Año
21, N.º 43: enero - junio 2022
Cannabis sin tabú:
Análisis de la situación del consumo de cannabis en Costa Rica
Paula
Camila Rodríguez-Villalta
https://orcid.org/0000-0002-4563-9196
Bachiller
en Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica (UCR), de Costa Rica.
Egresada de la Maestría Académica de Ciencias Políticas, de la UCR. Exasesora
en el Viceministerio de Juventud y especialista en temas de comunicación
política. Ha trabajado como asistente ad-honorem en la Municipalidad de Montes
de Oca (2018), en la Asamblea Legislativa de Costa Rica (2017) y en el
Viceministerio de la Presidencia (2015-2016). Temas de interés: seguridad
pública, políticas públicas sociales, migración, fronteras, territorialidad,
comunicación política, cooperación internacional. Correo: paula.rodriguezvillalta@ucr.ac.cr
Recibido:
29 de mayo de 2021
Aceptado:
12 de noviembre de 2021
Resumen
Al
igual que otros países latinoamericanos, Costa Rica ha motivado la discusión en
torno a la legalización del cannabis y la producción para uso industrial y
medicinal. En un contexto social marcado por una opinión pública polarizada, el
debate se ha centrado principalmente en su carácter ilegal y en su alto consumo
en la juventud costarricense, esto ha repercutido en las posibilidades de
legislar y desafiar el mercado ilícito del cannabis. Las discusiones sobre las
dinámicas de un abuso o uso del cannabis, debe ser analizada bajo una mezcla de
variables y factores etarios, geográficos, económicos y culturales. Lo
anterior, permite que esta investigación profundice en un análisis del fenómeno
del consumo del cannabis en la sociedad costarricense. Este proceso se realiza
con literatura, investigaciones y datos relacionados al consumo de esta
sustancia psicoactiva. Además, el artículo concluye en que se mantiene una
percepción negativa en torno a los diferentes usos del cannabis; no así, la
recepción y la respuesta a la que se exponen las personas motivan la expresión
de opiniones alternativas.
Palabras
clave
Cáñamo,
consumo de drogas, marihuana, opinión pública.
Cannabis
without taboos: Analysis of the situation of cannabis consumption in
Costa Rica
Abstract
Like other
Latin American countries, Costa Rica has motivated the discussion around the
legalization of cannabis and production for industrial and medicinal use. In a
social context marked by a polarized public opinion, the debate has focused
mainly on its illegal nature and its high consumption among Costa Rican youth;
this has had an impact on the possibilities of legislating and challenging the
illicit cannabis market. Discussions about the dynamics of cannabis abuse or
use should be analyzed under a mixture of geographical, economic and age group
variables and factors. This allows this research to further an analysis of the
phenomenon of cannabis use in Costa Rican society. This process is carried out
with literature, research and data related to the consumption of this
psychoactive substance. In addition, the article concludes that there is a
negative perception around the different uses of cannabis; not so, the
reception and response to which people are exposed that motivate the expression
of alternative opinions.
Keywords
Hemp, drug
use, marijuana, public opinion.
Cannabis sans tabou: Analyse de la situation de sa consommation au Costa
Rica
Résumé
Tout comme
d’autres pays latino-américains, le Costa Rica a éveillé la discussion autour à
la légalisation du cannabis et de sa production pour l’utilisation industrielle
et médicale. Dans un contexte social marqué par une opinion publique polarisée,
le débat se centre principalement sur son caractère illégal et la haute
consommation chez la jeunesse costaricienne, ce qui a des répercussions dans
les possibilités de réglementer et défier le marché illicite du cannabis. La
discussion sur les dynamiques d’un abus ou un d’usage du cannabis doit être
analysée sous une perspective intégrale des variables et des facteurs
géographiques, économiques, culturels et d’âge. Compte tenu de ce qui précède,
cette recherche approfondie, à travers d’une analyse, le phénomène de la
consommation dans la société costaricienne. Pour ce faire, on part de la
littérature, les recherches et les données rapportées à la consommation de
cette substance psychoactive. Finalement, cet article conclue par la mise en
évidence que la perception négative concernant les différents usages du
cannabis continue à être présent ; cependant, l’expression des opinions
alternatives est motivée grâce à réception et à la réponse auxquelles les
personnes sont exposées.
Mots-clés
Chanvre, consommation des drogues, cannabis, opinion publique.
Introducción
El
consumo de cannabis en Costa Rica se encuentra despenalizado; sin embargo, la
venta, cultivo, producción y distribución, es ilegal. En los últimos 25 años,
el consumo de esta sustancia ha crecido en el país. En 1990, solo un 0.4 % de
la población se consideraba consumidor activo en el último mes, mientras que
para el 2015 alcanzaba un 3.2 %[1].
Además, según datos del Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia
(IAFA), en 1990 se tenían dos casos de nuevos consumidores por cada mil
abstemios, mientras que para el 2015 eran diez por cada mil[2].
En
primera instancia, es regular escuchar una confusión entre los términos
marihuana, cáñamo y cannabis. A grandes rasgos, la marihuana y el cáñamo provienen
de la misma especie llamada Cannabis
Sativa L[3]. De
esta se presentan variedades como la Cannabis
Sativa Indica, Cannabis Sativa Sativa y Cannabis
Sativa Ruderalis[4].
Cada una de estas tiene niveles de tetrahidrocannabinol (THC) y cannabidiol
(CBD) distintos, lo cual las hacen idóneas para su producción en términos
medicinales o recreativos. De estas confusiones y terminologías, la población
no ha logrado diferenciar cada una de las plantas en un mercado, que es
irregular e ilegal en su producción y venta. Por lo anterior, mucho de su
consumo puede ser sintético o incluso un producto no cannábico y así se vende a
la población consumidora.
Aunque
esto se podría considerar una gran problemática a nivel de salud pública,
existe un debate abierto sobre la necesidad de generar un comercio regulado en
la venta y cultivo de cáñamo para su uso medicinal y recreativo. En Costa Rica
se están generando avances en esta materia. El 11 de noviembre del 2020, la
Comisión de Ambiente de la Asamblea Legislativa de Costa Rica dictaminó como
afirmativo el proyecto que regula las licencias para la siembra,
industrialización y actividades de investigación con el cannabis medicinal[5].
Meses después, el partido oficialista presenta un proyecto para la regulación
de la producción, consumo y venta del cannabis y sus derivados[6]. Y
el 2 de marzo del 2022, luego de un veto presidencial para reformar algunos
artículos del texto original, se firma la Ley N° 10.113 llamada: «Ley del
Cannabis para uso Medicinal y Terapéutico y del Cáñamo para uso Alimentario e
Industrial»[7].
Esta norma permite regular el uso del cannabis, y sus derivados, para uso
medicinal y terapéutico, únicamente. Todo lo anterior, basado en el derecho a
la salud.
