Año 21, N.º 44:
julio - diciembre 2022
Sarah Castrillo-Castrillo *
https://orcid.org/0000-0002-6187-5447
Recibido:
6 de julio de 2021
Aprobado:
22 de junio de 2022
Resumen
Este artículo presenta
las vivencias relacionadas con la violencia de género en el ámbito laboral de
las mujeres policías de la Dirección Regional de San José en el 2019. Para
cumplir con sus objetivos, se aplicó una metodología mixta en la que se
implementó una encuesta, dos grupos focales y entrevistas en profundidad. El
propósito fundamental fue identificar las manifestaciones relacionadas con
comportamientos machistas y de acoso por parte de hombres policías hacia sus
compañeras. El análisis se realiza a partir de la comprensión de las
estructuras patriarcales legitimadas institucionalmente que propician
posiciones de poder ejercidas desde el machismo, lo cual afecta negativamente
la vida y labor de las mujeres policías. Se finaliza con una reflexión de los
resultados, teniendo en cuenta la relevancia de aplicar acciones que
intervengan en esta problemática.
Palabras clave
Construcción social de los cuerpos, violencia de
género, acoso sexual, sororidad.
* Máster en Gerencia de Proyectos,
Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología, de Costa Rica.
Bachillerato y licenciatura en Ciencias Políticas, Universidad de Costa Rica,
de Costa Rica. Coordinadora de programas de la Fundación para la Paz y la
Democracia. Especialista en seguridad y migraciones contemporáneas. Correo: sarah.castrillo.castrillo@gmail.com
Female Voices: Manifestations
of Gender Violence Against Women in the Public Police Force in the Regional
Directorate of San José During 2019
Abstract
This article presents the
experiences related to gender violence in the workplace of women police
officers of the Regional Directorate of San José in 2019. To meet its
objectives, a mixed methodology was applied in which a survey, two focus groups
and in-depth interviews were implemented. The main purpose was to identify
manifestations related to sexist behaviors and harassment by male police
officers towards their female colleagues. The analysis is carried out
understanding the institutionally legitimized patriarchal structures that
promote positions of power driven by machismo, which negatively affects the
life and work of women police officers. It concludes by making a reflection
based on the results and considering the relevance of applying actions that
intervene in this problem.
Keywords
Social construction of forces,
gender violence, sexual harassment, sisterhood.
Voix féminines:
manifestations de violence
de genre envers les femmes dans le corps de police des Forces de Sécurité de la direction régionale de San José pendant le 2019
Résumé
Cet article présente les expériences rapportées avec la violence de genre dans le lieu de travail des policières de la Direction régionale de San José pendant le 2019. Dans le but de réaliser
ce travail sous une approche mixte on a mené une enquête,
deux groupes de discussion et des entretiens
approfondis. Cette
recherche a visé l’identification
des manifestations en relation avec les comportements
sexistes et de harcèlement
de la part des policiers envers
leurs camarades policières. L’analyse a été faite à partir
de la compréhension des structures patriarcales légitimées institutionnellement qui favorisent
les positions de pouvoir exercées
depuis le machisme, ce qui affecte négativement la vie et le travail des policières.
Pour conclure, on a fait une réflexion,
à la suite des résultats, en prenant
en compte la relevance de
la mise en œuvre des actions
pour intervenir cette problématique.
Mots-clés: construction
sociale du corps, violence
de genre, harcèlement sexuel, sororité.
El Ministerio de Seguridad Pública
(MSP) se funda en 1923; posteriormente, en 1949, se da la abolición del
ejército y se fusiona el MSP y el Ministerio de Gobernación y Policía[1]. Actualmente, el MSP se encuentra compuesto por
aproximadamente 12 600 personas que se desempeñan en labores como las de policía,
en sus diferentes rangos y funciones.
La propuesta de investigación que
se reseña en el presente artículo nace de la carrera de Ciencias Policiales de
la Universidad Estatal a Distancia (UNED), en convenio con la Fuerza Pública de
Costa Rica. La investigación articuló, bajo un enfoque mixto de metodología
aplicada, las principales manifestaciones de violencia de género que enfrentan
las mujeres policías en la Dirección Regional de San José (DR-SJ a partir de
aquí)[2].
Este ejercicio se logró gracias a la participación de mujeres policías de esta
Dirección, quienes relataron sus experiencias.
Así, a partir de sus vivencias y el
análisis desde la teoría, se desarrolló esta investigación, la cual logra
describir las manifestaciones y conductas machistas por parte de sus pares
policías (tanto femeninos como masculinos) en el marco del espacio laboral.
Llama la atención, que estos comportamientos se acentúan cuando las mujeres
aspiran a desempeñar funciones que son social e históricamente atribuidas a los
hombres. Es importante resaltar que, la apertura del MSP es una coyuntura muy
significativa, pues históricamente el estudio de estas temáticas tiene poca
apertura en los cuerpos policiales. En este sentido, el MSP permitió encuestar
y entrevistar, abierta y aleatoriamente, a las mujeres de la DR-SJ, insumo
clave para concretar el proceso de recolección de información y el acceso a las
personas informantes de la investigación.
Los hallazgos son fuertes y reveladores.
Existen claras manifestaciones de abusos de poder, acoso sexual y laboral de
parte de hombres policía en cargos superiores en la institución. Ellos utilizan
ese poder como medio para expresar insinuaciones y discriminación a las mujeres
policías que tienen a su cargo. Sin embargo, debido al miedo
de una posible pérdida de su trabajo o de mayores agresiones tras una denuncia,
las mujeres víctimas de este tipo de violencia prefieren no denunciar ante la
entidad institucional encargada de revisar estas situaciones e inclusive
solicitar un traslado.
Metodología
En
esta investigación se aplica una metodología mixta que combina diversas
técnicas de investigación, entre ellas las entrevistas en profundidad y grupos
focales, ambas de índole cualitativa, y una encuesta que responde a la parte
cuantitativa. Se estimó necesario generar un análisis de discurso[3]
a partir de la codificación sustantiva utilizando el Software RStudio para el tratamiento de los datos, aplicado a las
respuestas abiertas para estimar (o desestimar) la existencia de discursos que
pusieran en detrimento la figura de la mujer en el rol policial. Con el
software de Rstudio, se realizó la programación en el
sistema para que este pudiera identificar relaciones entre ellas, mediante un
proceso de fragmentación de párrafos o comunicaciones escritas, en oraciones y
en palabras, a partir de un separador definido de frecuencias de palabras.
Para la recopilación
de la información se aplicaron los siguientes instrumentos de investigación: encuestas,
dos grupos focales realizados en cuatro sesiones y entrevistas a profundidad
individuales a seis mujeres.
