Vol. 20, N.º 42: 119-146,
julio - diciembre 2021
Cuidadoras
informales de personas mayores con dependencia: problemáticas frente a su labor
Rebeca Espinoza-Herrera *
http://orcid.org/0000-0002-5549-2757
Noelia Alfaro-Vargas
**
https://orcid.org/0000-0002-9049-0730
Recibido: 18 de febrero de 2021
Aceptado: 13 de abril de 2021
Resumen
Según los resultados obtenidos,
entre las principales problemáticas a las que se enfrentaban, está la falta de
capacitación en técnicas para la atención de las personas mayores con
dependencia, contar con pocas personas que les brindaran espacios de escucha
activa dentro o fuera de la familia y también experimentar conflictos
familiares al solicitar apoyo para realizar las labores de cuidados.
Palabras clave
Cuidados,
dificultades, personas adultas mayores, mujeres.
* Licenciada en Sociología por la Universidad Nacional (UNA) de
Costa Rica. Magíster en Perspectiva de Género en los Derechos Humanos.
Investigadora del Programa Envejecimiento: cambios poblacionales y retos
sociales, del Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO) de la UNA,
de Costa Rica. Correo: rebeca.espinoza.herrera@una.ac.cr
** Licenciada en Psicología por la Universidad Nacional (UNA) de
Costa Rica. Máster en Gerontología y en Gerontología Social. Investigadora del
Programa Envejecimiento: cambios poblacionales y retos sociales, del Instituto
de Estudios Sociales en Población de la Universidad Nacional (IDESPO-UNA), de
Costa Rica. Correo: noelia.alfaro.vargas@una.ac.cr
Producto
de la división sexual del trabajo en la que se cimienta el sistema patriarcal,
a los hombres se les asignó el trabajo productivo y a las mujeres el
reproductivo, esto ha provocado que históricamente se haya considerado el cuido
como una actividad propia de las mujeres, una labor por la que generalmente no
se recibe pago y no valorada socialmente. Lo anterior ha provocado que en las
familias y la sociedad se les considere a ellas como quienes deben
responsabilizarse de atender a niñas y niños, personas con dependencia, con una
condición de discapacidad o
mayores. Al respecto, señala Rincón que: «el cuidado (…) ha
sido históricamente asignado a las mujeres, en virtud de sus facultades
reproductivas, haciéndolas responsables sociales de él»[1].
Pese
a la poca valoración económica y social del trabajo de cuidados (en especial el
no remunerado), diferentes investigaciones han demostrado el importante aporte
que este realiza a las familias, a la sociedad y a la economía de los países.
Aunque todas las personas en algún momento de su vida requieren o han requerido
de los cuidados brindados por otra persona, estas labores se mantienen
invisibilizadas y, más aún, las problemáticas o dificultades a las que se
enfrentan las personas que día a día las llevan a cabo, tal como lo hacen
aquellas que cuidan de manera informal a personas mayores con dependencia.
Una manera de visibilizar el trabajo de
cuidados y las circunstancias que experimentan las personas encargadas de
realizar estas labores es desarrollar investigaciones que den cuenta de las
situaciones a las cuales le hacen frente, cómo estas les afectan a nivel físico,
emocional, en sus relaciones interpersonales y su calidad de vida, lo que de
alguna manera puede a la vez impactar la calidad de vida de la persona mayor
cuidada. Pese a esto, en Costa Rica, al realizar investigaciones en torno a las
temáticas de envejecimiento y vejez, poco se ha colocado la mirada en las
experiencias o necesidades de quienes cuidan de manera informal a personas
mayores.
Tener acceso a este tipo de datos es
relevante, dado que, tal como se planea en la Política Nacional de Cuidados
2021-2031, el país cuenta con una oferta escasa de cuidados formales y,
producto de las transformaciones que se experimentan a nivel demográfico, cada
vez son más las personas que requieren cuidados no formales, los que son
brindados principalmente en los hogares y, en estos, por las mujeres, lo que
implica que «los recursos familiares para atender la dependencia están sobre
exigidos y serán insuficientes. Como sociedad, es ética y económicamente
imposible continuar subsumiendo el trabajo de cuidados y apoyos
mayoritariamente en el entorno familiar»[2].
Frente a la necesidad de contar con
información, generar conocimiento y visibilizar las problemáticas que
experimentan las personas cuidadoras informales de mayores en Costa Rica, desde
el Programa Envejecimiento: cambios poblacionales y retos sociales, del
Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO) de la Universidad Nacional
(UNA), en el marco del Proyecto Estudio de los componentes psicosociales en la
calidad de vida de la población adulta mayor, en el 2019 se desarrolló el
estudio «Principales problemáticas de las personas cuidadoras informales de
mayores con dependencia: los casos de Heredia y Pérez Zeledón».
En
este artículo se presentan los resultados de la investigación respecto a las
percepciones de las personas cuidadoras informales de mayores con dependencia de
ambos cantones sobre las actividades de cuidados, las problemáticas a las cuales
se enfrentan, la capacitación o ayudas requeridas para su desarrollo, el apoyo
que reciben para atender a las personas que cuidan, así como las afectaciones
en su salud y en las relaciones sociales surgidas una vez que llevan a cabo
estas labores. De igual manera se realiza una comparación de las percepciones
de las cuidadoras informales de ambos cantones, para determinar las semejanzas
y diferencias en sus experiencias.
El
estudio al que se hace referencia en este artículo se realizó desde el enfoque
cualitativo, el que se seleccionó por permitir la construcción de conocimiento
a partir de las narraciones de las personas sobre sus vivencias, en este caso,
las cuidadoras informales de mayores con dependencia de los cantones de Heredia
y Pérez Zeledón. Se trabajó con un diseño fenomenológico, el que permitió
describir y entender el objeto de estudio desde el punto de vista de las
participantes.
La
población de estudio estuvo conformada por mujeres cuidadoras informales de
mayores con dependencia, residentes en el cantón central de Heredia y en el de
Pérez Zeledón en San José. Por persona cuidadora se entiende aquella que
Atiende y apoya a otra persona. Este
apoyo puede incluir: prestar ayuda con el cuidado personal, las tareas del
hogar, la movilidad, la participación social y otras actividades importantes;
ofrecer información, asesoramiento y apoyo emocional, así como participar en
tareas de promoción, ayudar a tomar decisiones, alentar la ayuda mutua y
colaborar en la planificación anticipada de los cuidados, ofrecer servicios de
cuidados temporales o de respiro; y participar en actividades para fomentar la
capacidad intrínseca. Los cuidadores pueden ser miembros de la familia, amigos,
vecinos, voluntarios, personal remunerado y profesionales de la salud.[3]
Al
plantear que las cuidadoras son informales, se refiere a que brindan cuidados o
apoyo a una persona mayor, fuera o no parte de su familia, sin recibir ningún
tipo de remuneración económica por las actividades que realizan.
Los cantones mencionados fueron seleccionados
por la cantidad de población mayor, la que, según datos del Instituto Nacional
de Estadística y Censos, para el 2019 era, en el caso de Heredia, de 13 076
personas de 65 años y más, mientras que en Pérez Zeledón es de 12 186[4].
