo que sucede, ofrece la perspectiva de quien se encuentra al
margen del orden social y de un espacio seguro.
Incluso,
el personaje se nos presenta como un margen dentro del margen, pues sus mismos
vecinos la consideran como una molestia por hablar con la muerte:
como a Ella, cuando hablamos todas
las noches pero no me quiere, dice que soy muy necia porque quiero que me lleve
y todavía no, que aún me toca sufrir mucho y que eso es precisamente estar viva
y como le grito que me lleve y lloro y
la amenazo de que si no me lleva por las buenas me va a llevar por las malas
porque me voy a tirar desde aquí desde el fondo del pozo oscuro al revés,
entonces los otros, los muertos en vida de abajo me gritan que me calle, que si
no ellos van a subir a callarme y como no les hago caso y más bien grito más
suben dos de ellos y me pegan una zarandeada que me dejan llorando hasta que me
duermo cansada.[30]
Así,
como se ha mencionado, la mujer se encuentra en la parte más alta del sitio,
pero como se trata de un pozo al revés, la parte de arriba es el sitio menos
favorable y quizás el más separado de las dinámicas sociales. Quizás es por
esto que la mujer le insiste a la personificación de la muerte que se la lleve.
El deseo de morir sumado a la descripción del espacio, oscuro y desordenado,
que hace la voz del personaje femenino evidencia una completa fragmentación no
solo del espacio tiempo, sino de la realidad en la que se encuentra, tal como
se plantea para la modernidad y el capitalismo avanzado según Jamenson. Todas
las condiciones expresadas por la mujer del botadero apuntan a que es un
personaje que se ha dejado morir en medio de todos los desastres que ha
experimentado; es excluida incluso de donde se desechan los restos de la
ciudad.
Entonces,
el espacio del pozo al revés es un lugar físico y psicológico en el que la
marginalización y la deshumanización se materializan. La segregación presentada
por la descripción del espacio se refuerza cuando se detallan las interacciones
alrededor:
Miro para el lago y lo miro
brillando en el espejo gigante, y me dan ganas de irme volando, pero el humo de
todos esos cadáveres vivientes que están abajo en los laberintos oscuros y
hediondos, me hacen llorar otra vez y luego empiezan a subir los humos olorosos
a aceite refrito, mezclados con pedazos de hule y bolsa plástica, papel,
cebolla y tomate a medio podrir recogidos del mercado, haciendo gallo-pinto.
Entonces el estómago me pide de esa comida y la que vendrá después cuando el
sol esté bien alto y el infierno lo tengamos en nuestras cabezas. Pero en el
pozo al revés, todo seguirá oscuro y frío, como la noche del terremoto, cuando
solo se respiraba tierra y gritos, espanto y dolor.[31]
Esta
vista que relata la mujer, además de dar indicios a las referencias como el lago
Xolotlán continuo a La Chureca, permite comprender que los desechos utilitarios
y alimenticios son el sustento de los personajes excluidos del orden social que
se encuentran en el pozo al revés. La forma en la que la voz guía su
monólogo-narración da indicios de cómo se relacionan quienes viven y rodean el
oscuro pozo: «lo primero que hago es ir a la ventana y veo el infierno allá
abajo, a mis pies, las ruinas de muertos que caminan, que se mueven, comen,
ríen, hacen el amor, roban, y se vuelven a matar entre ellos»[32]. Es
una panorámica de quienes habitan la muerte y el desastre; son sobrevivientes
que no son parte del orden de la ciudad, sino que están muertos en vida.
De
esta forma, se propone la idea de un subdesarrollo en tanto hay una parte de la
ciudad que no tiene forma de reestructurarse en una dinámica social, económica
y política en la que los sujetos puedan vivir con dignidad. En este sitio se muestra
cómo el sistema profundiza las brechas entre la ciudad en ruinas y la ciudad
funcional. Ello implica, además, un mal síntoma para el contexto de la década
de los años noventa en Nicaragua, en el cual todavía se mantenía vigentes las
esperanzas del establecimiento de una democracia, sólida, justa y equitativa. De
esta manera, los sujetos que no pueden recuperarse del terremoto y de las demás
desgracias que azotan la ciudad son segregados y se encuentran en el pozo al
revés de las ruinas y, por lo tanto, están excluidos.