En la encuesta, se aplicó un instrumento con 50
preguntas a un muestreo simple aleatorio de 60 mujeres policía que pertenecen a
la DR-SJ, con edades entre los 24 y 65 años, quienes ocupaban diferentes
puestos en la institución. Para las entrevistas a profundidad, se seleccionó aleatoriamente
a seis mujeres para que participaran y, finalmente, en los grupos focales se
realizó una convocatoria a dos grupos de mujeres de las diferentes
delegaciones, las cuales participaron según su disponibilidad.
Para el desarrollo de las entrevistas se trabajó un
cuestionario semiestructurado, relacionado con el ingreso a la Fuerza Pública,
la experiencia laboral, situaciones vividas por su condición de género,
sentimientos, acciones y formas de sobrellevar las situaciones vividas. En los
grupos focales, se trabajó sobre ejes temáticos que buscaban identificar
diferentes tipos de violencia y la frecuencia e intensidad con que se daban,
mediante preguntas generadoras. Esta información fue transcrita y se
seleccionaron las citas según los diferentes ejes temáticos que componen la
sección de resultados de este documento.
Marco teórico
En esta sección, se presentan diversos conceptos que
permiten hacer el anclaje teórico para dilucidar la naturaleza de las
situaciones. Para esto, es importante entender la forma en que socialmente son
pensados los cuerpos y la manera en que la sociedad asigna roles en función del
género. Primero se explica qué se
entiende por cada uno, para luego señalar el aporte de los conceptos a la
construcción de los instrumentos y la vinculación entre ellos.
En esta línea, se retoma el abordaje de una sociedad
en función del cuerpo de Pierre
Bourdieu, quien afirma que las personas son socializadas según el entorno en el
que nacen; se observa que dentro de ese proceso hay transmisión de significados
que incluye lo que es «ser hombre»
y «ser mujer», el peso que tiene lo biológico[4] y lo genital a la hora de
definir a las personas es clave, pues, de entrada, define los comportamientos y
la conducta de una persona que apenas acaba de nacer.
En este
contexto, y sin entrar en discusiones esencialistas, el ser mujer o ser hombre
es moldeado de acuerdo con las normas sociales y culturales en las que nace la
persona[5]. Ambos conceptos tienen
una definición que muta, pues se transforma en función de la sociedad, la
cultura y la historia; sin embargo, existe una gran diferencia entre ambos, ya
que, de acuerdo con Collazo, «las mujeres
son definidas según su sexo anatómico y por las funciones que le posibilitan,
entre ellas la maternidad. Mientras las mujeres son definidas en función de su
capacidad, el varón lo está por sus ejecutorias en la cultura»[6].
El cuerpo viene a convertirse entonces en el lugar en «donde echar» unas u otras cosas según el tipo de
depositario que sea[7], si es hombre o mujer, es
por eso que lo que hace a la mujer «ser mujer»
y al hombre «ser hombre»
se encuentra inserto en el proceso de socialización y de transmisión de
significados, los cuales están permeados de una visión «falonarcicista»[8] que hacen que el hombre
siga siendo superior, siga recibiendo todas las atenciones en el hogar, por
parte de la mujer, porque es el proveedor y la mujer depende económicamente de
él.
Respecto a las dinámicas y el género, se toma como
base teórica a Patricia Herrera, quien explica que al existir los géneros
femenino y masculino, existen para ellos también formas de actuar que rigen su
comportamiento en la sociedad, a esto es lo que se le llama roles de género[9].
Finalmente,
para efectos de esta investigación, se entiende la violencia de género como un
fenómeno de carácter social, estructural y político que genera una violación a
los derechos humanos, principalmente de las mujeres, a su integridad moral y
física; un comportamiento social forjado por la estructura patriarcal que da
lugar a la subordinación estructural de la mujer, lo que repercute en su
desarrollo social, humano y político, así como también sobre sus capacidades y
potencialidades, lo cual es motivado por el machismo; en el marco de la
investigación, se entiende como una serie de conductas y prácticas aprendidas desde
la infancia por los hombres lo que deviene en la violencia de género y afecta a
la mujer[10].
Todos estos conceptos han sido tomados en
consideración para la creación e implementación de las herramientas de
recolección de información. De la misma forma, el análisis desarrollado debió
considerarlos tanto en su vinculación como en la demarcación, pues es un
elemento basal a la hora de interpretar los hallazgos.
Resultados y discusión
Esta sección reúne los resultados más
relevantes tomados del proceso de levantamiento de información. Al ser la voz
de estas mujeres la protagonista, se buscó presentar la esencia de una serie de
vivencias relatadas por ellas mismas. El apartado está organizado en diferentes
secciones dadas en relación con las diversas formas en que son violentadas las
mujeres policía, para luego finalizar con las conclusiones de la investigación.
Dentro de las delegaciones policiales, el uso de la metáfora
«carne fresca» para referirse a una mujer policía que ingresa por primera
vez a una delegación es una práctica recurrente, completamente normalizada y
aceptada. Esta conducta se puede abordar desde un enfoque estructural, ya que
el comportamiento es una práctica fomentada por todos los géneros dentro una
delegación. Aunado a esto, debido a las particularidades
propias en las que se estructura la Fuerza Pública y a la naturaleza del
trabajo policial, se puede afirmar que existe una subcultura a nivel interno
del cuerpo policial. Esto, debido a que ciertas de sus características
organizacionales favorecen el desarrollo de comportamientos antagónicos a los
dictados por el marco normativo nacional. A este fenómeno, Vargas Hernández le llama subsistemas
culturales y se apoya en Bueno al reconocer dos subsistemas de una misma
subcultura:
1. La
organización formal que se apoya en el argumento original de Whitehead (1935) y
de la que Bueno se refiere como «la autoridad que se desprende de las políticas
institucionales y asigna roles y estatus a los miembros de la organización».
2. El
agrupamiento u organización informal, que surge de la interacción social y por
tanto añade información y moldea el comportamiento de las personas involucradas.[11]
Según Whitehead[12], se
puede definir la organización formal como el MSP, entidad de la cual se
desprenden las políticas institucionales e indica los lineamientos a seguir
para todas las personas policía (incluyendo las políticas de género
institucionales). Por su parte, la organización informal, en este caso, es la
Fuerza Pública, la cual a su vez cuenta con distintos grados jerárquicos entre
las personas que la integran. Para ahondar al respecto, se les preguntó a las
mujeres su percepción del trato recibido por sus pares hombres sobre la función
de la mujer policía. En la figura 1 se expone las respuestas.
Figura 1. Percepción del trato
masculino en la Fuerza Pública[13]
Fuente: Elaboración propia a partir
de encuesta aplicada (2019).