De igual manera, estos cantones fueron seleccionados por estar en zonas en las cuales
se ubican los campus de la UNA, también porque en ellos se contaba con el apoyo
de personas para realizar el contacto inicial con la población de estudio.
Para la selección de la población de estudio
se contó con tres criterios de inclusión: tener 18 años o más,
residir en el cantón central de Heredia (zona urbana) o en Pérez Zeledón (zona
rural) y ser cuidadora informal de una persona mayor con dependencia. Para
realizar el contacto inicial se contó con la colaboración de personas clave de
la Municipalidad de Heredia y del Hospital Escalante Pradilla de Pérez Zeledón,
quienes facilitaron listados de contactos de personas cuidadoras con las
características señaladas. Posterior a esto, se conversó con las cuidadoras, se
explicaron los objetivos de la investigación y, una vez leído y firmado el
consentimiento informado, las mujeres participaron en los grupos focales.
Para determinar que la persona mayor que cuidaban las mujeres
fuera dependiente, se partió de la definición de la Organización Mundial de la
Salud (OMS) de dependencia de cuidados, en la que se indica que esto «ocurre cuando la capacidad funcional ha disminuido a un
punto en el que la persona ya no es capaz de llevar a cabo las tareas básicas
de la vida diaria sin ayuda»[5], razón por la cual requiere de una persona que le brinde
cuidados.
Como
se indicó anteriormente, la técnica empleada para la recolección de la
información fue el grupo focal, el cual consiste en «una entrevista que se
realiza, mediante la intermediación de una persona moderadora, a un grupo
reducido de personas alrededor de un tema preliminarmente establecido»[6]. Se llevó
a cabo dos grupos focales, uno en cada cantón y, en ambos, participaron siete mujeres. Esta técnica se
seleccionó con la finalidad de generar un intercambio de experiencias entre las
mujeres cuidadoras informales de mayores con dependencia, más que realizar una
recopilación de información a nivel individual, el propósito fue la interacción
grupal.
Por
otra parte, la técnica seleccionada para el análisis de la información fue el
análisis de contenido; se determinó como unidad de análisis el tema que «es un
grupo de palabras reunidas gramaticalmente. No tienen valor por sí solas, sino
a través del conjunto que constituyen»[7].
Las categorías analíticas fueron:
percepciones sobre las actividades de cuidados; problemáticas frente al
desarrollo de las actividades de cuidados; capacitación o ayuda requerida para
realizar las actividades de cuidados; relaciones sociales y apoyo social: su
impacto en las personas cuidadoras y en las tareas de cuidados y salud en las
personas cuidadoras informales.
Para efectos de la presentación de
resultados, cada una de las cuidadoras informales que participó en los grupos
focales se identifica con las letras iniciales de su nombre y primer apellido, además
con la inicial del cantón en el que residen.
Antes de analizar las problemáticas a las que
se enfrenta la población de estudio al desarrollar las actividades de cuidados
de personas mayores con dependencia, se debe indicar qué se entiende por
cuidados. Autoras como Carrasco, Bonderías y Torns[8],
Rincón[9] y
Durán[10],
señalan que en torno al concepto de cuidados no se ha llegado a un consenso en
cuanto a su definición, sino que existe toda
una variedad, por lo que se emplean términos como
cuidados, trabajo de cuidados, labores de cuidados, servicios de cuidados y,
cada término, puede remitir a un proceso diferente, por ejemplo, los servicios
o cuidados de atención a aquellos brindados por instituciones estatales y el
trabajo de cuidados al que se lleva a cabo en los hogares por el que no se
recibe ningún tipo de remuneración[11].
Los cuidados hacen referencia a una actividad
que ha sido feminizada, porque todas aquellas tareas relacionadas con el
cuidado de otras personas han sido asignadas a las mujeres. De acuerdo con
Batthyány
El
cuidado designa a la acción de ayudar a un niño, o a una persona dependiente,
en el desarrollo y el bienestar de su vida cotidiana. Engloba, por tanto,
hacerse cargo del cuidado material que implica un «trabajo», del cuidado
económico que implica un «costo económico» y del cuidado psicológico que
implica un «vínculo afectivo, emotivo, sentimental».[12]
Como lo plantea María Ángeles Durán, «cuidado
es la gestión cotidiana del bienestar propio y ajeno; contiene actividades de
transformación directa del entorno, pero también de vigilancia que
principalmente requieren disponibilidad y resultan compatibles con otras
actividades simultáneas»[13]. A
través del desarrollo de las actividades de cuidados se busca contribuir con que
las personas vivan en las mejores condiciones posibles, no solo físicas o
respecto a acceso a bienes y servicios, sino en cuanto a la satisfacción de
necesidades emocionales porque los cuidados implican emociones, vínculos
afectivos entre la persona que cuida y quien recibe esos cuidados.
Los cuidados engloban una serie de
actividades que son requeridas por todas las personas en diferentes momentos de
la vida, estas son fundamentales para la reproducción social, garantizar el
bienestar de las sociedades, mantener y proteger la vida. Su objetivo es
brindar, a quienes lo necesiten, las condiciones y el apoyo para que puedan
satisfacer necesidades como la alimentación, educación, salud, vivienda,
seguridad, estabilidad emocional, entre otros. Como lo plantea Carrasco, «los
cuidados se realizan para dar respuesta a necesidades de personas concretas,
con sus deseos, sus subjetividades, sus características específicas»[14].
Entre las diferentes actividades de cuidados
que se realizan, se encuentra los denominadas cuidados indirectos, estos se
llevan a cabo con la finalidad de que quien los recibe tenga condiciones
mínimas de confort y seguridad, entre ellos se incluye: limpiar la vivienda,
lavar la ropa, preparar los alimentos, realizar las compras, darle
mantenimiento a la vivienda, entre otros; por otra parte, están los cuidados
directos, aquellos en los que la relación con la persona que recibe el cuido es
inmediata[15],
entre estas actividades están: bañar, dar de comer, lavar los dientes, dar los
medicamentos, ayudar a caminar o subir gradas, acompañar o vigilar a la persona,
entre otras.
Las labores de cuidados pueden desarrollarse
de forma remunerada o no remunerada, por personas que integran la familia de
quienes requieren los apoyos o fuera de ella, pueden llevarse a cabo en un
plazo corto o largo, pero en todos los casos implica mucho tiempo, esfuerzo,
dedicación, emociones, vínculos entre la persona cuidadora y quien se cuida,
como también desgaste físico y emocional.
Los debates sobre el trabajo de cuidados
surgen en las décadas de 1970 y 1980, impulsados por el movimiento feminista y
vinculados a las discusiones en torno al trabajo doméstico; poco a poco se
fueron incorporando en la academia y actualmente se abordan en las ciencias
sociales. El trabajo de cuidados, tal como lo señala María Ángeles Durán, es un
componente del trabajo no remunerado: «el cuidado es una formidable fuente de
recursos invisibles no incorporados al análisis económico micro ni macro, que
también ha de verse como un coste para los hogares y para las personas,
mayoritariamente mujeres»[16].