Ahora
bien, recientemente se dio la discusión y aceptación dentro del primer poder de
la República de Costa Rica sobre el consumo de cannabis para uso medicinal. Sin
embargo, esto no quiere decir que la sociedad piensa o entiende lo mismo sobre
la situación del consumo de la sustancia como tal. Por lo anterior, parece
necesario realizar un abordaje desde los factores sobre el consumo de cannabis
presente en la sociedad. Ante esto, en este artículo se desarrolla un análisis
exploratorio de la literatura, informes, análisis de datos e investigaciones
relacionadas al consumo de sustancias psicoactivas como el cannabis. Además, se
pretende abordar este análisis desde tres puntos: 1) la teoría que explica cómo
se comportan las personas consumidoras y los factores asociados a ellas, 2) las
características de las personas consumidoras de cannabis en Costa Rica y 3) la
opinión pública. Estos factores permiten entender el fenómeno del consumo desde
la sociedad y no verlo únicamente desde los datos sobre los efectos, negativos
o positivos, de su uso. La posibilidad de indagar bajo estas dimensiones ofrece
una visión amplia de cómo entender un problema bajo los factores estudiados y
los datos que existen.
Para
hablar sobre las personas consumidoras de la marihuana, o de otra droga legal o
ilegal, es importante conocer lo estudiado en torno de sus factores. No solo se
habla de investigaciones a nivel nacional, también de aquella literatura que
sirve para entender a nivel conceptual distintas variables sobre el fenómeno de
esta investigación. Aunque esto implica que se debe reconocer variantes
temáticas de distintas áreas de las ciencias sociales, como la psicología o
sociología, estos aportes permiten identificar aspectos más allá de las
observaciones políticas o macroeconómicas que se establecen alrededor del
consumo, cultivo, venta y distribución de la marihuana.
En
el artículo de García Aurrecoechea et al.[8], se menciona que los factores asociados
al consumo de sustancias psicoactivas se definen en función de su proximidad
con el fenómeno y pueden clasificarse en individuales, microsociales y
macrosociales[9].
Entre los factores macrosociales se incluyen variables de tipo geográfico,
económico, demográfico y social, que es posible integrar a partir de censos y
encuestas poblacionales. Existen, además, otros grupos como los microsociales,
que incluyen aspectos del entorno familiar, educativo, laboral, entre
compañeros o padres. Otro factor se asocia a los individuales, que son aspectos
desde la visión del autoestima, presencia afectiva o trastornos de
comportamiento[10].
En
el caso de México, en esta investigación se denota que, de 64 municipios
mexicanos, todos tienen condiciones macrosociales para posicionar a su
población en un alto o muy alto riesgo del uso de sustancias. Por tanto, pueden
considerarse objetivos clave para la creación de unidades asistenciales para el
consumo de sustancias psicoactivas. Cabe señalar que, factores como la
ubicación de un municipio, sea dentro de una ruta de narcotráfico o producción
(volumen de incautaciones de drogas), el consumo en la población estudiantil,
la presencia de lugares de venta de alcohol y la desigualdad entre la
población, son considerados como los factores macrosociales de mayor riesgo de
consumo de sustancias, mientras que las variables poblacionales tuvieron la
menor ponderación.
En
este sentido, se puede decir que al menos un factor en cada uno de los
diferentes tipos de indicadores considerados tuvo una influencia decisiva en el
índice de riesgo macrosocial obtenido. Es decir, aquellos que tienen relación
directa con el uso, en este caso: estado de prevalencia de uso en la población
estudiantil; aquellos con una relación causal más o menos directa, como los
sitios que tienen un impacto en el suministro de alcohol u otras sustancias;
aquellos que involucran una relación asociativa o correlacional con el uso, en
este caso, la percepción de fácil acceso a las sustancias (conocimiento de
venta y uso en la calle) y factores estructurales, específicamente aquellos que
denotan condiciones de desigualdad entre la población , como un índice de
desarrollo humano bajo y un coeficiente de Gini alto[11].
Hawkins
et al.[12]
trabajan un análisis intenso sobre los conceptos que a nivel global permiten
identificar los principales riesgos y factores de protección necesarios ante el
problema del consumo de alcohol y sustancias psicoactivas en población
adolescente. En su texto, al igual que en el de García Aurrecoechea et al.[13], se
menciona que, para generar estrategias efectivas para la prevención del uso de
alcohol y sustancias psicoactivas, uno de los principales focos es el factor
del riesgo[14].
Desde el punto macrosocial, la población está expuesta a diferentes tipos de
riesgos según alguna condición: geográfica, económica o clase social. El factor
geográfico es determinante para la accesibilidad al consumo o venta de alguna
droga, principalmente, porque se necesita de un tráfico activo consistente para
mantener la demanda. Ahora bien, estos espacios de ruta también pueden
considerar zonas de inseguridad o vulnerabilidad.
Parece relevante analizar con detalle estos factores trabajados
por Hawkins et al.[15], por considerarse un aporte desde una base teórica que puede ser
valorado luego con datos de la actualidad. Los autores expresan que es difícil
determinar qué factores de riesgo o combinación de factores de riesgo son más
virulentos, cuáles son modificables y cuáles son específicos del abuso de
sustancias psicoactivas en lugar de factores genéticos que contribuyen a las conductas problemáticas, en este
caso, de los adolescentes.
También es importante mencionar, como lo hace la Organización
Panamericana de la Salud[16]
en su análisis sobre los efectos sociales
y para la salud del consumo de cannabis sin fines médicos, que existen
áreas que requieren más investigación ante el consumo de cannabis en el mundo.
Una de las principales razones es que algunos estudios sobre los factores de
riesgo y de protección del consumo de la sustancia se han enfocado en países de
ingresos altos, cuando existe una gran incertidumbre sobre los factores de
riesgo en países de ingresos bajos y medianos[17].
Otro de los puntos
importantes por tratar, previo a un análisis más profundo, es qué se entiende
como «factores de riesgo», este término se usa para describir factores individuales
o sociales que predicen un riesgo elevado de padecer una enfermedad o una
afección de salud indeseable[18].
Esto no quiere decir que los «factores de
riesgo» producen un inicio del consumo de la
sustancia, pero se asocian a un consumo de alto riesgo, trastornos o el llamado
consumo nocivo de cannabis. Sin embargo, las investigaciones, en 1992[19],
permitieron identificar los factores de riesgo del uso indebido de sustancias
para una posible intervención preventiva, no así para una fórmula total de
prevención a esto. A continuación, se analizarán estos factores trabajados por
los autores en dos vías: los factores de contexto y los factores individuales o
interpersonales.
En el caso de los factores de contexto social, es a partir de
valores y estructuras que forman una sociedad. Por ejemplo, se ha demostrado
que los cambios en las normas culturales, en las definiciones legales de
ciertos comportamientos y en los factores económicos están asociados con
cambios en los comportamientos relacionados con el uso de drogas y en la
prevalencia del abuso de drogas[20].