Tanto en los datos subjetivos como
en los objetivos, se identifica una predisposición a la selección de género
masculino para ser el «más apto». Un 33 % de las entrevistadas
indica que el trato es poco respetuoso o irrespetuoso, lo cual inicia desde las
expresiones hacia las mujeres que ingresan a laborar y se acrecienta cuando se
construye confianza entre los grupos de las delegaciones. A continuación, se
presenta un extracto de una de las entrevistas desarrolladas durante el
levantamiento de información. Por razones de confidencialidad, los nombres de
las personas entrevistadas han sido convertidos en pseudónimos.
El primer caso por presentar es el
de una oficial a quien se le llama Maritza[14],
cuyo testimonio narra su primera experiencia laboral en una delegación. En el
relato, resalta que un día el jefe la llama a su oficina y, sin ningún
preámbulo, le ofrece un ascenso. Ella se extraña porque no contaba, en ese
momento, con la experiencia suficiente para acceder a uno, e ingenuamente le
pregunta:
—¿Cómo?
A lo que él le
responde:
—Sí, si quiere ser
teniente, sargento, capitán, pídame el rango que usted quiera.
Percibiendo que había
algo de por medio, Maritza pregunta:
—¿Y todo a cambio de
qué?
Y él responde:
—Tiene que
prestármelo.
Perpleja, Maritza
vuelve a preguntar:
—¿Cómo?
Y él sencillamente responde:
—Sí, tiene que
acostarse conmigo.
El anterior es un ejemplo de la cosificación del
cuerpo femenino, pensado como objeto sexual al cual el hombre busca acceder[15].
El aprovechamiento de una posición de poder institucionalmente asignada[16]
para detentar deseos sexuales y propuestas denigrantes a quien se tiene a
cargo, implica, además, una distorsión de ese poder, que va más allá y canaliza
la subjetividad desde una posición que ubica a la mujer en desventaja.
Daniela, otra de las participantes,
comenta su experiencia sobre proposiciones sexuales por parte de su jefe;
indica que esto le sucedió varias veces durante seis meses y que lloraba cuando
el señor le decía esas cosas; además, menciona que existía una normalidad en el
acoso sexual, al punto de que era aceptado por todas las mujeres y tolerado por
los hombres: (…) «Era como una costumbre, para que usted se ganara algo,
tenía que haber sexo de por medio»
(...) «Todo lo que yo estaba
sintiendo (relacionado a ser víctima de acoso sexual) lo veían mal ellas»[17].
En un ejercicio realizado durante
el grupo focal con 15 mujeres, posterior a una explicación amplia sobre tipos
de violencia hacia la mujer, se les presentó una cartulina que identificaba cinco
tipos de violencia: económica, institucional, psicológica, física y sexual. En
la dinámica se facilitaron calcomanías que podían pegar en la cartulina, a cada
una se le indicó que, para cada vez que recordaran haber sido víctima de algún
tipo de violencia dentro del ámbito policial, pegaran una en el espacio que
estaba delimitado para cada tipo de violencia. Las calcomanías, a su vez,
representaban un nivel de intensidad, a saber: verde, indicaba una leve
situación de violencia; amarillo, medio, y naranja, intenso, según la forma en
que ellas lo percibían y cómo les había significado. Allí, se refleja que las
violencias mayormente vividas son: psicológica, en primer lugar, sexual, en
segundo lugar, e institucional, en tercer lugar. En la figura 2 se refleja lo
indicado.
Figura 2. Resultado de grupo focal
con mujeres policía de la Dirección Regional de San José
Fuente: Elaboración propia a partir
de grupo focal (2019).
Esta sección resume los diferentes momentos, desde la
información recabada, en que las mujeres policía identifican formas simbólicas
(acciones, gestos, actitudes) y físicas de la violencia. Angie[18],
otra mujer policía entrevistada, comenta que en la segunda delegación en la
cual trabajó, en el 2014, también fue víctima de hostigamiento sexual por parte
de su jefe:
Él siempre me pedía
que me quedara ayudándole a redactar algunos documentos al final del día,
cuando ya todos se iban. Un día trató de darme un beso en la boca, pero yo me
la tapé con la mano. Me fui rápido para el baño, a llorar, porque no sabía qué
hacer. En ese momento me pasaban mil cosas por la cabeza, porque bueno, decían
que él tenía mucho poder y tal vez me podía perjudicar; máxime que yo estaba en
el estatuto todavía. Entonces, yo pensé que no me iba a dejar. A partir de ese
momento, eso fue cosa de todos los días y yo no me dejaba, lloraba después
cuando estaba sola. Y para colmo, la gente murmuraba cosas, entonces yo me
sentía muy mal porque todo el personal me juzgaba y nadie sabía por las que
estaba pasando (…) Es que era mi jefe, entonces yo no podía hablarle feo, yo me
iba siempre cuando él se ponía en esas, pero me sentía como una chiquita, yo no
sabía qué hacer, yo tenía miedo porque todavía no estaba en el estatuto, me
podía echar o me podía trasladar, tenía miedo. Yo pasaba llorando todo el
tiempo. En esa época terminé con mi novio porque no quería que ningún hombre se
me acercara.
La anterior es una experiencia
suscitada en una situación donde se aprovecha esa posición de poder y se
traslapa la función policial con la búsqueda de generar un espacio para acosar.
Es importante indicar que la gran mayoría de situaciones se dan cuando se encuentra
a solas con el jefe, además de que este propicia los momentos para ello, lo
cual le genera a la mujer una fragilidad que se refuerza con el miedo de las
represalias que pueda tomar su superior si no se somete a sus órdenes[19].
Un ejemplo de ello lo comenta Maritza[20]:
Cuando quedé
embarazada la segunda vez, fue una sorpresa, entonces me empiezo a cuidar y se
me presenta un problema personal, entonces hablo con el segundo jefe en ese
momento y negociamos dos días porque tenía que ir hasta Guanacaste con mi otro
chiquito. Entonces me dice «tranquila váyase y
esos 2 días se los rebajos de las vacaciones». Pero todo lo hicimos de boca, no
hicimos nada por escrito. Y el jefe, que no me quería, aprovechó la oportunidad
y me mandó dos ausencias; a nivel del Ministerio, dos días de ausencia equivale
a despido sin responsabilidad y yo ya tenía 15 años de ser policía. Cuando me
llega la baja empiezo con estrés laboral y tenía que ir a la clínica porque
empecé con sangrados. Entonces eran 12 horas de pie con todo el equipo completo,
arma, chaleco, de todo menos radio y sola. Y cuando llegaba a entregar el arma,
con las mismas me tenía que ir nuevamente a la clínica porque estaba otra vez
con sangrados, así me tuvo ese tipo como dos meses, hasta que un 14 de agosto,
amanecer 15, yo perdí a mi bebé. Y entonces archivaron la causa de la baja. Al
regresar de la recuperación, me entregaron el traslado a la delegación de
Desamparados.
