Año 22, N.° 46: julio - diciembre 2023

 

 

Corazón que ríe, corazón que llora, de Maryse Condé: una lectura desde la literatura poscolonial, el feminismo y el psicoanálisis

 

Roberto Antonio Blanco-Ramos *

https://orcid.org/0000-0001-5831-1555

 

 

* Máster en literatura hispanoamericana de la Universidad Complutense de Madrid, de España. Bachiller en historia de la Universidad Nacional, de Costa Rica. Profesor de la Escuela de Estudios Generales, Universidad de Costa Rica y de la Universidad Técnica Nacional en la carrera de Gestión de Grupos Turísticos. Profesor de historia de la cultura, historia costarricense y literatura costarricense en ambas universidades. Intereses de investigación: literatura hispanoamericana del siglo XX, autoficción poética y narrativa hispanoamericana, imaginarios y literatura, relación entre el chisme y la literatura. Correo: robertoblanco1890@gmail.com

 

Resumen

Se analiza la obra Corazón que ríe, corazón que llora. Cuentos verdaderos de mi infancia, de la escritora guadalupana Maryse Condé mediante tres vertientes teóricas y metodológicas que responden a una lógica deconstructiva. Se refiere a la literatura poscolonial, el psicoanálisis y el feminismo afrodescendiente. El examen realizado permite establecer determinaciones significativas sobre la construcción histórica literaria de la narrativa poética de la autora y la representación del legado de la colonialidad del poder en términos de raza, saberes de poder, resistencia y género. Metodológicamente, desde las teorías y perspectivas poscoloniales se analiza discursivamente la obra. Se concluye que el texto de la autora ayuda a comprender la configuración  de procesos de resignificación fundamentada por medio de un compromiso sociopolítico y en la identificación de una feminidad negra resignificada.

 

Palabras clave: Clase, literatura del Caribe, raza.

 

 

Recibido: 27 de setiembre de 2022

Aceptado: 8 de marzo de 2023

 

 


 

Heart that Laughs, Heart that Cries by Maryse Condé: A Reading from Postcolonial Literature, Feminism, and Psychoanalysis

 

Abstract

The work Heart that laughs, heart that cries. True stories of my childhood by Guadeloupean writer Maryse Condé is analyzed through three theoretical and methodological approaches that respond to a deconstructive logic. It refers to postcolonial literature, psychoanalysis, and Afro-descendant feminism. The examination carried out allows for significant determinations about the historical literary construction of the author's poetic narrative and the representation of the legacy of colonial power in terms of race, power knowledge, resistance, and gender. Methodologically, the work is discursively analyzed from postcolonial theories and perspectives. It is concluded that the author's text helps understand the configuration of processes of resignification based on sociopolitical commitment and the identification of a redefined black femininity.

 

Key words: Class, Caribbean literature, race.

 

 

 

Le cœur à rire et à pleurer de Maryse Condé: une lecture sous la perspective de la littérature postcoloniale, le féminisme et la psychanalyse

 

Résumé

Cet article analyse l’œuvre Le cœur à rire et à pleurer: Contes vrais mon enfance de l’écrivaine guadeloupéenne Maryse Condé à travers des trois courants théoriques et méthodologiques qui répondent à une déconstructive; il s’agit de la littérature postcoloniale, la psychanalyse et l’afroféminisme. L’analyse menée a permis d’établir des déterminations significatives sur la construction historique littéraire de la poésie narrative de l’auteure et la représentation de l’héritage de la colonialité du pouvoir en ce qui concerne les termes de race, des savoirs du pouvoir, de résistance et de genre. Par rapport à la méthodologie, sous les théories et les perspectives postcoloniales, on a examiné le discours de l’œuvre. On a conclu que le texte de l’auteure aide à comprendre la configuration des processus de resignification fondée au moyen d’un engagement sociopolitique et de l’identification de la féminité noire resignifiée.

 

Mots-clés: classe, littérature du Caraïbe, race.

 


 

Introducción

 

El presente ensayo establece un análisis crítico literario sobre la obra autobiográfica Corazón que ríe, corazón que llora. Cuentos verdaderos de mi infancia, de la escritora guadalupana Maryse Condé, a partir de una convergencia dialogar entre las perspectivas y vertientes teóricas de la literatura poscolonial, el psicoanálisis y el feminismo afrodescendiente. Este acercamiento busca indagar en torno a las representaciones sobre las experiencias y vivencias que abarcan la modernidad y la colonialidad del poder.

Son dos los principales aspectos considerados como fundamentales, que la disciplina del psicoanálisis ha aportado a la teoría feminista y que, a su vez, pueden integrarse en la representatividad de lo poscolonial. En primer lugar, repensar y revaluar la diferencia de género. Concebirlo, como una construcción de prácticas discursivas culturales y políticas que funcionan para normalizar los comportamientos identitarios de lo femenino y lo masculino y que ha definido lo heteronormativo a lo largo de la historia de la modernidad.

En segundo lugar, y siguiendo la línea teórica de Ana María Fernández[1], se enfatiza en torno a la reflexión sobre el entendimiento de las subjetividades, debido a que permite focalizarlas en un marco de representación literaria que la autora categoriza como soportes narrativos. Fernández fija una serie de características comprendidas a través de una perspectiva desencialista del género y que se estructuran como modalidades explicativas para repensar la construcción sociohistórica de las subjetivades; de las cuales, tres de estas, resultan fundamentales para los propósitos interpretativos de este ensayo: teorizar sobre la diversidad de modos de objetivación y subjetivación, la relación entre el poder y la subjetivación y la temática de la resistencia. Finalmente, en la determinación de lo poscolonial, coexiste una representación de la subalternidad y la diferencia integrada por las categorías de raza, clase y género.

