Escuela
de Ciencias Sociales y Humanidades, UNED, Costa Rica
https://revistas.uned.ac.cr/index.php/espiga
ISSN:
1409-4002 • e-ISSN: 2215-454X
Edgar Ortiz-Arellano*
https://orcid.org/0000-0002-0907-7261
Recibido: 03 de mayo de 2020 •
Aceptado: 21 de agosto de 2020
Resumen
Con la expansión
acelerada de la enfermedad COVID-19, los diferentes gobiernos se enfrentan a
condiciones que ponen a prueba sus capacidades para dar seguridad y protección
a la vida de sus gobernados. Este artículo propone incorporar la noción de
combate de esta epidemia desde la comprensión del funcionamiento de los
dispositivos de la gubernamentalidad frente a estas amenazas de tipo biológico,
de ahí que el objetivo del presente texto es dilucidar la problemática que ha
provocado el COVID-19 en México desde las posturas de la biopolítica y la
seguridad humana.
Palabras clave: Amenaza, políticas públicas, pandemia,
gobierno mexicano, riesgos.
Mexico versus COVID-19: Human Security,
Governmentality and Biopolitics
Abstract
With the rapid spread of the COVID-19 disease, governments around the world face conditions that test their capabilities to provide security and protection to the lives of their governed. This paper proposes to incorporate the notion of combat of this epidemic from the understanding of the functioning of governmentality devices against these biological threats, hence the objective of this article is to elucidate the problems that COVID-19 has caused in Mexico from the positions of biopolitics and human security.
Key words: Threat, public
policies, pandemic, Mexican government, risks.
Le Mexique
face au Covid-19: sécurité humaine, gouvernementalité et biopolitique
Résumé
À cause de la
propagation accélérée de la maladie Covid-19 les différents gouvernements
doivent faire face aux conditions qui mettent à l’épreuve leurs capacités pour
sécuriser et protéger la vie de leurs habitants. Cet article propose
d’incorporer la notion de lutte contre cette pandémie du point de la vue de la
compréhension du fonctionnement des dispositifs de la gouvernementalité face à
ces menaces du type biologique. Ce texte a donc pour objectif d’élucider la
problématique qu’a provoqué le Covid-19 au Mexique sous l’angle de la
biopolitique et la sécurité humaine.
Mots-clés: Menace, politiques publiques, pandémie,
gouvernement mexicain, risques.
Introducción
En diciembre de 2019,
a nivel mundial se reportó el brote de una nueva variedad de coronavirus,
surgida en la provincia de Wuhan, China: SARS-CoV-2,
la cual genera una enfermedad respiratoria sumamente infecciosa: COVID-19, que
puede provocar la muerte a la persona contagiada. Enfrentar esta enfermedad ha
sido un reto constante para los gobiernos de prácticamente todo el planeta,
sobre todo en tres áreas: el sistema de salud, la economía y la seguridad
nacional; estos sectores, se han visto afectados considerablemente por los
efectos perniciosos de esta pandemia y por las medidas utilizadas para
contrarrestarla.
Esta situación
histórica que vive la humanidad, pone en el debate una serie de conceptos que
en las últimas décadas del siglo XX fueron desarrolladas, en primera instancia,
por Michel Foucault y, posteriormente, por pensadores como Giorgio Agamben,
Paulo Virno, Judith Butler, Roberto Esposito, Antonio Negri, entre otros, con
respecto de los cambios en la manera de gobernar que comenzaron a realizarse en
el siglo XVIII. Las investigaciones que realizó Foucault describen y explican «el arte del gobernar» sobre los vivos, el cómo la gubernamentalidad incide sobre la vida
humana para cuidar, desarrollar y volverla más productiva, así como consolidar
su eficaz desempeño laboral y reproducción del capital, pero también para
vigilarla en su comportamiento como población para predecir sus tendencias.
En este sentido, es
necesario plantear, desde una postura crítica, cuál ha sido la actitud del
gobierno mexicano para contener esta enfermedad. Este artículo propone
incorporar la noción de combate de epidemias desde la dimensión de la seguridad
con enfoque humano, para ello es necesario que se comprenda cómo funcionan los
dispositivos de la gubernamentalidad frente a estas amenazas de tipo biológico,
de ahí que el objetivo es dilucidar las problemáticas que ha provocado el
COVID-19 en México desde las posturas de la biopolítica y el biopoder; para
ello se apoya en el corpus teórico que Foucault desarrolló en torno a
esta temática, al tomar como base la revisión de literatura, así como en el
análisis de la situación de la epidemia en México entre los meses de febrero y
fines de abril del 2020 (en la fase tres de la pandemia).