Esto denota la utilización de la
institucionalidad como recurso para ejercer la voluntad personal. Permite
entender la forma en la que los hombres que se encuentran en situación de poder
aprovechan los lineamientos institucionales para ejercer su voluntad[21], al
apelar a posibles afectaciones personales graves, que alcanzan incluso
despidos. Son consecuencias que se expanden a terceros, en este caso, y de
acuerdo con la interpretación de los hechos desde la mirada de la policía que
los vivió y fue despedida, le originó un fuerte estrés que pudo haber sido el
causante de los sangrados que, tiempo después, le costaron la pérdida de su
bebé.
Según Berger[22],
los espacios de la sociedad se delimitan del mismo modo en que son socializadas
las personas; se definen y determinan mediante la socialización de los
individuos que, al internalizarlos, reproducen los significados aprendidos, las
formas de actuar y el comportamiento en general. Esto, aunado a la subcultura
existente en las delegaciones de San José, podría explicar el comportamiento de
los jefes de Maritza, Angie, Carla y Daniela. Sin duda, en algunos casos el
hombre policía, en sus diversos cargos, se siente con la potestad y comodidad
de ejercer, según su voluntad por ser hombre, coerción disfrazada de órdenes,
que transgreden los derechos e integridad de las mujeres[23].
Lo relatado en esta
sección, en función con los antecedentes encontrados, permite entender que es
una problemática que se da en otros países y que también se repite la situación
de falta de acompañamiento y cohesión de grupo entre las mujeres, sororidad
como se le llama a esta «sintonía»[24]. El tema de acoso
sexual es un común denominador, tanto en este caso como en el que indica la
investigadora Rosalía Zingales en Venezuela[25]. Aunque el hostigamiento sexual se encuentra identificado
como una problemática dentro de la Fuerza Pública, los esfuerzos
institucionales no han logrado eliminar el comportamiento. Desde 1995, el MSP
cuenta con una Política Institucional Contra El Hostigamiento Sexual. Para el
2013, con la Política de Igualdad y Equidad de Género, e inclusive en su plan
de implementación (establecido dentro la misma política), se establece como
meta que, al 2017, «Existe un compromiso institucional de cero tolerancias del hostigamiento/acoso
sexual». Sin embargo, es claro que al 2019
esto no había podido ser asumido por la mayoría del personal de la institución.
De acuerdo con datos recopilados en las encuestas realizadas a las mujeres
policía para la presente investigación, el 56 % de las mujeres respondió de
manera afirmativa a la pregunta: ¿Se ha sentido acosada
(hostigada/perseguida) por sus compañeros de trabajo?
Los relatos de Maritza y Angie no distan de lo que reza la
teoría existente sobre la temática; Torns et al. explican
que el acoso sexual es una expresión de poder patriarcal que se encuentra
presente en las relaciones jerárquicas laborales y lo mencionan como una
dinámica más relacionada con el poder que con el ejercicio de la sexualidad
propiamente[26]. Esto
se refleja en la mayoría de las entrevistas realizadas, ya que, a pesar de que
las mujeres entrevistadas pertenecen a un grupo etario diferente y no se
conocen entre ellas, la historia de Maritza se repite desde otros ojos.
De acuerdo con el relato de Angie, se percibe la existencia
de una percepción negativa al realizar una denuncia contra alguien dentro del
mismo cuerpo policial. Esta protección, apartada de la normativa nacional,
tiene –inclusive– similitudes con las pandillas del crimen organizado (otra
subcultura), donde, según el Estado de la Región[27], los
códigos de honor se usan «como mecanismo para asegurar la cohesión interna y la sobrevivencia
del grupo».
En este segmento se relatan los sentimientos de las
mujeres policía por medio de las situaciones vividas en su labor. Estas hablan
del dolor y de los traumas que cargan y de las repercusiones que esto acarrea
en su salud física y mental. Después de haber vivido una incitación, Maritza[28]
comenta:
Y después sentí
frustración porque uno no podía hacer nada, en aquel entonces, no había ningún
ente que lo escuchara a uno o que lo defendiera. Y yo no me iba a dejar de
nadie, o sea, que se olviden. De hecho, entré en una depresión muy fuerte y lo
que hacía era llorar. Entonces, a mí se me arrimaban compañeros a decirme que
era bonita y hasta eso me desencadenaba episodios depresivos. Pero sí, mi forma
de reaccionar a solas era llorar y yo me sentía culpable por ser amable con
ellos, porque tal vez había sido muy amable. Pero no era yo. Y con el tiempo
llegué a comprender eso, que no era culpa mía. Si, no, di (sic.), está uno en
un ambiente muy machista porque hasta la fecha sigue siendo un ambiente muy
machista para una mujer.
Las consecuencias de los actos
llevados a cabo por las jefaturas no solo afectan la psique, sino que afecta al
cuerpo, se transforma en sufrimiento. Dar voz a estas situaciones permite
evidenciar y poner en discusión esta problemática tan celada que afecta
directamente el ambiente laboral. Siguiendo esta línea, al consultarle a las
mujeres sobre su percepción del ambiente laboral dentro de la Fuerza Pública,
de acuerdo con su vivencia personal en términos de machismo, llama la atención
que solamente el 6 % del total de mujeres entrevistadas considera a la Fuerza
Pública un ambiente libre de machismo, lo que antagoniza con el 43 % que
indican que es «machista» o «muy machista».
Cabe destacar que, aunque el 51 %
indica que es un ambiente con «algunas
manifestaciones de machismo»,
existe la posibilidad que la normalización de la violencia en la subcultura
genere un sesgo para las mujeres que dieron esta respuesta, lo cual podría
implicar que fueran más altos los indicadores de machismo presentes. En la figura
3, se indica la percepción de las mujeres.
Figura 3. Percepción de las mujeres policía
sobre el ambiente laboral en la Fuerza Pública
Fuente:
Elaboración propia a partir de la encuesta desarrollada (2019).
Cuando se habla de machismo, se
recurre a pensar en todas las actitudes, expresiones y conductas que
transgreden o afectan la integridad de la mujer en la sociedad. En el proceso
de socialización de las personas, estas conductas naturalizadas son aprendidas
y llevadas a la práctica durante todas las etapas de la vida, desde el
nacimiento[29]. Al
tomar esto en consideración, convendría investigar la cantidad de mujeres que
han naturalizado estos comportamientos y que, en consecuencia, no los
identifican como relacionados con machismo y violencia de género.
Aunada a la identificación o no del machismo presente
en la cotidianidad laboral, existe otra percepción relacionada con la violencia
de género que salió a relucir y que se relaciona con la estructura jerárquica
propia de un cuerpo policial[30]:
Yo me sentía muy mal porque él se aprovechaba del
trabajo que él tenía y como yo era una simple policiíta
(sic.), pero yo gracias a Dios no accedí a los deseos de él y por eso me siento
muy orgullosa, pero no crea, yo lloraba y lloraba y lloraba.
