Escuela
de Ciencias Sociales y Humanidades, UNED, Costa Rica
https://revistas.uned.ac.cr/index.php/espiga
ISSN:
1409-4002 • e-ISSN: 2215-454X
Género y melodrama en la nota roja: el caso de María Teresa de Landa
(México, 1929)
Eleatriz García-Blanco*
https://orcid.org/0000-0002-1014-0133
Recibido: 06 de abril de 2020
• Aceptado: 21 de agosto de 2020
Resumen
En este artículo se analizan,
desde una perspectiva historiográfica, las notas publicadas en tres periódicos mexicanos
de 1929 (El Nacional Revolucionario, El Universal y Excélsior) en
torno al proceso judicial de María Teresa de Landa, quien confesó haber
asesinado a su pareja sentimental. El objetivo es reflexionar sobre el
melodrama como estrategia narrativa de la violencia y los entramados de
significados en torno al género en la llamada nota roja periodística.
Palabras clave: Derecho a la justicia, violencia, crimen,
México-Historia.
Gender
and Melodrama in Red Top Press: The Case of María Teresa de Landa (Mexico,
1929)
Abstract
In this article, the notes published in three Mexican newspapers from 1929 (El Nacional Revolucionario, El Universal y Excélsior) are analyzed from a historiographical perspective surrounding the judicial process of María Teresa de Landa, who confessed to having murdered her significant other. The objective is to reflect on melodrama as a strategic narrative of violence and fabric of meaning regarding gender in the so-called journalistic red top.
Key
words: Right to justice,
violence, crime, Mexican-history.
Genre et mélodrame dans la presse à sensation:
le cas de María Teresa de Landa au Mexique en 1929
Résumé
Cet article analyse,
dans une perspective historiographique, les articles publiés dans trois
journaux mexicains en 1929 (El Nacional Revolucionario, El Universal y
Excélsior) sur la procédure judiciaire de María Teresa Landa qui a avoué
l’assassinat de son compagnon. Le but est de réfléchir sur le mélodrame comme
stratégie narrative de la violence et les significations entrelacées au tour du
genre dans la presse à sensation.
Mots-clés: Droit à la justice, violence, crime,
Mexique-histoire.
Introducción
El 25 de agosto de 1929, en la Ciudad de México,
María Teresa de Landa disparó contra el general Moisés Vidal, a quien
consideraba su esposo, al descubrir que era bígamo. Fue un caso que recibió una
gran atención en la sociedad mexicana, ya que el año anterior María Teresa
había sido electa la primera Señorita México y había participado en un
concurso internacional de belleza, mientras que la víctima era un general
revolucionario.
María Teresa pasó así a ser parte del grupo de «matadoras
de hombres», mujeres jóvenes, de clase media y con estudios que, a lo largo de
la década de los veinte del siglo pasado, asesinaron a sus parejas
sentimentales[1]. Estas
mujeres contradecían las teorías de la escuela criminológica mexicana, que
atribuían a la pobreza, la ignorancia y el alcoholismo la comisión de crímenes[2].
El interés por el caso de María Teresa se ha
mantenido a lo largo del tiempo y se ha mirado desde diferentes perspectivas.
Así, Luis de la Barreda Solórzano consideró que la exoneración de María Teresa
se debió a su belleza, por haber seducido a los jurados populares, carentes de
conocimientos jurídicos y fácilmente influenciables[3]; por lo
tanto, la sentencia no fue bien recibida entre los expertos jurídicos, pues la
conducta de la procesada no encuadraba en ninguna de las causas de
inculpabilidad previstas en el Código Penal. A este caso particular se le
atribuye el final del jurado popular en México[4]. Lo cierto es
que la discusión sobre un nuevo Código Penal que abolía la pena de muerte y
suprimía el jurado popular en delitos de fuero común, se había desarrollado
meses antes del juicio a María Teresa[5], mientras que
una de las mayores preocupaciones de su abogado defensor era que el juicio se
desarrollase antes del 15 de diciembre de 1929, fecha de supresión del jurado
popular[6].
Más abundantes son los análisis y reflexiones
basados en la prensa periódica, como el de Víctor Ronquillo, que señala la
diferencia entre las notas publicadas en El Nacional Revolucionario y Excélsior,
las que justifica por la antipatía o simpatía hacia la acusada, respectivamente[7].
A su vez, Aurelio de los Reyes considera la
forma en que las notas periodísticas de algunos casos de mujeres homicidas
entrelazaban los conceptos del honor, el perfil de la figura materna, las expectativas
de vida de las mujeres y la integración del núcleo familiar. Considera que cada
una de estas historias refleja aspectos de la vida de las mujeres, como la
lucha por sobrevivir durante el movimiento armado y sus secuelas, así como la
venganza del honor. Agrega que el consumo y la aceptación de estas historias,
reflejan los valores entendidos de la sociedad y la forma en que se van
transformando. Desde su perspectiva, la sociedad mexicana intentaba
rearticularse tras el impacto del movimiento revolucionario, refugiándose en la
familia nuclear y los valores de la madre y el honor. Esto generaba un nuevo
conservadurismo ante la creciente incorporación de las mujeres a la vida
pública, los movimientos feministas y socialistas, como también una moral más
permisiva que Estados Unidos de América exportaba por medio del cine[8].
La mirada de Víctor Manuel Macías González se
enfoca en la construcción narrativa, al considerar que la representación
melodramática del caso de María Teresa ofrece un cuadro en el que ha quedado
plasmado el imaginario colectivo del México de los años veinte. También señala
que este incidente evidenciaba una lucha cultural en torno a la identidad
nacional, las nuevas concepciones del género, el fenómeno de modernización y el
proyecto nacional del gobierno posrevolucionario. Considera que, en el
veredicto del jurado, se trasluce la forma en que la fama, la riqueza y los
atributos físicos permitían la impunidad. Macías otorga una gran importancia a
los concursos de belleza para moldear un espíritu de uniformidad, pertenencia y
comunidad[9].
Desde una perspectiva más literaria, Eduardo
Rojas Rebolledo se centra en la construcción de los personajes de María Teresa
y Moisés. Señala que el concurso internacional de belleza en el que participó
María Teresa era visto como una prueba del ingreso del país a la modernidad[10].