Autoras como Carrasco, Bonderías
y Torns señalan que la economía no ha reconocido el trabajo
doméstico como objeto de estudio o cuando se ha abordado por parte de
economistas clásicos, no se le ha dado categoría económica. Frente a esto, ha
sido la economía feminista la que ha colocado el trabajo doméstico como parte
importante de la reproducción social y de la vida de las personas[17]. Por
otra parte, estas autoras han planteado que
lo
que se mantiene oculto no es tanto el trabajo doméstico y de cuidados en sí
mismo, sino la relación que mantiene con el sistema de producción capitalista. El objetivo del trabajo desarrollado desde
los hogares es cuidar la vida humana y de ahí que se constituya en el nexo
entre el ámbito doméstico y la producción de mercado. En consecuencia, es
importante que este nexo permanezca en la sombra porque facilita el
desplazamiento de costes desde la producción capitalista hacia la esfera
doméstica. Estos costes tienen que ver fundamentalmente con la reproducción de
la fuerza de trabajo y el mantenimiento de la población.[18]
Es decir, el que en el espacio privado
doméstico se desarrollen actividades como preparar alimentos, lavar y planchar
ropa, cuidar niñas y niños, personas enfermas, dependientes o mayores, brindar
seguridad, afectos, entre otras actividades, permite que las empresas
disminuyan los costos de la fuerza de trabajo, aumenten sus ganancias y se
mantenga el trabajo para el mercado.
El trabajo doméstico se diferencia de otros
trabajos porque por él no se recibe una remuneración y no es considerado como
trabajo para el mercado, por esto no se contabiliza el aporte que realiza a la
economía y se mantiene invisibilizado. Por esto, muchas mujeres se esfuerzan
para que los aportes realizados desde el trabajo doméstico no remunerado,
incluido el trabajo de cuidados, sea reconocido como trabajo. Uno de los
factores que influyen en la invisibilización,
desprestigio y desvalorización del trabajo de cuidados realizado principalmente
por mujeres, es que en muchos países este no se encuentra incluido en la renta
nacional, en algunos casos, esto es producto de la carencia de instrumentos que
permitan su contabilización[19].
Respecto al trabajo de cuidados, es
importante señalar que este se puede realizar de manera formal e informal; en
el primer caso, este es llevado a cabo en instituciones o por personas que
cuentan con formación o capacitación para realizar las actividades de cuidados
y que reciben una remuneración por esto, mientras que el cuidado informal se
desarrolla en el ámbito familiar, generalmente por alguna persona integrante de
la familia de la persona que recibe los cuidados y por lo cual no se recibe una
remuneración.
En cuanto a la responsabilidad del cuidado de
niñas y niños, personas con alguna condición de discapacidad, con dependencia o
mayores, debe indicarse que, si bien debe ser compartida entre los Estados, las
comunidades, los mercados y las familias, esta recae principalmente en las
familias y, dentro de ellas, en las mujeres, llámense hijas, madres, hermanas,
abuelas, por lo que las mujeres han sido reconocidas como «el principal soporte
histórico de esta tarea»[20].
El
que las labores de cuidados hayan sido socialmente asignadas a las mujeres ha
conllevado diversas consecuencias que impactan sus vidas directamente, como,
por ejemplo, no estudiar, no trabajar remuneradamente o, en su lugar, tener una
doble o triple jornada de trabajo, no realizar actividades de recreación y modificar
o eliminar las actividades sociales de las que participaba por no contar con
suficiente tiempo por dedicarse a las labores de cuidados.
Lo
mencionado anteriormente, hace referencia a algunas de las limitaciones o
dificultades a las que se enfrentan las mujeres que asumen las labores de
cuidados de otras personas. En este artículo la atención se centrará en las que
experimentan mujeres costarricenses que brindan cuidados de manera informal a
personas mayores con dependencia, residentes en dos cantones específicos del
país, Heredia y Pérez Zeledón. En el siguiente apartado se presentan los
principales resultados del estudio.
Las
labores de cuidados se realizan con la finalidad de apoyar a personas que por
problemas de salud o alguna limitación no pueden llevar a cabo actividades
básicas de la vida diaria, tales como alimentarse, bañarse, vestirse,
movilizarse, acciones fundamentales para el mantenimiento de la salud y el
bienestar de quienes requieren este tipo de apoyos. Estas actividades abarcan
más que aspectos físicos, también involucran emociones, sentimientos, tanto de
la persona cuidadora como de la cuidada, implican tiempo y esfuerzo físico para
cumplir con la responsabilidad que conlleva.
Al
trabajar con cuidadoras informales de personas mayores con dependencia, se
consideró importante indagar sobre cómo percibían las actividades de cuidados
que realizaban. Ante esta consulta, de las siete mujeres de Heredia que
participaron en el grupo focal, solamente dos respondieron (RB-H y KC-H), ellas
señalaron que realizaban estas tareas como una forma de devolverle a las
personas mayores lo que habían hecho por ellas, que lo hacían por cariño, por
respeto; esto puede observarse en el siguiente extracto de la narración de RB-H:
Porque se lo merecen, porque nos
cuidaron, nos educaron, porque es un adulto mayor y requiere de cuidados (…)
uno tiene que devolverle a la sociedad esa colaboración, así hay que hacerlo
también con los adultos mayores y sobre todo los que están en nuestro entorno.
Lo señalado muestra cómo, en el caso
de las personas participantes en el grupo focal que respondieron la pregunta,
el brindar cuidados a la persona mayor con dependencia es percibido como una
forma de retribuirles los cuidados y la formación que les brindaron, por lo que
«se visualiza más como una labor de caridad y cariño, que como una labor de
desgaste y vulneración»[21].
Por
otra parte, de las cuidadoras informales de Pérez Zeledón que participaron en
el grupo focal, solamente tres respondieron la pregunta (AG-PZ; ML-PZ y JA-PZ).
Respecto a las actividades de cuidados que realizan indicaron que se sienten
bien consigo mismas porque las personas mayores que cuidan se encuentran bien,
se sienten conformes con las labores que llevan a cabo porque notan efectos
positivos en las personas mayores, así lo manifestó JA-PZ:
Yo siento que lo hago bien, igual a
mí me da mucha satisfacción ver a mi abuelita limpia, bonita… que yo sé que
comió, que tiene todas las pastillas, yo siento que lo hago bien, a veces lo
hago mal conmigo porque ella está bien y yo estoy sin bañarme, despeinada y sin
almorzar o cosas así (risas), pero yo siento que con ella yo lo hago bien.
Al
contrastar las percepciones de las cuidadoras informales de Heredia y Pérez
Zeledón sobre las actividades de cuidados que llevan a cabo, se puede observar
que, en el caso de las de Heredia, su respuesta se dirige a indicar por qué las
realizan, manifestando que lo hacen por gratitud, mientras que las de Pérez Zeledón
responden cómo se sienten al desarrollarlas, señalando que se sienten bien
porque así se encuentran las personas mayores.