En su primer apartado,
este ensayo explica el concepto de gubernamentalidad y las nociones del
biopoder en torno de la seguridad; en el segundo punto se analizan las
condiciones del caso mexicano y, posteriormente, se procede a las conclusiones.
Gubernamentalidad y
seguridad
Michel Foucault observó
que, especialmente en el siglo XVIII, hay un cambio en la manera de hacer
gobierno, una transición del viejo poder soberano por una forma que está
acompañada de una nueva función. «El derecho de soberanía es, entonces, el de
hacer morir o dejar vivir. Y luego se instala el nuevo derecho: el de hacer
vivir y dejar morir»[1]. Ahora a este poder le interesa la vida como
fundamento del arte de gobernar, porque el punto de atracción será las
poblaciones y una tecnología que aborda de manera científica los fenómenos que
suceden en el seno de una sociedad; de hecho, para Foucault, este nuevo poder
que se asentó en aquella época, sigue vigente en el orden global[2], por lo que tanto epidemias como endemias
serán su tema de interés. «En ese momento, a fines del siglo XVIII, no se trata
de esas epidemias sino de algo distinto: en líneas generales, lo que podríamos
llamar las endemias, es decir, la forma, la naturaleza, la extensión, la
duración, la intensidad de las enfermedades, reinantes en una población»[3].
La lógica del gobierno
y de sus dispositivos para intervenir sobre la vida consiste, en primera
instancia, en la observación, análisis y predicción estadística de asuntos como
las tasas de nacimientos, morbilidad y mortalidad, entre otras causas; así como
determinar aquellas condiciones biológicas que impiden que la vida humana
funcione de manera correcta[4] y, con ello, determinar el conjunto de
procedimientos de intervención gubernamental como son los servicios médicos,
económicos y de seguridad, es decir, a las técnicas de gobierno, para las
cuales «Foucault usó el término gubernamentalidad para describir esta
intervención en la vida. Hacia la segunda mitad del siglo XVIII, entonces,
estas técnicas de poder fueron acompañadas por una vigilancia disciplinaria
dirigida a tomar el control de la vida y los procesos biológicos de la
población para “regularizarlos”, lo que Foucault denominó “hacer vivir y dejar
morir”»[5] [traducción propia].
Para Foucault, el
concepto tiene tres implicaciones, de las cuales, este artículo, pone énfasis
en las dos primeras:
Entiendo el conjunto constituido por las instituciones, los
procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permite
ejercer esa forma bien específica, aunque muy compleja de poder que tiene por
blanco principal la población, por forma mayor de saber la economía política y
por instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad. Segundo por
“gubernamentalidad” entiendo la tendencia, la línea de fuerza que, en todo
Occidente, no dejó de conducir, y desde hace mucho, hacia la preeminencia del
tipo de poder que podemos llamar “gobierno” sobre todos los demás[6].
Esta forma de poder es
el enraizamiento de las técnicas de gobierno en los asuntos públicos; pero,
sobre todo, en las personas desde diversas perspectivas, especialmente la
biológica. Todo esto desde una orientación racional y metódica, de ahí
que: «El estudio de las formas de gubernamentalidad implica, entonces, el
análisis de formas de racionalidad, de procedimientos técnicos, de formas de
instrumentalización»[7]. Estas técnicas biopolíticas, aunadas a la
expansión gubernativa y su racionalidad, pondrían énfasis en la seguridad que
se debe dar a las poblaciones y, por lo tanto, al control que se ejerce sobre
ellas para garantizar su sobrevivencia y desarrollo.
El gobierno, como
núcleo rector del Estado, busca expandir su aparato y estructuras funcionales
que le permitan mayor vigilancia y prevención de las emergencias, amenazas y
riesgos que pudieran desestabilizar o destruir el orden establecido, así como a
sus instituciones y población que gobierna, de ahí que construya andamiajes que
permitan la protección de dichos elementos de la sociedad humana. La función
del Estado hobbesiano, hasta la
fecha, se centra en la preservación de la vida humana como una prioridad,
pretensión que, en las condiciones actuales del mundo, es difícil de cumplir y
acatar; sin embargo, el orden global intenta orientar las políticas hacia un
enfoque de índole biopolítico, lo cual puede explicar el porqué del tránsito de
la seguridad nacional, noción sumamente usada durante la Guerra Fría, hacia una
propuesta de seguridad humana, impulsada desde 1994 por la Organización de las
Naciones Unidas. «Tal enfoque implica proteger a la población de los riesgos y
amenazas que pueden perjudicar sus aspiraciones y su calidad de vida, así como
crear sistemas que faciliten el acceso de las personas a los derechos básicos
de supervivencia, dignidad y trabajo decente»[8].