Por su parte,
Gerardo Australia califica a la sociedad mexicana de esa época como machista,
que exigía a las mujeres sumisión, lealtad y distancia hacia las ideas
feministas, las cuales consideraba meras influencias extranjeras. Aun así,
había mujeres como Frida Kahlo[11], Dolores del
Río[12] y Lola
Álvarez Bravo[13] que rompían
convencionalismos y prohibiciones, quienes influían en las nuevas generaciones
de mexicanas. Australia agrega que los casos de auto
viudas habían sido conocidos desde mediados del siglo XIX, pero a partir del
siglo XX los periódicos tuvieron un papel decisivo al investigar y mostrar
gráficamente los detalles relacionados con los crímenes[14].
Para Rebeca Monroy
Nasr[15], el análisis
de las auto viudas de los primeros años posrevolucionarios contribuye a la
construcción de una historia del género y reflexiona sobre las imágenes como un
reencuentro visual con el pasado para analizar las transformaciones y
representaciones de los cuerpos. La perspectiva de Monroy considera la
construcción de nuevos sujetos y nuevas identidades en el proceso de la modernización
del país.
La autora de
este artículo concuerda con que el caso de María Teresa se ubica en el proceso
de modernización del Estado mexicano, en el que los debates sobre el género, la
familia y las relaciones amorosas corresponden a un nuevo régimen de discurso y
a la construcción de nuevos sujetos y nuevas identidades. En ese sentido, se
reconoce la importancia de la prensa escrita para posicionar en la esfera
pública los casos de las «matadoras de hombres» y los debates
sobre el papel de las mujeres en el proyecto de nación que se intentaba
consolidar.
Sin menoscabar
el gran interés que desde lo jurídico tiene el caso de María Teresa, el interés
de este artículo se centra en la representación que tres periódicos de
circulación nacional construyeron de una mujer delincuente, esto desde una
perspectiva de género[16], en un
momento de crisis del Estado mexicano, debido al asesinato de un presidente
recién reelecto y al activismo político a favor del sufragio femenino.
Esto significa que la autora de este artículo
asume las fuentes periodísticas un «tamiz que transmite o calla, informa,
deforma, organiza y elabora en relación con unos parámetros variables»[17];
especialmente, en el caso de la prensa moderna, no se puede pasar por alto que
el periódico es una mercancía y, a la vez, instrumento de poder en manos de
grupos políticos, por lo que a mayor capacidad informativa, mayor
perfeccionamiento de las técnicas y estrategias de manipulación del discurso
(escrito e iconográfico), con el fin de convencer y orientar a las personas
lectoras de manera más o menos disimulada[18].
En ese sentido, la consulta de diversos
periódicos sobre un mismo hecho permite, más que contrastar diferentes
versiones, entender el proceso de construcción de los textos periódicos como
problemas de interpretación de los hechos, no solo de los que explícitamente
informan, sino también de aquellos elementos implícitos que inciden en la
recepción de los textos. A diferencia de Ronquillo, se perciben las diferencias
y similitudes entre los periódicos como elementos de un mismo proceso de
construcción de individuos «generizados»[19], y no solo
como expresiones a favor o en contra de María Teresa. En ese sentido, se
coincide con Monroy, en la importancia de este caso para la historia de género,
cuyas diferencias son el uso de fuentes: las imágenes, en el caso de ella, y
los textos periodísticos en el caso de quien escribe este artículo (lo cual no
significa que sean complementarios, sino que las estrategias de análisis
difieren).
Así, en este artículo se analiza las notas
periodísticas del juicio de María Teresa de Landa del 25 de agosto al 15 de
diciembre de 1929, publicados en tres diferentes periódicos, con el objetivo de
reflexionar sobre el entramado de significados en torno al género, en la
llamada nota roja periodística, la cual informa sobre los delitos que se
considera deben ser conocidos públicamente, así como sus procesos judiciales y
el uso del melodrama como recurso narrativo.
Tres periódicos
mexicanos en tiempos de la Revolución
Los
textos analizados corresponden a tres periódicos diferentes de la Ciudad de
México. El Universal y Excélsior se fundaron en 1916 y 1917,
respectivamente, para dar a conocer los trabajos del Congreso Constituyente y
los postulados de la Revolución mexicana. Ambos siguieron el modelo
empresarial, que combinaba la información con la generación de ganancias por
medio de la venta de espacios publicitarios. Los reporteros eran los encargados
de investigar y redactar las notas, de manera anónima, la mayoría de las veces,
pues la autoría se reconocía solo a algunos editorialistas o autores
prestigiosos, aunque también abundaban los seudónimos.
En
esos años se estableció una nueva relación entre gobierno y prensa: el gobierno
contaba con aliados que le ayudaban a difundir su programa político y la prensa
obtenía ganancias; así, el gobierno era uno de los principales compradores de
publicidad y suscripciones. Sin embargo, los intereses comerciales de El
Universal y Excélsior, los llevaron a centrarse en sectores
específicos de público, transformando sus contenidos al gusto de las clases
media y alta, con lo cual empezaron a tomar una actitud crítica hacia los
gobiernos posrevolucionarios, que se ostentaban de base popular, por esto,
constantemente eran llamados «enemigos de la
Revolución», por el grupo gobernante[20].
El Nacional Revolucionario surgió en mayo de 1929 como órgano informativo
del recién creado Partido Nacional Revolucionario (PNR), para difundir sus
actividades políticas, apoyar las campañas de sus candidatos y atacar a sus
contrincantes. Desde entonces y hasta 1998, El
Nacional Revolucionario se encargó de fijar la postura oficial de los
gobiernos en turno[21].