Respecto
al trabajo de cuidados, Batthyány[22]
plantea que es una responsabilidad socialmente construida, ya que en el
contexto familiar es obligatorio, pero generalmente se asume con un tono
desinteresado porque se entrecruza con los afectos y las emociones que se
construyen y mantienen en el seno familiar. Lo planteado por esta autora se
puede identificar en los planteamientos de las cuidadoras informales de ambos
cantones, en sus narraciones está presente ese sentido de responsabilidad, en
el caso de las mujeres de Heredia se manifiesta en la necesidad de devolver lo
que alguna vez hicieron por ellas (cuidarlas, educarlas) y en el de las de
Pérez Zeledón en la satisfacción que da el deber cumplido. En ambos casos esa
responsabilidad se vincula con el cumplimiento del mandato social asignado a
las mujeres: ser cuidadoras, el que se ha aprendido e interiorizado por medio
de la socialización de género, a través de diferentes instituciones socializadoras,
incluida en ellas la familia.
Realizar
las actividades de cuidados de una persona mayor que ha experimentado alguna
pérdida en sus capacidades físicas, motoras o cognitivas, implica que la
persona cuidadora informal lleve a cabo una serie de modificaciones en sus
actividades diarias, en la distribución de su tiempo, si trabaja de forma
remunerada en muchos casos conlleva reducir su jornada laboral o dejar de
trabajar, irse a vivir a la casa de la persona que se cuida o llevársela a
vivir a la suya, tomar acuerdos familiares, entre muchos otros cambios.
Todos
los ajustes que se deben realizar para brindar cuidados a una persona mayor con
dependencia se pueden acompañar también de emociones, preocupaciones,
afectaciones a nivel físico, económico, en las relaciones familiares y
sociales, que se experimentan de forma diferenciada en cada caso. Frente a esto,
en el estudio realizado se consultó a las cuidadoras informales cuáles eran las
dificultades o problemas a los que se enfrentaban al realizar las actividades
de cuidados. En el caso de Heredia, cuatro cuidadoras informales (YP-H; KC-H;
RB-H y OH-H) indicaron que el problema al que se enfrentaban al atender a las
personas mayores con dependencia era el desconocimiento de técnicas para
movilizarlas en las camas o bañarlas, así lo manifestó YP-H, quien indicó: «Necesito
que me digan (…) las técnicas para moverlo (…) ejemplos prácticos (…) cómo lo
baño, cómo lo levanto». En el siguiente extracto se presenta lo señalado por RB-H
respecto a esta problemática:
Cuando están en cama, de qué manera
hay que levantarlos, de qué maneras hay que bañarlos, de qué manera hay que
hacerles los masajes (…) de qué manera conversar con ellos (…) para tener más
herramientas para trabajar con ellos.
Otra
de las cuidadoras informales indicó que la dificultad que enfrentaba era no
saber inyectar, por lo que para ella era importante tener ese conocimiento, así
lo señaló: «Enséñenos cómo es la forma correcta de inyectar» (YP-H). Solamente una de las cuidadoras que participó en el grupo focal (RS-H)
indicó no tener problemas o limitaciones al llevar a cabo las labores de cuidados
de la persona mayor con dependencia.
Por
su parte, las cuidadoras informales de Pérez Zeledón hicieron referencia a
diferentes problemas. Una de ellas indicó que la dificultad a la que se
enfrentaba era tener que realizar las actividades de cuidados sola (AG-PZ); por
su parte ML-PZ manifestó: «Tengo problemas para dormir», mientras que SS-PZ y SB-PZ
señalaron presentar afectaciones en la salud física, lo que se puede observar
en los extractos de sus narraciones:
A veces está uno decaído,
saludablemente no está del todo y entonces falta esa fuerza porque a veces por
como yo le meto este brazo, ya estoy afectada de esta parte hasta abajo por no
poderla levantar. (SS-PZ)
Ando mal de todo esto por levantarla
a ella y estoy sola, entonces me ha tocado a mí levantarla, llevarla, y pesa,
no es gorda gorda
pero sí pesa. (SB-PZ)
Por
su parte SB-PZ y MZ-PZ reconocieron como problemáticas las afectaciones en las capacidades
cognitivas de las personas mayores que cuidan. En el caso de SB-PZ, señaló que
su dificultad era la demencia de su mamá; al respecto indicó: «La demencia
porque la paciencia, Dios mío, yo digo, respirar o irme a llorar o irme a
contar hasta diez»; mientras que, en
el caso de MZ-PZ, planteó el comportamiento de su esposo al bañarse, porque,
aunque lo hace solo, «la mayoría de las veces se pone la ropa sucia». Por otro
lado, VA-PZ planteó como dificultad la pérdida de esfínteres de su mamá, sobre
esto comentó: «Mi mamá está con el problema de que está como perdiendo los
esfínteres, entonces a cada rato quiere ir al baño».
Una
vez señaladas las problemáticas a las que se enfrentan las cuidadoras
informales de personas mayores con dependencia de ambos cantones, se puede
determinar que, en el caso de Heredia, estos se relacionan más con el
desconocimiento de técnicas básicas para la atención de estas personas respecto
a cómo bañarlas, cómo movilizarlas, cómo inyectarlas, mientras que en Pérez
Zeledón se puntualizan situaciones que les aquejan personalmente a nivel
físico, emocional o se hace referencia a condiciones de las personas mayores
que les dificultan el desarrollo de sus labores.
Si
bien las cuidadoras informales de Heredia no plantean afectaciones físicas
producto de las actividades de cuidados que llevan a cabo, el no conocer la
forma correcta de movilizar a la persona mayor en la cama o cómo bañarla puede
tener implicaciones en su salud, como problemas en la espalda, dolores
musculares, contracturas, de ahí la importancia de contar con los conocimientos
para realizar estas labores de forma correcta.
Debe
señalarse que las actividades de cuidados pueden implicar un desgaste físico,
psicológico y social para las personas que las realizan, particularmente en los
casos en los que se llevan a cabo de manera informal, lo que puede tener
efectos negativos en su calidad de vida[23]; por esta
razón, debe ponerse atención a los problemas que se enfrentan, buscar
soluciones, contar con una red de apoyo familiar, pero también con el
involucramiento de otros actores y actoras provenientes de instituciones
estatales, universidades, gobiernos locales, organizaciones no gubernamentales
y las mismas comunidades, que estos brinden a las personas cuidadoras
informales los apoyos y herramientas que necesitan para el desarrollo de las
tareas de cuidados.
Las
problemáticas a las que se enfrentan las personas cuidadoras informales muchas
veces se encuentran vinculadas con la carencia de capacitación o conocimientos
relacionados con el manejo de las personas mayores con dependencia, como
también con la falta de apoyo en el desarrollo de las labores de cuidados; por
esta razón a la población de estudio se le consultó: ¿Qué tipo de capacitación
o ayuda requerían para realizar las actividades de cuidados?