El primer factor que se
menciona es el de las leyes y normas
favorables al comportamiento, el cual se enfoca más en los efectos de la
ley sobre el consumo de alcohol. Estas leyes han estado orientadas en tres
puntos: a) impuestos, b) leyes sobre a quién se le vende el alcohol y, c) leyes
que regulan la venta de alcohol. Sobre este punto, es importante destacar una
observación: el regular las leyes de la edad permitida para tomar alcohol en
las personas jóvenes, aumenta las tasas de consumo y los accidentes relacionados
a estos[21].
Al aumentar la edad permitida, la tasa de accidentes e intoxicación baja[22]. Otro de los puntos es sobre la regulación en el precio, ya que
aunque existe una regulación de la venta y del precio, el tráfico ilícito
seguirá estando ante la demanda de precios más bajos y menos restricciones para
obtenerlo[23].
El
segundo punto es el de la disponibilidad de las drogas en la sociedad.
Este fenómeno depende, principalmente, de las leyes y normas de la sociedad
misma. Sin embargo, el uso de las drogas es lo que puede generar una variación
en la disponibilidad. Este factor, ya sea por la zona geográfica o por el
estatus económico, hace que el consumo de las drogas pueda variar en las
investigaciones.
El
tercero se refiere a las privaciones económicas extremas,
donde desventajas como la pobreza, hacinamiento y viviendas precarias, están
asociadas al aumento en los problemas de conducta y delincuencia de la niñez.
Sin embargo, estos factores no se han visto asociados al consumo de sustancias
psicoactivas en la población adolescente; solo cuando la pobreza es extrema y
ocurre junto con problemas de comportamiento en la niñez, se ha demostrado que
aumenta el riesgo de problemas posteriores de alcoholismo y drogas[24].
El cuarto factor
se asocia a la desorganización del barrio,
el cual sucede principalmente en espacios donde hay densidad poblacional y una
carencia de vigilancia de los lugares públicos. Aunque pocos estudios sobre la
desorganización del vecindario han examinado explícitamente su relación con el
abuso de sustancias psicoactivas, se considera que las altas tasas de
participación de las sustancias psicoactivas en personas jóvenes se pueden
esperar tras un deterioro en la socialización y supervisión de los padres
asociado con la desorganización del vecindario.
La presencia de ciertas características individuales o del
contexto personal pueden estar asociadas con el abuso del consumo de sustancias
psicoactivas en la población joven. A estos factores se les denomina los
individuales o interpersonales.
El
quinto factor es el fisiológico, en el cual se debe
mencionar la existencia de una precaria elaboración investigativa en cuanto a
este factor asociado a otra droga que no sea el alcohol. Empero, es relevante
entender que hay ciertos rasgos bioquímicos del cuerpo humano asociados con la
problemática, algunos en relación con la genética y los rasgos entre los padres
y sus hijos. Aunque sí existe una relación entre los hijos de padres
alcohólicos, esto no implica que es un factor determinante, pero sí uno de los
vinculantes.
El
sexto factor es el de las actitudes y comportamientos familiares sobre el alcohol y
drogas, en este, al igual que en el anterior, se identifica una relación
entre el uso de drogas por parte de los padres y el uso de sustancias psicoactivas
por parte de los adolescentes; aunque existe esta relación, las actitudes
permisivas de los padres hacia el uso de sustancias psicoactivas, según lo
perciben los jóvenes, pueden ser de igual o mayor importancia que el uso real
de sustancias por parte de los padres para determinar el uso de estas por parte
de los adolescentes.
El
séptimo factor es el de las deficientes e inconsistentes prácticas de
gestión familiar. Este se centra en las diferencias disciplinarias entre
los padres y madres hacia las personas jóvenes. Principalmente, las técnicas de
control materno han sido más efectivas que las paternas. Los patrones de
control de las madres, que incluían el establecimiento de requisitos claros
para el comportamiento responsable, llevaron a un menor uso de marihuana,
mientras que el uso de la culpa por parte de las madres para controlar se
correlacionó con un mayor uso de drogas[25]. Este
factor, al igual que muchos en esta investigación, pueden considerarse, en la
actualidad, faltos de mayor análisis, desde muchos ámbitos, pero desde uno
donde se reconocer los roles de género en la construcción de una familia. Así
es como Martínez[26]
establece que el comportamiento de cualquier persona dependerá de las
relaciones que se presenten en su contexto familiar.
El
octavo factor corresponde a los conflictos familiares; el principal
hallazgo de esto es que, aunque los niños de hogares rotos por problemas
matrimoniales corren un mayor riesgo de delincuencia y consumo de drogas, no
parece haber una contribución directa e independiente de los «hogares rotos»
con el comportamiento delictivo[27]. El noveno factor
es el de escaso vínculo familiar. Las
interacciones entre padres e hijos caracterizadas por la falta de
cercanía y la falta de participación materna en las actividades con los niños,
parecen estar relacionadas con el inicio del consumo de drogas[28].
El
décimo corresponde a las conductas problemáticas tempranas y
persistentes, para lo cual, las investigaciones han indicado que los niños
irritables, que se distraen fácilmente, con traumas de temperamento, que
peleaban a menudo con sus hermanos y con comportamientos pre infractores de la
ley tenían más probabilidades de consumir drogas en
la adolescencia[29]. El
undécimo tiene relación con el fracaso académico, se ha descubierto que
el bajo rendimiento escolar predice la frecuencia y los niveles de uso de
sustancias psicoactivas ilegales. Sin embargo, no se ha logrado indicar cuándo
este rendimiento se convierte en una categoría estable sobre el abuso de sustancias
psicoactivas.
Para el factor
duodécimo se encuentra el bajo grado
de compromiso con la escuela, con el cual se puede ver que el uso de
alucinógenos, cocaína, heroína, estimulantes, sedantes o tranquilizantes, sin
receta médica, es significativamente menor entre los estudiantes quienes
esperan asistir a la universidad que entre quienes no planean ir a la
universidad[30]. El
decimotercero es el rechazo de los compañeros en los grados de
primaria, aunque es uno de los más complejos de relacionar con el abuso de
sustancias psicoactivas, se puede destacar que la baja aceptación por parte de
los compañeros parece poner a un adolescente en riesgo de tener problemas
escolares y delincuencia; y, por consiguiente, ser parte de un factor de riesgo
que conlleva al abuso de sustancias.
En
cuanto al decimocuarto factor, se
encuentra la asociación con pares
consumidores de drogas, en este se ha descubierto que el consumo de
sustancias por parte de los compañeros se encuentra entre los predictores más
sólidos del consumo de sustancias entre jóvenes[31]. En cuanto al decimoquinto, se puede destacar la alienación y rebeldía. Sobre este factor se ha demostrado que la
alienación de los valores dominantes de la sociedad, la poca religiosidad y la
rebeldía se relacionan positivamente con el consumo de drogas y la conducta
delictiva[32].