María Teresa de Landa
en el México de 1929
De agosto a diciembre de 1929, mientras se
realizaba el proceso de María Teresa, el Estado mexicano posrevolucionario aún
se encontraba en construcción. Diversas facciones políticas estaban dispuestas
a tomar las armas a la menor provocación. El presidente Álvaro Obregón[22], recién reelecto en julio, había sido
asesinado y las sospechas apuntaban al presidente en funciones, Plutarco Elías
Calles, quien, para apartar de sí las dudas, convocó a elecciones
extraordinarias, en las que no se presentó como candidato, pero fue importante
protagonista en la fundación del PNR, cuyo nombre cambió posteriormente a
Partido de la Revolución Mexicana y después a Partido Revolucionario
Institucional, del que surgieron todos los presidentes mexicanos desde 1929
hasta el 2000.
Así, el caso de María Teresa compartió espacio
en los periódicos con las campañas presidenciales y, también, con los
movimientos políticos y sociales que llamaban la atención por la participación
de mujeres: desde quienes exigían su derecho a elegir libremente a su pareja o
separarse sin tener que recurrir al arbitrio del Estado, el derecho al control
natal, a la igualdad con los hombres y a ocupar puestos de elección popular; a
las partidarias de José Vasconcelos, candidato opositor al PNR; a las agrupadas
en organizaciones propias para establecer sus intereses especificos y
estrategias, como las de participar como funcionarias de casilla en las
elecciones, aun cuando no tuvieran el derecho a votar; y hasta las que se
afiliaban al PNR con la intención de lograr algún día el reconocimiento de sus
derechos políticos.
Probablemente no todas las mujeres jóvenes de
la ciudad de México tenían conciencia política de las demandas feministas, pero
un gran número se sentían atraídas por lo que los medios propagaban,
especialmente el cine: las modas europeas y estadounidenses en ropa y
maquillaje; las actitudes desenfadadas y libres de los personajes femeninos;
los romances apasionados[23]. Eran los tiempos modernos y las mujeres
mexicanas aspiraban a ser parte de esos nuevos estilos de vida y los adoptaban
y adaptaban a su cotidianeidad.
Representaciones de una mujer
delincuente
Queda
la duda de si María Teresa de Landa realmente mató al general Moisés Vidal.
Ella confesó el homicidio, pero no hubo más pruebas o testimonios convincentes,
mientras que los diferentes relatos periodísticos construidos sobre crimen, se
enfocaron más al tipo de mujer que era María Teresa, que en los hechos
ocurridos.
Así,
los datos que hay de ella, como individuo, son los que se utilizan para
ubicarla en un tipo específico de mujer. Para El Nacional Revolucionario, es la amoral concursante en traje de
baño; para El Universal, la mujer
presa de su naturaleza psicológica, y para Excélsior,
la bella joven de familia honorable ante un implacable fiscal. Cada una de
estas caracterizaciones corresponde a los intereses políticos y económicos de
cada informativo.
Para
El Nacional Revolucionario, el crimen
era consecuencia de la falta de moral[24]. Este periódico evitaba la nota roja por
considerarla una apología del crimen, pero la cobertura del caso de María
Teresa le permitió moralizar respecto a las mujeres, tomando como pretexto a
una homicida. Al hacerlo, difundía el modelo de mujer mexicana que el Estado
mexicano quería establecer.
Por
su parte, El Universal prefirió
adoptar una perspectiva «científica», basada en la psicología como ciencia forense,
para mantener una postura neutra que le permitía mantener una cierta distancia
con la perspectiva gubernamental, pero no lo suficientemente distante como para
perturbar el delicado equilibrio entre mantener sus propias ideas para
conservar su público y recibir el pago por la propaganda del Estado para
mantener su solvencia económica y evadir la censura.
Para
Excélsior, el caso de María Teresa
implicaba un enfrentamiento con el grupo en el poder al defender a la presunta
homicida. Identificó a María Teresa como miembro de una familia honorable,
enfrentada a un Estado representado por autoridades judiciales parcializadas.
El
interés por generar una representación específica de acuerdo con los intereses
de cada rotativo es evidente en la selección de la información del juicio que
cada uno imprimió. El Nacional
Revolucionario dedicó casi todos sus textos a la actuación y argumentación
del Presidente de Debates y el Fiscal, además pretextó la falta de espacio para
resumir lo más posible la intervención del abogado defensor. El Universal cubrió de una manera más
equilibrada a ambas partes. Y Excélsior
dio más espacio que los otros dos periódicos a los argumentos de la defensa.
Sin
embargo, hay un punto común en las tres representaciones: el melodrama, la
narración que acentúa los aspectos patéticos y sentimentales. Si bien el
melodrama tiene como antecedentes la tragedia griega y su catarsis –que permite
purificar las sensaciones de iniquidad y pecado al identificarse con imágenes
ennoblecidas–, así como la religión judeocristiana –que considera la existencia
humana como una serie de suplicios en los que anteponer los intereses
comunitarios a los propios permite ganar la dicha extraterrenal–; es un factor
de modernidad en la medida en que se concreta en el carácter y temperamento
individual. Es el individuo, propietario de la dignidad, no la colectividad,
quien vence el pecado o el infortunio en un mundo adverso[25].
La
apelación que hace el melodrama a las emociones y sentimientos del público
permite la identificación con los personajes, el reconocimiento de las virtudes
a las que se aspira, la sublimación de la experiencia propia y la catarsis que
remite a una fatalidad que se acepta, pero no se transforma.
Donde
mejor se utiliza el melodrama es en la narración de la violencia, tal y como se
presenta en la nota roja, con epítetos truculentos y un lenguaje exaltado.
Entonces, «la víctima real o posible de la
violencia se traduce a sí misma sus vivencias y miedos como episodios
melodramáticos, no solo por no disponer de otra escuela narrativa, sino porque
al hacerlo revive situaciones límite con un idioma que así mismo se neutraliza.
Sin tal estrategia, la violencia repercutiría aún más»[26]. La narración melodramática de la violencia se convierte en la mediación
entre la experiencia real y su enunciación oral y escrita. La violencia real es
transformada en un lenguaje de sufrimiento y resignación, en un mundo
representado en principio como adverso, e «impulsa
la metamorfosis de lo vivido con temor y angustia en la representación teatral»[27].
Pero
ocurre que «la voluntad de escenificación es
tan grande que oculta el sentido de lo representado»[28]; precisamente, lo que ejemplifican las
narraciones del caso de María Teresa de Landa: la escenificación y la
representación que cada periódico construye acaba por anular a la verdadera
persona en aras del interés político de los grupos que dirigen cada periódico.