En todas las narraciones que se recabaron mediante
entrevista, se denota una marcada sensación de inferioridad frente a un cargo
superior. Como se mencionó previamente, esto se debe a varias razones, una es
el hecho de que la Fuerza Pública es la evolución de un otrora cuerpo militar y
que, por su organización piramidal, debe respetar la cadena de mando
estrictamente. Esto abre paso a que las dinámicas de poder permeen el ámbito
personal, que acarrea situaciones como las relatadas a lo largo del artículo, entre
ellas intimidar con acciones como el despido. El llanto, como medio de desahogo,
y la depresión son parte de las consecuencias más fuertes que destaca en las
entrevistas[31]. En
la figura 4 se presenta las principales formas de violencia que han vivido
estas mujeres en el cuerpo policial de San José.
Figura 4. Ondulación por situaciones de violencia y
acoso en contra de la mujer policía
Fuente: Elaboración propia a partir de la encuesta
desarrollada (2019).
Dentro de los hallazgos resalta el
hostigamiento sexual, persecución por pares policiales, la violencia verbal
donde se hace énfasis en los comentarios sexistas y denigrantes contra la
función que ejecutan diariamente las mujeres, así como las intimidaciones y
amenazas. Por otro lado, en menor medida, pero aún con una incidencia
importante, se identifica amenazas de altos rangos, hostigamiento por parte de
otras mujeres y las amenazas a familiares. Sobre esto, Daniela[32]
relata:
Cuando un día, a las seis
de la tarde, yo voy, agarro mi caballo, lo baño y lo chaneo,
y lo voy y lo dejo en la cuadra y salgo a caminar, cuando me topo en el camino
a un señor que es el jefe mío y me dice:
—Venga acá.
Entonces yo, como él
es un jefe, lo sigo y él se saca el pene y me dice:
—Si usted me hace sexo
oral, no va a la Sabana a caminar.
Le dije:
—No señor, yo voy a
caminar.
Yo poco a poco fui
investigando la situación con los mismos hombres de ahí. Resulta que fulanita
no iba a caminar por esto o lo otro. Las mismas mujeres lo tenían mal
acostumbrado a él.
Esto le sucedió varias veces a lo
largo de seis meses, lloraba cada vez que pasaba; menciona, además, que existía
una normalidad en el acoso sexual, a tal punto que era aceptado por todas las
mujeres y tolerado por los hombres: (…) «Era como una
costumbre, para que usted se ganara algo, tenía que haber sexo de por medio». Asimismo, se
evidencia que la subcultura en la que se encontraba todas las mujeres
entrevistadas se había afianzado a tal nivel que inclusive el comportamiento
social a lo interno de la policía antagonizaba completamente con las normas
sociales generalizadas a nivel país: «Todo lo que yo estaba
sintiendo (relacionado a ser víctima de acoso sexual), lo veían mal ellas (...).
Logré hacer amigos, pero amigas no».
Nuevamente se evidencia la
existencia de la subcultura que descompone los valores de la sociedad
costarricense y los deforma hasta el punto en que las mujeres del cuerpo de
policía reafirman las conductas establecidas dentro de este círculo social.
Según datos del Instituto Nacional de la Mujer (INAMU), el porcentaje de acoso
sexual hacia la mujer es de un 97 %[33].
Daniela da fe de que ella no es la única que ha vivido esas injusticias, puede
dar testimonio de que hubo muchas más además de ella.
Con base en el marco normativo
establecido por la Convención de Belém do Pará (1996) y la Declaración sobre
la eliminación de la violencia contra la mujer de Naciones Unidas (1993), la
Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la
mujer (CEDAW) y la ley Contra el hostigamiento sexual en el empleo y la docencia
(Número 7476), el Estado puede ser cómplice de la
violencia institucional contra las mujeres cuando las personas funcionarias
públicas sean las que cometan cualquier tipo de violencia identificada en los
acápites anteriores incluidas –pero no limitadas– a la violencia psicológica,
sexual o física. Por ello, la violencia que se dé en el marco de una entidad
pública y desarrollada por alguna persona funcionaria pública es también
responsabilidad del Estado. De manera que, efectivamente, hay violencia
institucional contra las mujeres policías, ya que, de acuerdo con la
sistematización de encuestas, se evidencia que no solamente existe violencia
desarrollada por las personas oficiales de la DR-SJ, sino que se puede
argumentar legalmente que el Estado costarricense es cómplice de la violencia[34].
Maritza cuenta que, al momento de
entregar la documentación para interponer la denuncia, la persona que atendía
le pidió un momento y salió de su oficina, posteriormente tomó el teléfono en
la oficina contigua y le anunció al agresor que ella estaba denunciándolo,
afirmando luego: «Tranquilo mae, no te preocupés, del escritorio a la basura no pasa». A la fecha, Maritza
no ha recibido ninguna documentación administrativa al respecto.
Al consultarle a las participantes sobre
por qué no denuncian, se recibieron diferentes comentarios; sin embargo, la
mayoría relacionados con miedo a represalias[35].
Destacan los siguientes:
• «Y no pasa nada, uno denuncia y todo» (hace referencia a la
eficacia de las acciones tomadas en estos casos).
• «Uno no puede denunciar porque tendría que denunciar a
toda la delegación».
«Uno no tiene que trabajar con miedo ni vivir con
miedo, es uno de los principales derechos que tenemos como mujer».
• «Uno sabe que hay un tipo de violencia, pero lo que
pasa es que hay miedo, el miedo a denunciar».
En el caso de Angie, a mediados de
la década del 2010-2020, finalmente tuvo el valor de plantear una denuncia,
hizo la carta, la llevó a la Dirección Regional, a la Defensoría de los
Habitantes, a la oficina de equidad de género e inclusive fue a hablar con una diputada.
Cuando llegó a la delegación, posterior a la entrega de las cartas, ya toda la
delegación estaba enterada de lo que había hecho. «Pero
a mí no me importó, yo quería hacer valer mis derechos»[36].
Discriminación laboral mediante la división sexual del trabajo
En 1995, los grupos policiales eran
aún mayoritariamente compuestos por hombres y a las mujeres se les dificultaba
ingresar. En el caso de Carla[37],
ella tuvo que realizar cuatro intentos para ingresar a la Fuerza Pública y, aun
con los exámenes psicológicos aprobados, solo se le contrató hasta que llegó al
país una capacitación de Carabineros de Chile, que tenía como requisito la
participación de mujeres.