El concepto de
seguridad, que tiene como eje lo humano, es resultado de un proceso que deviene
de las confrontaciones del siglo XX, lo cual, al terminar en la década de 1990,
y con la amenaza de una conflagración de dimensiones planetarias, hizo que las
políticas a nivel internacional se orientaran a construir una visión de índole
biopolítica, «Desarrollada como una crítica a la priorización tradicional de la
seguridad del Estado, la seguridad humana, tal como la define Commission on
Human Security, tiene como objetivo la protección y la mejora del “núcleo
vital de todas las vidas humanas”»[9] [traducción propia].
La seguridad humana es
un dispositivo orientado hacia la vida: «Como una tecnología centralizadora de
la gobernanza internacional, la visión de la seguridad humana que comenzó a
acelerarse a finales de la década de los noventa, implicó el aseguramiento
biopolítico de poblaciones no aseguradas, mediante la unión de las prácticas,
instituciones y redes de desarrollo sostenible existentes»[10]. Los procedimientos (técnicas de gobierno) que
la gubernamentalidad despliega son fundamentales, ya que esta nueva forma de
poder transciende al Estado y se instala en la conducta de los individuos; es
decir, una gubernamentalización total de la población, ahora el ciudadano toma
consciencia de su propio cuidado y construye su existencia en favor suyo (o así
debería de ser). El individuo es responsable de aquello que lo mantiene vivo,
sano y más en un contexto donde el Estado de bienestar es desmantelado para dar
paso pleno a que el mercado lo controle todo. «El papel del Estado en la
política pública neoliberal se caracteriza por una reducción de la política
social a un mínimo, en especial en la distribución de beneficios sociales
básicos para los pobres, fundamentalmente educación y salud, que son los
servicios que garantizan la reproducción del “capital humano”»[11].
La
gubernamentalización de la sociedad, por un lado, y la ampliación, así como la
transición del concepto de seguridad nacional hacia seguridad humana, por otra
parte, hacen que el campo de acción de las políticas en seguridad sean muy
amplias, dejando a los poderes públicos la capacidad para decidir hasta dónde
deben de intervenir, porque todo puede ser considerado una amenaza o riesgo; en
este caso, una pandemia o, también, al usar los mismos argumentos, desestimarla
y no considerarla como un tema inherente a la seguridad, es decir: «Los
gobiernos pueden incluir bajo el título de amenaza cualquier aspecto que se
les ocurra que afecte a sus intereses nacionales y geoestratégicos»[12]. Sin embargo, desde la perspectiva de la
seguridad, el Estado debe proteger de cualquier tipo de amenaza a la población,
sea este por ejemplo de tipo terrorista, desastre natural, pobreza generalizada
o enfermedades como es el caso que aqueja ahora al mundo.
Para lograr
esta protección a la que aspira el arte de gobernar, es necesario que los
instrumentos de seguridad se ajusten a las tecnologías del biopoder, esto
implica que son aparatos dinámicos, adaptados a la coyuntura y a las prácticas
de intervención que, definidas por los hacedores de políticas, no surgen de
manera espontánea. «Las prácticas de seguridad biopolítica no se articulan en
un diseño de la naturaleza. Son logros contingentes que reflejan la realización
parcial de diseños que buscan representar “naturalezas”. En el proceso, hay
deslizamientos, roturas, cambios y revisiones, para los cuales los operadores
originales y las preocupaciones de la biopolítica ya no las consideran»[13] [traducción propia].
México y COVID-19
El Estado mexicano
se rige por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos la
cual, en su artículo 89, fracción VI, contempla que el presidente de la
República es el responsable de preservar la seguridad nacional de país[14]; en esta misma norma
constitucional, en su artículo 73, fracción XVI, se señala que:
XVI. Para dictar leyes sobre nacionalidad, condición jurídica de los
extranjeros, ciudadanía, naturalización, colonización, emigración e
inmigración y salubridad general de la República.
1a. El Consejo de Salubridad General dependerá directamente del
presidente de la República, sin intervención de ninguna Secretaría de
Estado, y sus disposiciones generales serán obligatorias en el país.
2a. En caso de epidemias de carácter grave o peligro de invasión de
enfermedades exóticas en el país, la Secretaría de Salud tendrá obligación
de dictar inmediatamente las medidas preventivas indispensables, a reserva de
ser después sancionadas por el presidente de la República.
3a. La autoridad sanitaria será ejecutiva y sus disposiciones serán obedecidas
por las autoridades administrativas del País[15].