Se establece entonces la función didáctica del melodrama en tanto enseña a
pactar sentimentalmente con la realidad. El melodrama, incluso, llega a ser un
chantaje sentimental cuando se apela a los nobles sentimientos del público para
confirmar y aceptar el sentido y significado que se atribuye a un hecho[29].
Es
importante tener en cuenta que, en la prensa mexicana del siglo XX, los datos
verídicos de la violencia al narrarse como melodramas, aterran, inhiben,
abruman y anulan la voluntad de entender las dimensiones de la delincuencia y
las respuestas eficaces[30]. Es decir, las representaciones que construyó
(y en algunos casos, sigue construyendo) la prensa periódica en torno a la
violencia, recurren a estas estrategias melodramáticas que intensifican las
sensaciones de inseguridad con una gran cantidad de datos, pero sin
proporcionar el análisis necesario que permita desarrollar respuestas eficaces
ante la violencia experimentada y nulifica las posibilidades de solidaridad.
Esto
ocurre porque el melodrama tiene un uso político. Al aterrorizar e inmovilizar
a la población cuando se identifica con las víctimas o las situaciones
cotidianas en las que se puede desarrollar la violencia, así como los discursos
que consideran la delincuencia como un hecho inevitable de los espacios urbanos
y de la desigualdad social, las personas acaban por aceptar el dominio de
grupos de poder que ofrecen controlar la delincuencia a través del uso legítimo
de la fuerza, aun cuando esto signifique renunciar a derechos y libertades
individuales.
El género a juicio
El
melodrama en las notas y artículos del caso de María Teresa también permiten
percibir un sesgo de género. La prosa poética que distingue la mayoría de los
escritos[31], presumiblemente de autores masculinos,
contrasta con el artículo de una mujer, Julia Marta, en el que de manera breve
y clara explica la emergencia de mujeres criminales por su situación de
inferioridad en una sociedad que les niega derechos. Para Marta, las mujeres
delinquen desde su posición de género, por lo que la solución debe ser de tipo
social: la educación femenina como instrumento para el reconocimiento de sus
derechos y la transformación en una sociedad igualitaria[32].
No
es que los escritores hombres escriban de forma melodramática con la intención
consciente de mantener la inequidad de género. Escriben así porque es la
estrategia narrativa que se ha impuesto en la nota roja, y aunque es obvio su
afán moralizador, no perciben de manera totalmente clara[33] que lo hacen desde una posición de autoridad
que les permite definir cómo deben ser las mujeres y, en general, las
relaciones de género. Marta, en cambio, escribe desde su experiencia e
identifica claramente la situación de subordinación en que se encuentran las
mujeres en una sociedad patriarcal. La intencionalidad en la autoría masculina
es normativa y, en el caso de Julia Marta, de denuncia.
Al
respecto, Gayatri Chakravorty Spivak planteó la problemática de la
representación de la subalternidad en los relatos históricos[34]. Refiriéndose a la situación colonial en la
que Occidente impuso su explicación y narración de la realidad como normativa,
señala que en el caso de las mujeres hay una subordinación múltiple, pues
además de las subordinaciones económicas, políticas o raciales, están las de
género. Dado que la construcción ideológica del género establece el dominio de
lo masculino, la historia es escrita desde una perspectiva androcéntrica que no
solo omite la voz femenina, sino que además narra la «realidad
femenina» desde la perspectiva masculina y
establece su normativa. Así, las mujeres carecen de un lugar de enunciación
propio en las sociedades patriarcales.
Esto
queda ejemplificado en el caso de María Teresa. Lo que sabemos de ella no es lo
que ella dice, sino lo que los hombres reporteros dicen acerca de ella. No es
su realidad sino la imagen que los periódicos han construido de ella. La
narración que se descubre allí no es la de María Teresa como individuo o la del
crimen cometido, sino la de las relaciones de género que construyen imágenes de
femineidad y masculinidad.
Esto
es muy claro en la narración del último día del juicio de María Teresa, donde
los elementos simbólicos de la femineidad configuran el melodrama de la mujer
delincuente.
María
Teresa se había enamorado del general Moisés Vidal y, temiendo que su familia
no lo aceptara, se casó con él a escondidas. Ya casados, fueron a vivir a casa
de los padres de María Teresa. Fue allí, donde el 25 de agosto de 1929, María
Teresa leyó en un periódico que Moisés había sido acusado por su primera
esposa, María Teresa Herrejón, de bigamia. María Teresa confrontó a Moisés
sobre la veracidad de la noticia, Moisés intentó restar importancia al asunto;
María Teresa tomó la pistola de Moisés, que estaba a la vista, sobre una mesa,
y amenazó con suicidarse. Moisés intentó quitarle la pistola y, en el forcejeo,
recibió los seis disparos de la pistola.
Como ya se
mencionó, El Nacional Revolucionario privilegió en sus textos las
palabras del Fiscal, licenciado Luis G. Corona, quien clasificó a María Teresa
en el grupo de Cleopatra, Mesalina, Lucrecia Borgia y Salomé, invocadas como
símbolos de las malas mujeres. La referencia histórica genera la ilusión que
las transgresiones femeninas siempre han existido y, por lo tanto, su contrario,
el modelo femenino que se transgrede también es eterno. De esta manera, el
género se legitima como ahistórico.
También
ejemplificó las diferencias entre dos tipos de mujeres con María Teresa y la
primera esposa de Moisés. A esta última la considera una mujer buena, sin
deseos de venganza, de las que lloran «sin haber pecado»[35].
María
Teresa no era madre, a diferencia de la primera esposa de Moisés, quien declaró
nunca haber pensado en matarlo porque era el padre de sus hijas, además,
tampoco pensó en suicidarse[36] porque
tenía que cuidar a sus hijas. Así, plantea que la maternidad hacía buenas a las
mujeres porque sus propios intereses y emociones eran desplazados por los de
las hijas e hijos que debían cuidar.