Frente
a esta pregunta, una de las cuidadoras informales de Heredia señaló, como una
necesidad, el contar con capacitación en materia legal, conocer sobre derechos
humanos de las personas mayores esto, para aclarar «inquietudes legales (…) de
una denuncia judicial (…) cómo hizo cuál fue el canal, a dónde fuiste, qué
hizo, cuál fue el proceso legal» (YP-H). Esta misma persona indicó que, para quienes realizan labores de
cuidados, es importante contar con información de fundaciones y organizaciones
que brinden apoyos materiales a las personas mayores, lo manifestado por ella
se puede observar en el siguiente extracto:
Conocer sobre lugares, no sé, que te
digan dónde puede conseguir esto en tal lado o puede ir a tal fundación (…) o
el Club de Leones te colabora con tales cosas (…), qué fundaciones me ayudaban
(…), dónde conseguimos la cama, quién nos puede alquilar un colchón.
Por
otra parte, tres cuidadoras informales de este mismo cantón plantearon requerir
capacitación en técnicas para la atención de personas mayores con dependencia
(KC-H; RB-H y OH-H). KC-H señaló la necesidad de «saber hacer las cosas, la
parte técnica (…), cómo hago para cambiarlo, cómo hago para darle vuelta, es
difícil, cómo hago para ponerle un suero, cómo hago hasta para el medicamento».
RB-H hace referencia a capacitación en «técnicas de alimentación». En el caso
de OH-H, planteó las dificultades a las que se tuvo que enfrentar al no saber
colocarle a su papá unas medias elásticas porque no tuvo una explicación previa
sobre cómo hacerlo.
Otra
de las necesidades de capacitación a las que se refieren las cuidadoras
informales de Heredia es el tema del autocuidado y la relajación, así lo
plantean RB-H y KC-H. Esta última indicó: «Para nosotros, que haya ese
relajamiento, esa tranquilidad para llegar a darle a ellos mejores cosas, o sea
que ellos se sientan mejor porque si usted está bien, ellos están bien (…),
charlas (…), psicología».
Ahora
bien, en el caso de las cuidadoras informales de Pérez Zeledón, se hace
referencia tanto a requerimientos de capacitación como de apoyo para realizar
las tareas de cuidados. Respecto a las capacitaciones, señalan necesitar
conocimientos sobre técnicas para atender a las personas mayores con
dependencia y no lastimarse, así lo manifiesta VA-PZ, quien indica la necesidad
de saber «cómo moverme para no lastimarme o cómo hacer técnicas para manejarlos
cuando ellos están encamados, cuando hay que llevarlos al baño, esas técnicas
son excelentes, eso le ayuda a uno a no lastimarse tanto físicamente».
En
lo que a ayudas se refiere, dos cuidadoras informales (AG-PZ y ML-PZ) plantean
requerir apoyo para movilizar fuera de la casa a las personas mayores con
dependencia; estas mismas mujeres señalan necesitar ayuda de una persona
profesional en psicología, lo que también es planteado por SB-PZ. En los
siguientes extractos se presenta lo narrado por dos de las mujeres:
[Apoyo] psicológico también, sí para aprender a lidiar con
las situaciones. (SB-PZ)
Sí, yo quisiera una psicóloga (…)
que le ayude a uno emocionalmente también, que le diga, mirá
eso vas a pasar (…), a mí me pueden decir tómese esta medicina y todo, y va
agarrar fuerza. (ML-PZ)
Al
contrastar lo planteado por las cuidadoras informales de mayores con
dependencia en ambos grupos focales, se puede identificar que, en los dos casos,
se señala como una necesidad el contar con una capacitación que les brinde
conocimientos para la atención de las personas que cuidan, relacionados con
alimentación, técnicas para movilizarlos en las camas, para bañarlos,
levantarlos, aplicar medicamentos, lo que permitirá mejorar el trato que le
brindan a la persona mayor como también, el no afectar su salud física, porque
al trabajar con las técnicas adecuadas evitarán lastimarse o lesionarse.
Otra
similitud que se encuentra, es la necesidad de contar con apoyo para el
autocuidado, a través de un grupo dirigido a cuidadoras o de una persona
profesional en psicología. Esto es de gran relevancia porque, producto del
trabajo de cuidado, en la mayoría de los casos las cuidadoras se sobrecargan,
lo que les genera estrés, ansiedad, frustración, miedo, afectando su salud
psicológica y con esto su calidad de vida.
Una
diferencia que se observa es que, solamente en el caso de Heredia, se hace
referencia a la necesidad de contar con conocimiento sobre los derechos humanos
de las personas mayores o respecto a las fundaciones u organizaciones que
brindan apoyos materiales a estas personas. En el caso de Pérez Zeledón no se
plantea esto como una prioridad porque en el Hospital Escalante Pradilla se han
realizado importantes esfuerzos por facilitar este tipo de información a las
personas cuidadoras, entre las que se encuentran las participantes del grupo
focal.
Los
resultados de esta investigación refuerzan lo ya planteado en otros estudios:
las personas cuidadoras informales requieren capacitación e información que les
brinde los conocimientos básicos para realizar las actividades de cuidados. Por
otra parte, se puede señalar que el hecho de que la capacitación sea obtenida
en un hospital, brindada por una universidad, un gobierno local o un organismo
no gubernamental, es fundamental para que estas personas puedan evitar o
disminuir la sobrecarga, el estrés y otras afectaciones en su salud física;
también, al capacitarse y contar con el conocimiento para desarrollar las
labores de cuidados de forma adecuada, las personas cuidadoras están
invirtiendo en su calidad de vida y en la de la persona mayor.
Desde la perspectiva de Espinoza y Jofre[24],
la sobrecarga de la persona cuidadora abarca una serie de afectaciones y
problemas en diversas dimensiones que incluyen lo físico, lo mental, el área
socioeconómica, las relaciones sociales, las actividades de ocio, las
emociones, limitaciones en la intimidad y el condicionamiento de la libertad.
A partir de esto, tomando en cuenta el
carácter multidimensional de la situación de las cuidadoras informales, en esta
investigación se indaga sobre las relaciones sociales, principalmente, lo que
respecta al apoyo social con el que disponen estas personas, dado que, al
ejercer una labor que requiere una serie de tareas y responsabilidades que
podrían generar agotamiento y estrés, es necesario, como un factor protector,
contar con redes sociales que cumplan la función de apoyo emocional, en las
cuales se brinden espacios de calidad
para la escucha activa que permitan canalizar emociones negativas
generadas por la sobrecarga del trabajo de los cuidados de personas mayores con
dependencia.