«Viejita
en flor» y la vulnerabilidad de la vejez
Por
otra parte, en el cuento «Viejita en flor» la narración también incorpora una variación
de la focalización. En primer lugar, se trata de una anciana abandonada en
situación de calle. El texto comienza con el personaje de la viejita, quien en
medio de su agonía cuenta su historia. De esta forma, el título del cuento se
presenta como un oxímoron programador: la viejita se encuentra quizás en el
peor momento de su vida, de una vida que no parece merecer la pena ni el
cuidado. Al mismo tiempo, la viejita está a punto de florecer metafóricamente
en lo que parece mejor que la vida: la muerte. El íncipit del cuento plantea la
posibilidad de un delirio propio de morir:
Días tengo que no oigo el ruido
entre las hojas y el ¡chocoplós! del mango al caer y
estrellarse contra el suelo. ¿O más bien será que ya estoy muerta? Pero no
recuerdo haberme muerto… Lo último que recuerdo es que me estaba muriendo.[33]
La
intervención de la anciana marca el inicio del cuento y al mismo tiempo lo que
parece ser el fin de su vida, en medio de un estado de confusión. De esta
forma, la voz narrativa de la viejita propone la posibilidad de que todo el
relato que se leerá a continuación se trata de una suerte de delirio previo a
la muerte. Como parte del desvarío, aparentemente por la falta de alimento, la
voz de la mujer se entrecruza con las voces de sus hijos. El primer cambio de
voz, pero no un cambio de focalización se da con su hija:
La chigüina
no se aguantó y el desgraciado la abandonó y en lugar de regresar para acá,
conmigo, yo que la parí, se fue para el puerto a buscar vida y según me
contaron, terminó en puta en los bares del mar. Dicen que por pena no regresó…
De mis nietos, ni sé si tengo… por eso es que quiero seguir así, niña, recién
nacida, de pecho[34],
para estar con mi mamita, y no tener que estar peguiando
con este cachimbo de hombres que siempre andan hasta el queque y tener que
soportarlos encima de uno, abriéndoles las piernas, alejada de mi pobre mamita
que quién sabe cómo estará, tal vez ya pila, enferma, triste, llorando, sin
quien vele por ella, sentada bajo un palo de mango, pero ¿cómo voy a regresar y
decirle que paré en puta?[35]
La
estrategia de intercambio sin modificar la focalización es sutil y es
perceptible por la experiencia narrada y por cómo cada personaje se refiere a
la otra, ya sea la madre o la hija. Este intercambio da cuenta de un desajuste
en el orden cronológico, en la identidad y en la autopercepción de la viejita.
Si bien el personaje siempre relata en primera persona, ese desajuste denota la
fragmentación de su propia historicidad. Al igual que la mujer del pozo al
revés, los límites entre pasado, presente y futuro son difusos.
La
viejita confunde su propia niñez con la de su hija y el delirio se presenta, en
términos de Jameson, como una confusión temporal y un rompimiento del orden
lógico de las expresiones. El pasado es difuso y complejo, se trata de una
secuencia de hechos traumáticos que configuran la noción del tiempo y el
espacio. Para la viejita no es solo el abandono de sus hijos, sino el saber que
está muriendo lo que genera lo que Jameson denomina la escisión esquizofrénica.
La falta de precisión ante lo ocurrido después del abandono, así como su
relación con el presente de la narración se manifiesta en pequeños fragmentos
de presente sin relación aparente. Estos presentes son, además, fragmentos
combinados de varias vidas, la de la mujer y la de sus hijos, que se combinan de
forma dispar, por lo que quien lee es incapaz de reconstruir una cronología
certera[36].
La fragmentación da cuenta de un contexto hostil en el que la experiencia es
difusa, se trata de una forma de desvincularse de una realidad agobiante.
Por
medio del recurso de la focalización interna variable se reconoce que estos
fragmentos de presentes son también los de sus hijos, quienes de alguna u otra
manera también son excluidos de la dinámica social ordenada y segura. La
primera que se plantea es de la hija, quien se convierte en prostituta, como se
mencionó antes. Enseguida, el mismo juego narrativo cambia la voz, con la misma
focalización, a uno de los hijos:
¡Ay!, qué doloroso es estar alejado
uno de su madre, más cuando no se ha nacido, como yo, o muerto, a balazos, en
tierra extraña, buscando cómo hacer dinero rápido porque para nosotros no hay
forma, ni tiempo, sobre todo cuando ya hemos perdido más de la mitad de la vida
útil, así es que hay que jugársela, porque si la cosa pega, se acaban tus
problemas, por lo menos hasta que se te acaban los riales o la vida, como a mí,
con cinco plomazos entre pecho y espalda, como decíamos en la cantina, cuando
nos echábamos los tragos tacón alto al estraik, pobre
yo, pero más pobre mi mama, sola… quién sabe cómo le va a ir ahora que me
dejaron quieto en primera base.[37]
En
este intercambio se revelan las circunstancias en las que murió uno de sus
hijos que, según el relato de la viejita, migra de su país de origen. Este hijo
se plantea como un personaje que migra y delinque para subsistir. Por su parte,
el intercambio con la voz del hijo plantea que tomar la decisión de migrar implica
tener que escoger entre ganar dinero en el exterior, a pesar de que sus
condiciones sociales no mejoren, o vivir en el lugar origen, como un desecho
social, como lo hace su madre. Las diferentes perspectivas: la de la hija e
hijos de la viejita permiten evidenciar que todos suponen o conocen la
situación de precarización de su madre, pues no pareciera existir otra
posibilidad de una mejor vida en ese sitio. Cada uno de los personajes se
encuentra marginalizado de las dinámicas sociales que podrían hacer mejorar su
condición de vida.