Además, la alta tolerancia a la desviación, una fuerte necesidad de
independencia y la falta de normas se han relacionado con el consumo de drogas[33].
El
decimosexto factor es sobre las actitudes favorables al uso de drogas,
para la cual, se encuentra que la iniciación en el uso de cualquier sustancia
está precedida por valores favorables a su uso.
Por
último, el decimoséptimo factor es
sobre el inicio temprano del consumo de
drogas. Algunos estudios demuestran que el inicio del uso de sustancias
psicoactivas antes de los 15 años era un predictor constante del abuso de
sustancias en las muestras estudiadas. Por el contrario, se ha demostrado que
una edad más tardía de inicio del uso de sustancias psicoactivas predice una
menor participación de estas y una mayor probabilidad de interrupción del uso[34].
Así lo retoma, a su vez, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), cuando
menciona que la existencia del consumo de cannabis intensivo o de riesgo puede
traer algunos factores asociados a la dependencia de la sustancia[35].
Además, el consumo temprano del cannabis (entre edades de 14 a 16) se puede
asociar a efectos positivos para un riesgo elevado de dependencia del cannabis
en otros momentos de sus vidas[36].
Todos
estos estudios de 1992 representan un gran progreso para entender el fenómeno
de esta investigación, es necesario reiterar que su importancia, como una base
teórica, es fundamental, tanto para consumidores jóvenes, como para las personas
adultas. Estos estudios teóricos son retomados por instituciones como la OPS en
análisis más recientes como el mencionado en este artículo; por lo cual, es
importante rescatar la carencia de investigaciones sobre estos factores desde
el enfoque de las personas consumidoras de cannabis fuera de un rango etario
determinado.
A
nivel de Costa Rica, el Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD)[37] ha
realizado un análisis de los perfiles personales y sociodemográficos de las
personas que reciben tratamiento en organizaciones no gubernamentales
autorizadas por esta entidad. Para la institución, es necesario entender la
atención que reciben los pacientes por parte de los centros de atención. Para
ello, es también relevante saber los perfiles de esta población, por su
diversidad geográfica y de tratamiento, entre otros. Este tipo de investigación
institucional le permite al Estado entender dónde y cómo operan sus recursos en
otras organizaciones. Sin embargo, para usos prácticos de esta investigación,
es importante remitirse a algunos conceptos usados dentro del análisis
mencionado por el ICD. Lo anterior, con el fin de comprender, desde otras
perspectivas, la conceptualización sobre las caras de las personas consumidoras.
No
obstante, también es importante iniciar esta discusión con el reconocimiento de
la población que presenta un nivel de consumo de cannabis. Lo anterior, para
identificar el impacto de los factores asociados con estos consumidores a nivel
de dato poblacional. El consumo de cannabis, según datos del IAFA[38],
registró un 17.7 % en personas entre los 12 y 70 años. Es necesario mencionar,
como indica el propio IAFA, que este consumo de sustancias, aunque ha sido
alguna vez en la vida, no implica que sea un patrón de consumo regular. Por lo
anterior, se realizan dos indicadores más: 1) el consumo en los últimos 12
meses con un 7.2 % y 2) el consumo en los últimos 30 días con 5 %[39].
Lo
principal que aporta la investigación del ICD es que remite a una frase
fundamental: «No todo consumo problemático puede ser definido como adicción»[40].
Ahora ¿Qué se entiende por adicción? Este concepto se basa en el consumo
compulsivo de una o más sustancias por parte de un individuo y la organización
del conjunto de su vida cotidiana en torno a este hecho[41]. Cuando
existe la adicción, se dan ciertos deterioros de salud y afectaciones en las
relaciones interpersonales, entre otras consecuencias.
En
cuanto al uso, según el ICD, se refiere a cuando el compromiso con la droga es
bajo. Se consume los fines de semana y en oportunidades casuales. No se da un
deterioro laboral, social o familiar; además, no se presentan episodios de
intoxicación. La persona que consume, solo busca un cambio de sensaciones[42].
Cuando se habla de abuso, el ICD lo define como el uso regular que se hace casi
todas las semanas y hay episodios de intoxicación. La sustancia va dirigiendo
progresivamente la vida, se presenta un deterioro académico, laboral, social y
familiar. El estado de ánimo es cambiante[43]. Ahora,
la dependencia es cuando no se puede dejar de consumir, pues al hacerlo se
presentan síntomas físicos o psicológicos de gran afectación. Ante esto,
existen dos tipos de dependencia: la física y la psicológica. La física implica
un cambio permanente en el funcionamiento del cuerpo y del cerebro, se da
cuando ya se ha generado una tolerancia a la sustancia; el cuerpo ocupa, cada
vez, una dosis mayor para sentir los efectos deseados. En el caso de la
dependencia psicológica, esta ocurre cuando la privación de la sustancia
produce malestar, irritabilidad y depresión[44].
Al
igual que los factores anteriores, es importante entender que existen múltiples
variables que pueden incidir en que una persona reincida en el consumo de
sustancias. Entre ellos es posible citar un lugar, un olor o un sabor que
recuerde el consumo de las sustancias, así como personas que promueven el
consumo. Igualmente se definen: estados emocionales negativos, entre ellos
experiencias de frustración, ira, ansiedad, depresión o tedio; el conflicto
interpersonal comprendiendo entre estas situaciones de conflicto en las
relaciones tales como matrimonio, amistad, en la familia, en la relación
jefe-empleado. Igualmente, el intento de prueba de control personal y los
deseos y tentaciones que son atribuidos a otros factores situacionales e
interpersonales y, por último, la presión social[45].
Asimismo,
se presentan otros factores que pueden incidir no solo en el consumo de
sustancias psicoactivas, sino también en el tratamiento y rehabilitación de las
personas con consumo problemáticos. El estigma actúa de manera negativa en las
oportunidades para el acceso a educación, vivienda y empleo de las personas que
usan sustancias psicoactivas, en tanto son catalogados de delincuentes o
adictos. Se considera que el rechazo y discriminación de las que son víctimas
limita su ejercicio de ciudadanía, sus posibilidades de superación y su
reintegración social[46].
Como
se había mencionado en el apartado anterior, gran contenido de investigaciones
y textos sobre las características de las personas que consumen sustancias
psicoactivas se centra en la población joven y, principalmente, en el consumo
de alcohol. Por lo que, tanto el ICD, como esta investigación en particular, se
debe aclarar que existe una carencia de investigaciones que puedan exponer los
perfiles personales y sociodemográficos de la población en internamiento por el
abuso de sustancias.