Y me dijeron que era
con la condición de que hiciera el curso en el Parque de la Paz. Éramos como 90
y quedamos solo como unos 40 porque el curso era muy duro. Después quedé
embarazada y me mandaban desde los tres meses de embarazo hasta casi los ocho
meses con una UZI (ametralladora) y una beretta;
tenía que quedarme todo el día de 5 a.m. a 5 p.m. de pie cuidando el portón,
fue muy duro. Había demasiada discriminación hacia la mujer, a nosotras no nos
querían para nada.
Esta aseveración se alinea con los
resultados de las encuestas desarrolladas; a continuación, se presentan las
figuras 5 y 6.
Figura 5. Porcentaje de exclusión
de actividades
Fuente. Elaboración propia con base
en las encuestas desarrolladas durante la investigación (2019).
Figura 6. Porcentaje de mujeres que
aseguran haber sido víctimas de discriminación dentro de la Fuerza Pública por «ser mujer»
Fuente: Elaboración propia con base
en las encuestas desarrolladas durante la investigación (2019).
A esta pregunta, el 59 % de las
mujeres respondió de manera afirmativa. Posteriormente, se les consultó si,
desde su punto de vista, estas discriminaciones se generaban por ser del género
femenino, para lo que el 45 % respondió afirmativamente. Inclusive, dentro de
los hallazgos identificados durante el proceso de investigación, se puede
observar que no es sino hasta el 2002 que la Fuerza Pública diseña uniformes en
función de la anatomía de las mujeres, lo que significa que, hasta ese momento
se visibilizan sus necesidades en términos de vestimenta. Por su parte, al
consultar sobre las reacciones que ellas percibieron al iniciar sus funciones
por parte de sus pares masculinos, la respuesta llama la atención. A pesar de
que el 47 % de las mujeres indicó haber percibido mucha aceptación, 10 %
mencionó rechazo y 29 % poca aceptación.
Figura 7. Reacciones de masculinos
policías al inicio de labores de mujeres policía
Fuente: Elaboración propia con base
en las encuestas desarrolladas durante la investigación (2019).
La división sexual del trabajo se
asienta sobre la tesis de que las mujeres y los hombres deben tener ocupaciones
específicas dependiendo del sexo biológico con el que nacen, lo que desvaloriza
la fuerza de trabajo de las mujeres. Jaruregui
asegura que «las diferencias
naturales marcadas por la fisiología y la anatomía femenina y masculina han
sido distorsionadas y dado lugar a discriminaciones sociales que perjudican,
marginan y oprimen a la mujer»[38], lo cual ha sido
presente en las experiencias contadas por estas mujeres.
Por otro lado, al respecto de la
división sexual del trabajo, al consultarle a las mujeres sobre su percepción
en la asignación equitativa de tareas con el fin de profundizar sobre una
diferenciación por género, el 53 % afirmó que la división del trabajo se
generaba basada en el género de la persona.
Finalmente, se consultó a las
mujeres encuestadas sobre cuál era el porcentaje de confianza que percibían
sobre las labores de policía que ellas desarrollaban. Las respuestas se
repartieron de la siguiente forma: 55 % considera que sus pares policías
masculinos confían mucho en sus capacidades; sin embargo 31 % respondió que
confían poco en sus capacidades y 14 % que confían muy poco en sus capacidades.
En la figura 8 se muestra los resultados al consultarle a las mujeres su
percepción sobre la diferenciación en la asignación de actividades según género.
Figura 8. Percepción sobre la
asignación equitativa de tareas
Márgenes indicativos que
manifiestan que existe una diferenciación por género. Fuente: Elaboración
propia con base en las encuestas desarrolladas durante la investigación (2019).
Otro
ejemplo de violencia hacia la mujer se rescata con base en la información
recabada durante el grupo focal. Allí, se evidenció que pocas mujeres en las
delegaciones tienen permiso de manejar las unidades móviles, esto debido a la
percepción colectiva de que «las mujeres manejan mal». Esto no significa, de ninguna manera, que sea una
acción oficialmente prohibida para las mujeres, sin embargo, no se les «permite» socialmente en sus equipos; inclusive, algunas de las participantes
mencionaron que hay ocasiones en las que los hombres las «dejan» manejar, pero es para «tocarlas»: «A una compañera incluso llegaron a tocarla, porque ella maneja, entonces
mientras ella iba manejando la tocaron».
Borderías señala la evolución teórica sobre cómo se debía
progresivamente reclutar mujeres en los trabajos, especialmente los que históricamente
habían sido realizados por hombres[39].
Inicialmente, la teoría planteaba que el rechazo consistía en las capacidades
físicas de las mujeres; sin embargo, posteriormente se evidenció que se basaba
en el rechazo masculino de integrar la diferencia sexual en su cultura del
trabajo, ya que, en estos campos laborales, significaba que las mujeres debían
negar «la especificidad femenina»[40]. Posteriormente, en la década de 1980, Adele Pesce desarrolla la tesis
de que, contrario al criterio de la eliminación de comportamientos femeninos,
se debe valorar las especificidades que ambos géneros aportan al puesto a
ocupar. En el caso de Maritza, esta desvalorización la tiene muy clara, ya que
la ha vivido y, sin embargo, asegura: «Yo me metí en Fuerza Pública, yo tengo
que dar la talla y más porque soy mujer y tengo que demostrarle a los demás que
no por ser mujer soy el sexo débil».
Se retoma el artículo 2 de la CEDAW,
Discriminación contra la mujer: «Toda distinción,
exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o resultado
menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, es
violencia».
A esto se agrega los hallazgos de las encuestas desarrolladas en la
investigación y las afirmaciones de las entrevistas realizadas[41],
donde resalta: «Ellos no aceptaban, el
decir de muchos era que no, para qué mujeres en la policía, que el trabajo de
policía era de hombre, que ahí no se ocupaban mujeres y todo lo que nosotras
hacíamos no era bueno para ellos».
Conclusiones
De manera general, se identifican
serias manifestaciones de machismo y acoso sexual. Los ofrecimientos, manoseos
y ofensas verbales que reciben las mujeres policías en la Dirección Regional de
San José, son pruebas de ello. Esto produce consecuencias en las mujeres que
sufren este tipo de agresiones por parte de sus compañeros hombres, los cuales
se manifiestan desde su posición de «hombre» (tal como es
construida esta imagen socialmente y las implicaciones que acompañan a esta) y
de su posición superior en la escala de mando como, por ejemplo, teniente,
comisionado u otro puesto que se le
confiere desde la institución, lo cual hace que las manifestaciones de
violencia vengan de dos asideros principales. Sobre la división sexual del
trabajo, es claro que, dentro de la subcultura de la Fuerza Pública, en la
mayor parte de los escenarios, de acuerdo con el trabajo de campo realizado,
las mujeres y los hombres deben tener ocupaciones específicas, dependiendo del
sexo biológico con el que nacen, lo que desvaloriza la fuerza de trabajo de las
mujeres.