Así,
las experiencias narradas en este relato dan cuenta de una situación de
exclusión y de la imposibilidad de una vida digna de todo un grupo familiar.
Estas circunstancias de segregación se encuentran en vínculo con la noción del
espacio, de forma particular para el caso de la voz/perspectiva principal, la
de la viejita. Si bien no se precisa el lugar en dónde se encuentra la anciana,
se enfatiza en varias ocasiones que está a la intemperie, a la sombra de un
árbol:
Al principio no había problema, los
mangos caían y yo los recogía, los limpiaba y me los comía. Claro que no es lo
mismo, pero peor es aguantar hambre. A veces pienso que hasta plumas y alas me
van a salir. Pero a lo mejor todo esto me lo he imaginado y realmente soy una
niña recién nacida que sueña con ser adulta pero que a la vez tiene miedo de
que le pase todo eso que me ha pasado a mí. ¿O creen que es fácil, eso de que a
una sus hijos la abandonen bajo un palo de mango, a esperar la muerte?[38]
La
voz de la viejita plantea un abandono que implica la imposibilidad de tener
condiciones mínimas para una vida digna, como el techo, el abrigo y el
alimento. No parece haber nadie que pueda ayudarle o brindarle condiciones
básicas para su vida. Esto permite comprender a la viejita como un personaje en
condición de calle, quien ha sido abandonada por su grupo familiar, por el
estado y por la sociedad. Estos diversos niveles de abandono resultan
importantes de remarcar, pues la viejita representa una voz poco representada:
la voz de las mujeres adultas mayores, quien da cuenta de una situación de
precarización que se da de forma implícita y silenciosa. Se trata de personajes
que no suelen tener una posesión material, como una casa, o algún ingreso
económico, por no haber trabajado de forma remunerada en años de juventud. De
esta manera, la voz de la viejita implica una representatividad, esta vez, de
otro sector considerado como improductivo en términos económicos, la de las
mujeres cuidadoras.
De
forma usual son las mujeres, madres y abuelas, quienes dedican su vida a la
atención de su grupo familiar, sin embargo, no suele haber otros familiares o
instituciones sociales que se hagan cargo de una mujer anciana sin ingresos
económicos. Así lo comenta Silvia Federici sobre el tema del cuido de personas
mayores desde una perspectiva de género y anticapitalista. Apunta que los
procesos de gentrificación y urbanización han destruido las antiguas redes de
apoyo y cuido que las personas mayores creaban con sus vecinos. Así, para
muchas personas, «el aumento de la esperanza de vida ha perdido su significado
o incluso se ven ensombrecidos por la perspectiva de la soledad, la exclusión
social y el incremento de la vulnerabilidad frente a los abusos físicos y
psíquicos».[39]Tal
como se ha comentado a partir del análisis del personaje de la viejita, por
medio de su delirio se representa una problemática asociada al abandono
invisibilizado, específicamente, el abandono de mujeres amas de casa, quienes
dedicaron su juventud al cuido de los otros y a las labores domésticas sin
remuneración económica.
Federici
señala que cuanto más tiempo cuidan las mujeres de otras personas, «menos
reciben ellas mismas como contraprestación, puesto que dedican menos tiempo al
trabajo asalariado que los hombres y gran parte de los sistemas de seguridad
social se calculan en función de los años realizados de trabajo remunerado»[40].
Esto tiene una estrecha relación con la idea de productividad para ser
reconocido como parte de la sociedad, tal como lo plantea Bauman, pues quienes
son incapaces de producir, en términos de la modernidad o de la lógica
capitalista, son entonces parte de los desechos y deben ser aislados del
ordenamiento deseado de la sociedad.
Pozos y árboles: sitios para el
desecho
Los
dos textos de Galich coinciden en la construcción de dos personajes femeninos
excluidos y marginalizados de la dinámica social ordenada y segura. Si bien
ambos personajes mantienen una voz propia, se trata de una enunciación que no
parece tener un interlocutor, que es obviada por la ausencia de significado y
concatenación, es decir, su voz es omitida y condenada a un eco sin respuesta. Este
aislamiento se configura en los espacios narrados donde se desarrollan los
relatos. Ambos textos construyen los sitios como espacios abiertos, públicos,
pero también espacios de desechos. Las voces narrativas de los dos textos
detallan lugares inseguros, oscuros, llenos de confusión y angustia. Es a
partir de la descripción de los espacios y la forma en la que las voces o
perspectivas van contando cómo se encuentran, que se configura la segregación
en los cuentos.