Discusión
No solo el consumo de cannabis ha aumentado en Costa Rica, sino
también el decomiso de esta sustancia. Para 1990 se había
decomisado 148.1 kilogramos, mientras que para el 2015 la suma era de 6422.10
kilogramos. Sin embargo, el crecimiento exponencial del decomiso de esta
sustancia, en su forma pura, inició en 1999. El gráfico 1 expresa esta
situación, donde el país ha tenido un incremento en el decomiso de la droga. No
obstante, si se habla de plantaciones de cannabis destruidas, solo para el
2015, se destruyeron 225 plantaciones. Estos datos corresponden a 18,37
hectáreas destruidas por parte de la Policía de Control de Drogas del Ministerio
de Seguridad Pública[47].
Gráfico
1
Fuente:
Elaboración propia, con base en ICD (2017), 45.
Ahora
bien, aunque existe una problemática entre el consumo y el decomiso, las leyes
en Costa Rica no han cambiado, específicamente en el sector que produce y
consume el cannabis de forma medicinal y recreativo. Este fenómeno ha sido
parte de las importantes reformas de países europeos y, recientemente, de
Uruguay. Para el caso costarricense, la discusión de la despenalización de la
marihuana para el consumo, venta y producción, tanto medicinal como recreativa,
ha estado movilizándose en los últimos años y, muy detalladamente, en los
distintos poderes del Estado.
A
principios de mayo de 2020, el Presidente de la República de Costa Rica, Carlos
Alvarado, expresó públicamente el interés del Poder Ejecutivo en enviar al
Poder Legislativo un proyecto de ley para el cultivo del cáñamo, esto con la
finalidad de reactivar el sector productivo[48]; aunque
este no hace referencia al proyecto de ley N°21.388 de la diputada
independiente, Zoila Rosa Volio, el cual fue finalmente aprobado por la
Comisión de Ambiente de la Asamblea Legislativa. Por su parte, el 20 de abril del 2021, el Partido Acción Ciudadana
presentó el proyecto de ley 22.482[49] referente a la regulación para la producción,
consumo y venta de cannabis y sus derivados. El proyecto, a diferencia del
presentado por la diputada Volio, es reciente y su avance dependerá del proceso
interno de la Asamblea Legislativa durante el último año del período legislativo
2018-2022. El proyecto de ley N°21.388 fue aprobado afirmativamente en la
segunda votación del plenario legislativo, el 13 de enero del 2022; sin
embargo, el 27 de enero del 2022 recibió un veto presidencial. Este veto se
realizó con la intención de solicitarle a las diputaciones de la comisión lo
siguiente: 1) eliminar los artículos 25
y 26 del Decreto Legislativo número 10.113, y 2) reformar el ordinal 5, para lo
cual se presenta la siguiente propuesta de redacción: «ARTÍCULO 5- Autorización
para el aprovechamiento del cáñamo»[50]. En
resumen, los cambios sugeridos en los artículos 25 y 26, es lograr que:
los productos que poseen fines
médicos o terapéuticos deben ser considerados medicamentos conforme al artículo
95 de la Ley General de Salud, y éstos únicamente pueden ser producidos en
laboratorios farmacéuticos fabricantes, que cumplan con las buenas prácticas de
manufactura para dicha actividad.[51]
Esto
quiere decir que solo las farmacéuticas estarían autorizadas a la elaboración y
venta de cualquier producto desde la forma de uso medicinal o terapéutica. Se
deja por fuera la parte del autocultivo y la elaboración artesanal, o en casa,
de productos relacionados al cáñamo y el cannabis. Estos cambios realizados en
el proyecto de ley, fueron aprobados y firmados como ley de la República el 2
de marzo del 2022.
Los
principales usos que se le dan al cáñamo es la producción de medicamentos y
cosméticos con el aceite de la planta. A su vez, funciona para generar
textiles, materiales de bioconstrucción y biocombustibles. El cannabis
medicinal es legal en 21 países, de los cuales, un 51 % de las personas
consumidoras viven en naciones que permiten la importancia de la droga en este
formato. Solo en Estados Unidos, el mercado general de marihuana es de aproximadamente
6 billones de dólares y tiene una perspectiva de crecimiento de hasta de 50
billones de dólares para el 2026[52].
En
el caso de países que han avanzado en la legalización de esta droga, se ha
visto un incremento en el apoyo. Este es el caso del estudio realizado por
Andrew Daniller para el Pew Research Center (PRC) denominado «Two-thirds of
Americans support marijuana legalization», de noviembre del 2019. En este
artículo se establece que dos tercios de los estadounidenses apoyan la
legalización de la marihuana, lo que representa un incremento en el apoyo en
las últimas décadas. Según datos del 2015, realizados por el PRC, el 59 % de
los adultos de este país considera que la marihuana debería ser legal, tanto
para su uso medicinal y recreacional, mientras que un 32 % únicamente para uso
medicinal. Y solo un 8 % considera que la marihuana debería seguir ilegal bajo
cualquier circunstancia[53].
Además,
una de las variables sociodemográficas significativas del estudio del PRC, es
que un 69 % de las personas de entre 18 a 29 años considera que debería ser
legal el uso medicinal y recreativo. A su vez, esta perspectiva positiva la
considera un 48 % del total de las personas de más de 65 años. En esta última
población, solo un 41 % considera que debe ser legal únicamente para su uso
medicinal y un 11 % sostiene que no debe ser legal por ningún motivo[54].
Aunque
la discusión en Costa Rica se ha centrado a nivel estatal, es relevante conocer
la opinión pública sobre la despenalización de la marihuana tanto para uso
medicinal como para el recreativo. Por lo anterior, la siguiente parte de este
artículo analiza lo que se sabe de la despenalización del cannabis en un caso
de éxito como Uruguay y en la particularidad de Costa Rica.
El
cannabis y su uso recreativo y medicinal ha estado avanzando en varios países.
Un caso es el apoyo que ha demostrado Estados Unidos hacia este proceso; para
el caso latinoamericano, Uruguay es un país que tuvo avances significativos,
tanto en el proceso de apertura como en la instauración del cannabis legal.
Este caso en particular ha sido discutido y estudiado en distintas dimensiones
(en el área de salud, económica, psicología, entre otros); pero para este
artículo se destaca el estudio de la politóloga y economista Emily Soule, quien
estableció un análisis sobre la descriminalización de la marihuana en Uruguay y
su impacto en las cifras de crimen, los niveles de apoyo y su implicación para
Estados Unidos.
La
entrada en vigor de la ley de legalización de la marihuana en Uruguay fue en
mayo del 2014, pero no fue hasta tres años después que se inició con el mercado
de venta de productos. A diferencia de Estados Unidos, donde la legalización de
la marihuana fue motivada por las personas, en Uruguay se estableció un plan
gubernamental para generar conciencia del uso. Así fue como se estableció el
Instituto para la Regulación y Control del Cannabis en Uruguay, con el fin de
mantener un control de la venta y de los índices de consumo del producto.