En este sentido, se consultó a la
población de estudio si contaban con alguna persona con la que pudieran conversar
sobre las dificultades o problemas que enfrentaban en el desarrollo de las
labores de cuido, al respecto, de las siete cuidadoras informales del cantón de
Heredia, cuatro (YP-H; KC-H; MR-H y NR-H) manifestaron contar con un número limitado de
personas de su círculo familiar o fuera de este que les brindaban tiempo para
conversar. A continuación, se muestran algunos de sus discursos:
Ahorita,
yo creo que solo con mis hermanos, que ellos (...) son con las únicas personas
que podemos hablar, pero vieras que ellos también manifiestan el desgaste
mental, físico y psicológico, también el cansancio, ellos también lo
manifiestan entonces como que nos identificamos. (YP-H)
Yo
a veces hablo con mi esposo, yo creo que mi esposo ya no quiere escucharme
(risas) dice su familia es demasiado complicada. (NR-H)
De acuerdo con lo planteado por las
cuidadoras informales de Heredia que cuentan con espacios para conversar,
principalmente lo hacen con familiares cercanos, entre ellos destacan hermanos o
hermanas, hijas, primas o el cónyuge. Sin
embargo, dos de estas mujeres (YP-H y KC-H) señalaron que se han cerrado
espacios para conversar de las dificultades en el desarrollo de las labores de
cuidados en el círculo familiar, porque eso ha generado conflicto o trae
mayores dificultades en la interacción familiar; esto se puede observar en los
siguientes extractos:
Pero
digamos yo con mi esposo ya no lo hablo porque eh estoy en el dilema
existencial verdad porque él me dice o sea ya él tiene sus hijos ellos deberían
hacerse (...) cargo de él y ya usted soltar para ya nosotros seguir con nuestra
vida entonces con mi esposo yo ya no hablo nada entonces uno llega a la casa
callado verdad. (YP-H)
(…)
y con mis hermanos no porque mis hermanos más bien me llegan a contar todas las
enfermedades de ellos a mí (risas) en lugar de ver lo de mami. (KC-H)
Por otra parte, en el caso de las
cuidadoras informales de Pérez Zeledón, solamente una se refirió al tema,
mencionando que cuenta con un número limitado de personas de su círculo
familiar, o fuera de este, que le brindan tiempo para conversar; así lo
manifiesta:
Solo,
yo francamente, con una hija, ella me llama de Limón, mami ¿Cómo está hoy? ¿Cómo
se siente hoy? Le digo yo, un poco cansada, pero usted no tiene la culpa, me
dice: distráigase; le digo yo: pero cómo quiere que me distraiga si aquí no hay,
como le digo yo, para salir a hacer un mandado tengo que ver quién me ayuda a
cuidarla en ese momento, le digo yo, es muy difícil. (AG-PZ)
Como se observa, los discursos de las
cuidadoras informales de ambos cantones evidencian que estas mujeres cuentan
con pocas personas que les brinden espacios de escucha activa, ya sea dentro o
fuera de su familia; una de las razones por las que esto ocurre, es porque
conversar sobre el tema del apoyo que se requiere para realizar las actividades
de cuidados de la persona mayor con dependencia y la distribución de estas
tareas, suele generar conflictos familiares.
Con
respecto al tema del apoyo social requerido para realizar las actividades de
cuidados de la persona mayor con dependencia y las afectaciones en las
relaciones sociales de tipo familiar que esto puede conllevar, cuatro
cuidadoras informales de Heredia (YP-H; KC-H; MR-H y RS-H) señalan haber tenido
conflictos familiares por el cuidado de la persona mayor, lo que se ve
reflejado en los siguientes discursos:
Agarrándose (...), yo con mis tíos,
en este caso, (...) para ver si acaso uno consigue un poquito de colaboración,
ni siquiera es económica que se le pide, es un poquito de colaboración física,
el estar ahí, con el papá, porque el papá también los necesita, entonces sí hemos
tenido muchas rencillas y realmente el ambiente es súper tenso cuando estamos
reunidos (…) (YP-H)
A mí me afectó, hace un año tomé la
decisión, como dijo ella, de mi papá es mío, yo voy a luchar con él y, mi
familia, si quiere venirlo a ver, vienen, si quieren darle amor, es problema de
ustedes, yo sigo con mi camino y listo, no volví a pelear. (RS-H)
Lo
anterior permite plantear que, en el ámbito familiar de estas cuatro cuidadoras
informales, se han generado una serie de disputas y un ambiente tenso,
principalmente por la ausencia de apoyo para el cuidado de la persona mayor con
dependencia, por lo cual, además de las tareas de cuidado que deben asumir, enfrentan
las afectaciones en sus relaciones sociales de tipo familiar.
Además
de los conflictos señaladas anteriormente, en dos casos (KC-H y RB-H), se indica como
dificultades, el impedimento de salir, ver amigos, el
estrés y las preocupaciones al salir y dejar a la persona mayor al cuidado de
otras personas. Se manifiesta también que, producto de las tareas de cuidado,
se ha descuidado la atención y el tiempo dedicado a su propia familia, así lo
plantea KC-H:
Ya no podemos salir, sale uno y está
pensando, está cuidándolo desde lejos uno, es muy difícil porque yo creo que
todas pasamos lo mismo.
Para
el caso de Pérez Zeledón, dos cuidadoras informales (AG-PZ y VA-PZ)
señalaron que no tienen vida social y que experimentan conflictos familiares
por el cuidado de la persona mayor con dependencia. De esta manera, AG-PZ
menciona:
Pero es que yo no tengo vida social,
al menos usted me pregunta a mí y yo no tengo una vida social, no tengo mi
familia conmigo, mi familia, mis hijos, mi compañero ya están lejos.
A
partir de lo expuesto por las cuidadoras informales, se puede indicar que en
los dos cantones se presentan conflictos familiares por el tiempo que se dedica
al cuidado de la persona mayor con dependencia, así como dificultades para
disfrutar de la vida social por parte de las cuidadoras; en el caso de Heredia,
emerge el tema de considerar que se descuida a la propia familia. Lo anterior, concuerda con los resultados
del estudio de Domínguez, Ocejo y Rivera[25],
en el cual revelaron
el
efecto negativo que pueden tener sobre el bienestar los ambientes familiares en
los que el cuidador familiar se comporta de manera abnegada, percibe alto nivel
de conflicto familiar, estrés por la dependencia funcional del adulto mayor y
existe poca distribución de las labores del cuidado entre sus familiares;
asimismo se observó el potencial amortiguador del apoyo social, como un recurso
capaz de revertir esas condiciones de desventaja.
En
lo que respecta a las redes de apoyo social, según Guzmán, Huenchuan y Montes
de Oca[26], estas
son significativas como recursos que ofrecen un soporte de diferentes tipos, ya
sean emocionales, instrumentales,
cognitivos y materiales. En este sentido, se aprecia cómo las cuidadoras
informales de Heredia y Pérez Zeledón, en su mayoría no cuentan con este
abanico de recursos que podría brindarles una mejor calidad de vida y bienestar.