El
gobierno mexicano gira en torno del poder presidencial, esto como resultado de
su devenir histórico y del proceso revolucionario que vivió entre 1910 y 1929,
lo que orilló a que se constituyera un presidente fuerte con respecto a los
otros poderes de la Unión (Legislativo y Judicial), así también, sobre los
caudillos políticos y militares que dominaron el escenario político durante
buena parte del siglo XIX y durante la Revolución mexicana. En la actualidad,
el jefe del Ejecutivo concentra tanto a la administración pública centralizada
como a los organismos descentralizados y empresas paraestatales, lo cual le da
una presencia política muy importante de facto, que obliga a todos los actores
políticos, económicos y sociales a converger en él, por lo que los temas de
salud y control de enfermedades es un asunto que está constantemente en la
agenda presidencial, más por las atribuciones constitucionales señaladas.
En caso de
epidemias graves, son el Consejo de Salubridad General, el presidente de la
República y la Secretaría de Salud, los encargados de encabezar las acciones
para afrontar este tipo de amenazas a la población. Por otra parte, La Ley
de Seguridad Nacional, en su artículo 3, fracción primera, menciona, con
respecto de las tareas en su materia, que una de ellas es: «La protección de la nación mexicana frente a
las amenazas y riesgos que enfrente nuestro país»[16]; sin embargo, en ningún apartado hay mención de las
enfermedades o epidemias como amenazas o riesgos a la seguridad de la población
o del Estado. La Ley General de Salud, en su artículo 181, indica que:
«En caso de epidemia de carácter grave, peligro de invasión de enfermedades
transmisibles, situaciones de emergencia o catástrofe que afecten al país, la
Secretaría de Salud dictará inmediatamente las medidas indispensables para
prevenir y combatir los daños a la salud, a reserva de que tales medidas sean
después sancionadas por el presidente de la República»[17]. Aquí, se observa cómo en el caso mexicano existe un
andamiaje jurídico gubernamental de índole biopolítico en materia de salud,
donde el saber médico tiene el control del combate a las epidemias y no las
áreas de seguridad nacional (o por lo menos de manera pública), estas últimas
podrían aportar los análisis de inteligencia y análisis de la información que
se generaban en todo el mundo y, con ello, prever la llegada del COVID-19 a
México (vía personas procedentes de EE. UU., Europa y China) para así aminorar
las posibilidades de contagio en el país. Pero también, a partir de los datos
de morbilidad de la población y demás datos biológicos, los órganos de
seguridad podrían haber desarrollado escenarios y estrategias para reducir el
impacto de la tasa de mortalidad provocada por esta enfermedad.
El Estado mexicano, al igual que la mayoría de los
Estados occidentales capitalistas, se configuró en un orden biopolítico en la
tesitura planteada por Foucault, de ahí que el poder político de México pusiera
énfasis en la protección sanitaria de la población a partir de la creación de
instituciones hospitalarias y de seguridad popular, como lo son el Instituto
Mexicano del Seguro Popular, Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los
Trabajadores del Estado, Seguro Popular y, recientemente, el Instituto de Salud
para el Bienestar, así como en el seguimiento estadístico de la población en
cuanto a su comportamiento, en particular a través del Instituto Nacional de
Estadística, Geografía e Información.
A lo largo de siglo XX, el régimen creó un amplio
andamiaje de instrumentos de seguridad y vigilancia sobre la población, que
hasta la fecha siguen operando. Cabe señalar que estos dispositivos son tanto
para salud y seguridad pública, como para seguridad nacional; todos ellos
desarrollados por el Estado para la protección de la población, con el fin de
hacerla vivir, para ejercer un gobierno sobre los vivos y evitar, por ejemplo,
que la pandemia cause graves estragos en la vida de las personas, en este caso,
por lo menos, a nivel normativo, pero no necesariamente en la realidad.
Para el caso mexicano, la estrategia biopolítica en
cuanto al COVID-19 ha consistido en dejar que la epidemia evolucione de manera
natural y que el ciudadano sea el encargado, a partir del aislamiento y la
higiene personal (Jornada Nacional de Sana Distancia), de contener esta
enfermedad y, por otra parte, el Estado mexicano se ocupa de administrar los
servicios hospitalarios históricamente deficientes (mencionados anteriormente)
y que, ante la inevitabilidad de la pandemia, solo queda la opción de gestionar
el saber médico lo mejor posible, así como la administración de la muerte de
los pacientes. «En México hasta el día de hoy se han confirmado 408,449
casos y 45,361 defunciones por COVID-19»[18]. El 27 de febrero de
2020 se dio a conocer el paciente cero en México y, desde entonces y
hasta la cuarta semana de abril, se llegó a la fase tres, donde ya no se puede
dar seguimiento a la cadena de contagios, por lo que los enfermos se dan de
manera masiva, lo cual ocasiona el colapso en el sistema de salud. En el caso
de México (y como casi en todo el mundo), es en las zonas urbanas donde
principalmente se ha dado el contagio, debido a que es el espacio donde hay
mayor densidad poblacional. Este fenómeno Foucault lo detectó en las
preocupaciones que existan con respecto a la relación epidemias-ciudad en el
siglo XVIII[19].