El ensayo se organiza en tres apartados. En el primero se examinan las principales características de la literatura poscolonial. Un segundo apartado explica el proceso de colonialidad del poder y el vínculo complementario que posee con el sistema moderno/colonial de género elaborado por María Lugones. Por último, se establece el análisis de la novela.

 

Hacia una definición de literatura poscolonial

 

Lo primero que debe señalarse es que la noción analítica de literatura poscolonial figura como una rama importante de los llamados Estudios decoloniales y poscoloniales, cuando, a partir de la década de 1980, numerosos novelistas, dramaturgos y poetas comenzaron a ser catalogados como escritores poscoloniales[2]. En términos generales, Cecilia Urbina establece la siguiente definición: «en principio, designa a aquella escrita por habitantes que lograron su independencia de las potencias europeas alrededor de los años sesenta»[3]. Si bien es cierto, ya se establece un primer acercamiento sociohistórico en la enunciación anterior, su proyección está reducida en cuanto a la obra analizada, debido a que las vivencias descritas por la autora en Guadalupe se posicionan en un contexto sostenido en la lógica de un territorio/departamento francés de ultramar. Por tanto, Vijay Mishra y Bob Hodge amplían la connotación anterior y refieren a que debe entenderse como: «la omnipresente tendencia en cualquier literatura marcada por un proceso sistemático de dominación cultural a través de la imposición de estructuras de poder y que está implícita en los discursos del colonialismo»[4].

En tal caso, tomando como base lo anterior, resulta claro que la literatura poscolonial agrupa a una serie de significaciones que la circunscriben y que están focalizadas dentro de una contextualización sociohistórica referida a los procesos del colonialismo, así como al posterior posicionamiento de criticidad que engloba a la categoría de colonialidad. Por ende, esta investigación se adscribe a la tendencia que concibe a lo poscolonial en un ámbito literario enfocado como un modelo de representatividad y reproducción narrativa constituida en el cuestionamiento de la herencia colonizadora, de sus experiencias y de la producción de saberes[5], en el que se puedan integrar las contribuciones del psicoanálisis y de un feminismo poscolonial y afrodescendiente.

De igual forma, María Remedios Fernández Ruiz, Gloria Corpas Pastor y Míriam Seghiri[6] postulan una serie de conceptos y categorías que explican la dimensión sociocultural e histórica de la experiencia poscolonial a partir de dos vertientes: la caracterización de una narratividad sociocultural que incide en la elaboración de un texto/obra y otro ámbito que toma en consideración las experiencias vitales del autor (véase Figura 1). Ambas son determinantes en la significación y resignificación de las vivencias de los sujetos subalternos y en la manera de cuestionar a la modernidad y la colonialidad desde el rol del otro.

 

Figura 1. Propuesta teórica-metodológica de los principales procesos que integran la literatura

poscolonial

Fuente: Remedios, et al, 15.

 

Por consiguiente, recapitulando lo esbozado en este subapartado: la exposición de esta literatura se enfoca en la crítica y cuestionamiento de la colonialidad y ha trazado un panorama literario encauzado en los procesos de heterogeneidad, transculturación y mestizaje.

 

Colonialidad del poder y sistema moderno/colonial de género

 

En este apartado se reflexiona en torno a las concepciones de colonialidad del poder y el sistema moderno/colonial de género. Esto permitirá concebir cómo en la exposición narrativa de la obra de Condé se instauran las principales vertientes representativas del contexto poscolonial, en términos de poder, opresión y resistencia.

Roxana Hidalgo, sintetizando los planteamientos de Aníbal Quijano, establece una interpretación relevante acerca del surgimiento y conformación de procesos de heterogeneidad cultural, asumidos desde la subalternidad, producto del establecimiento un nuevo patrón de poder supeditado a los procesos de modernización y a la expansión del capitalismo global[7]. De este modo, la extensión de ambos desarrollos constituye a la colonialidad del poder, que se fundamentó y continúa basándose sobre:

 

la base de dos formas de diferencia naturalizadas de carácter supuestamente biológico, las diferencias entre los géneros y las diferencias raciales. De esta manera, los valores fundacionales de la modernidad, como la libertad, la igualdad y la justicia social, se estructuran a partir de dos formas de exclusión social primordiales que se han ejercido históricamente contra las mujeres y contra las «razas inferiores»; formas de exclusión que se han constituido no solo como condiciones legales, sino también como realidades moralmente legítimas.[8]

 

Con el fin de complementar lo descrito en la cita anterior, Judith Butler, siguiendo a Michel Foucault, indica que los condicionamientos aplicados a lo que se considera real y verdadero está supeditado no solo a una cuestión del saber, sino que esta orientación se inserta, socioculturalmente, dentro de las relaciones de poder[9]. Además, en su ensayo, What is Critique[10], Foucault retoma y amplía algunas consideraciones acerca de la correspondencia que se presenta entre discurso y saber. De acuerdo con el autor, el establecimiento y representación del saber está sujeto a un contexto que lo valida y racionaliza sobre la base de reglas, restricciones y efectos coercitivos. Dos claros ejemplos de lo anterior son: la validación de un conocimiento conexo con la discursividad científica y el esparcimiento de discursos de carácter oficial que surgen en un contexto de consolidación de una comunidad imaginada[11] que sustenta las bases de esa discursividad identitaria nacionalista en la exclusión de grupos étnicos.