Ambos
espacios, además de ser narrados desde la confusión, son lugares que
implícitamente enmarcan una distinción con otro lugar más seguro en la ciudad.
De esta forma, cada argumento construye la posibilidad de dos espacios
diferenciados y distanciados: uno seguro, cálido, humano y reconfortante; el
otro frío, deshumanizado, caótico e inseguro, donde se encuentran los
personajes.
Tanto
las formas en las que son narrados estos sitios, como las circunstancias que se
nos narran desde el delirio –el día a día del botadero o las situaciones de
precariedad y movilización de los hijos de la viejita– detallan un sistema de
exclusión social en plena operación y naturalizado. Esto puede comprenderse
desde las ideas de Bauman, quien explica cómo las personas pueden integrarse en
la mecánica social de la modernidad, siempre y cuando puedan demostrar su
utilidad y puedan hacerse necesarias para el ordenamiento, por lo que «no
existe razón palmaria para tu presencia ni obvia justificación para tu
reivindicación del derecho de seguir ahí. Que te declaren superfluo significa
haber sido desechado por ser desechable»[41]. La
idea de lo superfluo se asocia entonces con los desempleados. Esta categoría de
superfluo evidencia esta cualidad de ser desecho, de no ser necesario. Así, se
pueden comprender a la mujer del botadero y a la viejita como personajes
superfluos, pues ya han sido separados como desechos; ya no existen
oportunidades para que ambas puedan incorporarse a la dinámica de la utilidad
y por tanto de la sociedad.
Tanto
la mujer –quien explícitamente está en un vertedero y expone con detalle su
condición de no ser escuchada–, como la viejita –quien se encuentra bajo un
árbol (se comprende de forma implícita, abandonada por su familia)– son sujetos
superfluos e improductivos en términos económicos, por lo que son segregadas y
desechadas. El proceso de ser desechado está relacionado con el aspecto
financiero para Bauman: «de la gente tildada de superflua se habla como de un
problema financiero. Ha de ser “provista”, es decir, alimentada, calzada y
cobijada. No sobreviviría por sí misma, carece de “medios de subsistencia”
(entiéndase sobre todo subsistencia biológica, lo contrario de muerte por
malnutrición o frío)»[42].
Así, dar una vida digna siempre se trata de una solución financiera, desde la
lógica de la modernidad. Por esto, se podría argumentar que los personajes se
encuentran en medio de un diálogo delirante sin interlocutor, pues las posibles
soluciones pasan siempre por los resultados económicos y estos no se gestionan.
Al no existir solución financiera, se opta por ignorarlas. Así, Bauman afirma
que el problema es tanto financiero como estatal y social, pues este asunto
cuestiona sobre la imperante necesidad de brindar ayuda social y económica a
las personas superfluas, así como el costo de brindar dignidad humana,
pues en las sociedades modernas no se piensa en relaciones de soporte o redes
de apoyo separadas de la dinámica económica de producción. Redes que, como se
ha apuntado antes de la mano de Federici, han sido desarmadas por el
desplazamiento de personas y la modernidad.
Otra
de las ideas de Bauman, que permiten tejer relaciones entre la segregación
representada en los dos cuentos, es el vínculo entre la producción y los
residuos, asociado a la superfluidad, pues «el residuo es el secreto oscuro y
bochornoso de toda producción»[43]. Así,
se crean una serie de estrategias y sistemas para eliminar desechos como los
basureros, que resultan un elemento casi heroico de la modernidad, pues los
basureros son los que construyen diariamente la «frontera entre normalidad y
patología, salud y enfermedad, lo deseable y lo repulsivo, lo aceptado y lo
rechazado… el adentro y el afuera del universo humano [y] hace
aparecer… la diferencia entre lo admitido y lo rechazado, lo incluido y lo
excluido»[44].
Entonces, la representación de la cotidianidad en La Chureca se puede
interpretar como parte de la modernidad, cuyo espacio crea el límite entre lo
digno y lo indigno.
Al
mismo tiempo, esta representación literaria da significado a la experiencia de
ser desechados en el basurero, y llama la atención sobre la incapacidad social
y estatal de sobreponerse al terremoto, a la guerra y a la pobreza. De la misma
forma, un poco más implícito, se construye en «Viejita en flor», donde la
anciana es abandonada y es el árbol el que dibuja dicha frontera, como una
analogía de los botaderos abiertos, donde caen mangos y personajes a su suerte.
El árbol que da fruto mantiene en la copa la vida, el alimento, mientras que en
el suelo están los desechos: los mangos maduros y la viejita, todo lo que ha
culminado su ciclo productivo.