A pesar de que esta investigación trabajó
con mujeres de San José de Costa Rica, de diferentes grupos etarios y con
diferentes años de experiencia en la Fuerza Pública, se concuerda, de manera
general, que la estructura organizacional se mantiene con grandes
manifestaciones de machismo. Asimismo, la investigación arroja datos
importantes al respecto de esta temática por cuanto el 59 % de las mujeres
entrevistadas afirma haber sido víctimas de discriminación por su género y el
45 % sentirse excluida de actividades por ser «mujeres».
Aunado a lo anterior, la marcada
estructura jerárquica que cuenta con mecanismos de control muy limitados,
perpetúa de manera cíclica los abusos de poder dentro de la estructura.
Pareciera evidenciarse que, dentro de la subcultura mencionada en la
investigación, el rol ideal en que la mujer se encuentra en equidad de cargas
laborales que las del hombre, ha mutado paulatinamente hacia un rol en el que,
en algunos casos, son las mismas mujeres quienes seducen a los jefes bajo la
estrategia de una vida más sencilla y con menos responsabilidades a nivel
laboral: «Se prestan al juego
del tipo porque por tener poder y estar cuidadas mantienen ese tipo de
relaciones»[42].
Por su parte, la brecha de la
equidad de género dentro de la Fuerza Pública se encuentra aun muy abierta. Las
mujeres que realizan sus denuncias saben que posteriormente serán señaladas
negativamente por haber querido valer sus derechos o que serán víctimas de
acoso laboral a lo interno de sus delegaciones. Asimismo, cabe destacar que hay
mujeres que realizan sus denuncias mediante redes sociales o bajo el anonimato
por causa del miedo de las represalias.
Una de las razones que encrudece la
brecha de equidad de género, es la poca participación de mujeres policía en
puestos de jefatura. Los mecanismos de selección para el ascenso, a nivel de la
estructura del cuerpo policial, requiere de mayor estudio para determinar por
qué las mujeres no acceden a puestos gerenciales al igual que los hombres. A
pesar de que la Política de Igualdad y Equidad de Género del Ministerio de Seguridad Pública (2013) plantea, en su
artículo 3, que uno de los principios rectores de la política es la igualdad y
equidad de género, ciertamente no se reconocen –aún– los significados, las
relaciones y las identidades construidas socialmente como resultado de las
diferencias biológicas entre los sexos, posibilitando el identificar (en un
mejor escenario) los obstáculos particulares que las mujeres enfrentan en razón
de esto. Llama la atención que el 20 % de las mujeres policía percibe que los
hombres policía rechazan o no aceptan, en algún grado, que la mujer se integre
a la Fuerza Pública.
Finalmente, respecto a la temática
de sororidad, las mujeres que participaron en el estudio afirmaron que la
sororidad no es fuerte dentro del relacionamiento entre ellas; esto se puede
atribuir a la subcultura mencionada previamente, la cual genera que muchas de
las experiencias vividas nunca lleguen a ser contadas ni siquiera a las
compañeras, de modo que se vive en el acoso diario y con el miedo constante de
hablar.
Recomendaciones
para el Despacho Ministerial del Ministerio de Seguridad Pública, como ente rector de los cuerpos
policiales en Costa Rica
En primer lugar, se subraya la necesidad de evaluar la
implementación de los protocolos y políticas existentes; se propone, además,
generar espacios de escucha permanente entre mujeres policía donde la sororidad
sea un principio fundante en la lucha contra el machismo y el abuso de poder.
Haber dado el espacio y la escucha significó, además, una catarsis que permitió
poner en papel el dolor y el sufrimiento vivido por estas mujeres.
El papel de la sororidad, de esa «sintonía»
entre mujeres, es un punto esencial; pues, más allá de los protocolos y leyes
que a veces no llegan a proteger a estas mujeres, existe una cotidianidad,
compañeras policía testigos y protagonistas de tales formas de violencia, quienes
pueden generar una fortaleza colectiva que fomente la escucha y la visibilización para prevenir que se sigan generando estas
situaciones y, sobre todo, evitar que queden impunes. Desde la
institucionalidad, se puede trabajar el aprovechar espacios ya existentes como
los Encuentros Nacionales de Mujeres Policía, así como con campañas de visibilización y empoderamiento femenino, en donde se
presenten resultados de investigaciones como esta, para visibilizar la
problemática y expresar la necesidad de ser aliadas en la lucha contra el
patriarcado institucionalizado, manifestado en quienes aprovechan su poder para
afectar a las mujeres en la Dirección Regional de San José.
Es medular generar una evaluación
de la implementación de la política de Equidad e Igualdad de Género, analizar
los mecanismos institucionales de respuesta, entender que el miedo que genera
denunciar y la falta de acciones institucionales son los dos grandes obstáculos
que impiden un adecuado abordaje. Entender la estructura de relaciones
interpersonales que se desarrollan entre diferentes puestos de alto mando
dentro de la organización, permite entender que, al estar ocupados por hombres,
se vuelven aliados para callar las denuncias y dejarlas sin efecto, de modo que,
el acceso a un proceso formal de investigación y sanción debe ser desarrollado
por medios alternos que no pasen por estas relaciones amistosas entre los
jerarcas policiales.
Formato de citación
según APA
Castrillo-Castrillo, S. (2022). Voces femeninas:
Manifestaciones de violencia de género hacia las mujeres en el cuerpo policial
de la Fuerza Pública en la Dirección Regional de San José durante el 2019. Revista
Espiga, 21(44), 100-125.
Formato de
citación según Chicago-Deusto
Castrillo-Castrillo, Sarah. «Voces femeninas:
Manifestaciones de violencia de género hacia las mujeres en el cuerpo policial
de la Fuerza Pública en la Dirección Regional de San José durante el 2019». Revista
Espiga 21, n.º 44 (julio-diciembre, 2022): 100-125.
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[1] Ministerio
de Seguridad Pública, Historia del Ministerio de Seguridad Pública, https://www.seguridadpublica.go.cr/ministerio/documentos/historia_msp.pdf
[2] En Costa Rica, la Fuerza Pública cubre el
territorio nacional mediante una subdivisión de 12 subregiones. La Dirección
Regional de San José, cubre la mayor parte del área metropolitana. En el país
hay 2829 mujeres oficiales de Fuerza Pública y 12 021 hombres oficiales, para
una relación de 19 %. Fuente: Ministerio de Seguridad Pública, n.d. «Estadísticas
Primer Semestre 2019», San
José.