Para
el estudio de Soule[55], se
realizó un análisis de los datos recolectados por el Proyecto de Opinión
Pública de América Latina (LAPOP, por sus siglas en inglés) de la Vanderbilt
University, en los años 2006, 2008, 2010, 2012, 2014 y 2016-2017. El análisis
se efectuó con el programa SPSS, software de análisis estadístico usado para
las ciencias sociales. El proyecto consideró tres factores relevantes para su
estudio. El primero era encontrar la relación entre las nuevas leyes sobre
marihuana y las de crimen. Lo anterior, porque uno de los principales
argumentos usados en contra de la legalización de la marihuana es que está
correlacionada con el crimen. El segundo factor es el de las diferencias
demográficas como una de las variables en el efecto de la despenalización. La
hipótesis de la autora es que, basados en diferentes variables demográficas,
algunas respuestas sobre preguntas de crimen podrían variar. El tercer factor,
fue el análisis de las posibles diferencias entre el periodo de las encuestas,
esto para determinar si antes o después de la ley fue un factor determinante
para la opinión de las personas sobre la criminalidad y su situación de
seguridad.
Soule[56]
concluye que la despenalización de la marihuana en Uruguay no tuvo efecto en
las medidas delictivas que se analizaron. Los niveles de confianza en la
policía, los reportes de nivel de criminalidad y los niveles de seguridad en
los vecindarios demostraron ser iguales, tanto antes como después de la
despenalización de la marihuana. Además, la autora menciona que el promedio de
apoyo a las nuevas leyes sobre la marihuana corresponde a un grupo de jóvenes,
bien educados, inclinados a la izquierda política, que usan con frecuencia el
internet y son usuarios regulares de la marihuana.
Además, la autora menciona que encontró que algunos grupos
demográficos que usaban la marihuana tienen un mayor apoyo a la
despenalización. Soule[57]
menciona que lo anterior implica que conocer a alguien que consume cannabis no
aleja a las personas de la idea de la despenalización, por lo que hace que
estas experiencias personales relacionadas con la marihuana no sean percibidas
como negativas. Por último, Soule[58]
reconoce que se deben realizar más investigaciones bajo el modelo uruguayo
antes de implementar algo similar en Estados Unidos. Esto último, debido a que,
aunque existe la venta y producción del cannabis, no se tiene un plan gubernamental tan focalizado en la atención del
consumo y venta como en el caso de Uruguay.
Para el caso de Costa Rica, cada cinco años se realiza una
Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, la cual, históricamente toma de estudio
a personas entre los 12 y 70 años, residentes en hogares del territorio nacional.
El IAFA es la institución que realiza las encuestas y busca recolectar
información sobre salud, actividad física, consumo de sustancias psicoactivas y
comportamientos de riesgo asociados al consumo de estas. Para el 2015, último
año publicado, se obtuvo una muestra de 15 876 entrevistas.
Según los datos de la VI Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en
Costa Rica del 2015, la marihuana fue la sustancia psicoactiva ilegal que
registró menos peligrosidad. Un 5.2 % de las personas no consumidoras de cannabis
expresaron que esta sí la consideran como un producto psicoactivo peligroso.
Las personas consumidoras mostraron porcentajes más bajos (persona activa 0.8
%, reciente no activo 1.6 % y ex consumidor 1.7 %) en relación con indicar que
esta sustancia la consideran peligrosa[59].
Por otro lado, según el gráfico 2, se puede observar la percepción
de las personas sobre actividades que se podrían permitir con respecto de la
marihuana. En este caso, un 84 % de las personas encuestadas tiene una
percepción negativa al acceso libre de esta sustancia, mientras que un 13 %
está de acuerdo con esta actividad. En el caso de la investigación, un 61.2 %,
y en el uso médico, un 57.2 % de las personas tiene una percepción positiva de
estas actividades. Para el caso de la entrega controlada, un 73.4 % considera
negativa esta acción, mientras que un 21.8 % la acepta.
Según la Encuesta de Actualidades de la Universidad de Costa Rica,
la marihuana, en los últimos años, ha tenido una
publicidad enfocada en el uso medicinal, el cual, ha tenido gran impacto en la
opinión pública tanto positiva como negativa. Esta encuesta se realizó del 19
al 16 de noviembre de 2013 y se hizo cara a cara, con personas costarricenses y
residentes de más de 18 años. El total de la muestra fue de 824 personas del
territorio nacional[60]
y, aunque la encuesta formula una línea de creación de opinión pública sobre el
tema del trato medicinal de la marihuana, sigue existiendo una perspectiva
negativa para su consumo y producción en las distintas formas.
Gráfico
2
Fuente:
Elaboración propia, con base en IAFA (2018), 25.
Un 50 % de los encuestados considera que no existe ningún
beneficio positivo en la posible legalización del cannabis en el país; empero,
un 16 % considera que ayudaría a personas enfermas y a bajar el estrés. Ante el
panorama negativo de la legalización, un 31.6 % considera que se fomentaría el
consumo, principalmente en la población joven. Además, un 21 % considera que se
podría corromper la sociedad y la juventud[61]. En
el gráfico 3 se puede evidenciar los hallazgos de esta encuesta en cuanto a la
opinión sobre el uso del cannabis para divertirse, donde un 92.1 % está en
desacuerdo, mientras que para tranquilizarse o relajarse, un 77.3 % mantiene
esa perspectiva negativa. Para el caso del uso como medicamento, un 52.9 % se
encuentra de acuerdo con su uso, mientras que un 43.9 % está en desacuerdo.
Gráfico 3
Fuente:
Elaboración propia, con base en Universidad de Costa Rica (2013), 24.
Ambas encuestas permiten evidenciar que la opinión pública de las
personas en Costa Rica es favorable hacia el uso medicinal, ya que, tanto para
la encuesta del 2015 como para la del 2013, se mantiene un porcentaje de
aceptación del 50 %. Sin embargo, cuando se posiciona el tema de recreación,
las perspectivas negativas superan el 70 % en ambas encuestas. Lo anterior, es
relevante para identificar en cuáles actividades y usos del cannabis las
personas aceptan más la despenalización de la sustancia.
Una de las encuestas más recientes realizadas por el Centro de
Investigación y Estudios Políticos (CIEP-UCR) apunta que, de la población consultada, un 39.9 % está de
acuerdo con la despenalización del cultivo de marihuana para consumo personal;
mientras que un 56.9 % está en desacuerdo.[62]
Aunque estos datos son importantes para retomar
la discusión de la despenalización, es necesario apuntar que en ella se
presenta un abordaje muy general, ya que hablar de consumo personal, no
necesariamente implica uso recreacional o medicinal. Los datos demuestran un
apoyo similar a los anteriores, pero no especifica para qué uso sería el consumo
personal.