Relacionado
con lo anterior, en el estudio se consultó sobre el apoyo que se recibe para
realizar las tareas de cuidados; en el grupo focal de Heredia, cuatro
cuidadoras informales (YP-H; KC-H;
MR-H y OH-H) manifestaron contar con ayuda de familiares, amistades o de
personas remuneradas externas a la familia. Así lo indicaron YP-H y OH-H:
Bueno, en mi caso es un tío, el
mayor, él es el que está siempre, siempre en la casa, siempre es el que está
ahí metido conmigo y los fines de semana es una muchacha que le pagamos porque
yo no puedo estar toda la semana y porque tengo esposo entonces él me dejó
cuidar a mi abuelo. (YP-H)
En el caso (...) mío sí, si tengo
apoyo de mi hermano, de una sobrina de mi esposo, mi esposo ahí también
colabora. (OH-H)
Por
su parte, NR-H manifiesta la ausencia de apoyo de otros familiares, por lo que
se resigna y asume la tarea como suya:
En el caso mío no, yo creo que es la
(...) frustración que tengo o la tristeza que tengo porque tengo diez hermanos
y es, yo soy la menor, prácticamente la segunda de las menores y es una
cuestión de que: “ah no, yo no puedo”, “ah no, el otro no puede”, nadie puede
cuando se refiere a mamá entonces (...), es cuestión mía, me ha costado mucho,
mucho organizar la familia, entonces llegué al punto de decir mejor no cuento
con nadie. (NR-H)
En
cuanto a las cuidadoras informales de Pérez Zeledón, tres manifiestan (VA-PZ; JA-PZ y SB-PZ) que
cuentan con ayuda de personas familiares, amistades o personas remuneradas
externas a la familia; asimismo, en un caso (JA-PZ) se señala que el apoyo que se
recibe es económico por parte de familiares. Con respecto a esto, una de las
mujeres señala:
En mi caso, una sobrina de mami es
la que me ha ayudado, me ha tenido que tolerar y yo a ella, es la única en el
entorno en el que vivimos con la que puedo contar para algún caso, de alguna
emergencia que se me ha dado de salir, y yo le colaboro, le pago y ahí salimos
solitas, o yo busco algo de la cocina o algo para pagarle las horitas,
eternamente agradecida, quizás a veces no le pago lo que merece, ella se da
para hacerlo no pone excusas. (SB-PZ)
Por
otro lado, ML-PZ menciona que existe la ausencia de apoyo de otros familiares,
se resigna y asume la tarea como suya:
(...) pero no, es que cómo es
posible que de la noche a la mañana mi esposo quede ahí y, tras de eso, a mi
mamá se le quiebra la cadera y uno no tiene apoyo de nadie. (ML-PZ)
A partir de lo anterior, se puede señalar que
frente a la consulta sobre el apoyo que se recibe para realizar las tareas de cuidados,
tanto en Heredia como en Pérez Zeledón, la mayoría de las cuidadoras informales
que respondieron a la pregunta indicaron contar con ayuda para el desarrollo de
este tipo de labores, principalmente por parte de familiares, solamente una indicó
no contar con estos apoyos.
Desde
la perspectiva de Mangini[27], muchas
personas cuidadoras señalan insuficiente colaboración práctica de familiares,
amistades y ausencia de otras opciones, por lo que existe una indiferencia de
brindar apoyo por parte de las familias. Asimismo, mencionan que dedican gran
parte del día a la actividad de cuidar, sin recibir ayuda de terceros. Por su
parte, Espinoza y Jofren[28] señalan
que las personas cuidadoras pueden asumir la idea de ser «responsables»
exclusivas de su familiar, esto último, muchas veces relacionado a cuestiones
culturales y de género, donde se atribuyen las labores de cuidados
principalmente a las mujeres.
Un
tópico fundamental para incluir cuando se realiza investigación con personas
cuidadoras informales de personas con dependencia es el de la salud, desde la
OMS, esta se define como «un estado completo de bienestar físico, mental y
social, no solamente la ausencia de afecciones o enfermedad»[29]. Según García, Mateo y Maroto, el hecho de
cuidar genera un impacto en diferentes dimensiones de la vida, incluyendo la
salud. La labor de los cuidados requiere una «elevada dedicación en tiempo para
las cuidadoras, pero el «coste» de cuidar es mucho más amplio que el resultado
de sumar las horas dedicadas a determinadas tareas: la vida de la cuidadora
principal se ve condicionada por su papel»[30].
De
esta forma, en esta investigación resultó importante indagar sobre la salud de
las personas cuidadoras, dado que esto es fundamental para priorizar las áreas
de acción, estrategias, medidas y las políticas públicas que corresponde
implementarse para el beneficio de esta población, con el fin de mejorar su
calidad de vida.
A
partir de esto, se consultó a las catorce participantes de los dos grupos
focales sobre las percepciones respecto a las afectaciones de realizar las
tareas de cuidados en la salud. Para el caso de las cuidadoras informales de
Heredia, tres (YP-H; KC-H
y MR-H) señalaron problemas en la salud física, dos (KC-H y RS-H)
mencionaron dificultades para dormir, dos (YP-H y MR-H) manifestaron afectaciones en la
salud psicológica, una (KC-H)
de ellas en la dimensión espiritual y una en el área social (KC-H). Se hizo
referencia a complicaciones en diferentes dimensiones de la salud, incluyendo
aspectos de las áreas espirituales y sociales.
En
la tabla 1 se muestran algunos los discursos de las cuidadoras informales de
Heredia sobre las percepciones de las afectaciones de las tareas de cuidado en
la salud.
Tabla
1. Cuidadoras informales de Heredia: discursos sobre las afectaciones de las
tareas de cuidados en su salud
Problemas en la salud física |
«Es
un desgaste físico porque si usted no sabe moverlo lo maltrata y uno también
se daña (...)» (YP-H) |
Problemas para dormir |
«Ya
nada es igual porque usted se duerme; pero usted se duerme y está pendiente,
ya su sueño no es como antes de que usted se durmió, y ¡Ay que rico, ¡verdad!
(...)»
(RS-H) |
Problemas en la salud psicológica |
«Es
un desgaste mental porque hay que estar atento a muchas cosas de él durante
el día, más que está encamado, entonces si tiene sonda, son muchas cosas, y
psicológico porque usted nunca espera ver a su familiar de esa forma (...)
entonces es un deterioro psicológico.»
(YP-H) |
Afectación en la dimensión
espiritual |
«Para
mi bastante (...), espiritualmente también, porque usted ve que aquella
persona ya no es la misma que veía hace muchos años (...)» (KC-H) |
Afectación en la dimensión social |
«Sí afecta (...), sí a uno, porque
también a los hermanos, los pleitos con los hermanos» (KC-H) |
Fuente: Elaboración propia.
En
el caso de las cuidadoras informales de Pérez Zeledón, se plantea en sus discursos
problemas de salud asociados principalmente a las dimensiones física y
psicológica. Cuatro mujeres (VA-PZ; JA-PZ; SS-PZ y MZ-PZ) señalan afectaciones
en su salud física y cinco (ML-PZ;
VA-PZ; SS-PZ; MZ-PZ y SB-PZ) hacen mención a la salud
psicológica.
En
la tabla 2 se pueden observar algunos de los discursos exteriorizados.
Tabla
2. Cuidadoras informales de Pérez Zeledón:
discursos sobre las afectaciones de las tareas de cuidados en su salud
Problemas en la salud física |
«La
salud, los dolores, al menos a mí, como tengo, me encuentran ahora, el
neurocirujano que tengo la cervical totalmente gastada, entonces eso me
produce unos dolores en los brazos, como una quemazón aquí y este otro lado y
después nunca había padecido aquí, del nervio ciático, ahora son unos dolores
por las piernas, hacia abajo, y cuando tengo que sacarle a mamá las piernas y
yo tengo que agacharme.»