Ante esta nueva
enfermedad, el Estado mexicano intentó utilizar la racionalidad gubernamental,
realizó proyecciones estadísticas, generó estudios y brindó información diaria
a la población[20],
entre otras medidas, para tratar de encauzar a la población hacia la
gobernabilidad y, con estas acciones, tratar de evitar el pánico, revueltas
populares, saqueos y el derrumbe económico. En este rubro, al principio de la
expansión de la pandemia, en el país se decidió no detener la actividad
económica[21],
pero esta decisión, conforme creció el número de contagios, fue imposible de mantener.
El no haber detenido la actividad económica se puede explicar si se considera
que, en un orden social, donde el mercado es el agente económico más
importante, las operaciones comerciales, los negocios, el flujo de mercancías,
bienes y servicios no pueden parar, ya que al hacerlo provoca un efecto
negativo en todos los ámbitos de la sociedad, en donde todos los sectores son
dañados, pero aún más en aquellos que de por sí eran vulnerables antes de la
pandemia y que, por el apremio de obtener recursos, arriesgan su integridad
física por contagio de COVID-19, ya que en el sistema capitalista, no solo las
técnicas biopolíticas y del cuidado del sí, ayudan a preservar la vida, es
necesario ocupar un lugar en la cadena productiva del mercado para poder vivir.
El orden biopolítico
es un espacio donde la acumulación y recopilación de información es vital para alimentar
la supuesta racionalidad de las políticas que se implementan, más en
situaciones de emergencia epidemiológica como la que se presenta ahora. «En este ámbito, la visibilidad de lo social se hace
posible en la medida que se constituyen dispositivos de observación que son
conformados por la elaboración de estándares de medición e interpretación
de información»[22]. Estos datos recabados, además de ser instrumentos
propios de la actividad gubernamental, también sirven para generar la imagen, en el colectivo social, de que se
tiene control de la situación, que se conoce al fenómeno epidémico a
fondo, así como el comportamiento de la enfermedad y, por lo tanto, generar una
sensación de sosiego y certidumbre; es decir, de esperanza, la cual también es
un instrumento del aparato biopolítico para combatir la llamada atmosfear
(atmósfera del miedo)[23].
En este sentido, el
orden biopolítico mexicano difícilmente podrá cumplir con sus objetivos de
preservar la vida humana de su población: 1) porque cuenta con un sistema de
salud no suficientemente amplio con respecto al tamaño de la crisis sanitaria;
2) existe gran cantidad de ciudadanos con enfermedades crónico-degenerativas;
3) más de la mitad de la población en extrema pobreza y que, ante la profunda
pauperización que conlleva la crisis económica producida por la pandemia,
obligará a que no realicen la cuarentena, con ello están en riesgo de contagiar
o ser contagiados, es decir, arriesgarse a morir por no tener para pagar los
medios de subsistencia básica o por estar enfermos; de ahí, la dificultad para
que se pueda extender y desarrollar una red biopolítica de protección y
vigilancia para la población, por lo que el gobierno ha evitado la suspensión
total de las actividades económico-comerciales y también ha propugnado por la
pronta reactivación de las áreas estratégicas de la industria nacional. Por
otra parte, tarde que temprano, solo pueden proteger a unos cuantos o quizás:
En este sentido, podemos ver que aunque la
vida biológica y la de los sistemas políticos están profundamente interconectados,
hay algo en la naturaleza de una exigencia, de un excedente objetivo de lo
biológico sobre lo político, en la tensión impuesta por el virus en nuestros
sistemas de salud, de distribución de alimentos y medicamentos, derechos
laborales y las formas en que las oportunidades de vida se ven afectadas por
distribuciones profundamente desiguales de riqueza e ingresos[24] [traducción propia].
El orden
biopolítico tiende a lo que Giorgio Agamben llamó el estado de excepción, donde
la garantías jurídicas y el orden constitucional son suspendidos por el poder
político bajo el argumento de salvaguardar la vida; es decir, se crean
excepciones bajo argumentos legales que a todas luces no lo son[25]; así, por ejemplo, el
Poder Ejecutivo el 23 de abril, mandó un proyecto de Decreto[26] a la Cámara de Diputados,
con el fin de darle al presidente de la República (a través de la Secretaría de
Hacienda y Crédito Público) poderes extraordinarios para disponer de los
recursos públicos como mejor se considere bajo el argumento que se vive una
situación de crisis y es indispensable esta medida, sin necesidad de que el
poder legislativo (en particular, la cámara supra mencionada), lo
apruebe o intervenga en la posible reasignación de recursos. Esta condición, si
bien no pone a México a la altura de una dictadura, sí es una regresión
autoritaria que poco abona a la transparencia y rendición de cuentas y al
cumplimiento del orden constitucional.