Para el
licenciado Corona, la mujer a través de la historia «ha debido sonreír al dolor»,
la mujer siempre «se ha nutrido con el dolor», como la Virgen de Galilea, entre
otras. Mientras tanto, la que se educa «con el ejemplo malo del cinema y el
teatro, la que estudia la posición de una pistola, la que se defiende con
gritos y aspavientos»[37], no se considera una verdadera
mujer.
Al
respecto, Joan Scott ha señalado como uno de los elementos que conforman el
género en tanto relación primaria de poder, la existencia de símbolos culturalmente disponibles que evocan
representaciones múltiples como referentes significativos en las relaciones
entre géneros y la construcción de la identidad sexual[38]. La Virgen María es un símbolo recurrente en
las llamadas sociedades occidentales y marca un deber ser exageradamente idealizado al que deben aspirar las
mujeres, anteponiendo la maternidad a cualquier otro interés y suprimiendo la
sexualidad para el goce. Por si fuera poco, el licenciado Corona, durante su
argumentación, consideró a la Virgen como un personaje histórico, no
mitológico, que hay que imitar, especialmente en la capacidad para soportar el
dolor. Su contrario es la mujer que se defiende, como María Teresa, quien ha
tomado el mal ejemplo del cinema y el teatro.
Por su
parte, el abogado defensor, José María Lozano, consideró a María Teresa «una
víctima del medio social y de la educación que recibió, recalcando la
influencia del cine y del jazz en la vida moderna»[39]. Desde esta perspectiva, María
Teresa no es responsable, lo que implicaría reconocerla como actor histórico,
sino la víctima pasiva de los cambios sociales que la han enajenado hasta el
grado de cometer un homicidio.
En los
textos de El Universal se describe a la señora Herrejón como «ponderada,
serena, desapasionada. Tiene todas las características de una de esas mujeres
excelentes para el hogar, que sólo saben de constantes perdones para el marido
calavera»[40]. Y después se hace la comparación:
«La una revela todo el fuego de un impetuoso temperamento: -es la “civilizada”…
-La otra una pasividad, una quietud espiritual enorme: ¡es madre de familia!»[41].
Lozano
resumió: «La señora Herrejón no mató porque no había honor que defender[42]. La
señora Herrejón es dulce; hay hijas de por medio»[43], atribuyendo a la diferencia de
temperamentos el que la señora Herrejón no hubiera matado al conocer la
infidelidad de su esposo, mientras que María Teresa, sí. Y también a los roles
sociales: la señora Herrejón es madre. Queda la duda de si era dulce y tenía
hijas o si era dulce porque tenía hijas. En cualquier caso, se considera
imposible que ella mate porque «hay hijas de por medio».
Por su
parte, el licenciado Corona agrega el elemento nacional a la comparación:
(…) la mujer mexicana, todo dulzura, todo amor, todo sacrificio! (...)
Pero contra nuestras mujeres se han comenzado a levantar ya los rudos enemigos
que combaten su virtud: el frívolo espíritu que las arroja a ir desnudas por
las calles, el feminismo que ahoga su femenidad (…) Y principalmente la
vanidad, esa que las atormenta cuando ellas consideran el anonimismo en que se
hallan y desean romperlo, salir de él, no importa que sea en concursos de
bañistas o matando a un hombre. Las oportunidades que les ofrezcan fáciles
triunfos, el sentir en las manos el cetro de Reina de la Belleza, y embrujadas
por ello no se dan cuenta de que sólo dan el primer paso en los abismos de la
perdición. Y todo ante el Moloch del mercantilismo! [sic][44].
Ya había
advertido que María Teresa no formaba parte del primer tipo, el de «nuestras
madres, de nuestras hijas, de nuestras esposas»[45], con lo que establecía una
otredad.
Por lo que
recomienda que María Teresa vaya a prisión y utilice esos años en cautiverio
para meditar y «depure su alma y adquiera las perfecciones morales que la hagan
ser una verdadera mujer»[46]. Es decir, al no ser parte de lo
que el fiscal considera «mujer mexicana», es conceptualizada en una situación
inferior como mujer que no logra cumplir con las expectativas de género de la
mujer mexicana. La mujer mexicana es entonces presentada como una abstracción
homogeneizante: no importan la edad, la clase social o económica, la
escolaridad o la trayectoria de vida individual; de haber pertenecido al tipo
de «mujer mexicana», María Teresa hubiera sacrificado su amor y pedido a Moisés
que regresara con sus hijas, por no tener ellas la culpa de los errores del
padre, según el licenciado Corona.
El
licenciado Lozano también expuso su propia versión histórica de la mujer,
señalando que en el Decamerón de
Bocaccio, a las campanadas de la muerte por la peste, «respondían los gritos
dyonisíacos [sic], como un símbolo de vida»[47]. Durante la Edad Media «la mujer
está en silencio o en el gineceo, porque en ella se continúa el misterio
inefable de la vida»[48]. Es decir, para Lozano el papel
histórico de la mujer es el de la procreación.
Después,
Lozano habló de los derechos de las mujeres, derechos que los hombres no
reconocen: «Nosotros llevamos tantos siglos de gobernar, de estrujar y de
humillar a la mujer, y cuando la vemos salir sangrienta de la tienda de
Holofernes o de la Redacción del “Fígaro” de París, no le concedemos el derecho
de la pasión. La pasión es para el hombre. A la mujer solo le concedemos el
derecho de llorar»[49]. Se podría interpretar entonces
que reconocer que María Teresa había actuado motivada por la pasión, era
concederle un derecho.
El
licenciado Lozano también expuso su punto de vista sobre la educación femenina:
«¿Cómo se educa a la mujer moderna? Empieza la
educación en la escuela, donde ahora priva la educación promiscua: desde los
seis años empieza a tener contacto con los hombres. Más tarde tiene como únicos
espectáculos el cine, donde desfilan todas las escenas de lujuria, y el “jazz”
que traduce toda la concupiscencia africana»[50].