(VA-PZ) |
Problemas en la salud psicológica |
«Le afecta a uno la salud más en
esa parte emocional, lo que más, más maltrata.» (VA-PZ) «Cuidador quemado, en realidad me
siento quemada porque estoy ya con chicha, con lloradera, con de todo,
entonces estoy colapsada (...)»
(SB-PZ) |
Fuente: Elaboración propia.
A
partir de lo señalado por la población de estudio, se puede plantear que tanto
las cuidadoras informales de Heredia como las de Pérez Zeledón coinciden en la
tenencia de problemas en su salud física y psicológica, producto de las
actividades de cuidados que realizan. Con respecto a las problemáticas en la
salud física, sobresalen los dolores en diferentes partes del cuerpo, problemas
musculares y desgaste de los
huesos por la fuerza que se ejerce para
movilizar a las personas mayores con dependencia, esto concuerda con los
resultados del estudio comparativo sobre salud y calidad de vida de cuidadores
familiares y profesionales, realizado por Flores, Jenaro, Moro y Tomşa[31],
allí se concluye que las personas cuidadoras familiares de personas mayores con
dependencia poseen elevados niveles de deterioro de su salud física y
psicológica, aún más que los cuidadores profesionales; como también que
presentan mayores síntomas somáticos como dolores de cabeza o musculares.
Asimismo, según la información de las tablas
anteriores, se puede observar que las personas cuidadoras informales de Heredia
manifiestan además problemas para dormir, espirituales y sociales. De acuerdo
con los resultados del estudio de Flores et al., «el cuidado del dependiente
también repercute significativamente en los familiares provocándoles una menor
satisfacción con la vida en general y con otros factores como el trabajo,
familia y las relaciones sociales»[32].
El desarrollo de la investigación que se
presenta en este artículo permitió tener un acercamiento a las percepciones de
las cuidadoras informales de personas mayores con dependencia respecto a las
actividades de cuidado, las problemáticas a las que se enfrentan, la
capacitación o ayudas que requieren para su desarrollo, el apoyo que reciben
para atender a las personas que cuidan, así como las afectaciones en su salud y
en las relaciones sociales que surgen una vez que llevan a cabo estas labores.
Este
estudio permitió mostrar que, independientemente de la zona de residencia de
las cuidadoras informales, en este caso era una urbana –Heredia– y otra rural –Pérez
Zeledón–, para el desarrollo de las actividades de cuidados de personas mayores
con dependencia se requiere capacitación en diferentes áreas, necesaria no solo
para que estas mujeres brinden mejores cuidados, sino también para proteger su
salud y, con esto, su calidad de vida y la de la persona mayor.
Respecto
al tema de la protección de la salud y el mejoramiento de la calidad de vida de
las cuidadoras informales, es importante que las instituciones que velan por la
salud de las personas mayores, que constantemente están indicando a estas
mujeres qué cuidados deben tener con las personas que atienden, así como que dediquen
un espacio para brindarles recomendaciones sobre los cuidados que ellas deben
tener al realizar su labor para resguardar su salud física y mental.
De
igual forma, es necesario trabajar en procesos de sensibilización y
concientización en el ámbito familiar, en los que se explique el derecho de la
persona cuidadora a contar con espacios de esparcimiento, de relajación y para
realizar actividad física, en los que además se indique que las actividades de
cuidados no deben recaer en una sola persona, específicamente en las mujeres,
sino que deben ser compartidas entre quienes son familia de la persona mayor
con dependencia, haciendo referencia así a la importancia del apoyo social
tanto para la cuidadora informal como para quien se cuida.
Lo
planteado en los párrafos anteriores contribuiría en la disminución de los
problemas a los que se enfrentan las cuidadoras informales, porque tal como se
observó en el análisis de los resultados, muchos de ellos derivan de la falta
de capacitación o del poco o nulo apoyo con el que se cuenta a la hora de
realizar las actividades de cuidados.
Para
que los problemas a los que las cuidadoras informales se enfrentan durante el
desarrollo de sus labores disminuyan o desaparezcan, es fundamental que los
cuidados dejen de ser un tema privado, de familia, vinculado con las mujeres y, que más bien, sea atendido
también por los hombres, el mercado, las comunidades, el Estado y las
instituciones públicas que velen por las necesidades en materia de salud, como
las que hace referencia la población de estudio.
Es
fundamental generar espacios en el ámbito comunal, los cuales permitan
desarrollar redes de apoyo social como soporte para las personas cuidadoras
informales, que faciliten intercambios de apoyos de diferente índole, según las
necesidades requeridas por cada persona, abarcando aspectos instrumentales, emocionales, cognitivos y
materiales[33].
Una
opción por valorar son los programas de respiro familiar aplicados en otros
países desde el Estado, los cuales constituyen espacios para que la persona
cuidadora pueda dejar temporalmente a la persona mayor con dependencia y así
tener la posibilidad de disfrutar de tiempo libre y descanso.
En
un país como Costa Rica, en el que se da un acelerado envejecimiento
poblacional, dada la complejidad del tema de los cuidados y la sobrecarga que
generan en las personas cuidadoras informales, son urgentes los programas
formativos de carácter multidimensional que abarquen la educación y
capacitación para el cuidado, así como el apoyo social y psicológico requerido
para realizar dicha labor.
En este sentido, es fundamental fortalecer y
dar seguimiento a la Política Nacional de Cuidados 2021-2031: hacia la
implementación progresiva de un Sistema de Apoyo a los Cuidados y Atención a la
Dependencia; así como a los planteamientos de la Estrategia Nacional de
Envejecimiento saludable en Costa Rica (2018-2020) en el eje 4: Sistema de
prestación de atención a largo plazo, en el cual una de sus actividades es «el
fortalecimiento de acciones de capacitación y apoyo psicosocial a los
cuidadores familiares de personas mayores en condición de dependencia que
residen en el domicilio»[34].
Respecto a las cuidadoras informales de
personas mayores, es recomendable que en las políticas públicas de salud se
establezcan líneas de acción dirigidas al mejoramiento de su calidad de vida y
permitir el ejercicio pleno de sus derechos. De igual manera, es necesario que
su labor, su aporte a la sociedad y a la economía de los países, sea reconocido,
valorado, dado que el trabajo de cuidados es requerido por todas las personas
en diferentes etapas del curso de vida y es esencial para el funcionamiento y
desarrollo de las sociedades.
Formato
de citación según APA
Espinoza-Herrera, R. y Alfaro-Vargas,
N. (2021). Cuidadoras informales de personas mayores con dependencia:
problemáticas frente a su labor. Revista Espiga, 20 (42), 119-146.
Formato de citación según Chicago-Deusto
Espinoza-Herrera,
Rebeca y Alfaro-Vargas, Noelia. «Cuidadoras
informales de personas mayores con dependencia: problemáticas frente a su labor». Revista
Espiga 20, n.º 42 (julio -
diciembre, 2021): 119-146.
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