Algunos estados de
la República como Jalisco, Michoacán y Nuevo León, entre otros, en el afán de
contener la epidemia, prácticamente han establecido gobiernos de excepción,
donde la libre circulación está prohibida y hay bloqueos en caminos y entradas
a ciudades, así como horarios acotados para estar en la vía pública y la prohibición
de venta de alcohol, como es el caso de Sinaloa. Estas medidas, además de ser
inconstitucionales y violatorias de los derechos humanos, son contrarias a las
políticas de autorregulación que ha promovido el gobierno federal, violaciones
incluso reconocidas por la Secretaría de Gobernación (SG), quien:
(…)
advirtió que la emergencia sanitaria por Covid-19 «no representa el
establecimiento de un estado de excepción y suspensión de garantías». En un reporte mencionó a las entidades que han aplicado
medidas «severas y desproporcionadas» al libre tránsito, las cuales, advirtió, no
aseguran una reducción de los contagios. También informó que se han
registrado «al menos 47 casos de agresiones» contra el personal de salud, con mayor rudeza hacia
las enfermeras.
A
partir de información de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y
otras fuentes, la SG indicó que en 340 municipios de 15 estados se ha
restringido o controlado el acceso, ya sea en acciones promovidas por los
alcaldes o la misma población[27].
Existen ciertos
sectores ciudadanos que en este momento actúan, junto con los gobernantes
locales, de manera desproporcionada[28], pero también bajo una
lógica de preservar la vida a toda costa, de ahí que las tensiones y
confrontaciones entre población y clase política se agudicen aún más. «Es ampliamente reconocido que el público no
confía en los políticos. Lo que se discute con mucha menos frecuencia es que el
problema de la confianza también funciona a la inversa. Las clases políticas no
confían en el electorado, creen que los argumentos racionales y las apelaciones
a la razón no tienen sentido y que es mucho mejor confiar en el giro y apelar a
emociones como el miedo» [traducción
propia][29], pero este estado de
miedo, desconfianza y falta de transparencia solo hace que los efectos nocivos
para las libertades y la vida humana se intensifiquen: «Así, en un círculo vicioso perverso, la
limitación de la libertad impuesta por los gobiernos se acepta en nombre de un
deseo de seguridad que ha sido impulsado por los propios gobiernos que ahora
están interviniendo para satisfacerla»[30] [traducción
propia].
Conclusiones
En el corto plazo, el
Estado mexicano tiene que realizar cambios en el conjunto normativo vigente
para que las epidemias, así como las enfermedades endémicas
crónico-degenerativas (como diabetes, obesidad mórbida, entre otras), sean
consideradas amenazas a la seguridad nacional; para ello, es necesario reformas
en los artículos 3 y 5 de la Ley de Seguridad Nacional, también debe
reformarse el artículo 73, fracción XVI de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos para ampliar las funciones del Congreso en esta materia,
así como dar mayores atribuciones al Consejo de Salubridad General. En
este sentido, deberá modificarse la Ley de Planeación en su artículo 2,
así como el Plan Nacional de Desarrollo, para que la noción de seguridad
humana sea incluida en ambas normativas y, con ello, incidir en las políticas
públicas, tanto de desarrollo social como económico, ajustándose también a los
compromisos de los Objetivos del Desarrollo Sostenible y las metas
específicas para el país; y, de esta manera, se pueda fortalecer todo el
sistema de protección de la vida desde el nacimiento hasta la muerte, con ello
también intentar dar mayor calidad y plenitud a la vida.
Los conceptos que
Michel Foucault desarrolló en torno a la vida, el poder y las instituciones,
como la gubernamentalidad, biopoder, biopolítica y poder soberano, son en este
momento pertinentes, pues ayudan a explicar los dispositivos del poder y del
gobierno sobre los vivos, que se desarrollaron desde el siglo XVIII y hasta la
fecha. El aparato teórico que brinda el pensamiento biopolítico permite
observar y descubrir cómo en las últimas tres décadas, los procesos de
seguritización se han ampliado, así como las tendencias autoritarias, bajo el
pretexto de proteger la vida siguen en uso de las élites políticas de buena
parte del mundo y, la pandemia del COVID-19, es una circunstancia
extraordinaria que permite ese discurso, pero también es la oportunidad para
denunciar los abusos del biopoder.