La
educación gratuita y laica establecida en la Constitución había sido una de las
principales demandas durante el movimiento revolucionario, además de que sería
la base para formar una nueva ciudadanía. Sin embargo, seguía habiendo grandes
reticencias para extender la educación a las mujeres. El discurso de Lozano
ejemplifica uno de los principales prejuicios: niños y niñas u hombres y
mujeres compartiendo un mismo espacio daban pie a la promiscuidad. La
sexualidad latente convertía la educación en una influencia nociva para las
mujeres. Si se agregaba el cine, mostrando escenas de lujuria, y las cadencias
sensuales del jazz, se obtenía una mujer delincuente. Tal parecería que el
conocimiento de la sexualidad sería la peor influencia que podía tener una
mujer.
Conclusiones
Un Jurado Popular exoneró a María Teresa. Al
respecto, hay que considerar que era común que los hombres que asesinaban a sus
parejas sentimentales, hubiese vínculo legal o no, eran exonerados bajo el
argumento del crimen pasional, pues estar sujeto a emociones incontrolables
implicaba la incapacidad de razonar y, por lo tanto, se establecía la
inexistencia de un móvil.
En el caso de María Teresa no se argumentó el
crimen pasional, pues como señaló el abogado defensor, la pasión era el derecho
de los hombres, mientras que el de las mujeres era llorar. Si extrapolamos este
criterio al campo de la sexualidad, vemos que a los hombres se les atribuía una
pasión sexual incontrolable, por lo que correspondía a las mujeres
responsabilizarse de la sexualidad. Así, en los textos periodísticos, no se
menciona la bigamia de Moisés como delito: se trata de «calaveradas» que una buena
mujer debe perdonar.
Entonces, si cada periódico construyó una
imagen diferente de María Teresa como individuo, para lo cual seleccionaron la
información que dieron a conocer sobre María Teresa y su juicio, al final estas
diferentes versiones acabaron complementándose para crear una representación
única de los roles de género, en lo que Michel Foucault definió como
dispositivo de sexualidad: el conjunto de discursos sobre el sexo y las
tecnologías de normalización de las identidades sexuales[51].
En ese mismo sentido, la mezcla de elementos
míticos, literarios e históricos para definir a las mujeres en los argumentos
del juicio muestra la intertextualidad que construye la representación de una
esencia femenina ahistórica y, por lo tanto, corruptible, pero no modificable.
Según las notas periodísticas, las mujeres buenas
aceptan el dolor como protagonistas del melodrama femenino: asumen el
sufrimiento como una fatalidad que trasciende a través de anteponer los
intereses y deseos ajenos a los propios; además se liga el tema de la
nacionalidad: las buenas mujeres son mexicanas.
En cambio, las mujeres que se defienden, que
asumen sus intereses y deseos, son delincuentes; lo son porque no saben
purificarse por medio del dolor, de allí que la cárcel sea necesaria para
obligarlas a meditar en el deber ser
femenino. Además, son malas mexicanas porque han preferido la civilización y la
modernidad a la tradición.
La autora de este artículo considera que la
necesidad de ligar el deber ser
femenino con la nacionalidad responde a un momento de activa participación
femenina en torno a exigir el reconocimiento de sus derechos: el que las
mujeres mexicanas de la época se asumieran como actores sociales y políticos,
se combatía presentándolas como mujeres fallidas, en tanto que criticaban el
papel de la tradición y aspiraban a una modernidad que consideraban incluyente.
De allí, que la construcción de las imágenes de
María Teresa como individuo se construyeran a partir de la dicotomía mujer
buena / mujer mala, pues las mujeres eran representadas como
ejemplos de la condición femenina y no como individuos con diversas situaciones
de vida (como la clase social, el nivel de educación, experiencias, etcétera).
Por lo tanto, enjuiciar a María Teresa implicaba moralizar a todas las mujeres
como género, es esa prédica moral la que difunden los textos periodísticos.
En ese mismo sentido, que los tres periódicos
hicieran patente sus diferentes posiciones políticas, pero coincidieran en un deber ser femenino único, crea la
ilusión de que el género está por encima o es ajeno al ámbito político. Además,
la coincidencia desde diferentes lugares de enunciación en el modelo de
femineidad genera una intertextualidad que le concede un alto valor como «verdad» aceptada[52].
La
femineidad se presenta entonces como una esencia biológica, centrada en lo que
Marcela Lagarde ha definido como el cautiverio de madresposa: la condición de opresión genérica en el que las
mujeres establecen una dependencia vital hacia los otros a través de la
maternidad, la filialidad y la conyugalidad[53].
Pero es necesario también advertir que la
construcción melodramática del deber ser
femenino es campo fértil para la violencia contra las mujeres, bajo el supuesto
de que se les debe castigar por no cumplir el ideal del rol de género
establecido y, a la vez, negarles el derecho a defenderse.
Formato de citación según APA
García-Blanco, E. (2020). Género y melodrama en la nota roja: el caso de
María Teresa de Landa (México, 1929). Revista Espiga, 20 (40), páginas 140-157
Formato de citación según Chicago-Deusto
García-Blanco, Eleatriz. «Género y melodrama en la nota roja: el caso de
María Teresa de Landa (México, 1929)». Revista Espiga 20, n.º 40
(julio-diciembre, 2020): páginas 140-157
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el peso de su pena». Excélsior, 29 de noviembre de 1929.
--- «Expectación al
llegar el juez y el defensor». Excélsior,
29 de noviembre de 1929.
--- «María Teresa de
Landa relata sollozante cómo dio muerte al hombre que la engañó», Excélsior, 27 de agosto de 1929.
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* Doctorante en Historiografía por la Universidad
Autónoma Metropolitana de México. Maestra en Historiografía por la Universidad
Autónoma Metropolitana de México, licenciada en Etnología por la Escuela
Nacional de Antropología e Historia de México. Correo: al2113805200@azc.uam.mx
[1] Entre otras, Magdalena Jurado, Alicia Olvera, Nidia Camargo y Luz González.