En el 2020 se presentó el «Primer
Informe sobre el perfil de consumo de sustancias psicoactivas en el
estudiantado de universidades públicas en Costa Rica», realizado por Viriam Leiva. Este estudio se enfoca en el
comportamiento de las personas universitarias en el uso de las sustancias
ilícitas en este contexto. El trabajo de Leiva[63]
se establece en la población universitaria activa para el segundo
semestre o cuatrimestre del 2016 de la Universidad de Costa Rica (UCR), la
Universidad Nacional (UNA) y el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC). A
este grupo se le denominó «población mínimo común»,
esto quiere decir que hay una similitud entre las poblaciones de las
universidades lo suficiente para facilitar comparaciones de los resultados[64].
De los principales hallazgos de este estudio se encuentran:
• La población universitaria estudiada es dependiente económicamente
de sus padres o cuidadores (73.4 % alojamiento, 62.1
% comidas, 58 % mesada, 53.2 % libros y materiales). Además, las becas y el
aporte de las universidades (48.1 %) representa otra dependencia económica
directa para el estudiantado.
• En cuanto a la salud mental, el estrés representa un 71.7 % como
parte de los principales factores
en esta población. Sin embargo, la depresión, ansiedad y estrés se ubica en una
escala normal, según la respuesta de un 63 % de encuestados.
• El alcohol es la sustancia que reporta no solo una mayor
población consumidora (2713 personas), sino una mayor frecuencia de consumo. El
consumo de esta se ubica de la siguiente forma: una vez a la semana (46 %), una
vez al mes (31 %) o de semanal a diariamente en un 9.7 %. En el caso de la marihuana
y el tabaco, tienen una cantidad similar de consumidores (1475 y 1473 personas,
respectivamente). La marihuana tiene una frecuencia de uso diario del 8.7 % y
el tabaco de 5.8 %[65].
Propiamente sobre el consumo del cannabis, se identifica que esta
droga es de las más consumidas en las universidades públicas, con un 68,3 % en
diversos grados de frecuencia. Además, la UCR ocupa el primer lugar seguida por
la UNA respecto a los campus universitarios que reportan el consumo frecuente[66].
Uno de los factores determinantes en la afectación de una
sustancia psicoactiva en el cerebro de una persona es la edad. Entre edades más
tempranas de consumo, la
sustancia afectará el desarrollo y maduración del cerebro. En cuanto al estudio
de caso, se evidenció que la población tiene los valores de las medianas para
la edad de inicio de consumo entre los 17 y los 19 años para la mayoría de las
sustancias. El alcohol se posiciona como la sustancia con edad de inicio más
temprana, ya que se indica que inicia a los 16 años[67]. En
cuanto al tema de género, en el caso de las mujeres, se identifica que son más
precoces que los hombres en el consumo de la marihuana, éxtasis e inhalables.
Para el caso de los hombres, el consumo precoz ha sido con sustancias como la
heroína, estupefacientes y tabaco[68].
De la muestra total, solo 844
personas contestaron sobre la dependencia o no hacia la marihuana. Con esto, se
demuestra que un 40.8 % es dependiente y un 59.2 % no lo es[69]. La
prevalencia de consumo es alta para los casos de alcohol, marihuana y tabaco,
seguida del LSD. En cuanto al uso de la marihuana, considerándola una droga
ilícita, se posiciona con mayor prevalencia
que el tabaco, el cual sí es legal. Este último, junto con el alcohol,
mantienen popularidad en su consumo[70].
El caso de las personas jóvenes, es uno de los más estudiados y de
los cuales se tiene más información. Así se demuestra en la Tercera Encuesta
Nacional de Juventudes, realizada por el Consejo de la Persona Joven, donde se
menciona que un 22.9 % de las personas jóvenes encuestadas, entre los 15 a 35
años, ha consumido alguna vez marihuana. Mientras que un 77 % dice que no ha
consumido la sustancia. Ahora bien, en cuanto a la frecuencia del uso de esta,
al menos una vez por semana, se mantiene en un 27.6 % según los datos de la
encuesta[71].
Estos datos son importantes a la hora de reconocer el impacto de
una sustancia psicoactiva en las distintas poblaciones, ya que no todos los
consumidores llegan en temprana edad y, los que lo hacen, pueden verse
relacionados a contextos sociales, económicos y culturales que le permitan
estar más cerca de la sustancia. Lo anterior, como se ha mencionado en los
ensayos de Hawkins, Catalano y Miller sobre el impacto de los riesgos sociales,
económicos y culturales en las personas jóvenes a la hora de consumir. Esto no
implica que la persona seguirá consumiendo o que su consumo sea regular.
Otro análisis importante realizado desde «la calle», es la encuesta
realizada por la Asociación Costarricense para el Estudio e Intervención en Drogas.
El coordinador de esta, Ernesto Cortés, publicó un artículo llamado «Consumidores de cannabis en Costa Rica: Información sobre
ellos para promover políticas más humanas»,
detalla los principales hallazgos de dicha encuesta realizada en la Primera
Marcha de la Marihuana en Costa Rica, el 5 de mayo del 2013. De las personas
participantes de la marcha; de la encuesta, un 79.3 % menciona consumir la
sustancia todos o casi todos los días. Mientras que un 6.90 % solo una vez al
mes o menos[72].
Ahora bien, en cuanto a las razones de uso se mencionaron las siguientes: para
relajarse, fines medicinales, meditación y placer. En cuanto a uno de los
mayores riesgos que mencionan los usuarios durante la encuesta es el mercado
ilícito donde deben adquirir el cannabis[73]. De
ahí surge la inseguridad ante la posibilidad de ser detenidos y requisados
durante el acto de la compra y venta.
Nuevamente, estas investigaciones permiten entrar en un consenso
sobre los principales objetivos que tienen estas indagaciones para entender los
perfiles de las personas consumidoras. Aunque se ve que hay una población
positivamente receptiva al uso del cannabis para temas medicinales, no se puede
observar cómo responde este consumo en una de las poblaciones más destacadas en
todo este análisis: las personas jóvenes. Sin embargo, la evidencia posiciona
que las personas jóvenes tienden a consumir sustancias psicoactivas, sean
legales o no, entre la edad de los 15 a los 21 años; lo anterior, no quiere
decir que es la población meta para proyectos, como el de las licencias para
siembra de cannabis que está en la corriente de la Asamblea Legislativa; no
obstante, estos perfiles son relevantes para generar mejores oportunidades en
temas de salud pública vinculadas a la planta del cannabis y sus consumidores.
Conclusiones
En
este artículo se ha evidenciado grandes avances a nivel de la institucionalidad
pública para entender el fenómeno del consumo del cannabis. Más allá de creer
que es un problema totalmente negativo, se intenta ver las variables alrededor
del abuso, dependencia y consumo regular. Todo esto es necesario para entender
la población que desea seguir consumiendo la planta mucho más allá de un asunto
recreativo y más por un asunto de salud mental, física o emocional. Lo anterior
no quiere decir que el Estado no puede negar el consumo recreacional; más bien,
debe verlo como una oportunidad para mejorar, ya sean sus políticas públicas o
sus programas de atención a la población.