El biopoder construyó
aparatos y dispositivos de seguridad que pretenden mantener el control de la
población, pero no por el control en sí mismo, sino para protegerla de
agentes nocivos, tanto internos como externos, que pueden afectar la vida
humana y, con ello, romper la armonía social. Las funciones de seguridad son
las primeras que el Estado desarrolló en aras de un verdadero ejercicio del
poder y no solo de carácter simbólico.
La gubernamentalidad
política que el Estado mexicano ha emprendido para establecer dispositivos
biopolíticos para la contención del COVID-19, así como la preservación de las
instituciones, ha sido insuficiente debido al alto nivel de contagio que tiene
esta enfermedad, además de la ineficacia institucional que no permite que se
construya un frente en torno al combate eficaz de la pandemia. La vida humana
es el punto central de cualquier gobierno (o debería serlo), es un poder sobre
los vivos, para organizarlos de manera racional y, así, garantizar la
continuidad del sistema del capital y la sociedad en su conjunto; pero, ante un
escenario tan desalentador en México y en el mundo, es necesario replantear la
manera de cómo se configuró el mundo desde hace siglos hasta el devenir actual;
con ello, efectivamente proponer un gobierno que tenga no solo consideraciones
biológicas y económicas, sino la plenitud y calidad de la existencia de todos
los ciudadanos.
Formato de citación según APA
Ortiz-Arellano, E. (2020). México ante el COVID-19: seguridad humana, gubernamentalidad y biopolítica. Revista Espiga, 20
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Formato de citación según Chicago-Deusto
Ortiz-Arellano, Edgar. «México ante el COVID-19: seguridad humana, gubernamentalidad y biopolítica». Revista Espiga 20,
n.º 40 (julio-diciembre, 2020): páginas 158-172.
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* Doctor en Gestión Estratégica y Políticas del
Desarrollo, de la Universidad Anáhuac México, Campus Norte. Maestro en
Administración de Negocios Internacionales de la Facultad de Contaduría y Administración
(FCA), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Licenciado en
Ciencia Política de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa (UAM-I).
Catedrático en el posgrado de la FCA de la UNAM, así como en la Maestría en
Ciencia Política del Centro de Estudios Superiores Navales (CESNAV), de la
Secretaría de Marina-Armada de México. Correo: eortizarellano@comunidad.unam.mx
[1] Michel Foucault, Defender la Sociedad.
Curso en el Collège de France (1975-1976) (Ciudad de México: Fondo de
Cultura Económica, 2006), 218.
[2] El orden mundial que se configuró en la década
de 1990 pretende cimentarse en un sistema jurídico mundial de carácter
biopolítico y disciplinar, este sistema Hardt y Negri lo llamaron Imperio.
Al respecto, véase: Michael, Hardt y Antonio Negri, Imperio (Buenos
Aires: Paidós, 2002).
[3] Foucault, Defender la Sociedad…, 221.
[4] Foucault, Defender la Sociedad…,
222-224.
[5] Daria Davitti, «Biopolitical borders and the state of exception in the european migration “crisis”», European Journal of International Law 29, n.º 4 (2018): 1177, acceso: 25 de abril, 2020, https://doi.org/10.1093/ejil/chy065
[6] Michel Foucault, Seguridad Territorio y
Población. Curso en el Collège de France (1977-1978) (México:
Fondo de Cultura Económica, 2006), 136.
[7] Edgardo Castro, Diccionario Foucault.
Temas, Conceptos y Autores (Argentina: Siglo XXI Editores, 2011), 177.
[8] Mirta Roses Periago, «Seguridad humana y salud pública: [editorial]»,
Rev. Panamericana de Salud Pública 31, n.º 5 (2012): 352, acceso: 26 de abril,
2020,
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[9] Hans-Martin Jaeger, «UN reform, biopolitics, and global governmentalit», International Theory, Vol. II, Issue 1 (2010): 62, acceso: 01 de mayo,
2020, doi:10.1017/s1752971909990182
[10] Mark Duffield, «Seguridad
humana: vincular desarrollo y seguridad en una era de terror», Relaciones Internacionales, n.º 43 (2020): 28, acceso: 25 de abril, 2020, https://revistas.uam.es/index.php/relacionesinternacionales/article/view/relacionesinternacionales2020.43.001/11880
[11]Ariadna Estévez, «La repolitización de los
derechos humanos frente a la gubernamentalidad neoliberal del sufrimiento social:
una lucha de contraconducta», en Ariadna, Estévez y Daniel Vázquez (coords),
9 Razones para (Des)confiar de las Luchas por los Derechos Humanos
(Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad
Latinoamérica de Ciencias Sociales, Sede México, 2017), 184.