La
segregación de estas vidas improductivas para el sistema establecido se
relaciona con la configuración de espacios dignos y seguros y, en
contraposición, los espacios indignos e inseguros que se leen. Si bien esto no
está explícito en los cuentos, a partir de la lectura se puede suponer la
coexistencia de subjetividades y lugares dignos, lo que está vinculado con lo
que propone Bauman sobre el amor al prójimo y la inmediatez de la acción ante
el sufrimiento de los demás. Según este autor, cuando se convivía más
cercanamente con quienes pasaban situaciones de vulnerabilidad o de
sufrimiento, las decisiones relacionadas con enfrentar esas circunstancias se
basaban en encuentros cara a cara. Así, la decisión moral sobre qué hacer o
cómo mitigar esta situación era controlada por «la soberana expresión de la
vida»[45]. Sin
embargo, en los tiempos modernos, a pesar de que las expresiones de la vida
mantienen cierta inmediatez, todo aquello que provoca estas situaciones de
vulnerabilidad común están distantes. De esta forma, «además de lo que podemos
ver en nuestra vecindad inmediata con nuestros propios ojos (sin ayuda),
estamos cotidianamente expuestos al conocimiento “mediado” de la miseria y la
crueldad distantes»[46]. Este planteamiento permite interpretar la
dicotomía entre espacios seguros y segregados en los cuentos de Galich. Los
espacios seguros son imaginados por los personajes, pues desean de alguna
manera llegar a ellos; se proponen lejanos e inalcanzables, pues el abandono
implica aislamiento.
Esta
segregación se puede entender en dos vías: la primera, intertextual e interpretativa,
ya que estos personajes suponen un mejor sitio donde sí vive gente –en el caso
de «Oscuro pozo»– y donde no se es abandonada –en el caso de «Viejita en flor».
La segunda vía la produce la lectura: quienes leen los cuentos acceden a la
miseria humana por la intermediación del texto, pero a diferencia de la
intermediación anterior, los personajes nos interpelan de forma directa, pues
parece que su monólogo se dirige a los lectores. Las voces de la mujer de La
Chureca y la viejita expresan su abandono sin esperanza de que su situación
mejore o al menos sean escuchadas. Es por esto que la lectura parece dar cuenta
de que ambos personajes desean ser visibilizadas. Por tanto, la separación de
estos personajes de una sociedad más digna y segura no solo implica haber sido
desechado –más explícitamente en «Oscuro pozo»–, sino también es una forma de
obviar el sufrimiento y la vulnerabilidad de los personajes. De esta forma, los
personajes no explícitos, habitantes de los espacios seguros y ordenados, de
las ciudades modernas, pueden evitar la confrontación y la inmediatez de
quienes se encuentran en situaciones precarizadas. Por su parte, a quienes leen,
la apelación es directa a la reflexión sobre la vulnerabilidad. Esta interpelación
no deja de lado que la configuración de la ciudad nicaragüense mencionada en
los cuentos está basada en el modelo de modernidad que se ha discutido al
inicio de este artículo.
Al
mismo tiempo, esta configuración está en estrecha concordancia con la
mixofobia, concepto del mismo autor, asociado a la deshumanización. La
mixofobia, como se mencionó antes, es el resultado de un proceso de exclusión
justificado por causas que parecen nobles, pues proponen mantener la seguridad
de los ciudadanos dignos. Gracias a esto y a las ideas de pureza, se respalda
una separación de las vidas dignas de las indignas o no productivas. Entonces, según
el autor, para evitar una contaminación del sitio seguro se aplica: «la
tolerancia cero y el exilio de los sintecho de los espacios en los que puedan
ganarse la vida, pero donde también se tornan molestos e irritablemente
visibles, a espacio externos donde no pueden hacer ninguna de las dos cosas»[47].
Entonces, las vidas superfluas, que atentan al orden de las ciudades modernas
son aisladas y despojadas de toda posibilidad de mejorar sus condiciones de
vida. Esto es representado en el texto de «Oscuro pozo», de nuevo, en la
cotidianidad del botadero y el deseo de muerte, mientras que en «Viejita en
flor», las voces narrativas evidencian que ellos han sido apartados hacia
sitios y circunstancias incómodas y de gran vulnerabilidad, como el abandono,
la migración y la prostitución. Estas experiencias se ven potenciadas por el
contexto capitalista. Toda la dinámica de producción, consumo y desechos, así
como las formas en las que esta afecta las subjetividades están asociadas a la
conformación de las sociedades modernas y lo que Jameson denomina las formas de
la posmodernidad del capitalismo avanzado. Este modelo globalizado e
individualista, propio de la (pos) modernidad, produce subjetividades
fragmentadas, alienadas y cuya temporalidad e historicidad está escindida.