Gerardo Australia señala que los casos de auto viudas habían sido conocidos
desde mediados del siglo XIX, pero a partir del siglo XX los periódicos
tuvieron un papel decisivo al investigar y mostrar gráficamente los detalles
relacionados con los crímenes. Gerardo Australia, «De Miss México a Viuda Negra: el crimen pasional de María Teresa de Landa
en 1929», Relatos e Historias en México, n.° 57 (2013), 26-33. El fenómeno
de las llamadas matadoras de hombres también se manifestó en Estados
Unidos de América, donde la periodista Maurine Dallas Watkins escribió la obra
de teatro Chicago como una forma de denunciar la corrupción de los
jueces y establecer el concepto de criminal estrella, a partir de los casos de
Belulah Annan y Belva Gaertner.
[2] Robert M. Buffington, Criminales y ciudadanos en el México moderno (México D.F.: Siglo
XXI, 2001).
[3] Luis de la Barreda
Solórzano, El jurado seducido. Las
pasiones ante la justicia (México D.F .: Porrúa, 2005), 9-18.
[4] Luis de la Barreda Solórzano, «El embrujo de María Teresa», Etcétera, 1 de octubre de 2007, acceso el 20 de setiembre de 2020, https://www.etcetera.com.mx/revista/el-embrujo-de-maria-teresa/
[5] Elisa
Speckman Guerra, «Crónica de una muerte anunciada: la supresión del juicio por
jurado en el Distrito Federal», en El mundo del Derecho II: instituciones,
justicia y cultura jurídica (México: UNAM/IIJ/Escuela Libre de Derecho,
2017), 395-423.
[6] Algunas notas
periodísticas sobre la supresión del Jurado Popular son anteriores al juicio de
María Teresa: «Los jurados populares deberán ser suprimidos», Excélsior,
1 de agosto de 1929; «No habrá más jurados sino de escritores», Excélsior,
10 de agosto de 1929; «Van a suprimir el jurado y la pena de muerte», Excélsior,
22 de agosto de 1929; otras señalan que el juicio de María Teresa fue de los
últimos en comparecer ante un Jurado Popular: «María Teresa de Landa
comparecerá en Jurado en la próxima semana», Excélsior, 9 de noviembre
de 1929; «El escándalo del último jurado», El Universal, 3 de diciembre
de 1929; «Los últimos jurados para esta semana», El Nacional Revolucionario,
10 de diciembre de 1929. La supresión del Jurado Popular en el Distrito Federal
fue un hecho de gran relevancia en la historia jurídica mexicana; sin embargo,
dada la extensión e intención de este artículo no es posible reseñarla aquí,
pero las personas lectoras interesadas en tener mayor información sobre su
relación con el proceso de María Teresa, pueden consultar: Eleatriz García
Blanco, «En defensa de las ilusiones: representaciones de una mujer delincuente
en la prensa mexicana posrevolucionaria» (tesis de Maestría, Universidad
Autónoma Metropolitana, 2016), http://posgradocsh.azc.uam.mx:8080/es/Historiografia/Representaciones_mujer_delincuente
[7] Víctor Ronquillo, La nota roja. 1920-1929 (México D.F.: Grupo Editorial Siete, 1996).
[8] Aurelio de los Reyes, Bajo el cielo de México 1920-1924 (México: Instituto de Investigaciones
Estéticas/UNAM, 1993). Aurelio de los Reyes, «Crimen
y castigo: la disfunción social en el México posrevolucionario», en Historia
de la vida cotidiana en México en el siglo XX (México: El Colegio de
México, 2005), 301-343.
[9] Víctor Manuel Macías González, «El caso de una beldad asesina: la construcción
narrativa, los concursos de belleza y el mito nacional posrevolucionario
(1921-1931)», Historia y Grafía, n.° 13
(1999), 113-154.
[10] Eduardo Rojas Rebolledo, «María Teresa Landa»,
en El libro rojo. Continuación. 1928-1959
(México D. F.: Fondo de Cultura Económica, 2011), 38-53.
[11] Frida Kahlo (1907-1954), pintora y
poetisa mexicana. En 1922 fue de las primeras mujeres en ingresar a la Escuela
Nacional Preparatoria, donde tuvo una gran participación política. Tras un
grave accidente en 1925, se dedicó a la pintura, logrando gran notoriedad. Su
éxito en la pintura, su matrimonio con Diego Rivera (uno de los más famosos
muralistas mexicanos), su bisexualidad y su militancia política de izquierda,
la hacían una mujer poco convencional para la sociedad mexicana de esa época.
[12] María de los Dolores Asúnsolo y López-Negrete
(1904-1983), conocida como Dolores del Río, era una joven perteneciente a la
alta sociedad mexicana. En 1921 contrajo matrimonio con Pablo Martínez del Río,
miembro de una de las familias más ricas del país. Sin embargo, en 1924,
tuvieron una crisis económica, y en 1925 decidieron viajar a Hollywood para que
Dolores actuara y Pablo escribiera guiones de cine. Dolores se convirtió en una
gran estrella. En 1928 la pareja se divorció y Dolores continuó su carrera
cinematográfica en Estados Unidos, México, España y Argentina.
[13] Dolores Concepción Martínez Anda (1907-1993),
conocida como Lola Álvarez Bravo, fue una fotógrafa mexicana de gran
importancia en las nuevas tendencias artísticas del México posrevolucionario.
[14] Gerardo
Australia, «De Miss México a Viuda Negra: el crimen
pasional de María Teresa de Landa en 1929».
[15] Rebeca Monroy
Nasr, «Identidades perdidas: Miss México 1928», Anales del Instituto de Investigaciones
Estéticas 36, n.° 104, 2014, acceso: 20 de setiembre de 2020, http://www.analesiie.unam.mx/index.php/analesiie/article/view/2518/2496
[16] Reflexiones
en torno a las noticias sobre delincuentes hombres y la homosexualidad vista
como delito, contemporáneas al caso de María Teresa se pueden consultar en:
García Blanco, «En defensa de las ilusiones: representaciones de una mujer
delincuente en la prensa mexicana posrevolucionaria», 115-156.
[17] Jacqueline
Covo, «La prensa en la historiografía mexicana: problemas y perspectivas», Historia
Mexicana, n.° 3 (1993), 689.
[18] Covo, «La
prensa en la historiografía mexicana: problemas y perspectivas», 691.