[12] Nuria Hernández García, «La seguridad humana: del concepto al enfoque. Causas de
la reducción de su uso como concepto», en Relaciones
Internacionales, n.º 43 (2020): 46, acceso: 25 de abril, 2020, https://doi.org/10.15366/relacionesinternacionales2020.43.002
[13] Michael
Dillon y Luis Lobo-Guerrero, «Biopolitics of Security in the 21st
Century: An Introduction», Review
of International Studies 34, n.º 2 (2008): 267, acceso: 30 de julio, 2020, doi: 10.1017/S0260210508008024
[14] Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos (México: Diario Oficial de la
Federación, última reforma 06-03-2020): 88, acceso: 27 de abril,
2020, http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1_060320.pdf
[15] Ibíd., 70.
[16] Ley de Seguridad
Nacional (México: Diario Oficial de la Federación, últimas reformas
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[17] Ley General de
Salud (México: Diario Oficial de la Federación, últimas reformas
24-01-2020): 81, acceso: 27 de abril, 2020, http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/142_240120.pdf
[18] Gobierno de
México, Comunicado Técnico Diario COVID-19 México (Ciudad de México:
Gobierno de México, 30/04/2020): 2, acceso: 30 de julio,
2020,
https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/566650/Comunicado_Tecnico_Diario_COVID-19_2020.07.29.pdf
[19] Michel
Foucault, El Poder, una Bestia Magnífica (Ciudad de México: Siglo XXI
Editores, 2013), 222-225.
[20] El gobierno
mexicano, todos los días a las 19:00 horas informa desde el Palacio Nacional
(sede del presidente de la República), a los medios de comunicación el estatus
de la pandemia en el país. Para ello, invita especialmente a funcionarios
públicos del sector salud.
[21] El presidente
de la República, durante una gira de trabajo por el estado de Oaxaca los días
21 y 22 de marzo, invitó a la población a continuar con sus actividades
cotidianas, especialmente las de índole económica, ya que el país todavía se
encontraba en la fase 1 de la epidemia COVID-19. Al respecto, véase: Redacción,
«Pese a coronavirus, pide AMLO “no dejar de salir” ni
tomar medidas “exageradas”», El Universal, sección Nación, 22 de
marzo, 2020, s/p., acceso: 01 de mayo,
2020,
https://www.eluniversal.com.mx/nacion/coronavirus-pide-amlo-no-dejar-de-salir-ni-tomar-medidas-exageradas
[22] Jorge Castillo
Sepúlveda, «El Estado múltiple: el gobierno de las políticas
basadas-en-la-evidencia. Análisis desde los modos de individuación», en Iván, Pincheira
Torres (et. al.) (eds) Máquinas del Saber, Mecanismos del Poder, Prácticas
de Subjetivación (Chile: Ediciones Escaparate SPA, 2014), 91.
[23] Claes Tängh Wrangel, «Biopolitics of hope
and security: governing the future through US counterterrorism communications», Globalizations, Vol. 16, n.º 5 (2019):
664-665, acceso: 30 de abril,
2020, doi:10.1080/14747731.2018.1558631
[24] Jonathan Short, «Biopolitical economies of the Covid-19 pandemic», Topia: Canadian Journal
of Cultural Studies, Covid-19 Essays (2020): párr. 5, doi:10.3138/topia.2020.covid- 19.03, acceso: 28 de abril, 2020.
[25] Giorgo
Agamben, Estado de Excepción. Homo Sacer II, I (Buenos Aires: Adriana
Hidalgo Editora, 2005), 24.
[26] Para conocer el
proyecto de decreto en su totalidad, así como la argumentación, véase:
Presidencia de la Repúplica, «Iniciativa con proyecto de decreto por el que se
adicionan diversas disposiciones de la Ley Federal de Presupuesto y
Responsabilidad Hacendaria, remitida por el titular del Ejecutivo Federal», Gaceta
Parlamentaria, año XXIII, n.º, 5506-I (27 de abril, 2020): 1-5, acceso: 29
de abril, 2020, http://gaceta.diputados.gob.mx/PDF/64/2020/abr/20200427-I.pdf
[27] Fabiola Martínez, «SG:
contraproducentes, los toques de queda y los retenes», La Jornada,
miércoles 29 de abril, 2020: 6.
[28] Se han
reportado en diversas partes del país, pero especialmente en el estado de
Jalisco, ataques al personal médico, bajo el pretexto de que pueden contagiar
al resto de la población, estas agresiones van desde el hecho de no dejarlos
usar el servicio de transporte público hasta agredirlos físicamente.
[30] Giorgio Agamben, «L’invenzione di un’epidemia», Quodlbet (26 febbraio 2020):
párr. 4, acceso:
30 de mayo, 2020, https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-l-invenzione-di-un-epidemia