Entonces,
se puede comprender que la exclusión social se fundamenta en la deshumanización
de esas vidas superfluas.
Es por esto que el uso del entrecruzamiento de voces que
remiten a lo que Jameson denomina la escisión esquizofrénica implica una noción
de delirio, de desajuste en la cadena significante y, con ello, una alteración
en la experiencia de la propia historicidad, es decir, de la propia experiencia
de ser desechado o dejado a su suerte. Siguiendo a Jameson, el trastocamiento
del orden cronológico que produce pequeños presentes libera a estos sitios de
todo lo que lo puede hacer «un espacio para la praxis; aislado de este modo, el
presente envuelve de pronto al sujeto con una indescriptible vivacidad, una
materialidad perceptiva rigurosamente abrumadora que escenifica fácticamente el
poder del Significante material… totalmente aislado»[48].
De esta forma, la escisión esquizofrénica de las voces narrativas de los
personajes principales se conforma de presentes permanentes, sin ningún vínculo
significativo hacia el pasado o futuro posible. Al tiempo, esa variación de la
cadena de significantes históricos evidencia las pocas posibilidades de una
vida con sentido; se trata de vidas superfluas: sin significado, ni utilidad.
Conclusiones
Los dos textos de Galich analizados
en este artículo proponen la representación de la segregación de las vidas consideradas
superfluas o desechables. Estas representaciones responden a subjetividades que
han sido aisladas de la dinámica social. La interrelación establecida con las
referencias espaciales y sociales de Managua permite, además, cuestionar los
indicios de un fracaso del proyecto democrático, del cual aún se mantenían
esperanzas en el contexto de producción que, se supone, abarca de finales del
siglo XX a inicios del siglo XXI. A pesar de la esperanza que permeó este
momento, las interacciones sociales, la incapacidad de recuperarse socialmente
de un desastre natural y de ofrecer espacios dignos para todas las personas dan
cuenta de una organización desigual y excluyente, contraria a un estado
democrático. Sumado a esto, la forma en la que se construyen estas voces responde
a las manifestaciones de la cultura del capitalismo avanzado. Es decir, los
cuentos construyen, tanto en su argumento como en la construcción de personajes,
alternativas para comprender la lógica capitalista. El entrecruzamiento de las
voces narrativas y la escisión esquizofrénica da cuenta de una subjetividad
fragmentada y, en el caso de los cuentos, fragmentada por el ser desechadas.
Las voces o perspectivas de estos
cuentos plantean cómo las dinámicas de consumo, producción y desechos
configuran subjetividades marginalizadas y deshumanizadas. El haber sido
desechadas por la sociedad y el convertirse en vidas superfluas, en términos de
Bauman, fragmenta las subjetividades, lo que termina en un delirio que se
combina con el deseo de muerte, antes de una vida indigna, en ambos cuentos. En
el caso de «Oscuro pozo» las secuelas del terremoto y la incapacidad de la
sociedad de reponerse (física y emocionalmente) de tal evento, dan cuenta de
una ciudad que mantiene espacios de renovación y espacios de desechos, tanto de
escombros como de personas. En «Viejita
en flor», la narración que hace la viejita sobre su propia vida –y las de sus
hijos– evidencia la precarización y el abandono en un espacio abierto,
aparentemente público, pero sin nadie que pueda ayudar a la anciana. En ambos casos,
se les desecha y de forma implícita se les deja morir. Ambos personajes
femeninos subrayan en su monólogo sus condiciones cercanas a la muerte o sus
deseos de morir. Se trata de vidas desechadas que son aisladas y
deshumanizadas.
Esta
segregación y posterior deshumanización se puede leer e interpretar a partir
del deseo de ambos personajes por pertenecer a los lugares dignos y seguros,
que coexisten de forma tácita en el universo ficcional. En el caso de «Oscuro
pozo», como ya se ha mencionado, esto se plantea en el íncipit, cuando la mujer
indica que en el pozo no llega nadie y no interesa si viven personas o no. Esto
implica un lugar donde están las personas que sí importan. Para el caso de «Viejita
en flor», se comprende una búsqueda por una mejora en las condiciones de
vida, por medio del entrecruzamiento de
las voces de los hijos con la de la viejita. En ambos casos, se trata de una dignidad
inalcanzable, un espacio lejano, mientras que su vulnerabilidad y precariedad
es mediada o invisibilizada.