[3] En la investigación de Pedro Santander (2011),
citado en Ibáñez (2003), menciona que la dicotomía mente/mundo es reemplazada
por la dualidad discurso/mundo. En esta visión, el lenguaje no se considera
solamente un vehículo para expresar y reflejar las ideas, sino un factor que
participa y tiene injerencia en la constitución de la realidad social. Es lo
que se conoce como la concepción activa del lenguaje, que le reconoce la
capacidad de hacer cosas (Austin, 1982) y que, por lo mismo, permite entender
lo discursivo como un modo de acción.
[4] Pierre Bourdieu, La dominación masculina
(Barcelona: Anagrama, 2006).
[5] Victoria Sendon de León menciona, en «¿Qué
es el feminismo de la diferencia?» (2000), que el concepto de mujer no existe, sino
que es más bien un constructo moldeable y definido según la historia y su
cultura en un momento específico.
[6] Luisa Margarita Collazo, «De la mujer a una mujer», Otras Miradas 5, n.° 2 (2005):
52-62, https://www.redalyc.org/pdf/183/18350201.pdf
[7] Bourdieu,
La dominación masculina…
[8] Ibíd., 162.
[9] Patricia Herrera, «Rol de género y
funcionamiento familiar», Revista Cubana de Medicina General Integral 16,
n.° 6 (2000): 568-573, http://scielo.sld.cu/pdf/mgi/v16n6/mgi08600.pdf
[10] Cruz Jaramillo-Bolívar
y Gladys Canaval-Erazo, «Gender Violence: An Evolutionary Analysis Of The
Concept». Revista Universidad y
Salud (2020),
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0124-71072020000200178
[11] José Vargas, «La culturocracia organizacional en México», Revista Violencia y salud mental (2000),
https://www.uv.mx/psicologia/files/2014/11/Violencia-y-Salud-Mental-OMS.pdf
[12] Ibíd., 32.
[13] Por respetuoso se entiende: «Que implica respeto o consideración hacia
alguien o algo». Respetuoso es la aplicación de un valor
moral en el cual una persona observa, reconoce las normas sociales y las
respeta mediante su aplicación práctica en el diario vivir y hacia las otras
personas. Por su parte, se entiende por irrespetuoso: «Que no muestra respeto o consideración» (RAE, 2022), cuando una persona no aplica ese valor
hacia otras personas. Para el marco de la investigación, se considera
irrespetuoso cuando una persona percibe que estas normas sociales no están
siendo aplicadas a su persona, por razones sin fundamentar.
[14] Anónimo 3, Entrevista Voces femeninas en la
Fuerza Pública de Costa Rica, 2019.
[15] Gemma
Sáez, Immaculada Valor-Segura y Francisca Expósito, «¿Empoderamiento o
subyugación de la mujer? Experiencias de cosificación sexual interpersonal»,
Psychosocial Intervention 21, n.° 1 (2012): 41-51,
https://scielo.isciii.es/pdf/inter/v21n1/04.pdf
[16] Max
Weber, Economía y sociedad (México: FCE, 1964).
[17] Anónimo 4, Entrevista Voces femeninas en la
Fuerza Pública de Costa Rica, 2019.
[18] Anónimo 2, Entrevista Voces femeninas en la
Fuerza Pública de Costa Rica, 2019.
[19] Cruz Jaramillo-Bolívar y Gladys
Canaval-Erazo, «Gender Violence: An Evolutionary Analysis Of The Concept», Revista Universidad y Salud (2020),
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0124-71072020000200178
[20] Anónimo 3, Entrevista Voces femeninas en la
Fuerza Pública de Costa Rica, 2019.
[21] Weber, Economía
y sociedad…
[22]
Peter Ludwig Berger, Thomas Luckmann y Joan Estruch, Modernidad, pluralismo
y crisis de sentido (Barcelona: Paidos Iberica, 1997).
[23]Jaramillo-Bolívar y Canaval-Erazo,
«Gender Violence…».
[24] Marcela
Lagarde, «Pacto entre mujeres: Sororidad», Revista Aportes. Asociación de
Administradores Gubernamentales (2012): 123-135,
https://www.asociacionag.org.ar/pdfaportes/25/09.pdf
[25] Rosalia Zingales,
«Vivencia del acoso sexual en el trabajo, afrontamiento y respuesta
institucional. Caso funcionarias policiales en Venezuela», Salud de los
Trabajadores 21, n.° 1 (2013): 41-56,
https://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-01382013000100005
[26] Alfonso Romero, Teresa Torns, Vincent Borràs
Català, «El acoso sexual en el mundo laboral: un indicador patriarcal», Sociología
del Trabajo, n.° 36 (1999): 57-78.
[27] Programa Estado de la Nación, Tercer
informe Estado de la Región Centroamericana en Desarrollo Humano Sostenible
(San José: PEN, 2008),
https://repositorio.conare.ac.cr/handle/20.500.12337/639
[28] Anónimo 1, Entrevista Voces femeninas en la
Fuerza Pública de Costa Rica, 2019.
[29] Berger, Luckmann y Estruch, Modernidad...
[30] Carla, Entrevista Voces femeninas en la Fuerza
Pública de Costa Rica, 2019.
[32] Anónimo
4, Entrevista Voces femeninas en la Fuerza Pública de Costa Rica, 2019.
[33] «Acoso
sexual en el trabajo», Instituto Nacional de la Mujer, acceso: 27 de agosto de 2019,
https://www.inamu.go.cr/acoso-sexual-en-el-trabajo
[34] Jaramillo-Bolívar y Canaval-Erazo,
«Gender Violence…».
[35] Grupo
focal, Investigación Voces Femeninas, 2019.
[36] Anónimo
2, Entrevista Voces femeninas en la Fuerza Pública de Costa Rica, 2019.
[37] Anónimo 3,
Entrevista Voces femeninas en la Fuerza Pública de Costa Rica, 2019.
[38] Jaruregui de G., citado por FUNPADEM, 2007
en: (…) «Un pasito
adelante y mucho por andar: Informe del estudio sobre discriminación laboral
femenina por razones de género en empresas textiles de las zonas francas de
Nicaragua».
[39] Cristina
Borderías, «La feminización de los estudios sobre el trabajo de las mujeres:
España en el contexto internacional (1969-2002)», Sociología del trabajo,
n.° 48 (2003): 57-124.
[40] La
autora se refiere a la especificidad femenina como las características y
habilidades que, desde la percepción general de una sociedad específica, aporta
una mujer. Cristina Borderías, «La feminización de los estudios sobre el
trabajo de las mujeres: España en el contexto internacional (1969-2002)», Sociología
del trabajo, n.° 48 (2003): 57-124.
[41] Anónimo
3, Entrevista Voces femeninas en la Fuerza Pública de Costa Rica, 2019.
[42] Anónimo
1, Entrevista Voces femeninas en la Fuerza Pública de Costa Rica, 2019.