Pasando a examinar, a continuación, la categoría de sistema moderno/colonial de género, propuesta por María Lugones. Fundamentalmente, la autora establece la importancia de comprender y percibir el desarrollo histórico de la colonialidad del poder a través de una perspectiva orientada en la interseccionalidad de la raza y el género[12]. La exposición de este planteamiento permite entender la manera en que la opresión oscila dependiendo del contexto sociocultural. De este modo, se replantea la idea de concebir la discriminación de forma universalizada.

De igual forma las intersecciones de raza y género constituyen a la episteme moderna colonial y no pueden pensarse de manera separada, debido a que posibilitan el ahondar alrededor del alcance analítico e interpretativo en términos de la complejidad y profundidad del sistema de género colonial/moderno[13]. Por ende, para Lugones, el dimorfismo biológico, el heterosexualismo y el patriarcado son característicos del lado claro/visible de la organización colonial/moderna del género[14]. Y si a estas se les integra la categoría de raza, el escenario discriminatorio y de desigualdades expuestas son más evidentes.

Por otra, parte, las proposiciones de María Lugones se complementan y enriquecen con las del feminismo afrodescendiente, explicadas por Orchy Curiel, quien señala que los principales aportes de este movimiento refieren a la manera en que, para que exista una explicación integral de las desigualdades y exclusiones de género, debe de concebirse al sistema patriarcal y al sexismo a través de experiencias particulares donde la raza, la clase y la sexualidad desempeñan papeles fundamentales en la reproducción social[15] de la opresión, otredad y resistencia.

En definitiva, la siguiente definición agrupa un marco de interpretación analítica que conecta a la literaria poscolonial con los procesos que han invisibilizado el rol de la mujer a lo largo de la historia occidental y que, el feminismo poscolonial y afrodescendiente, han contradicho:

 

Los «feminismos poscoloniales» son movimientos político-sociales complejos y dinámicos que pretenden transformar las relaciones asimétricas de opresión entre los sexos, a partir del cuestionamiento de categorías, conceptos e ideas en relación con el género, con la finalidad de proponer nuevos significados que consideren las experiencias de mujeres provenientes de realidades invisibilizadas.[16]

 

Análisis de la obra

 

Tomando en consideración lo elaborado en la segunda parte de este ensayo, a continuación se examinan algunas escenas de la obra de Condé. Ahora bien, la interpretación literaria privilegia lo que Roxana Hidalgo (tomando un como base la metodología de la hermenéutica profunda y el etnopsicoanálisis) ha llamado un intercambio de las imágenes internas de un texto literario y la parte sociohistórica y cultural, que contempla tanto el de la propia obra, como la parte autobiográfica[17]. Por lo tanto, la combinación anterior, se estructura en un soporte narrativo sustentado en la construcción de la subjetividad de los sujetos colonizados y que hace reflexionar a la autora en su percepción identitaria, marcada por su condición de resistencia que la convierte en una escritora poscolonial.

En términos argumentativos el texto de Maryse Condé narra, en 17 cuentos de carácter autobiográficos, su infancia y parte de la adolescencia en Guadalupe y Francia, por ende, el tema de la memoria es esencial para la proyección y definición de una identidad construida desde la subalternidad y la resistencia, una en la que se configura un soporte narrativo de lo que significó para la escritora ser una mujer afrodescendiente en un contexto de autoconocimiento constante. Además, a pesar de que la organización de la obra se presenta desde lo cuentístico, la unificación y correlación de todos los relatos, permite entenderla desde una estructura novelística.  

En lo que respecta al trasfondo histórico y al origen social de la narradora, cabe resaltar los siguientes puntos: se describen los eventos relacionados con el nacimiento de la autora (1937), pasando los acontecimientos referidos a la Segunda Guerra Mundial y a los eventos previos y posteriores a la transformación de Guadalupe de colonia a Departamento francés de Ultramar[18]. En cuanto a lo segundo, la autora proviene de una familia burguesa de clase media alta. En el siguiente extracto, del cuento The bluest eye, se evidencia esto, además de una clara configuración segregativa en términos territoriales, dada una lógica de expansión capitalista ajustada a la modernidad colonial:

 

La Rue Alexandre Isaac, donde vivíamos, comenzaba por detrás de la Place de la Victoire, el corazón que marcaba el ritmo de la vida en La Pointe, y atravesaba un barrio de clase media alta. Nada que ver con el canal Vatable, todo chabolas y cuchitriles. Era una calle digna, donde vivían familias distinguidas, también algunas con patrimonios más modestos, todas con exquisitas maneras. Mis padres se habían mudado allí un par de meses antes de mi nacimiento, ya que la Rue Condé se les quedaba pequeña para tantos hijos que tenían y, sobre todo, para su nuevo estatus.[19]

 

Se trata, por consiguiente, de una familia que ha asimilado valores eurocéntricos, a saber, se trata de una proyección de costumbres y parámetros culturales de Francia, los cuales llevan a sus padres a identificarse y considerarse como una raza superior, como consecuencia de la incorporación de un proceso de transculturación de los valores occidentalizados: «Al mismo tiempo, ninguno albergaba el menor sentimiento de inferioridad a causa de su color. Se consideraban los más brillantes, los más inteligentes, la prueba viviente y multiplicada por cien de los progresos de la Raza de los Supernegros»[20].  De este modo, a la narradora se le impone una enseñanza europeizante. Asimismo, la representación de los decenios de 1940 y 1950 exponen una indudable segregación racial, propia del legado de la colonialidad del poder, a pesar del elevado posicionamiento social de la familia:

 

Cuando mis padres y los Driscoll se encontraban, se saludaban educadamente. Pero no se relacionaban. En su fuero interno, mis padres se consideraban muy por encima. Monsieur y madame Driscoll eran funcionarios de oficina, gente gris, que ni siquiera tenían coche. Se comentaba además que eran un poco especialitos, muy suyos. Y, encima, eran mulatos. En aquella época, en Guadalupe, la gente no se mezclaba. Los negros se quedaban con los negros. Los mulatos con los mulatos. Los blancos no salían de su círculo blanco y santas pascuas. Por suerte, todos esos líos de los adultos, a los niños, nos importaban.[21]

 

La jerarquización social, detallada en los ejemplos anteriores, lleva a integrar el concepto de identidad y la reafirmación que se da de esta a partir de las categorías de hibridación, ambivalencia y mimetismo (las tres correlacionadas), que exponen el lugar simbólico en el que se reproduce la literatura poscolonial enmarcada en el llamado tercer espacio, el cual marca la consolidación del desarrollo de la transculturación y la heterogeneidad cultural. En el primer cuento, Retrato de familia, los padres de la narradora, en sus comunes viajes a Francia, es descrita para ambos de la siguiente forma: «Francia no era en absoluto la sede del poder colonial. Era la auténtica madre patria y París, la ciudad de la luz, bastaba para iluminar su existencia»[22], se confirma esta construcción identitaria, que de acuerdo con Stuart Hall representa la historia que cuenta un nosotros para revalidar el quienes somos, es decir, se forjan a través de la diferencia[23]. Estando en un café parisino se cuenta lo siguiente:

 

—¡Qué bien hablan ustedes francés! […]

—Sin embargo, somos igual de franceses que ellos —suspiraba mi padre.

—Más franceses —puntualizaba mi madre, con violencia. A modo de explicación, añadía—: Tenemos más estudios. Mejores modales. Leemos más. Algunos de ellos no han salido en su vida de París, mientras que nosotros conocemos el monte Saint-Michel, la Costa Azul y la costa vasca. Había en sus palabras un patetismo tal que, por muy pequeña que yo fuera, me afligía. Se quejaban de una gravísima injusticia. Sin razón alguna, los roles se invertían. Los buscadores de propinas, chaleco negro y mandil blanco se erguían altivos ante sus generosos clientes. Hacían gala, como si nada, de esa identidad francesa que, a pesar de su buen aspecto, a mis padres se les negaba, se les prohibía.[24]

 

Es de destacar, por consiguiente, la manera en que se va posicionando, en términos discursivos (asimilación y normalización) y literarios (representatividad de los recuerdos), la triada de hibridación, ambivalencia y mimetismo. Este primer término es utilizado para referirse a al legado de la modernidad y la colonialidad del poder desde el punto de vista de una zona de contacto producida por el colonialismo (conquista y dominación), contacto, unión y herencias que van desde lo racial hasta lo sociocultural.

El teórico poscolonial Homi Bhabba ha formulado, desde la teoría psicoanalítica, el término de ambivalencia, que para el caso de los padres de la autora, resulta ejemplificador. Se trata de una categoría compleja, dinamizada tanto por la atracción y la repulsión que caracteriza los lazos sociohistóricos entre colonizador y colonizado[25].

La ambivalencia, para el caso de los padres, está representada en la confirmación de asimilarse dentro de los cánones dicótomos raciales (superioridad-inferioridad), es decir, la subjetividad pasa por una propia afirmación de la subalternidad (negritud), pero debido a la existencia de un complejo de inferioridad, enmarcado en ese afianzamiento, se adoptan e imitan los códigos culturales europeos que generan jerarquías en el propio ámbito de la otredad. Esa última característica de seguir y reproducir los códigos del colonizador, por parte de colonizado, es conocida como el proceso de mimetismo[26]. Lo ambivalente, por lo tanto, pasa por el hecho de que la subjetividad del colonizado no se opone de forma completa a la del colonizador.

De este modo, por lo motivos anteriores, la infancia de Condé estuvo marcada por una clara educación eurocéntrica, a partir del repudio de sus orígenes culturales y la idealización de la cultura opresora, pero con la particularidad de la idealización de ellos como negros provenientes de una raza superior.

Ahora bien, los tres fenómenos precedentes se configuran dentro del catalogado tercer espacio poscolonial, el cual se relaciona con la teoría de la construcción histórica de las subjetividades aportada por Fernández. Esto es debido a que la subjetividad subalterna del diferente se encuadra en las divisiones de la raza, la clase y el género, conforme a un tercer espacio que para la representatividad poscolonial se constituye en la formación de identidades cruzadas compuestas por discursos que simbolizan lo adecuado e inadecuado, lo nuevo y lo viejo[27] que sostendrán una lógica moderna de lo privilegiado.

Existe y prevalece, por las razones hasta ahora comentadas, en las acciones de los padres de la autora, una narrativa del nosotros dispuesta en el legado de ese tercer espacio, producto de la revalidación de los valores de la colonialidad del poder, aun cuando la estructura del poder colonial se la negaba a los padres de Condé.