Por
último, resulta importante enfatizar en que ambas protagonistas se construyen
como personajes femeninos que han sido desechados y excluidos por no ser productivos
bajo la lógica del capitalismo, pues han dedicado sus vidas a cuidados y
actividades no remuneradas. A partir de estas representaciones, se evidencian
algunas de las circunstancias que atraviesan quienes no tienen redes de apoyo
que les cuiden y les den sustento, que den apoyo a esas mujeres que no han
producido lo que la sociedad moderna y capitalista espera. Esta representación
y el uso del delirio y la escisión esquizofrénica dan cuenta del abandono, la
vulnerabilidad y la marginalización que experimentan los personajes. Además,
estos recursos plantean una triple marginalización de los personajes femeninos:
la social, la familiar y la económica. De esta manera, si la razón por la que
se es digno es proporcional al aporte que se le brinda a la sociedad, al
momento en el que se pierde toda noción de historicidad, también se pierden las
posibilidades de demostrar dicho aporte ante los demás. Tanto la mujer del
botadero como la viejita son desechadas. En un sistema de deshumanización y
violencia, el delirio de ser desechadas omite las posibilidades de optar por
una vida digna, y, por tanto, formar parte de una sociedad.
Formato de citación según APA
Masís Chacón, N. (2024). Delirio,
desechos y vidas superfluas en «Oscuro pozo» y «Viejita en flor» de Franz
Galich. Revista Espiga, 23 (48).
Formato de citación según
Chicago-Deusto
Masís-Chacón,
Nicole. «Delirio, desechos y vidas superfluas en “Oscuro pozo” y “Viejita en
flor” de Franz Galich». Revista Espiga 23, n.o
48 (julio - diciembre, 2024).
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Pimentel, Luz Aurora. El relato
en perspectiva: estudio de teoría narrativa. Ciudad de México: Siglo XXI
editores y Universidad Autónoma de México, 1998.
[1] Este trabajo está fundamentado en los resultados del tercer capítulo de la
tesis de maestría de la autora: Análisis de las representaciones de la
deshumanización y la exclusión social en nueve cuentos centroamericanos
(2004-2017).
[2] Werner Mackenbach,
«Para Franz: escritor, amigo y compañero», Itsmo. Revista virtual de
estudios literarios y culturales centroamericanos n.o 15 (2007):
http://istmo.denison.edu/n14/noticias/amigo.html
[3] Es importante mencionar que el planteamiento de este trabajo concentra la
estrategia textual desde la perspectiva de Jameson, sin embargo, la estrategia
textual de los cuentos no está separada de la propia tradición de la narrativa
breve centroamericana y latinoamericana. El mismo Franz Galich, en el 2004,
apuntaba que la narrativa breve de ese momento «deviene,
históricamente, de las profundas y actuales raíces indígenas y populares»,
razón por la cual podrían establecerse nexos entre la escritura de estos
cuentos y la tradición oral popular de la región centroamericana, pues el
recurso de la oralidad no solo atraviesa el libro que contiene los cuentos aquí
abordados, sino que fue una estrategia de escritura utilizada por Galich en
otros de sus textos narrativos, como Managua, Salsa City, ¡Devórame otra
vez! (2000). Para ampliar y profundizar sobre estas relaciones en la
narrativa del autor se recomienda consultar los trabajos de Dante Barrientos Tecún,
«Algunas propuestas de la narrativa centroamericana contemporánea: Franz Galich
(Guatemala, 1951-Nicaragua, 2007)», Istmo. Revista virtual de estudios
literarios y culturales centroamericanos, n.o 15, 2007); Víctor Chavarría, «Aproximación a la obra de
Franz Galich», Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales
centroamericanos, n.o 15, 2007) y el libro editado por Werner Mackenbach:
Franz Galich. El legado artístico y humano de un «subalterno letrado» (Guatemala,
F&G editores, 2021), específicamente, el trabajo de Mauricio Chaves «De los
tiempos de paz al fin de los tiempos: el discurso escatológico de Perrozompopo
y otros cuentos latinoamericanos, de Franz Galich», Franz Galich. El legado
artístico y humano de un «subalterno letrado» (Guatemala, F&G editores,
2021).
[4] Frederic Jameson, Posmodernismo.
La lógica cultural del capitalismo avanzado (Barcelona: Paidós, 1991), 31.
[5] Michel Foucault, Las
palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, traducido
por Elsa Cecilia Frost (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 1968).
[6] Stuart Hall, «El
trabajo de la representación», en Representación: Representaciones
culturales y prácticas significantes, editado por Stuart Hall y traducido
por Elías Sevilla (London: Sage Publications, 1997), 2.
[7] Hall, «El trabajo…»,
42.
[8] Ibíd., 43.
[9] Ibíd., 28.
[10] Zygmunt Bauman,
«Sobre la dificultad de amar al prójimo», Amor líquido. Acerca de la
fragilidad de los vínculos humanos (Ciudad de México: Fondo de Cultura
Económica, 2015), 114.
[11] Zygmunt Bauman, Vidas
desperdiciadas. La modernidad y sus parias, traducido por Pablo Hermida (Barcelona:
Paidós, 2004), 46.
[12] Ibíd., 46.