[19] Lo que
implica considerar la cultura de género como la ha conceptualizado Elsa Muñiz:
el complejo proceso de «generizar» a los individuos: desde la división sexual
del trabajo que corresponde a una formación social y un momento determinados;
el nivel relacional que permite abordar las interacciones entre los géneros y
recrear las tensiones que se generan en la constante negociación de las
normativas de género; y la elaboración simbólica, «en el sentido de entender a
la cultura como un entramado de significaciones creador de representaciones
individuales y colectivas». Elsa Muñiz, Cuerpo, representación y poder (México: UAM/Grupo Editorial Miguel
Ángel Porrúa, 2002), 10.
[20] María del Carmen Ruiz Castañeda, «La prensa de la Revolución (1910-1917)», en El
periodismo en México: 500 años de historia (México: Edamex/Club Primera
Plana, 1998), 263-286; Arno Burkholder de la Rosa, «El
periódico que llegó a la vida nacional. Los primeros años del diario Excélsior
(1916-1932)», Historia Mexicana LVIII,
n.°4 (1999), 1389-1390.
[21] «85º
aniversario de la fundación de El Nacional», Instituto
Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, acceso: 12
de junio de 2020, http://www.inehrm.gob.mx/es/inehrm/85_Aniversario_de_la_fundacion_de_el_Nacional
[22] Álvaro Obregón (1880-1928), militar de la
facción carrancista durante la Revolución de 1917, fue presidente de México
durante el periodo 1920-1924. El 17 de julio de 1928, tras ser reelecto
presidente para el periodo 1928-1934, fue asesinado en un restaurante de la
Ciudad de México.
[23] En las sociedades premodernas, la institución
matrimonial servía para regular el intercambio de riqueza. El matrimonio ideal
era aquel en el que las fortunas de ambas partes eran equitativas y permitía
conservar o mejorar la posición de las familias. El amor romántico surgió como
una rebeldía que exaltaba al individuo y su elección amorosa por sobre los
intereses del grupo familiar. Priorizando los sentimientos, la irracionalidad,
el altruismo y la indiferencia hacia la riqueza, el amor romántico es la
construcción cultural de las modernas sociedades capitalistas que impulsan la
individualización y establecen la división entre lo privado (representado como
el lugar de los sentimientos y afectos en el que se realiza la reproducción
social que no se reconoce como actividad económica) y lo público (el espacio de
producción y circulación de la riqueza). Eva Illouz, El consumo de la utopía romántica: el amor y las contradicciones
culturales del capitalismo (Buenos Aires/Madrid: Katz, 2009), 25-34.
[24] «Los
padres son culpables de la degeneración», El Nacional Revolucionario, 9 de agosto
de 1929.
[25] Carlos
Monsiváis, «El melodrama: “No te vayas mi amor, que es inmoral llorar a solas”»,
en Narraciones anacrónicas de la
modernidad: melodrama e intermedialidad en América Latina (Santiago de
Chile: Editorial Cuarto Propio, 2002), 105-108.
[26] Carlos
Monsiváis, «La política del melodrama», Revista
Ñ, suplemento cultural del Diario Clarín, 25 de junio de 2005, acceso: 12
de junio de 2020, http://www.panoramadelarte.com.ar/hamal/pdf/la_politica_del_melodrama.pdf
[27] Monsiváis, «La política
del melodrama».
[28] Monsiváis,
«El melodrama…, 107.
[29] Ibíd.
[30] Carlos
Monsiváis, «La política del melodrama».
[31] Algunos
ejemplos desde los títulos mismos: «Miss México relató ante su juez, anegada en
llanto, la honda tragedia», «Jóvenes de 14 años encenegadas en el fango de
todos los vicios», El Nacional Revolucionario, 27 de agosto de 1929; «Conmovida
bajo el peso de su pena», Excélsior, 29 de noviembre de 1929.
[32] Julia Marta, «Los
crímenes femeniles», El Nacional Revolucionario, 3 de diciembre de 1929.
[33] Porque
perciben como naturales las identidades genéricas y no como relaciones de
poder.
[34] Gayatri
Chakravorty Spivak, «¿Puede hablar el subalterno?», Revista Colombiana de Antropología 39, (2003), 297-364.
[35]Arellano Martínez, «María Teresa Landa fue absuelta por el jurado», El Nacional Revolucionario, 1 de diciembre de
1929.
[36] Durante los primeros días de prisión de María
Teresa, se especuló que intentaba suicidarse: «María
Teresa de Landa relata sollozante cómo dio muerte al hombre que la engañó», Excélsior,
27 de agosto de 1929. «Miss México parece
resuelta a morir de hambre», El Nacional Revolucionario, 28 de agosto
de 1929.
[37]Arellano Martínez, «María Teresa Landa fue absuelta por el jurado».
[38] Joan W. Scott, «El
género: una categoría útil para el análisis histórico»,
en Género e Historia (México D.F.: FCE/UACM, 2008),
265-302.
[39]Arellano Martínez, «María
Teresa Landa fue absuelta por el jurado».
[40] «Un
hermano del General Vidal asegura que a éste [sic.] no lo mató su segunda
esposa la “Señorita México”», El Universal, 31 de agosto de 1929.
[41] Carlos G. Villanave, «La
viuda de Vidal y Miss México, careadas», El
Universal, 1 de diciembre de 1929.
[42] Al ser la primera esposa se le consideraba la
esposa legítima. María Teresa de Landa, en cambio, era considerada adúltera.
[43] Carlos G. Villanave, «El
sensacional jurado de “Miss México”», El Universal, 1 de diciembre de 1929.
[44] Ibíd.
[45] Ibíd.
[46] Ibíd.
[47] Ibíd.
[48] Ibíd.
[49] Ibíd.
[50] «María
Teresa de Landa fue absuelta y triunfó el Príncipe de la Palabra», Excélsior, 1 de diciembre de 1929.
[51] Michel Foucault, Historia de la sexualidad
1: la voluntad de saber (México D.F.: Siglo XXI, 1977), 93-159.
[52] Marie-Christine
Leps, Apprehending the Criminal
(North Caroline: Duke University Press, 1992), 3-13.
[53] Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y
locas (México D.F.: UNAM, 1997).