La evocación analítica de la representatividad identitaria del nosotros señalado en el párrafo anterior puede ampliarse si se trae a colación al término de estereotipo, el cual, para Romero Morales resulta fundamental en el estudio de la literatura poscolonial. Retomando lo psicoanalítico, la noción de estereotipo se encamina como una estrategia discursiva que universaliza las diferencias y que genera inseguridad hacia lo heterogéneo. De este modo, al reafirmar una identidad eurocéntrica («Sin embargo, somos igual de franceses que ellos —suspiraba mi padre—. Más franceses —puntualizaba mi madre, con violencia»), el estereotipo, le brinda al sujeto colonizado una sensación tranquilizadora de poder y de control ante lo que consideran y catalogan ajeno y diferente[28].

De igual forma, en la representación de la reproducción de una jerarquización basada en la fundamentación de identidades binarias y excluyentes, se dimensionan algunos recuerdos que posibilitan revaluar un contexto de desigualdad que refleja la configuración de una realidad interseccional.

En cuanto a la lógica del binarismo la teoría feminista, en unión con la poscolonial, ha puntualizado acerca de la manera en que la lógica dual y de oposición implica una jerarquización violenta, debido a que uno siempre se impone y domina a su contraparte[29]. En esa línea, la proyección interseccional piensa el sometimiento a través de, precisamente, intersecciones (clase, raza y género como las principales) que producen formas de dominación legitimadas por la colonialidad del poder.

Dos ejemplos resultan orientadores en ese sentido, ambas extraídas del cuento Lucha de clases, ambos concernientes con la historia de la criada Madonne. El primero relacionado con el despido de Madonne, una mujer afrodescendiente y proveniente de los sectores populares y marginalizados, de quien, como consecuencia del despido, se da el relato de una situación de acoso y violencia ejecutada por el hijo de la criada cometida hacia la autora. Lo acontecido evidencia cómo las estructuras de poder jerarquizadas forman escenarios de exclusión que refuerzan el posicionamiento desigual del otro, incluso entre los miembros de un grupo que sigue estando excluido como consecuencia del avance de los saberes coloniales que lo ubican como una raza inferior:

 

Una mañana, Madonne cometió el error imperdonable de faltar al trabajo. Una de mis hermanas tuvo que preparar el desayuno. Otra, llevarnos al colegio. Al final del día, de improviso, uno de los hijos de Madonne llamó a la puerta. Balbuceó, en un francés penoso, que su madre había tenido que llevar a su hija, enferma de gravedad, al hospicio Saint-Jules y que, además de necesitar un adelanto de la paga, nos pedía un par de días de baja. Mi madre echó sus cuentas a toda prisa y despidió a Madonne sin pestañear […] Tampoco era nada nuevo, aquella mujer no tenía corazón[30].

Cada cual elaboró su propia teoría para resolver el misterio ¿Quién era mi agresor? ¿Qué quería en realidad? Mis padres me expusieron su punto de vista. El mundo se dividía en dos clases: la clase de los niños bien vestidos, bien calzados, que acuden al colegio para aprender y ser algo en la vida. Y la otra clase, la de los malnacidos y los envidiosos que solo piensan en hacer el mal.[31]

 

En este caso, destaca la importancia de señalar que el legado de la colonialidad del poder, desde la mirada de la interseccionalidad y aunado a la experiencia poscolonial (subyugación colonial), ocasiona que una mujer sea doblemente discriminada. Asimismo, como la identificación binaria se puede proyectar en la misma condición de subalternidad: un sujeto afrodescendiente con valores europeos arraigados desprecia otro afrodescendiente por su condición de clase.

De igual manera, en el primer cuento también se puede encontrar la existencia de la ratificación de repensar las subjetividades surgidas por la dinámica excluyente de la colonialidad del poder.  En este caso se refiero a la resistencia, marcada por el concepto de alineación, que el hermano de la autora, Sandrino, les adjudica a sus padres: «—Ni caso, déjalo estar. Papa y mamá son un par de alienados»[32]. Tal como lo explica Fernández, donde coexiste el poder, se forja la resistencia[33]. En el siguiente ejemplo se refleja esa resistencia desde el constante autoconocimiento que traza la memoria y la identidad:

 

A medianoche, a fuerza de repasar y repasar todas las pistas, terminé esbozando algo similar a una teoría. Una persona alienada es una persona que trata de ser lo que no es, porque no le gusta ser lo que es. A las dos de la madrugada, antes de caer dormida, me juré a mí misma, de forma algo confusa, que jamás me convertiría en una persona alienada. Por consiguiente, me desperté metamorfoseada. Pasé de niña modélica a niña contestona y faltona. Como tampoco tenía muy claro contra qué luchaba, me dedicaba a cuestionar por sistema todo lo que mis padres me proponían.[34]

 

Este proceso, asimismo, se vincula con otro componente esencial de la literatura poscolonial, la propuesta de una reescritura, fundamentada en la visibilización de lo que el canon literario occidental ha negado u obviado sobre la realidad de las colonias y en la forma de cómo se presenta un desafío al discurso eurocéntrico[35]. En el caso de la obra de Condé, esto se puede vislumbrar en dos vías correlacionadas: la concientización de una historia basada en la exclusión, lo que, a su vez, genera una readecuación y resignificación de un compromiso sociopolítico y la puesta en marcha de una feminidad negra resignificada. La cual, de acuerdo con Ochy Curiel, es la práctica y representación de una política antiracista y antisexista, que reconozca los aportes de las mujeres y tome en cuenta otros valores no racializados y sexualizados[36]. Un primer ejemplo refiere al tema del compromiso y se encuentra en el cuento «Camino a la Escuela». A la narradora, en una de sus estancias parisinas cuando tenía trece años y asistía a clases en el Instituto Fénelon, se le asignó una tarea sobre la exposición de un libro de su país y decidió escoger la novela Calle cabañas negras del autor antillano Joseph Zobel:

 

En realidad, toda aquella historia me resultaba perfectamente exótica, surrealista. De golpe me cayeron encima los fardos de la esclavitud, la Trata, la opresión colonial, la explotación del hombre a manos del hombre, los prejuicios racistas de los que nadie, menos Sandrino en contadas ocasiones, me hablaba jamás. Sabía, por supuesto, que los Blancos no se juntaban con los Negros. […] Hoy, me da por pensar que lo que más tarde llamaría, un poco pomposamente, «mi compromiso político» nació en aquel momento […]  La lectura de Joseph Zobel, más que los discursos teóricos, me abrió los ojos.[37]

 

El segundo ejemplo proviene del cuento La mujer más hermosa del mundo. En este, la futura escritora siente atracción y curiosidad por una mujer blanca que ve en la iglesia. Ahora, lo que se puede interpretar es, precisamente, la identificación de la feminidad amparada en una belleza resignificada:

 

—Es que —le respondí con arrobo y voz apasionada— Amélie me parece la persona más hermosa que he visto nunca.

Y añadí, haciendo caso omiso de la cara de mi madre:

—¡Representa mi ideal de belleza!

Silencio glacial. Se quedó de piedra. Mandó llamar a mi padre, que andaba riéndose en el salón; a mis hermanos y hermanas, que charlaban tan tranquilos en la ventana de la habitación. Les expuso mi crimen: ¿Cómo era posible que una mujer blanca representara mi ideal de belleza? ¿Acaso no existían personas de mi color que merecieran tal distinción? ¡Podía haber elegido, por lo menos, a una mulata, una mestiza, alguna morena! […]Yo no admiraba a Amélie porque fuera blanca. Pero la piel rosada, los ojos claros y el cabello color espuma constituían partes fundamentales del conjunto que yo tanto admiraba. Aquel asunto superaba mi entendimiento.[38]

 

Se interpreta, de los ejemplos precedentes, que la reflexión poscolonial trazada por medio del feminismo incorpora la representación de la identidad para la construcción de las subjetividades con la finalidad de subvertir los poderes patriarcales e imperiales, los cuales continúan imponiendo visiones esencialistas para mantener su hegemonía naturalizada.

Por otra parte, otro de los temas tratados y expuestos en la obra de Maryse Condé, y que responde a la manifestación de la experiencia y el legado de la subyugación colonial como eje de representatividad y cuestionamiento que la literatura poscolonial asume, es el de la violencia. La prevalencia de este proceso está supeditada por el hecho de que el final del colonialismo no supone el fin del desarrollo, en diversas vertientes de legitimación social y cultural, de la colonialidad del poder, que incide en la formación de tipos de discriminación normalizadas.

A este respecto, Fernández menciona que: «Los procesos de inferiorización, discriminación y fragilización operan como naturalizaciones; conforman en tal sentido invisibles sociales. En rigor, no son invisibles, sino que están invisibilizados; a estos procesos se los ha denominado violencia invisible»[39]. Esta otredad, igualmente, se cohesiona en la negación de los significados históricos que conforman lo poscolonial. En definitiva, al otro y al subalterno, al ser catalogado como diferente, se le categoriza desde la inferioridad y, en la reproducción discursiva de esta, la violencia se legitima, tal como se observa en los siguientes extractos, el primero referido a la una experiencia que la narradora tuvo con una niña blanca:

 

De inmediato, Anne-Marie tomó la batuta del juego y, toda la noche, tuve que someterme a su voluntad. Me tocó hacer de mala alumna y ella que hacía de maestra, me tiró del pelo. Hasta me sentó en sus rodillas con el vestido levantado para propinarme una azotaina en el culo. Me tocó hacer de caballo. Se me subió encima y me azuzó a patadas. Me tocó ser la chacha y recibir sus bofetadas. Me insultó todo lo que quiso y más […] En un momento dado, me propinó un cachete tan fuerte que corrí a refugiarme en los brazos de mi madre. La vergüenza me impedía explicarme. Me inventé que me había caído y dejé a mi torturadora saltando impune en el quiosco de música […]

—Ya vale de pegarme.

Se echó a reír y me asestó un patadón en plena tripa:

—Te lo mereces, por negra.[40]

 

Mientras el segundo hace alusión a la expansión de una violencia discursiva normalizada en Francia: «—¡Pues no es fea la negrita! No era la palabra negrita lo que me hacía daño. En aquel tiempo, era normal. Era el tono. Sorpresa. Yo constituía una sorpresa. La excepción a una raza que los Blancos se empecinaban en considerar repulsiva y bárbara»[41].

Si se retoma el tema del sistema moderno colonial de género, los cambios impuestos por la expansión de este proceso refieren a la organización identitaria de la estructuración del género, subordinado al desarrollo del poder normalizador del patriarcado y el sexismo. Con ello, se impusieron los roles de la masculinidad y la feminidad que regularizaron y continúan regulando el comportamiento social de una categoría binaria y mutuamente excluyente: hombre/mujer y heterosexual/homosexual.