En
cuanto a la teoría revisada y los estudios realizados en Costa Rica, es
importante mencionar ciertos aspectos. Uno de estos es que hay características
etarias, de género, geográficas, económicas y culturales que permiten que el
consumo de cannabis se adopte como un abuso o algo recreacional. Estas
variables están asociadas con los factores individuales y de contexto social.
Estos pueden ser vistos por separado, sin embargo se puede realizar una mayor
interpretación de los perfiles al hacer algún cruce entre ellos. De esto,
instituciones como el IAFA y el ICD ya están realizando sus investigaciones y
análisis de datos para mejorar o detallar cualquier pago a programas o
proyectos de intervención a población en riesgo o en internamiento por consumo
de sustancias psicoactivas en general.
Así
es como el ICD menciona que el uso de sustancias psicoactivas entre las mujeres
estudiantes de enseñanza secundaria exige nuevos enfoques para la prevención y
el tratamiento, además de la edad decreciente del primer uso de las sustancias
entre hombres y mujeres, elemento que indica mayores niveles de consumo o
dependencia del problema en términos de todas las sustancias psicoactivas y que
puede tener implicaciones importantes para las intervenciones selectivas e
indicadas. También, el uso de productos farmacéuticos sin receta médica,
incluidos los opioides, las benzodiacepinas y otras sustancias psicoactivas
sintéticas, los cuales ya han tenido consecuencias graves en países como Canadá
y Estados Unidos y que pueden generar un efecto similar en América Latina y el
Caribe. Además, los cambios en los patrones de uso, el consumo de nuevas
sustancias psicoactivas y el impacto en la salud de estas sustancias requiere
una mayor y mejor comprensión (por medio de evidencia científica), con el fin
de que los esfuerzos que se realicen generen un impacto[74].
El
crecimiento del consumo de cannabis en Costa Rica se ha visto con mayor fuerza
en la última década. En el 2010, solo un 7.1 % de la población consultada (de
los 12 a los 70 años) afirma haber consumido alguna vez la sustancia. Para el
2015, esta afirmación llega al 17.7 %[75], mientras
que cuando se habla de un indicador de la prevalencia del consumo en los
últimos 30 días, el crecimiento no es mayor. Para el 2010, se tuvo una
respuesta de un 2 %, mientras que en el 2015 fue de 3.2 %, para el total de la
población consultada[76]. Si
se desea hablar sobre la edad de consumo, se sostiene lo ya observado y
argumentado durante el artículo. La población adulta joven, de los 20 a los 29
años, es el mayor grupo etario de consumo de la sustancia con un 28.9 %.
También, es la que mayor prevalencia de consumo del cannabis presenta en los
últimos 30 días (8 %). Con esto, es necesario recordar que el consumo no
implica un consumo nocivo y este no debe escalar a un diálogo de rechazo a una
discusión tan importante como la legalización del cannabis para su venta,
producción y distribución en Costa Rica.
Cuando
se habla de opinión pública muchos autores han trabajado en identificar los
factores y variables que afectan o contribuyen a la selección de respuestas de
las personas ante distintos temas. Autores como John Zaller[77] realizan
un análisis sobre modelos que permitan entender cómo las personas aprenden
sobre asuntos que, la mayoría de las veces, están fuera de sus experiencias
inmediatas; y, además, cómo logran convertir esta información en opinión. Para
lo anterior, Zaller menciona que existe la consideración,
como una razón que puede inducir a la persona a decidir sobre asuntos políticos
de una forma u otra. Esta consideración se establece por medio de elementos
cognitivos y afectivos que permiten evaluar un tema según sus creencias o
intereses[78].
Este
modelo plantea que existen axiomas, o premisas, sobre cómo responden las
personas a información política relevante. Para este análisis, la opinión de
las personas sobre el uso y actividades del cannabis es un asunto político que
se encuentra en discusión en el centro de los poderes del Estado que podrían
decidir sobre un asunto público de impacto social, económico y cultural. Por lo
anterior, es importante mencionar dos axiomas que trabaja Zaller, los cuales
permiten entender cómo responden las personas ante temas de interés político.
El primero es el axioma de recepción,
este representa la premisa de la cual si una persona tiene un mayor nivel de
compromiso (o relación) cognitivo con un tema, es más probable que esa persona
esté expuesta a comprender de mejor forma los mensajes sobre ese tema en
particular[79].
Ahora bien, como se ha podido observar, en Costa Rica existe un aumento de la
población consumidora, esto implica, a nivel de la opinión pública, que estas
personas que lo han consumido y conocen de los efectos de la droga, son parte
del axioma de recepción. Aunque las encuestas estudiadas no reflejan este
análisis entre persona consumidora y su respuesta al uso del cannabis, es
importante considerar que, entre los años de estudio (2013 y 2015), hay una
posición afirmativa para el uso medicinal. Lo anterior, implica que las
personas consumidoras, ex consumidoras y cercanas a estas poblaciones, pueden
reconocer su beneficio a nivel de salud pública.
En
cuanto al análisis de las encuestas y estudios dados, es importante mencionar
el enfoque de juventud que persiste en la opinión negativa de las personas. En
el caso de Costa Rica, se considera que la legalización del cannabis,
recordando que el consumo no es penalizado, podría afectar a las juventudes en
su desarrollo. Además, se menciona una situación negativa en cuanto a la
seguridad y el crimen que podría fomentar el proceso de legalización. En la
Encuesta de Actualidades[80] se
menciona que un 11.6 % de las personas encuestadas considera que la
legalización de la marihuana fomentaría la delincuencia. Aunque esto es una
percepción negativa en Costa Rica, en el caso de Uruguay se menciona que las
personas mantienen la misma perspectiva sobre la delincuencia en el uso de la
marihuana antes y después de la legalización. Como lo menciona Soule[81], no
se puede determinar que la despenalización del cannabis tenga un efecto en la
percepción de criminalidad. Todavía quedan muchos retos para Costa Rica en
cuanto a la despenalización del cannabis, pero es importante reconocer lo
positivo del uso y consumo de la sustancia para la salud pública y cómo esto
tiene y tendrá un gran impacto en la sociedad costarricense.
Formato
de citación según APA
Rodríguez-Villalta,
P. C. (2022). Cannabis sin tabú:
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Formato
de citación según Chicago-Deusto
Rodríguez-Villalta,
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[2] Ibíd.
[3] IPNI, International
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[4] Ibíd., 1.
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[6] Alonso Martínez, «PAC presenta proyecto para
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[7] Presidencia de la República de Costa Rica, «El cannabis
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[8] Raúl
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[12] J. David
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[14]
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[15] Hawkins et al., «Risk and protective…»
[16] Organización Panamericana de la Salud (OPS), Efectos sociales y para la salud del consumo
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[19] Hawkins et al, «Risk and protective…», 65.
[20] Ibíd.,
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[21] Ibíd.
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[26] Ana Martínez Pampliega, «Familia y consumo de drogas desde
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