[13] Frederic Jameson, Posmodernismo.
La lógica cultural del capitalismo avanzado (Lugar: Paidós, 1991).
[14] Bauman, «Sobre la
dificultad de amar al prójimo», Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los
vínculos humanos (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2015), 130.
[15] Bauman, Vidas…, 145.
[16] Ibíd., 151.
[17] Franz Galich, «Oscuro
Pozo», en Perrozompopo y otros cuentos latinoamericanos (Managua: Anamá
Ediciones, 2017), 51.
[18] Ibíd., 53-54.
[19] Luz Aurora Pimentel, El
relato en perspectiva: estudio de teoría narrativa, 1998-99 (Ciudad de
México: Siglo XXI editores y Universidad Nacional Autónoma de México, 1998).
[20] Pimentel, El
relato…, 115.
[21] Frederich Jameson, Posmodernismo.
La lógica cultural del capitalismo avanzado (Barcelona: Paidós, 1991), 31.
[22] Ibíd.
[23] Galich, «Oscuro…»,
52.
[24] Tania Espinosa y
Federico Parra, Proyecto de reconocimiento de la situación de derechos
humanos de los recicladores en Latinoamérica. El Caso de la Chureca, Nicaragua.
Reporte descriptivo (Nicaragua: WIEGO Limited, 2017), 2.
[25] En el año 2007, de la mano de la Agencia Española de
Cooperación para el Desarrollo (AECID), se gestiona un proyecto para convertir
el botadero en una fábrica recicladora, y mejorar la infraestructura del barrio
Actualmente, la recicladora está en funcionamiento; sin embargo, se agravó el
problema asociado a la pobreza, pues ni el trabajo ni las casas cubrieron a las
más de 1500 personas que subsistían cerca de La Chureca.
[26] Galich, «Oscuro…»,
53.
[27] Espinosa y Parra, Proyecto
de reconocimiento de la situación de derechos humanos de los recicladores en
Latinoamérica. El Caso de la Chureca, Nicaragua. Reporte descriptivo (Nicaragua:
WIEGO Limited, 2017), 3.
[28] Galich, «Oscuro…»,
51.
[29] Ibíd., 52.
[30] Ibíd.
[31] Ibíd., 53.
[32] Ibíd., 52.
[33] Franz Galich,
«Viejita en flor», en Perrozompopo y otros cuentos latinoamericanos
(Managua: Anamá Ediciones, 2017), 35. Los puntos suspensivos son del original.
[34] Los puntos suspensivos son del original. El resaltado es propio, se
utiliza para señalar la variación de la focalización interna de entre los
personajes.
[35] Galich, «Viejita…»,
36-37. En esta cita y en el cuento en general, debido a su ambigüedad voluntaria,
podrían plantearse otras posibilidades de análisis, como una trasformación de
la perspectiva temporal, con un discurso directo, siguiendo a Pimentel (1998).
Sin embargo, en el cuento se narra la suerte de los hijos de la viejita, y
estas se configuran por medio de la perspectiva de uno de ellos: el que migra
para subsistir y se explicará más adelante. Esta perspectiva menciona a sus
hermanos: uno guardia, la otra, prostituta. Por esta razón, este análisis
propone que se trata de un cambio de perspectiva, pero no de foco, pues «pues quien narra en “yo” por
definición no puede tener acceso a otra consciencia» (Pimentel, 106). De esta manera,
tanto la mujer anciana, voz principal, narra desde el yo, y el cambio se
establece siempre en primera persona, pero con una perspectiva distinta, la de
los hijos. Para revisar el análisis de las voces de los hijos, véase Masís
Chacón, 2022.
[36] Aspecto que además sumaría, según Pimentel, la cuarta de las perspectivas
que organizan el relato, la del lector. Pimentel, El relato…, 97.
[37] Galich, «Viejita en
flor», 37. Los puntos suspensivos son del original.
[38] Ibíd., 35-36.
[39] Silvia Federici,
«Sobre el trabajo de cuidado de los mayores y los límites del marxismo», en Revolución
en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas (Madrid:
Traficantes de sueños, 2013), 206, https://www.nuso.org/articulo/sobre-el-trabajo-de-cuidado-de-los-mayores-y-los-limites-del-marxismo/
[40] Ibíd., 219.
[41] Bauman, Vidas
desperdiciadas. La modernidad y sus parias, 24.
[42] Ibíd., 25.
[43] Ibíd., 43.
[44] Ibíd.
[45] Bauman, «Sobre la
dificultad de amar al prójimo», Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los
vínculos humanos (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2015), 128.
[46] Ibíd., 128.
[47] Ibíd., 130.
[48] Jameson, Posmodernismo.
La lógica cultural del capitalismo avanzado (Barcelona: Paidós, 1991), 32.