El texto de Maryse Condé se posiciona, como se dijo en el apartado teórico, desde un claro cuestionamiento de lo que el psicoanálisis ha catalogado como un soporte narrativo, que en este caso evoca a un conjunto articulado de significaciones imaginarias que instituyen lo que la mujer es en una época determinada[42], por lo tanto, en esa identificación se reproduce la desigualdad marcada por parámetros esencialistas. A fin de cuentas, se trata de universalizar la esencia de lo que debe ser la mujer.  Para ejemplificar esto, en el cuento Palabras prohibidas se refleja la esencia binaria de poder que representa la categoría de familia como sostenimiento de los valores modernos. Por lo que, un divorcio, simboliza un motivo de desprestigio del orden legítimo y válido del constructo social del género. En el relato se describe el divorcio de una de las hermanas de Maryse:

 

Unos días después, mi madre regresó de la escuela fuera de sí. La escuchamos resoplar largo rato en su habitación ¡Razón no le faltaba! A la hora del recreo, algunas compañeras, que se habían enterado de la desgracia de su hija, se habían acercado a decirle lo mucho que lo sentían. Ella hizo como si nada y las despidió airada ¿De qué desgracia le estaban hablando? ¿Del inminente divorcio de su hija? ¡Pues vaya una desgracia! Joris Tertullien, al abandonar a Émilia, dejaba clara una vez más la irresponsabilidad de los machos antillanos […] Al día siguiente, acudieron las vecinas en tropel […] Las visitantes eran sobre todo madres que temían para sus hijas un destino similar al de Émilia, o que lo habían sufrido en sus propias carnes. […] El fracaso de su matrimonio con el heredero de los Tertullien les arrebataba a mis padres una de sus medallas.[43]

 

Conclusiones

 

El presente ensayo ha puntualizado en una serie de consideraciones analíticas que son retomadas a continuación: El texto de Maryse Condé representa un claro ejemplo del desarrollo de una literatura poscolonial, encauzada en el cuestionamiento del legado de la modernidad y la colonialidad del poder, además de todos los procesos que los regularizan. Ese cuestionamiento se da desde el punto de vista del psicoanálisis cómo un claro soporte narrativo que hace reflexionar en torno a la construcción sociohistórica de las subjetividades y su correlación con la experiencia de subyugación colonial.

De este modo, a través del estudio de este texto narrativo autobiográfico, se puede encontrar las claves originarias del desarrollo de un leitmotiv compuesto por los principales tópicos de un feminismo y una literatura poscolonial. Tal como lo señala Marta Asunción en el prólogo de la novela traducida al castellano: «En sus páginas se ofrecen claves autobiográficas fundamentales para desencriptar personajes, situaciones, preocupaciones e imágenes recurrentes en los más de treinta títulos firmados por Maryse Condé»[44].

Por otra parte,  tomando en consideración el esquema de las autoras María Remedios Fernández Ruiz, Gloria Corpas Pastor y Míriam Seghiri acerca de los conceptos y categorías que cohesionan a literatura poscolonial, en los diversos cuentos que integran la obra, se examinó la experiencia de la subyugación colonial con énfasis en los procesos de reescritura y a la clara relación que se manifiesta entre la hibridez, la  ambivalencia y el mimetismo, así como su configuración literaria reflejada en el llamado tercer espacio de la literatura poscolonial, a la violencia y la manifestación de la interseccionalidad manifiesta por la experiencia colonial.

El análisis realizado posibilitó entender que la manifestación poscolonial literaria está trazada por una representación de la subalternidad integrada por las categorías de raza, clase y género, en donde las teorías del feminismo interseccional y afrodescendiente, además del diálogo que puede establecer con el psicoanálisis (por medio de las dos contribuciones que señalamos: desencializar el género y el estudio de las subjetividades históricas), resultan significativas para ampliar y repensar la vertiente de exclusión y desigualdad que refleja la literatura poscolonial.

De igual forma, el posicionamiento crítico contextual, en el texto de la autora, se proyecta en la dinamización y expansión de la colonialidad del poder y del sistema moderno colonial del género en el ámbito de un poder discursivo que normaliza los saberes e identidades excluyentes de carácter colonial.

El análisis de la obra permite examinar la construcción una identidad narrativa que utiliza la memoria como eje fundamental en la comprensión de una crítica que evidencia la resignificación de las subjetividades, por medio de la asimilación de formas de resistencia y fundamentada en la confirmación de un compromiso sociopolítico y en la identificación de una feminidad negra resignificada.

Finalmente, ha quedado expuesto que la argumentación de la narrativa poscolonial establece conexiones con los siguientes ejes problemáticos: la determinación del poder discursivo manifestado en el desarrollo de la colonialidad por medio de saberes que ejercen control y que forjan visiones binarias y reguladoras del género, la construcción histórica de las subjetividades, las formas de deconstrucción y desencialización del género y los procesos de resistencia y heterogeneidad cultural.

 

 

 

Formato de citación según APA

Blanco-Ramos, R. A. (2023). Corazón que ríe, corazón que llora, de Maryse Condé: una lectura desde la literatura poscolonial, el feminismo y el psicoanálisis. Revista Espiga 22 (46).

 

Formato de citación según Chicago-Deusto

Blanco-Ramos, Roberto Antonio. «Corazón que ríe, corazón que llora, de Maryse Condé: una lectura desde la literatura poscolonial, el feminismo y el psicoanálisis». Revista Espiga 22, n.° 46 (julio-diciembre, 2023).


 

Referencias

 

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[1] Ana María Fernández, Las lógicas sexuales: amor, política y violencias (Buenos Aires: Nueva Visión, 2009), 55-60.

[2] Audrey Golden, 19 de abril de 2015, «A Brief History of Postcolonial Literature, Part I», blog.bookstellyouwhy.com 2022. https://blog.bookstellyouwhy.com/a-brief-history-of-postcolonial-literature-part-i

[3] Celicia Urbina, «Escritoras poscoloniales: literatura y política», Casa del tiempo, n.° 31 (2010): 11, https://biblat.unam.mx/es/revista/casa-del-tiempo/articulo/escritores-poscoloniales-literatura-y-politica

[4] Vijay Mishra y Bob Hodge, «What is postcolonialism?», Textual Practice 5, n.° 3 (1991): 284. Citado y traducido por Cecilia Urbina, véase cita anterior.

[5] Daniel Peres Díaz, «Feminismo poscolonial y hegemonía occidental: una deconstrucción epistemológica», Dossiers feminists, n.° 22 (2017): 160, https://raco.cat/index.php/DossiersFeministes/article/view/328065

[6] María Remedios Fernández Ruiz, Gloria Corpas Pastor y Míriam Seghiri, «Decálogo de características de la literatura poscolonial: propuesta de una taxonomía para la crítica literaria y los estudios de literatura comparada», Revista de Literatura 83, n.° 165 (2021): 7-31.

[7] Roxana Hidalgo Xirinachs, Voces subalternas. Feminidad y otredad cultural en Clarice Lispector (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica y Uruk Editores, 2012), 19-20.

[8] Hidalgo, Voces subalternas…, 20-21.

[9] Judith Butler, Deshacer el género (Barcelona, Paidós, 2006), 48-49.

[10] Michel Foucault, «What Is Critique?», en What Is Enlightenment? Eighteenth-Century Answers and Twentieth-Century Questions, ed. por James Schmidt (Berkeley: University of California Press, 1996).

[11] Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (México D.F.: Fondo de Cultura de Económica, 2006).

[12] María Lugones, «Colonialidad y género», Tabula Rasa, n.° 9 (2008): 73-101, http://www.scielo.org.co/pdf/tara/n9/n9a06.pdf

[13] Yuderkys Espinosa Miñoso, «De por qué es necesario un feminismo descolonial: diferenciación, dominación co-constitutiva de la modernidad occidental y el fin de la política de identidad», Revista Solar 12, n.° 1 (2016): 141-171.

[14] Lugones, «Colonialidad y género», 78.

[15] Ochy Curiel, «Los aportes de las afrodescendientes a la teoría y la práctica Feminista. Desuniversalizando el sujeto en Mujeres», Perfiles del Femenismo Iberoamericano 3 (2007): 4.

[16] Ximena Ron Erráez, «Hacia la desoccidentalización de los feminismos. Un análisis a partir de las perspectivas feministas poscoloniales de Chandra Mohanty, Oyeronke Oyewumi y Aída Hernández», Revista de Estudos AntiUtilitaristas e PosColoniais 4, n.° 1 (2014): 40.

[17] Hidalgo, Voces subalternas…, 35.

[18] Daisy Hernández Arriola, «¡No más bamboula!: La voz infantil como estrategia de denuncia en El exilio según Julia de Giséle Pineau y Corazón que ríe, corazón que llora de Maryse Condé» (tesis de licenciatura, Universidad de Chile, 2020), 55-56.

[19] Maryse Condé, Corazón que ríe, corazón que llora. Cuentos verdaderos de mi infancia (Madrid: Editorial Impedimenta, 2019), 73.

[20] Ibíd., 28-29.

[21] Ibíd., 71-72.

[22] Ibíd., 21-22.

[23] Stuart Hall, «Introducción: ¿quién necesita la identidad», en Cuestiones de identidad cultural, ed. Por Stuart Hall y Paul du Gay (Buenos Aires-Madrid: Amorrortu editors, 2003).

[24] Condé, Corazón que ríe…, 23-24.

[25] Yasmina Romero Morales, «Metodología de los conceptos de estereotipo, ambivalencia, tercer espacio y mimetismo de Homi K. Bah ha en el análisis de la narrativa colonial», Revista de Teoría de la literatura y Literatura Comparada, n.° 22 (2020): 158, https://revistes.ub.edu/index.php/452f/article/view/28863

[26] Ibíd., 162.

[27] Ibíd., 160-161.

[28] Ibíd., 155-156.

[29] Bill Ashcroft, Gareth Griffiths y Helen Tiffin, Post-Colonial Studies. The Key Concepts (Londres: Routhledge Taylor & Francis e-Library, 2007), 18.

[30] Condé, Corazón que ríe…, 45.

[31] Ibíd., 47.

[32] Ibíd., 25.

[33] Fernández, Las lógicas sexuales…, 56.

[34] Condé, Corazón que ríe…28.

[35] Remedios et al., «Decálogo de características…, 20.

[36] Ochy Curiel, «Los aportes de las afrodescendientes…, 10.

[37] Condé, Corazón que ríe…, 130.

[38] Ibíd., 105-106.

[39] Fernández, Las lógicas sexuales…, 33.

[40]. Condé, Corazón que ríe…, 60-61.

[41]. Ibíd., 126.

[42]. Fernández, Las lógicas sexuales…, 56.

[43]. Condé, Corazón que ríe…, 112-114.

[44]. Martha Asunción Alonso Moreno, «Prólogo de la obra Corazón que ríe, corazón que llora. Cuentos verdaderos de mi infancia», en Corazón que ríe, corazón que llora. Cuentos verdaderos de mi infancia, ed. por Marta Asunción Alonso (Madrid: Editorial Impedimenta, 2019), 7.